miércoles, septiembre 30, 2015

La moral del Grupo Volkswagen


Por Rafael Hernández Bolívar

Decía Balzac: “Detrás de cada gran fortuna hay un delito”. Volkswagen demostró, con sus prácticas ilícitas de competencia, la verdad de esta afirmación. Gracias a ellas crecieron sus ventas a cifras descomunales en los últimos años, hasta alcanzar el puesto número uno en vehículos vendidos. Ofreció motores de alto rendimiento con bajo nivel contaminante que en realidad tenían un nivel de contaminación 30 veces mayor.

La moral del capitalismo es el rendimiento del capital, por encima de cualquier otra consideración. Y esto es literal: Por encima de los seres humanos, de la vida del planeta, de las leyes e instituciones están los intereses del capital. Cuando estos intereses entran en contradicción con otros intereses y valoraciones, el capital siempre procurará salirse con la suya y sacrificar lo que la lógica de la acumulación exige para incrementar su rendimiento.

Ha habido abundantes manifestaciones de engaño, de conductas irresponsables con graves consecuencias para las personas o el ambiente. Pero, ninguna luce tan manifiestamente deliberada para el engaño como ésta de crear un software específico que burla a autoridades y clientes, a la par que se obtiene beneficios, se cobra dispositivos inexistentes y se daña masivamente el aire que respiramos todos.

Igualmente, existen ejemplos de errores de cálculo o diseño que generan consecuencias indeseables; pero, algunas veces hemos visto que tales errores son subsanados de inmediato y la empresa responsable asume las rectificaciones e indemnizaciones a la que hubiere lugar. En el caso Volkswagen no ha sido así, ni en su origen ni en su inexistente rectificación posterior. No atendieron a las observaciones ni intentaron solventar la anomalía.

¿Dónde queda aquello de que los empresarios al estar motivados por sus propios beneficios terminarían por competir haciendo mejores productos que beneficiarían a los clientes? ¡Por ahí comenzó el fraude!

domingo, septiembre 27, 2015

Volkswagen demuestra que el capitalismo, una vez mas, es un fraude


Por Rafael Hernández Bolívar

El afán codicioso de las empresas por alcanzar a cualquier precio ventajas competitivas, por ocupar primeras posiciones de ventas y por obtener las máximas ganancias conduce a burlar las leyes y a cometer fraude.

Detalles de la estafa

El grupo empresarial alemán Volkswagen-Audi, dedicado a la industria automotriz, admitió esta semana que había burlado los controles sobre nivel de contaminación de motores diesel en sus modelos comercializados durante los años 2009-2015. El número de vehículos con estos motores trucados, que entraron en circulación durante ese período, asciende a once millones.

El proceso fraudulento consistía en la instalación de un programa informático capaz de detectar si el vehículo estaba siendo sometido a una evaluación de emisión de gases y, de inmediato, ordenar el funcionamiento del motor de manera tal que reducía los gases emitidos a valores comprendidos dentro de los parámetros de la Agencia de Protección Medio-ambiental de EEUU, aunque la emisión real era muchísima más alta. Daniel Carder, ingeniero de la Universidad de Virginia Occidental, realizando un trabajo con fines académicos, descubrió una disparidad en los índices de emisión de los motores Volkswagen según las condiciones de la medición. Cuando esta medición se hacía en carretera, los índices de gases eran hasta 30 veces mayor en comparación con las pruebas de laboratorio.

Es decir, una estafa en toda regla: Una acción consciente y deliberada, realizada para obtener un beneficio ilícito a través del engaño y el fraude. De esta manera, el Grupo Volkswagen lograba no solo burlar las sanciones previstas en leyes de protección al ambiente sino que también conseguía ganancias extras por el ahorro que significaba en los costos suprimir en los vehículos los dispositivos apropiados y aprovechaba esta ventaja para aumentar sus ventas en clientes que aspiraban motores de alto rendimiento sin efectos contaminantes. Es así como desplaza a todos los competidores, colocándose como la empresa automotriz con más vehículos vendidos en el mundo.

