viernes, febrero 11, 2005

Insensibilidad y estupidez ante la tragedia


Por: Rafael Hernández Bolívar
Los signos más característicos de la conducta política de la oposición venezolana son la insensibilidad y la estupidez. Por lo menos, eso es lo que salta a los ojos en situaciones de preocupación y angustia como las generadas por las lluvias torrenciales y fuera de estación que azotaron al país en los últimos días. Cuando las circunstancias imponían movilización y acciones concretas para auxiliar a los damnificados y minimizar los daños que inevitablemente provocan precipitaciones records, superando en cantidad el record anterior de 1951, los periódicos y los dirigentes de la oposición se dedicaron a la caza de gazapos y obras truncas que permitan responsabilizar al Gobierno Nacional del desastre. O bien exhiben la más vergonzante indiferencia ante los acontecimientos.

Tal conducta es la revelación de la insensibilidad hacia los que sufren y viven una lamentable desgracia. Luce que el drama humano generado por la expectación de los acontecimientos, de sentirse absolutamente impotente ante las fuerzas descomunales de la naturaleza, la posibilidad real de perder su casa, sus enseres, y sobre todo, de perder la vida de sus seres queridos y la propia, carece de importancia ante el hecho de responsabilizar y atacar al gobierno.

Pero también es una conducta políticamente estúpida; pues, nadie presta oídos a las acusaciones en las actuales circunstancias: Ni los afectados preocupados en solventar la situación que confrontan ni quienes están concentrados en ayudarlos. En esta oportunidad la crítica de periódicos (Tal Cual le ha dedicado tres editoriales consecutivos y abundantes reportajes internos) se concentran en las obras que adelantó Corpovargas, contrariando las que inicialmente había previsto la Autoridad Unica de Vargas con motivo del deslave de 1999. Antes a esta última se le había descalificado llamándola “comisión de académicos diletantes”.

Olvidan que las modificaciones a los proyectos iniciales se hacen precedidas de un estudio de justificación de esas modificaciones. Es verdad que hay una discusión técnica en donde se cuestionan los criterios costo-beneficios que siguió Corpovargas. Pero, habrá que enterarse de esa discusión y compararla con el comportamiento de las obras en relación a las lluvias de febrero, para poder concluir quien tiene la razón. ¿Hubo muertos en Vargas por las lluvias? No. ¿Se cayó alguna de las obras por Corpovargas? No. ¿La canalización de la desembocadura de los ríos fue insuficiente? Hay que evaluarla, así como hacer las correcciones necesarias en todo lo que se ha venido haciendo en Vargas. ¿Los derrumbes sobre la vía son inevitables?

Luego no entienden porque Chávez tiene un 65% de aceptación en la población venezolana. ¡Nadie puede querer a los zamuros que se precipitan sobre las desgracias de los demás a sacar provecho y usar en beneficio de sus intereses los sufrimientos y penalidades de la gente!
Nadie dice que no deba evaluarse lo ocurrido ni que no existan responsables en relación a desastres específicos en cuanto a obras que debieron hacerse o se hicieron mal. Pero, para eso habrá el tiempo y el momento oportuno. Hoy lo que se impone es salvar a los damnificados, protegerlos, garantizarles una manera digna de rehacer sus hogares y sus vidas. El balance lo haremos después.
Caracas, 11 de febrero de 2005

martes, febrero 01, 2005

El converso también se preocupa

Por: Rafael Hernández Bolivar

En genuino lenguaje condolezziano y con las mismas palabras de los jerarcas del imperio, -exactamente las mismas, como siguiendo un guión- Mario Vargas Llosa manifestó en Buenos Aires “estar preocupado por Kirchner y Chávez.” Le preocupan retórica, gestos y desplantes frente a la política y el destino prefijados por los EEUU.

Y, por si pudiese parecernos dudosa su vocación de cortesano, agrega la siguiente expresión inequívoca: “Al señor Chávez hay que pararle las manos. Hay que frenarlo, porque puede ser un factor de demolición, no sólo para la democracia venezolana, sino para el resto del continente... está desquiciando a América Latina, ayudando a los movimiento subversivos”. Son preocupantes esas amistades con Fidel Castro, Kirchner, Evo Morales, Lula. Mucho más cuando las fuerzas progresistas de todo el mundo reunidas en el Foro Social de Porto Alegro acaban de dar tan vigoroso respaldo a la voluntad integracionista del Presidente Chávez.

Cuando uno escucha a los brejeteros del imperio no puede menos que recordar la premonición de Bolívar: “plagar la América de miserias en nombre de la libertad”. En nombre de ella y de la democracia, Vargas Llosa –desertor de su país y de las causas nobles- desconoce la voluntad de los pueblos. Detrás –y a veces delante- de cada uno de estos líderes está la presencia mayoritaria y decidida de los pueblos que luchan por conquistar un futuro diferente al pasado de atraso, humillación y explotación.

De un solo envión Vargas Llosa reivindica el “derecho” del imperio a decidir sobre América Latina, a definir cuáles deben ser sus relaciones internacionales y, sobre todo, reitera la más troglodita de las concepciones coloniales: los pueblos latinoamericanos son absolutamente incapaces de escoger sus caminos y sus líderes y, en consecuencia, son víctimas de dirigentes demagogos, con un gran poder de manipulación, empeñados en lanzarlos al abismo. Es pues un deber moral de la metrópolis realizar acciones salvadoras que le paren las manos a los usurpadores y liberen a los pueblos de sus maléficas influencias. Por eso aplaudió los bombardeos sobre Bagdad y acudió presuroso a dar testimonio de su “liberación”, matizando con frases de filigrana, los rostros de desesperación, los cuerpos sin vida, el hambre y la muerte enseñoreadas sobre un pueblo inerme.

Quizás, Vargas Llosa desea escribir otro diario. Como el que escribió después de la invasión a Irak. Y decirnos que la imagen de unos niños, abstraídos en su inocencia de la tragedia y de la muerte, nadando sobre los escombros de un país destruido, es la libertad.