martes, enero 30, 2018

Lección no aprendida


Por Rafael Hernández Bolívar

El 4 de febrero del 92 el líder rebelde Hugo Chávez dio una extraordinaria lección de pedagogía moral.  Asumió de manera clara, plena y valiente su responsabilidad tanto en los hechos ocurridos ese día como en el reconocimiento del esfuerzo de los soldados y clases que le acompañaron en aquella acción. No acusó ni difuminó en otros lo que correspondía de suyo a las decisiones y las acciones que asumió como líder de la rebelión.

En un país donde lo usual era asignar a otros las propias culpas, o ante las acusaciones refugiarse en el consabido "Yo no fui", o salir al exterior para distorsionar la verdad echando un cuento ajustado a sus intereses, esta conducta de asumir las consecuencias de sus actos resultaba insólita, digna, extraordinariamente moral.

José Ignacio Cabrujas saludó con entusiasmo esta conducta. ¡Por fin, en nuestro país, alguien asume la responsabilidad de sus actos políticos, de sus gestiones públicas, de sus decisiones! A esta aguda observación de Cabrujas, hay que agregar que ese acto de pedagogía moral fuera de serie lo realiza un hombre que está preso, reducido por la superioridad de fuerzas, a merced absoluta de sus carceleros.

En patético contraste, Rafael Ramírez -quien proclama a diario su adhesión y su fidelidad a la memoria de la gesta y a las ideas del líder revolucionario-, desde la comodidad de un autoexilio dorado, no es capaz de asumir dignamente sus responsabilidades. Va a mas, exige garantías y se atreve a esbozar amenazas. Las instituciones que defendía hasta hace unas semanas hoy reciben de su parte descalificaciones impúdicas.

Esta actitud de Rafael Ramírez es muy grave. No sólo por no haber impedido o denunciado en su oportunidad esos actos administrativos que perjudicaron al patrimonio nacional, sino también por no informar ahora sobre ellos. El mismo cambia su situación de investigado a sospechoso.

Ramírez no aprendió la lección extraordinaria de responsabilidad y virtud ciudadana que dio Chávez a todos los venezolanos. 

Publicado en: 
http://ciudadccs.info

domingo, enero 28, 2018

Rafael Ramírez habló


Por Rafael Hernández Bolívar

La lectura desprejuiciada del artículo “El error fundamental” publicado el pasado domingo por el expresidente de PDVSA revela asuntos clave de la Revolución Bolivariana que deben discutirse con absoluta transparencia.


La primera lección

El principal impacto que produjo la irrupción de Hugo Chávez en el escenario político venezolano no fue la rebelión en sí misma. Al fin y al cabo, abundan las rebeliones en nuestra historia, antes y después del 4 de febrero del 92. Lo que realmente conmovió y motivó la simpatía hacia el líder rebelde fue la conducta valiente con que asumió plenamente su responsabilidad tanto en los hechos ocurridos ese día como en el reconocimiento del esfuerzo de los soldados y clases que le acompañaron en aquella acción. No intentó diluir en otros lo que correspondía de suyo a las decisiones y las acciones que asumió como líder de la rebelión.
En un país donde lo usual era asignar a otros las propias culpas, o ante las acusaciones refugiarse en el consabido “Yo no fui”, o salir al exterior para distorsionar la verdad echando un cuento ajustado a sus intereses, esta conducta de asumir las consecuencias de sus actos resultaba insólita, inesperada, digna, extraordinariamente moral.  

José Ignacio Cabrujas saludó con entusiasmo esta conducta. ¡Por fin, en nuestro país, alguien asume la responsabilidad de sus actos políticos, de sus gestiones públicas, de sus decisiones! A esta aguda observación de Cabrujas, hay que agregar que ese acto de pedagogía moral fuera de serie lo realiza un hombre que está preso, reducido por la superioridad de fuerzas, a merced absoluta de sus carceleros.


Evasión de responsabilidades

En patético contraste, Rafael Ramírez -quien proclama a diario su adhesión y su fidelidad a la memoria de la gesta y a las ideas del líder revolucionario-, desde la comodidad de un autoexilio dorado, no es capaz de asumir dignamente sus responsabilidades. Va a mas, exige garantías y se atreve a esbozar amenazas. 

No tiene prurito alguno en recurrir a vulgares chantajes.  “¿Quieres que hable?”  “¿Te los nombro?”, dice, retador, en un artículo anterior, refiriéndose a lo que él llama cúpulas incrustadas en el gobierno para enriquecerse, pero sin nombrarlas, dejando  el ambiente cuajado de sobreentendidos y complicidades. 