Las consecuencias de esta conducta delictiva van más allá de la burla de la ley y del daño al patrimonio de sus clientes. Supone también los efectos nocivos de lanzar toneladas de gases contaminantes que perjudican la calidad del aire, con sus terribles efectos sobre la salud de las personas; pero, también con influencia directa sobre el cambio climático y las posibilidades de la vida en nuestro planeta. Además de estafar al comprador al venderle unas prestaciones de protección ambiental que el vehículo no posee realmente. Y no poco daño sufrirá también la imagen de la industria alemana y sus productos. Parece sensato, en lo adelante, mirar con justificado desconfianza la supuesta seriedad, disciplina, precisión y calidad de esa industria.

En relación al Grupo Volkswagen los primeros efectos son una multa astronómica de dieciocho mil millones de dólares, una parada en seco en las ventas, una disminución del treinta por ciento del valor del capital en la bolsa, la dimisión de su Presidente –ejecutivo mejor pagado del ámbito automotriz- y una infinidad de demandas particulares de indemnización que recién se están activando en todo el mundo.

La moral del capital

Honorato de Balzac, el célebre novelista francés del siglo XIX, decía: “Detrás de cada gran fortuna hay un delito”. Pocas veces se ve tan claramente la verdad de esta afirmación como la muestra que nos ha brindado Volkswagen en este fraude que algunos analistas no vacilan en llamar “la estafa corporativa más grande de la historia”. Gracias a prácticas ilícitas de competencia experimentó un crecimiento agresivo en los últimos años, hasta alcanzar el puesto número uno en ventas a nivel mundial.

La moral del capitalismo es el rendimiento del capital, por encima de cualquier otra consideración. Y esto es literal: Por encima de los seres humanos, de la vida del planeta, de las leyes e instituciones están los intereses del capital. Cuando estos intereses entran en contradicción con otros intereses y valoraciones, el capital siempre procurará salirse con la suya y sacrificar lo que la lógica de la acumulación exige para preservarse rendido.

Ha habido abundantes manifestaciones de engaño, de conductas irresponsables con graves consecuencias para las personas o el ambiente. Pero, ninguna luce tan manifiestamente deliberada para el engaño como ésta de crear un software específico que burla a autoridades y clientes, a la par que se obtienen beneficios, se cobra aportaciones inexistentes y se daña masivamente el aire que respiramos todos.

Igualmente, existen ejemplos de errores de cálculo o diseño que generan consecuencias indeseables; pero, tales errores son subsanados de inmediato y la empresa responsable asume las rectificaciones e indemnizaciones a la que hubiere lugar. En el caso Volkswagen no ha sido así, ni en su origen ni en su inexistente rectificación posterior. Es mas, el estudio hecho con fines académicos por el ingeniero Daniel Carder fue entregado a la empresa, con la ingenua intención de que se revisasen los mecanismos y se introdujeran las correcciones necesarias para solventar la anomalía. Por supuesto, lo que no sabía Calder era que no había error alguno y de lo que se trataba era de un fraude.

¿Dónde queda aquello de que los empresarios al estar motivados por sus propios beneficios terminarían por competir haciendo mejores productos que beneficiarían a los clientes? ¡Por ahí comenzó el fraude!

domingo, septiembre 20, 2015

Ante la incertidumbre, la solidaridad es la esperanza

La profundidad de la crisis actual del capitalismo ha removido la conciencia hasta de los más indiferentes.

Por Rafael Hernández Bolívar

La incertidumbre cotidiana

Una realidad terrible de sufrimiento y de desesperación nos asalta a diario a través de todos los sentidos. Oímos, vemos, tocamos y hasta olemos la tragedia. Hay algo más, la vivimos no desde afuera, como un espectáculo triste y deprimente que observamos desde una seguridad confortable, sino con la angustia de que no hay nichos seguros, que nadie está a salvo y todos podemos eventualmente pasar de espectadores a protagonistas del drama, víctimas de los reacomodos de los centros de poder.

