domingo, febrero 11, 2018

Internet, la mentira que influye (I)


Por Rafael Hernández Bolívar

El mundo de las redes sociales en internet ofrece mil posibilidades para compartir información y para la discusión. Pero también es escenario para la manipulación, la mentira y el engaño.

Por el principio
Las redes sociales aparecieron en Internet como espacios digitales para compartir intereses, información, opiniones, etc. Las personas ingresaban a ese mundo a partir de sus relaciones de amistad, por razones de estudio o de trabajo, o por la necesidad gregaria de sentirse parte de un colectivo geográfico o social. Se fueron formando grupos de padres para compartir información sobre la educación de sus hijos, de viajeros que contaban sus experiencias en lugares o países, lectores que compartían textos y comentarios, ciudadanos interesados en la arquitectura, en los animales, en la historia o la política o, sencillamente, personas interesadas en conocer a otras, etc. 
Todo esto fue impulsado por plataformas informáticas cada día con mayores prestaciones: Al texto se le agregó imagen, sonido y posibilidad de comunicación en tiempo real. Se fue decantando como lugar de encuentro global al potenciar la concurrencia de personas de todo el mundo. Un maestro de Achaguas podía formar parte del grupo de whatsApp de docentes jubilados de Argentina o de México. O un fanático de Los Beatles en Catia compartía canciones con un zuliano que anda en la misma onda en Casigua El Cubo.
Pero muy tempranamente hicieron su aparición los intereses perversos y con ellos, –para decirlo en términos coloquiales, pero precisos– la mala intención. Los valores de libre asociación, la libre expresión de las ideas, la honestidad y el apego a la verdad fueron distorsionados por empresas informáticas que espían los intereses y opiniones de los usuarios para luego diseñar campañas de venta o de propaganda ideológica que los convierta en clientes o seguidores. Campañas a la larga financiadas por empresas o gobiernos para imponer tendencias, para promover impresentables y convertirlos en presidentes de naciones o, al revés, para estigmatizar como tiránicos gobiernos democráticos de claro origen popular.

Pecados capitales
También las frustraciones personales hacen su agosto. La necesidad de reconocimiento, el dolor de la soledad, las inseguridades y envidias campean a placer distorsionando identidades, búsquedas y valores. 
Cuando se trata de individualidades, éstas trabajan en función de la proyección de su yo ideal. Proyectarán una imagen irreal, pero que mejor cuadra a ese ideal personal. Si su interés es el aspecto físico, colocará sus mejores fotografías, retocando donde sea necesario y escogerá aquellas en donde luzca más joven, aunque no correspondan a su edad o aspecto actuales. Divulgará y comentará actividades diversas donde aparezca como protagonista o cuando menos rodeando de gente que lo sea. Presumirá de cosas o aparatos deseables, de viajes fantásticos, de fiestas inolvidables, de sus amistades, sus colecciones, en fin, de todo aquello que juzgue digno de envidia. 
Pese a todo se puede suponer algo de verdad allí. Se entiende y se perdona a sí mismo la distorsión, a la que asimila como exageración. Pero, no pocas veces, simplemente se miente y la persona de que se trate participará de fiestas, paseos y viajes en los que no participó nunca.
Esto, en general, lo sabe el cirbernauta. No obstante, termina creyendo no sólo las mentiras de los otros sino también las propias. Investigadores de la Universidad de Houston han detectado sentimientos depresivos en usuarios de redes sociales, originados estos sentimientos en la comparación de la vida divertida y rica en experiencias que supone viven los otros en relación a su vida aburrida y falsa.