Más curioso aún, utiliza una expresión extraña, criptica: “Tendría muchas cosas que decir con relación a todas las operaciones de la revolución, pero yo soy un revolucionario y son secretos de Estado”. 

¿Qué significa esto, sobre todo cuando en la oración anterior pedía garantías? ¡Cuántas elucubraciones caben en esa oración! ¿Significa que él no puede informar al país de sus responsabilidades como expresidente de PDVSA por razones de Estado? ¿O es la manera de ponerse a salvo de cualquier investigación o cuestionamiento, pasando a ser un ciudadano con privilegio y fuero especial? ¿Quién ha definido esos asuntos como propios de Estado? ¿La Constitución? ¿Las leyes de la República? ¿La potestad personal de los funcionarios en cargos clave? ¿Y si no son asuntos de Estado y si mera responsabilidad administrativa de los involucrados? En este último caso, la responsabilidad de Rafael Ramírez sería de mayor gravedad. No sólo por no haber impedido o denunciado en su oportunidad esos actos administrativos que perjudicaron al patrimonio nacional, sino también por no informar ahora sobre ellos.

Parece que Ramírez no aprendió la lección extraordinaria de responsabilidad y virtud ciudadana que dio Chávez a todos los venezolanos. Al contrario, y esto si son palabras textuales, en su comportamiento hay evasión evidente: “Yo reto al Presidente Maduro a que me dé garantías para volver, que cese la persecución política en mi contra, la censura, que cesen las investigaciones…” ¿No es una desvergüenza que un ciudadano con responsabilidades públicas solicite que no se le investigue a propósito de su gestión porque, a su juicio, son infundadas? ¿No es esto una absoluta falta de pudor? Ya no pensemos ni siquiera en el compromiso de un revolucionario con la verdad –¡que también!- sino en la responsabilidad de un funcionario público con el país de informar de su gestión al frente de los importantes cargos desempeñados en funciones de gobierno.

Precisamente esa es la enseñanza que no conseguimos en la conducta asumida por Rafael Ramírez en relación a la solicitud de investigación que adelanta la Fiscalía. No hay un paso al frente, una voz clara que diga: ”Aquí estoy. Yo soy el propio. Discutamos mi gestión, mis circunstancias, mis programas, mis resultados”. 

Lo que parece no entender Ramírez es que para el pueblo lo importante no es una pelea entre facciones ni sus pretensiones de candidato sino la responsabilidad de, al fin y al cabo, un funcionario público que manejó la industria más importante del país y que debe honrar su gestión con información transparente y resolver las dudas y las contradicciones que hubiere en una exposición exhaustiva de los hechos. Es lo que exige la memoria de Chávez y al que tienen derecho todos los venezolanos, revolucionarios o no. Negarse a ello es pasar de la condición de investigado para establecer su grado de responsabilidad en el asunto en la que se encuentra a la condición de sospechoso que, por supuesto, es una condición más comprometida y más grave.


El discurso de la derecha

Hasta hace escasos meses Ramírez fue el representante de Venezuela ante la Organización de las Naciones Unidas. Uno esperaría que quien ha ocupado durante tanto tiempo altísimos cargos dentro de la administración pública nacional tendría una visión crítica propia y propuestas concretas para solventar los actuales problemas. Pero no es así.

En su lugar encontramos de cuerpo entero los ataques de la derecha internacional. Repite lo que ésta dice desde el mismo momento en que asumió el poder el Presidente Chávez y lo mantiene más o menos incólume hasta los momentos actuales, cambiando apenas énfasis, personajes y áreas de ataque.

Todo dicho, además desde los EEUU.
Publicado en: VEA
aporrea.org

domingo, enero 21, 2018

Hausmann, mayordomo del FMI


Por Rafael Hernández Bolívar

La desesperación es mala consejera. El neoliberal Ricardo Haussmann ha pasado de promotor de la “modernización” del Estado a troglodita en materia de derecho internacional y de derechos humanos.

Esforzado servil
Agatha Christie dice de uno de sus personajes: “… sigue siendo el perfecto mayordomo. Sólo ve lo que quieran que vea”. También Ricardo Haussmann, como rastrero mayordomo de los gringos, tiene esa característica. Pero en su caso hay que agregar que también escucha, dice o hace lo que le ordenan que escuche, diga o haga. Aunque, a juzgar por los resultados a lo largo de dieciocho años de fracasos, no tiene la capacidad ni la eficacia que tiene el personaje de Christie.