El poder impactante de las imágenes con que la prensa ha mostrado el drama de los desplazamientos humanos masivos en Europa no deja espacios para la evasión. El desempleo, el desalojo de viviendas por impago, los enfermos excluidos de los servicios sanitarios, los jubilados sin atención o la indigencia en las grandes ciudades, incluidas metrópolis del primer mundo, son también manifestaciones de esa crisis. Agréguese las perniciosas consecuencias que para la vida humana en nuestro planeta han tenido las prácticas irracionales de explotación de los recursos naturales en función de las ganancias de los grandes capitales.

En el caso de los migrantes africanos que huyen de la guerra y del hambre, la incertidumbre es absoluta. ¿Lograrán salir de sus países? ¿Sobrevivirán a la travesía del mar? ¿Cuántos quedarán en el camino? ¡Miles de familias rotas por las situaciones azarosas! ¡Tíos, hermanos o hijos muertos en el intento de llegar a lugares seguros! Pero las penalidades no terminan al llegar a un nuevo país. ¿Cómo serán recibidos? ¿Tendrán trabajo, comida, vivienda y educación para sus hijos?

La solidaridad es revolucionaria

Hoy la solidaridad exige horizontes más amplios que la compasión, la piedad o los valores religiosos. Se alimenta de la certeza de que todos somos víctimas de los grandes intereses capitalistas que, por lo demás, sólo se atienden a sí mismos, sin ver los estragos que provocan en las personas, en los pueblos y en el planeta. Hoy la solidaridad es reconocernos en nuestros iguales y procurar enfrentar juntos la calamidad común y juntos también trabajar por un mundo distinto, más justo y menos despiadado.

La conciencia de humanidad la expreso John Donne, el poeta inglés del siglo XVI, con la angustia, la fuerza y la belleza que sólo puede comunicar la poesía: “Nadie es una isla, completo en sí mismo; cada hombre es un pedazo del continente, una parte de la tierra; si el mar se lleva una porción de tierra, toda Europa queda disminuida, como si fuera un promontorio, o la casa de uno de tus amigos, o la tuya propia; la muerte de cualquier hombre me disminuye, porque estoy ligado a la humanidad; y por consiguiente, nunca hagas preguntar por quién doblan las campanas; doblan por ti.”

Aunque luzca contradictorio, es una realidad que el capitalismo, al hacer colectiva la producción de bienes, ha hecho objetiva la solidaridad. La producción ha hecho que cada día la vida y el trabajo propio dependan de los otros. La vida de las ciudades dependen de los productos de los trabajadores del campo y éstos de las maquinarias y transportes que se hacen en los centros industriales. Hoy la producción individual depende de otros trabajadores que están en otra parte de la fábrica, en otro sector de la ciudad, en otra región del país o en otro continente. El éxito del trabajo propio es la consecuencia del trabajo de muchos otros. Esta es precisamente la fundamentación del socialismo: Si la producción es colectiva (participa toda la sociedad) la distribución de la riqueza debe ser igualmente social, no de unos pocos (los dueños del capital).

El efecto mariposa

Los eventos están ligados a una totalidad de la que formamos parte y fenómenos pequeños en alguna parte del mundo, aunque en principio luzcan insignificantes, pueden, no obstante, hacerse descomunales para el universo. Los científicos que han estudiado este fenómeno en la naturaleza han utilizado un proverbio chino para expresarlo: “el aleteo de las alas de una mariposa se puede sentir al otro lado del mundo”.

La guerra y el hambre generadas por el imperialismo ha provocado un gran desastre humano en África. Pero esa tragedia se ha trasladado en parte a los países europeos y, crearán, sin duda, nuevas situaciones de tensiones y de necesidades en el seno mismo de estas sociedades. Hermanados en su desgracia con los pobres y los sectores depauperados de esas sociedades, necesariamente deberán emprender caminos de lucha y de trabajo que solventen la injusticia y el dolor.

