martes, febrero 28, 2017

Límites de la mentira


Por Rafael Hernández Bolívar

Los rancios intereses de la sociedad española presumían de haber conseguido la fórmula perfecta para prolongar sus privilegios más allá de la muerte de Franco. Vendieron una etapa de transición como modelo de convivencia entre partidos políticos de inspiración ideológica diferentes, un sistema electoral para recoger la voluntad de los ciudadanos, aunque con un enorme “detalle técnico” como diría Ortega y Gasset (diseñado para que el caudal electoral tuviese un peso diferente y se comportara de manera favorable en los territorios bajo su influencia), un cuerpo de leyes y una estructura judicial destinada a defender los intereses del capital y, como remate, una monarquía, refrendada constitucionalmente, con un papel más o menos folklórico, más o menos ornamental y, eso sí, conciliador en situaciones de crisis entre las diversas fuerzas de la sociedad.

Para que este sistema funcionara -de hecho, había funcionado en los últimos cuarenta años- se requería de compromisos y de mecanismos apropiados. Sobre todo, necesitaba, como efectivamente obtuvo a partir de 1986, un aluvión de recursos financieros provenientes de la Comunidad Económica Europea que permitió desarrollar una infraestructura de servicios, aeropuertos, vías, autopistas, edificios, posibilidades turísticas, etc. Arturo Criado, con motivo del 25 aniversario del ingreso de España a la CEE, decía en una crónica de junio de 2010, que este país recibió en ese lapso “más dinero que toda Europa con el Plan Marshall” y recibió también el financiamiento del 50% de las grandes obras públicas durante el mismo período.

“España va bien”, decían. Luego, con la crisis, cambiarían la expresión por otra: “Hemos vivido por encima de nuestras posibilidades”. Salieron a flote los dramas sociales, denunciadas las asociaciones de delincuentes saqueadores del Estado; hace aguas el bipartidismo que otorga contratos, sobrevalora obras y son procesados los dirigentes que van de la empresa privada al gobierno y al revés.

martes, febrero 14, 2017

Unidad plural


Por Rafael Hernández Bolívar


Soluciones plausibles, claras, simples y equivocadas a problemas complejos parece ser el leiv motiv del quehacer periodístico español. Siguiendo tales pautas terminan no comprendiendo nada sobre la gestación de un proyecto nacional de profundos cambios para España y de insurgencia de nuevos factores y sujetos políticos. Así descalifica Juan Carlos Monedero, siguiendo la famosa frase de H. L. Menken, la pretensión de la gran prensa de banalizar el debate que libró Podemos en el reciente congreso del partido Vista Alegre II.

No se trataba, como lo percibió la derecha española, de un despliegue de maniobras de liderazgos personales en función de definir y consolidar posiciones de poder dentro del Partido. Desde afuera intentaron influir en el proceso exagerando diferencias, apuntalando líderes que fuesen más propicios a una asimilación al sistema anquilosado y burgués del reparto de espacios y beneficios en función de la perpetuación del funcionamiento de una democracia insustancial, por definición, excluyente de las grandes mayorías.

Apostaban que, a la vieja usanza de los partidos fosilizados, las diferencias internas se resolverían con zarpazos grupales que se alzaran con el control y luego en nombre de los militantes secuestraran al partido y lo dirigieran a su antojo. Fracasaron porque pasaron por altos dos aspectos distintivos del proceso: La transparencia en los mecanismos de participación y de decisión, por una parte, y la presencia, el respeto y el acatamiento de la voluntad de cambio de los militantes, por la otra.

Podemos ha dado una muestra extraordinaria de cómo resolver asertivamente las discusiones en el seno de las fuerzas del cambio: Implementando mecanismos democráticos y transparentes de discusión, acudiendo a las bases, creyendo en ellas y en su capacidad para la decisión resolutoria de los conflictos.

Lo ha dicho Pablo Iglesias: Podemos equivocarnos en la toma de algunas decisiones; pero, jamás podemos equivocarnos de bando.