El pasado 2 de enero -en ajustada armonía con los intereses norteamericanos- publicó un artículo nauseabundo intitulado El día D para Venezuela. De acuerdo al periodista escuálido Armando Durán, ese artículo es un misil que lanza Hausmann como acción de sabotaje a las conversaciones entre el gobierno de Nicolás Maduro y la oposición. Quiere romper el diálogo que, con el auspicio de distinguidas personalidades de buena voluntad, se viene desarrollando en República Dominicana. Persigue introducir elementos de tensión y obstáculos insalvables.

En realidad, pretende mucho más que eso: convencer de que no hay otro espacio para los opositores distinto a la conspiración y a la negación de la democracia. Desprecia la libre elección a los gobernantes por el pueblo y proclama que los problemas del país se resuelven entregando su soberanía al sacrosanto poder de los EEUU. Y, una vez más, como en innumerables intentos anteriores, busca convertir arbitrarias cifras estadísticas en sustento inapelable de las descabelladas posiciones políticas de sus amos.

Estadísticas para mentir
Dos personas acuden a una pollera de la avenida Urdaneta. A la mesa que ocupan se sirve un pollo que come uno de los dos comensales. El que disfrutó del pollo le pide a Hausmann que elabore un estudio estadístico de lo ocurrido y el diligente mayordomo haciendo tal cosa dice que considerando que son dos las personas que integran el universo de comensales de la mesa, es evidente que cada uno se comió en promedio medio pollo. 
–Eso no es verdad. Yo no he comido nada –dice quien sólo vio comer. 
Hausmann riposta de inmediato: 
–Usted se calla. ¿Quién es aquí el experto? ¿Usted o yo?
–Usted será el experto; ¡pero el que no comió fui yo! –dice el otro. 
–No. Usted si comió medio pollo. Las estadísticas no mienten–concluye Hausmann.

Para Hausmann las estadísticas no agrupan datos sino que explican fenómenos; no describen relaciones entre variables presentes en un determinado proceso sino que establece la relación causa efecto entre ellas; no calcula probabilidades de ocurrencia de variaciones sino que establece certezas absolutas.

Por supuesto, tal concepción explica la ridiculez extrema en que terminó su pretendido alegato “científico” para demostrar su “hipótesis de fraude” en el Referendo de 2004: A la Fundación Carter le bastó echar un vistazo al “sesudo” informe para calificarlo de inconsistente e irrelevantes sus conclusiones, amén de pulverizar los supuestos metodológicos y el evidente sesgo en la recolección e interpretación de los datos. En esa ocasión la aureola académica mordió el polvo y sus actuaciones posteriores se han empeñado en mantenerla en ese lugar.
Basta con revisar su modus operandi: Desconocer sistemáticamente otras versiones que niegan el relato de los intereses imperialistas, utilizar referencias periodísticas que no son más que propaganda, recoger chapuceramente datos que refuerzan la concepción que tiene sobre lo que está pasando en el país, predecir crisis, asfixia financiera, bloqueo de créditos, desabastecimientos, hambrunas; repetir todo esto durante años, a la par que trabaja y gestiona ante organismos internacionales y países imperialistas para que conviertan en realidad sus predicciones. Luego, cuando esa guerra infernal produce daños parciales o importantes, presentarse como el audaz analista capaz de ver el futuro con años de antelación.

Hausmann se desnuda
Al final, los desvaríos y afanes sin recompensas políticas –aunque si probablemente monetarias- han terminado por volar los pocos puentes que mantenía con la realidad y con el ejercicio básico de la razón. El dique de prudencia, la imagen políticamente correcta y el pudor se hicieron añicos en la última iniciativa planteada por este despreciable sujeto.

Si acaso suena abusivo utilizar el adjetivo “despreciable”, me permito preguntar: ¿Cómo calificar a quien ruega a diversos gobiernos para que constituyan una alianza internacional que invada a nuestro país que es también el suyo? Llamarlo enemigo de la patria o enemigo político es, en cierta forma, otorgarle un honor, un reconocimiento relevante a quien no es más que un zarrapastroso moral. ¿Pedir que destruyan tu país y se instalen en él intereses foráneos o sus representantes?

¿Puede pensar que la inmensa mayoría de los venezolanos, incluidos no poco opositores al gobierno, va a contemplar impasible las muertes y la destrucción que conlleva la invasión al país por fuerzas imperialistas? 