Pero, quienes contemplamos desde América Latina el sufrimiento de estos pueblos, no sólo comprendemos las consecuencias de las políticas de depredación e intromisiones con que se alimenta el imperialismo sino que también estamos concientes que junto a los pueblos de África y Asia, formamos un continente humano que debe luchar solidariamente para derrotar tan terrible enemigo y decir como lo diría Chávez: Vendrán nuevas situaciones y el mundo tiene que enrumbarse hacia un destino mejor. O decir con Allende “mucho más temprano que tarde, de nuevo se abrirán las grandes alamedas por donde pase el hombre libre, para construir una sociedad mejor”. O, con el Ché: “si usted es capaz de temblar de indignación cada vez que se comete una injusticia en el mundo, somos compañeros”.

Es la solidaridad de quien lucha hombro a hombro junto a sus compañeros, sintiendo y viviendo las penalidades de quienes comparten esta aspiración de justicia que podrá salvarnos. Es la esperanza de todos.

domingo, septiembre 13, 2015

Ada Colau, mas allá de tener razón

Impulsa su acción de gobierno aprovechando al máximo las limitadas posibilidades de una legislación contraria a los intereses del pueblo.

Por Rafael Hernández Bolívar

La Alcaldesa de Barcelona, España, da concreción al programa de gobierno surgido de la consulta directa a los ciudadanos, a la vez que responde a las calamidades sociales que van apareciendo en el día a día de la realidad barcelonesa. El despliegue de esa acción de gobierno, limitada por un marco institucional y político lleno de trabas y presiones, confronta a quienes pretenden que se circunscriba a una gestión burocrática eficiente. Vale decir, a quienes aspiran a que se oriente hacia una administración de la ciudad en términos de mantenimiento de la infraestructura vial y funcionamiento de los servicios, dejando por fuera los problemas de orden político y social que afectan a la ciudadanía.

No obstante, su capacidad para crear espacio y tiempo para las reivindicaciones sociales ha conseguido salidas imaginativas , acompañadas de la organización y participación de la gente. He aquí tres muestras de esa capacidad desarrolladas esta semana.

Si se puede

El 29 de agosto pasado, Ada Colau toma la iniciativa de proponer una red de ciudades-refugio que acoja a inmigrantes llegados a Europa en los últimas semanas. Esta acción es una forma de romper la indiferencia y las posposiciones del Gobierno de Mariano Rajoy ante el drama de los refugiados que cruzan el Mediterráneo.

Argumenta así su proposición: "Abramos los ojos. No va a haber suficientes muros ni alambres que paren esto… O abordamos un drama humano desde la capacidad de amar que nos hace humanos, o acabaremos todos deshumanizados…  Aunque se trata de un tema de competencia estatal y europea, desde Barcelona haremos todo lo que podamos para participar de una red de ciudades-refugio. Queremos ciudades comprometidas con los derechos humanos y con la vida, ciudades de las que sentirnos orgullosos.”

Según esta propuesta -apoyada de inmediato por Madrid, Valencia, Sabadell y otras ciudades españolas-, los municipios impulsarán sus propios programas de acogida, asignarán recursos para ampliar los centros que les recibirían e implementarán el apoyo de la ciudadanía. La adhesión de ayuntamientos y ciudadanos creció rápidamente. Ya para el primero de septiembre la misma Ada Colau reseñaba en su blog las cartas de individualidades y organizaciones ofreciendo su apoyo. Para el 4 de septiembre, en un acto de masas, los numerosos asistentes, al grito de “¡Si se puede!”, concretaban compromisos. https://www.youtube.com/watch?v=9iVLXQOV1bo&spfreload=10

Posteriormente, Alemania cambio su posición hacia los refugiados y, de inmediato, el subordinado Rajoy asumió la nueva política diciendo que España estaba dispuesta a recibir los refugiados que le asignara la Unión Europea. 