Instrumento de los otros
La red atrapa y convierte a sus usuarios en influencers y seguidores y, a ambos, en instrumentos del poder real. El primero, por su carisma personal o por obra y gracia de estrategias de marketing, influye sobre sus seguidores, impone tendencias y hace rentable su participación en la Red. Alcanza este status gracias a un volumen grande de seguidores. A partir de allí, rentabiliza su posición vendiendo publicidad y gozando de privilegios y regalos en tiendas, restaurantes y servicios.
Para alcanzar y  mantener tal liderazgo, recurre –para decir lo menos– a las mismas reglas inmorales del capitalismo. Compra seguidores a empresas dedicadas a robar datos de usuarios de las redes sociales, o a crearlos a través de software que mezcla datos, fotografías, etc. Vende espacios a empresas o a emprendedores deseosos de llegar a la supuesta mina de miles de usuarios cautivos, hace mano del chantaje amenazando con comentarios negativos sobre servicios o productos, inventa, difama o miente para conservar el interés por su espacio, etc.
Esta misma semana un canal de la televisión española mostró como se creó un influencer de la nada, se contrató miles de seguidores a una empresa del gremio y a partir de allí, el influencer obtuvo ingresos y prebendas. También en estos días se hizo viral la publicación de una carta dirigida a un gerente de hotel y escrita por una influencer  en donde pedía hospedaje y comida gratuitos para ella y su pareja, a cambio de un comentario favorable al hotel en su red social.
Los seguidores reales son colaboradores necesarios. Su número hace posible la negociación. Mientras más grande sea el número de seguidores mayores serán también los ingresos del influencer. Adicionalmente aporta dos conexiones con el mundo real: Son compradores de los productos y servicios vendidos y son divulgadores acríticos de los comentarios positivos o negativos generados por el influencer.
En fin, un mundo de mentiras que impone restaurantes, valida o hunde prestigios, marcas, productos y, también ideas, valores, opiniones. En relación al mundo de la política la situación es peor. El aparato propagandístico, la capacidad para crear y difundir noticias falsas, la aplicación de sutiles técnicas de desinformación, constituyen en su conjunto, una maquinaria terrible y su poder de persuasión e influencia se multiplica hasta el asombro.

domingo, febrero 04, 2018

La industria automotriz alemana en un fraude continuado


Por Rafael Hernández Bolívar

Empresas alemanas pagan experimentos en humanos y en monos con la intención de demostrar que no son graves los efectos dañinos a la salud que causan los nuevos motores diésel.

Fraude continuado

Volkswagen, Daimler, BMW y otras empresas del sector automotriz alemán crearon en 2007 la Asociación Europea de Estudios sobre la Salud y el Medio Ambiente en el Transporte (EUGT). A fin de saltar la normativa europea y la legislación norteamericana en lo relativo a la emisión de gases tóxicos por motores diésel, la EUGT llevó a cabo dos estudios con seres vivos.

En el primer caso, en el laboratorio del Lovelace Biomedical de Alburquerque (Nuevo México, EEUU) 10 monos fueron sometidos a la inhalación de gases emitidos por un Volkswagen Modelo Beetle en una habitación cerrada. Los pobres animales fueron sometidos a varias sesiones durante largas horas, mientras eran distraídos viendo dibujos animados visualizados en un televisor. 

En el segundo caso, el experimento se realizó en un laboratorio de la Clínica Universitaria de Aquisgrán (Alemania). Fueron usados como cobayas 25 personas (6 mujeres y 19 hombres). Inhalaron dióxido de nitrógeno en sesiones de tres horas durante varios días. El dióxido de nitrógeno es uno de los gases emitidos por la combustión de los motores diésel. 

Los resultados, adornados con la parafernalia científica (muestra limitada que impide generalizaciones a la población, datos referentes a uno sólo de los gases emitidos, etc.), en general, hablan de que los efectos dañinos no son tantos como se cree ni como los contempla la normativa vigente. Aunque para el periódico alemán Bild, estos no serían los verdaderos resultados. Los documentos del estudio se ocultan, pues los efectos, en realidad, de acuerdo al periódico, serían más nocivos en los nuevos motores que en las versiones anteriores.

