miércoles, octubre 23, 2013

Las delicias del transporte colectivo


Por: Rafael Hernández Bolívar
Durante diez años viví y trabajé cerca de estaciones del Metro de Caracas. Esta circunstancia me permitió disfrutar dos lustros de un servicio de transporte cómodo, puntual, rápido, seguro e higiénico. Para aumentar mi sensación de bienestar, mi ruta cotidiana era contraria a la dirección que seguía la mayoría de la gente: En la mañana iba en dirección oeste, mientras casi todo el mundo iba al centro y el este. Por la tarde, era al revés. Esto significa que siempre encontraba un puesto donde sentarme y leer plácidamente. Es más, muchas veces hasta me di el lujazo de ir a almorzar con mi familia.
Pero he aquí que para mi desgracia -no sólo por el transporte; pero, esa es otra historia-, tuve que mudarme a una urbanización del este y, aquella experiencia humana, grata y enriquecedora que me brindaban los viajes en el Metro, se hizo añicos.
Hoy estoy enterrado en el asiento de un automóvil (vacíos los otros cuatro asientos), aferrado a un volante, viendo transcurrir el tiempo miserablemente en colas interminables, angustiado por los retrasos y sintiendo a mi alrededor la desolación, la impotencia y la sensación de inutilidad que expresan los rostros adustos de cientos de choferes, igualmente solitarios en sus cascarones de hierro.
¿Dónde está la racionalidad del uso del automóvil en las grandes ciudades? ¿Y el combustible, el calor, el ruido y la contaminación que envenena nuestros pulmones? Si cada uno de estos carros estuviese con sus cinco puestos ocupados, el volumen de vehículos se reduciría en más del 50% y el tráfico sería una maravilla. ¿Si en su lugar son más bien autobuses? ¿O el Metro? Ya eso sería el paraíso.
Es verdad que no se hicieron las inversiones a tiempo y hoy resulta un escándalo el costo de una nueva avenida o autopista. También lo es que este gobierno busca aliviaderos a través de grandes inversiones en vialidad y transporte colectivo.

Pero, mientras tanto, ¿cómo nos libramos de esta maldición de tráfico?

miércoles, octubre 02, 2013

De estúpidos a locos


Por: Rafael Hernández Bolívar

Quien lo dice es el Premio Nobel de Economía 2008, el célebre economista Paul Krugman: El Partido Republicano de los Estados Unidos ha pasado de ser un partido de estúpidos a ser un partido de locos. Y no es que, por contraste, los llamados demócratas sean más aventajados. En lo que a los latinoamericanos nos atañe, el comportamiento imperialista está repartido en proporciones iguales en ambos partidos y quizás pueda cambiar ligeramente cómo materializan esa política imperialista, cómo despliegan sus armas de destrucción y cómo implementan su propaganda de guerra.

Krugman se refiere a otra cosa: Al empeño republicano de quebrar al gobierno demócrata mediante la suspensión de pagos,  incluso en programas previamente aprobados por el Congreso, así como a la pretensión de obtener por chantaje una modificación sino la total congelación de las tímidas reformas al sistema de salud norteamericano que impulsa Obama. Y todo ello porque, fieles a los intereses del gran capital, no están dispuestos a cederle “ni un tantico así”,  como diría el Ché, a los trabajadores y los sectores desposeídos de la sociedad gringa.

La crisis económica ha hecho más ricos a los ricos y más pobres a los pobres y en el interín acentuó la proletarización de la clase media. Desde la óptica capitalista, Krugman ha insistido inútilmente en que se incremente la creación de empleo; pues, si la gente no tiene ingresos no hay manera de comprar televisores, neveras, vehículos y cuanto artilugio crea la sociedad de consumo.


Ya era un comportamiento estúpido pretender recuperar el gobierno resucitando ideas atrasadas fundamentadas en valores antidiluvianos, como los encarnados por Sarah Palin, entre otros candidatos republicanos de igual catadura y peor estampa, sino que esto de aplicar a las disputas de poder internas las mismas recetas comunes de chantaje y ahorcamiento económico que aplican a los países de América Latina ya es el acabose; es decir, la locura.