Sanciones a los bancos

Multa a 12 entidades financieras que, a pesar de las exhortaciones del ayuntamiento para que fuesen ocupados, habían mantenido apartamentos vacíos por dos años. Igualmente se inicia el levantamiento de expedientes por conductas similares en otros 62 casos. Tal sanción se basa en la Ley catalana de Derecho a la Vivienda que, sancionada en el 2007, por falta de voluntad política no había sido aplicada a  ninguno de los infractores. O, para decirlo con las palabras apropiadas, esa Ley había sido engavetada por los gobernantes alcahuetas de las fechorías de los bancos.

Igualmente atiende a las familias víctimas de desalojos. Para ello ha intervenido en la paralización de desahucios (expulsión a la calle de inquilinos o propietarios insolventes) y ha ampliado las ayudas para el pago de alquiler de los afectados. Todo esto acompañado de la construcción de apartamentos de alquiler, en un mínimo de mil al año, con el fin de ir solventando las dificultades de vivienda que confrontan los más pobres en la ciudad de Barcelona.

En fin, aprovechando los limitados recursos legales disponibles, se ha desarrollado el programa básico: Paralización de desahucios por razones económicas, ampliar el parque de alquiler social y sancionar a las entidades financieras que con afanes especulativos mantienen viviendas vacías.

Democracia versus nacionalismo

Los nacionalistas catalanes han hecho presión desde el mismo día de las elecciones del Ayuntamiento de Barcelona para que la gestión de Ada Colau asuma sus banderas. La respuesta ha sido apelar a la democracia. No llegó al ayuntamiento con el discurso soberanista sino partiendo de las necesidades y las luchas de los ciudadanos. El programa elaborado por la gente, en innumerables reuniones comunitarias, centra su acción en reivindicaciones fundamentales de la ciudadanía y de los derechos humanos básicos. “Nos comprometemos a no tomar decisiones en nombre de la ciudadanía… “, ha dicho. Consecuentemente, no ha dado apoyo a la iniciativa de los independentistas de que Barcelona se integre a la Asociación de Municipios por la Independencia. "Lo que cuenta no es qué opinan individualmente 11 regidores, sino qué opinan los vecinos de la ciudad de Barcelona", ha reiterado en franco toma de partido por la democracia.

Sin radicalismos infantiles ni cediendo a chantajes avanza acompañada del pueblo. Todas estas acciones han sembrado de fe los esfuerzos por construir una nueva mayoría que solvente los problemas de la sociedad española y alcance la necesaria renovación política y moral que igualmente necesita.

domingo, septiembre 06, 2015

Aylan: Una imagen, mil palabras


Por Rafael Hernández Bolívar

Un niño con su cara semienterrada en la arena, sus manos inertes, su camisita roja, sus pantalones azules, sus zapatos negros y un dolor insondable empozado en el alma de todos quienes contemplamos desolados la fotografía que tomó la mañana del miércoles la periodista Nilufer Demir . En declaraciones que recogen los diarios dijo: “No podía hacer nada por él. Lo único que podía hacer es que su grito fuera oído en el mundo, y lo hice con su fotografía”.

La imagen, en efecto, ha recorrido el mundo. El cadáver del niño sirio sobre una playa turca, aunque sólo sea por un minuto, ha impactado la conciencia de millones de personas. Su ropa no está desgarrada ni sus zapatos se han desprendidos de sus pies. Una extraña compostura para un náufrago. ¿Qué angustia alimentó el llanto de su agonía? ¿Acaso la resignación tempranamente aprendida le quitó agitación al último minuto? ¿O el terror paralizante de los gritos, de la oscuridad y de la agitación de las aguas congeló todo movimiento?

Se ahogó junto a su hermano de cinco años, junto a su madre y junto a otros emigrantes, desesperados y abandonados como él, en su vano afán de un poco de paz. “Las manos de mis dos hijos se escaparon de las mías”, ha dicho su padre, Abdulá Kurdi, un hombre atormentado que hoy quiere retornar a su tierra y no salir de allí hasta que muera.