Sin embargo, basta con una revisión crítica de los procedimientos y los elementos involucrados en la investigación que hasta ahora conocemos para ver que aquí no hay más que publicidad, engaño y ausencia de ética. Nada más y nada menos que olvidan el detalle de que el vehículo utilizado en el estudio estaba dotado del software que minimiza la emisión de gases cuando está sometido a evaluación en laboratorio y, sin embargo, multiplica por 30 el volumen de gases emitidos cuando está en circulación.

Detallito que fue la razón por la cual la Agencia de Protección Ambiental de los EEUU multó al Grupo Volkswagen con veinticinco millones de dólares en 2015. Esta empresa había puesto en circulación en todo el mundo no menos de once millones de vehículos dotados del software para engañar a los funcionarios de ambiente de EEUU y Europa y, así, aprobar los estándares de emisión de gases.


Ciencia para engañar

El uso y el abuso infringidos a la ciencia por las grandes empresas ha sido tema de crítica y debate. Son temas comunes en la discusión el que sean ellas las que determinan las áreas de investigación prioritarias en función de sus objetivos de negocio y rentabilidad. Derivándose de esto la disposición de recursos de aquellos proyectos que encajan en sus intereses y el ahogamiento financiero de los que no les son útiles. Terminan por imponer las grandes líneas de investigación de la sociedad, con sus recursos y los de todos, al servicio de sus intereses crematísticos.

Igualmente son temas de censura el robo de cerebros, el ocultamiento de resultados adversos a sus intereses comerciales, el aprovechamiento particular de resultados de investigaciones hechas con el financiamiento de la administración pública o por instituciones públicas, el secuestro de información que puede ser útil al resto de la sociedad, etc.

Constituye asunto aparte la ética en el diseño de investigaciones que involucren a seres humanos sometidos a experimentación. En este sentido, la exigencia indispensable de la sociedad es que se preserve de riesgos a los seres humanos no sólo durante la investigación sino también prevenir y evitar posibles secuelas en los sujetos experimentales. Previo a ello debe tener una absoluta justificación no sólo científica sino también que sus resultados redunden en bienestar para la humanidad y se concreten en pautas que enriquezcan el ambiente, la vida y la sociedad. Y, por supuesto, es necesaria una absoluta transparencia y el conocimiento del sentido y los riesgos de la investigación.

En el caso que nos ocupa, la investigación realizada por la EUGT por encomienda de las empresas automotrices revela todas las irregularidades censuradas. A tal punto que un funcionario del gobierno de Ángela Merkel ha dicho que lo hecho “no tiene justificación ética ni científica”, es “absurda y repugnante” y estas empresas deberían dedicarse a disminuir los gases contaminantes en sus motores antes que pretender demostrar “que son pocos nocivos”.


Todo por la renta

Pareciera que nada está a salvo del poder de destrucción y de perversión del capitalismo. Las más nobles y excelsas creaciones humanas se desdibujan y se desnaturalizan bajo su influjo, sobre todo cuando ha llegado a su nivel de incompetencia y el agotamiento de todas sus posibilidades. Quizás la afirmación de Adam Smith de que los productores se esmeran en ofrecer los mejores productos para así ganar el mercado y vender más, pudo haber sido ligeramente válido en algunas fases del capitalismo. Pero hoy la competencia feroz apunta a los esfuerzos de las empresas de apropiarse del mercado mediante el engaño, la burla de las leyes y la seducción del comprador por vía de la mentira. 

Todos los mecanismos de defensa del capital se ponen en alerta ante una denuncia como esta en la que están involucradas las empresas alemanas del automóvil. Si salta la denuncia a la opinión pública, es posible conseguir, en alguna medida, expresiones y medidas de castigo. Pero pronto el sistema se reestablece y diluye responsabilidades y minimiza efectos. 

Los directivos de estas empresas llegan hasta rechazar lo sucedido y niegan cualquier responsabilidad. Los gobiernos y los sistemas de justicia hacen gestos reverenciales para que todo siga igual.