martes, noviembre 21, 2017

El distinguido Ledezma


Por Rafael Hernández Bolívar

La capacidad histriónica de Antonio Ledesma le asegura un puesto distinguido entre los farsantes. 

Confirman esta verdad actuaciones consagratorias como la que realizó ante un grupo de comerciantes de Catia víctimas de saqueos y de las compañías aseguradoras, con exageradas expresiones de indignación, con regaños a subalternos y compromiso urgente de atender el desamparo… a la vez que tomaba medidas para no recibirlos más. O la interpretación en vivo y directo en una protesta de calle en La Guaira. Allí, ante los ojos de miles de televidentes, vimos una transmutación espectacular en segundos: el enérgico agitador Ledesma impartiendo instrucciones a sus seguidores se convirtió en un pacífico ciudadano maltratado por los gases lacrimógenos gracias a un audaz salto felino sobre una camilla de ambulancia y la inmediata colocación de una mascarilla de oxígeno que precedió unas palabras cortadas, asmáticas, agónicas. Bastó una oración mágica: “Antonio, ya la televisión está aquí”.

Las actuaciones posteriores a estos eventos fueron réplicas desvaídas de aquellas interpretaciones estelares, aunque todavía no dignas de envidia de los actorazos del teatro bueno y del otro también. Sus aspavientos al momento de su detención por la policía o la simulación de achaques corporales para solicitar una medida humanitaria de casa por cárcel son escarceos menores de su distinguido talento.

El prófugo de la justicia viene ahora por sus fueros. Como es de esperarse, se desvanecen sus ilusorios problemas de salud. Pero, sobre todo, intenta colocarse en un papel de héroe valiente y salvador de obstáculos, perseguido furiosamente por un régimen dictatorial implacable. Cuando llegó a Colombia, habló de haber sorteado 29 puestos policiales. Pero al día siguiente, en España dijo que eran treinta. Así que a la vuelta de un par de meses serán cien.

No obstante, Ledesma tiene un problema: No es creíble. Mucho menos cuando llega a España el mismo día en que millones de españoles vieron por televisión que los más radicales críticos al gobierno de Nicolás Maduro decían que ni con una pistola apuntándoles a la cabeza votarían por la oposición.

martes, noviembre 07, 2017

Convertir victorias en derrotas


Por Rafael Hernández Bolívar

Con razón se ha acusado a Rajoy de ser el mayor creador de independentistas en Cataluña. Sus palabras y sus actos parecen estar dirigidos a radicalizar a quienes son partidarios del independentismo y a unir y sumar nuevas voluntades en tal frente. De manera objetiva, los datos estadísticos son irrefutables: Es durante su gobierno cuando el independentismo pasó de ser una expresión sensiblemente minoritaria a ser una fuerza con presencia significativa en las calles y las instituciones de esta comunidad autonómica.

Ya no se trata sólo de negarse al diálogo, de aplicar medidas autoritarias y desproporcionadas, de utilizar todos los recursos del gobierno central para espiar y entorpecer la gestión de los dirigentes del independentismo catalán en funciones de gobierno. Ahora se trata de perseguirlos como delincuentes, de encarcelarlos, de utilizar el aparato judicial para criminalizar posiciones políticas y, por si fuera poco, agredir la economía catalana, vale decir, española, mediante la creación de un ambiente de incertidumbre que no vacila en estimular la huida de empresas hacia otros lugares de España, pero que pueden terminar en otras partes del mundo.

La pretensión de Rajoy es utilizar la lucha contra el independentismo como un instrumento que distrae la atención sobre su gobierno, haciendo que la gente se olvide de un gobierno minado por la corrupción de sus altos funcionario, la ineficiencia ante graves problemas sociales y el entreguismo a la línea neoliberal impuesta por los grandes capitales financieros.

De hecho, durante estos días en que el tema obligado de los medios es Cataluña, han pasado desapercibidos importantes resoluciones tribunalicias que desvelan la trama de financiación del Partido Popular, la continuación de los recortes en las áreas sociales, la persistencia de los niveles de paro que mantienen a España como el país europeo con la segunda tasa más alta de desempleo, etc.

La efímera unidad por España lograda en grandes manifestaciones amenaza en convertirse en la caída estrepitosa de Rajoy.