Es el mismo desenlace final de quienes murieron encerrados en la bodega de un barco, apiñados en un camión, asfixiados en un transporte abandonado, en la maleta de un automóvil, en el último naufragio, deshidratados en el mar o el desierto, en los ahogados que mañana recogerán en alguna playa del Mediterráneo. Toda una masa humana corriendo desesperada hacia la muerte, huyendo de la muerte para encontrarse con la muerte.

De nada sirvieron los esfuerzos, las caminatas interminables, la sed, las angustias por evadir el fuego cruzado y a los fanáticos religiosos, los encuentros inesperados, el sol, la lluvia, los ahorros propios y los aportados por familiares y vecinos. Fueron inútiles las gestiones ante la embajada de Canadá y ante organizaciones internacionales, sedes diplomáticas de países europeos. Todos tenían asuntos más importantes que atender. Todos tenían trabas, requisitos, trámites ineludibles, tardanzas. Solo indiferencia, evasiones.  O, en todo caso, países empeñados en levantar barreras para impedir que entren a sus territorios, antes que en ayudarlos de algún modo. 

Nada pudo la leve esperanza de que en su caso sería distinto y que finalmente alcanzarían un poco de sosiego y una nueva oportunidad para la vida. Todo acabó en aquella playa de Turquía. 

De nada han servido las denuncias de las prensa, las recriminaciones del Papa Francisco, los miles de muertos que en una cadencia interminable e inmisericorde han sido arrastrados hasta las playas, o destrozados sus cuerpos entre las piedras y arrecifes, o devorados por los animales o hundidos para siempre en los abismos del mar. De nada ha servido el clamor de tanto sufrimiento junto ante los ojos de todos. Los veraneantes de la Costa Brava española, los vacacionistas de la Riviera Francesa o de las playas italianas o griegas siguen disfrutando de las mismas aguas que han devorado a quienes huyen de la muerte. Una ligera contrición, acaso alguna lágrima solidaria y de nuevo la rutina de la indiferencia, alguna novedad, una nueva apuesta por la evasión, por la liviandad.

Esta tragedia no ha llovido del cielo. Las guerras en África han sido alimentadas por las apetencias imperialistas, por el afán de control político, por los vendedores de armas, por el reparto de los mercados y las zonas de influencia. Marina Albiol, diputada por Izquierda Unida en la Eurocámara, lo ha denunciado con claridad: “los países que provocaron los conflictos de los que huyen los refugiados, ahora se nieguen a ayudarles… La UE ha promovido guerras en Oriente Medio y provisto armas a los conflictos y sus políticas también han llevado a las poblaciones al hambre y la miseria".

Regímenes consolidados, algunos de ellos de origen democrático, electos por el pueblo, han sido hostigados, desestabilizados, con el afán de colocar títeres de los intereses imperialistas, medio para apropiarse de sus recursos. Los civiles llevados por delante son daños colaterales menores, el sufrimiento de los pueblos y el desquiciamiento de su seguridad y sosiego es asunto sin importancia que no quita el sueño a los centros de poder.

¿No hay límites para la codicia? ¿No hay miseria que calme la voracidad insaciable del imperialismo? Libia, Siria, Irak, Nigeria, Senegal. Por todos estos pueblos han capeado como dueños absolutos. Siempre hay un país al que se le puede exprimir más y obtener de sus famélicos recursos el néctar con que el llamado mundo desarrollado derrocha recursos, indiferente a la tragedia que se desarrolla ante sus propios ojos.
Después de contemplar esta fotografía ya no podemos ser los mismos. No es posible cerrar el periódico, arrumarlo para el basurero, prepararnos para descansar, cerrar los ojos y dormir tranquilos con la estúpida esperanza de que mañana será un día distinto. La imagen insistente retornará la camisa roja, los pantalones azules, los zapatos negros y el desamparo que exige a gritos justicia.