miércoles, octubre 28, 2015

La devaluación del perdón


Por Rafael Hernández Bolívar

El hacker Guccifer revela la correspondencia secreta del buzón electrónico de Hillary Clinton. En uno de esos documentos de marzo de 2002, el Secretario de Estado Colin Powell le informa al Presidente Bush el apoyo de Tony Blair, Primer Ministro británico para la época, a la eventual invasión de Irak. 

“Blair está con nosotros”, escribe Powell, señalando además que Blair aportará las frases que “fortalecerán el apoyo global”.  Esto ocurría un año antes del informe sobre armas de destrucción masiva y de la consecuente justificación e invasión “derivadas” de ese informe. 

Para septiembre del mismo año, a fin de convencer de la peligrosidad de Hussein, el gobierno británico publica un informe sobre las armas de destrucción masiva, en donde Tony Blair afirma que Irak continua produciéndolas “más allá de toda duda”. En marzo del 2003, Inglaterra participa en la invasión a Irak.

La guerra demostró que no había tales armas y los expertos hoy coinciden en que su producción se paralizó en 1991. Bush admite en 2008 que no había armas de destrucción masiva y que su mayor error fue hacerle caso a los informes de inteligencia. Diferentes investigaciones periodísticas han revelado la campaña propagandística en función de justificar la invasión a Irak. Vale decir que primero se tomó la decisión de invadir y, luego, se fabricaron “los informes” que “demostraban” la existencia de tales armas de destrucción masiva.

Una vez fuera del gobierno, a partir del 2007, Blair se dedica a los negocios y a representar a la Unión Europea, ¡vaya ironía!, como “mediador para la paz en el Medio Oriente”. En un email personal dice, sin pelos en la lengua, “Estamos construyendo una serie de profundas conexiones con empresas privadas y Gobiernos en todo el mundo. Hacemos negocio y filantropía”.

Hoy, después de más de doscientos cuarenta mil muertos, de más de cuatro millones de desplazados, con un país en cenizas, anarquizado y destruido, Tony Blair dice “perdón”. ¿No debería, mas bien, juzgársele como criminal de guerra?