El artículo también es un rosario de lamentaciones por los fracasos acumulados. Desde el ascenso de la Revolución Bolivariana hasta ahora, Ricardo Haussmann lo ha intentado todo… ¡inútilmente! 

Haussman se desespera. No tiene ningún prurito en relatar sus esfuerzos personales para acentuar el sabotaje económico. Sin embargo, el gobierno no cae. Ni la crisis ni el apoyo de la derecha internacional han resquebrajado la firme unidad del pueblo. La oposición luce hoy más débil.

Su último desvarío: Propone que la Asamblea Nacional en desacato destituya al Presidente Maduro, designe un nuevo gobierno que, de inmediato, solicite una invasión a Venezuela por naciones cómplices de la felonía, suponiendo con ello que burlaría al Consejo de Seguridad de la ONU y, por tanto, a Rusia y a China. 

Hausmann supera a Trump, por lo menos en cuanto a locura se refiere.

martes, enero 16, 2018

Ricardo Hausmann se desnuda


Por Rafael Hernández Bolívar

Los desvaríos y afanes sin recompensas políticas –aunque si probablemente monetarias- que alimentan la existencia de Ricardo Haussman han terminado por volar los pocos puentes que mantenía con la realidad y con el ejercicio básico de la razón. El dique de prudencia, la imagen políticamente correcta y el pudor se hicieron añicos en su último artículo, El día D para Venezuela, publicado recientemente por este despreciable sujeto.

Si acaso suena abusivo utilizar el adjetivo “despreciable”, me permito preguntar: ¿Cómo calificar a quien ruega a diversos gobiernos para que constituyan una alianza internacional que invada a nuestro país que es también el suyo? Llamarlo enemigo de la patria o enemigo político es, en cierta forma, otorgarle un honor, un reconocimiento relevante a quien no es más que un zarrapastroso moral. ¿Pedir que destruyan tu país y se instalen en él intereses foráneos o sus representantes?

El artículo también es un rosario de lamentaciones por los fracasos acumulados. Desde el ascenso de la Revolución Bolivariana hasta ahora, Ricardo Haussmann lo ha intentado todo… ¡inútilmente! Aún recordamos la ridiculez extrema en que terminó su pretendido alegato “científico” para demostrar su “hipótesis de fraude” en el Referendo de 2004: A la Fundación Carter le bastó un vistazo al “sesudo” informe para calificarlo de inconsistentes e irrelevantes sus conclusiones, amén de pulverizar los supuestos metodológicos y el evidente sesgo en la recolección e interpretación de los datos. La aureola académica mordió el polvo.

Haussman se desespera. No tiene ningún prurito en relatar sus esfuerzos personales para acentuar el sabotaje económico. Sin embargo, el gobierno no cae. Ni la crisis ni el apoyo de la derecha internacional han resquebrajado la firme unidad del pueblo. La oposición luce hoy más débil.

Su último desvarío: Propone que la Asamblea Nacional destituya al Presidente Maduro y de inmediato el nuevo gobierno solicite una invasión a Venezuela por naciones cómplices de la felonía, suponiendo con ello que burlaría al Consejo de Seguridad de la ONU y, por tanto, a Rusia y a China. Haussmann supera a Trump, por lo menos en cuanto a locura se refiere.

martes, enero 02, 2018

Hacer de tripas corazón


Por Rafael Hernández Bolívar

La fotografía a Mohamed Mohiedin Anís sentado en el borde de la cama de una habitación en escombros se ha hecho viral en las redes sociales. En actitud serena y concentrada, mientras fuma su pipa, escucha la música que emite un viejo tocadiscos activado por manivela. Huyó de la Alepo devastada por las fuerzas antigobierno y retornó apenas el ejército sirio liberó la ciudad.

Su historia, al igual que la de muchos civiles, más allá de sus ideas, ahora es recomienzo, resurrección, esfuerzo. La serenidad y la voluntad de vivir que refleja la imagen fotográfica la refrenda con palabras: “Nuestra realidad es muy dura. Pero no bajamos la cabeza”.

En una terrible situación de incapacidad física, secuela de heridas recibidas defendiendo la gloriosa Revolución Rusa, Nikolai Ostrovski decía a su hermana: “Es verdad que no puedo mover ni un músculo y mis ojos no pueden ver nada. Pero eso no significa que todo está perdido”.

En nuestra historia patria es célebre la respuesta henchida de voluntad y de fe en la causa libertadora que Bolívar da a un Joaquín Mosquera temeroso de una inminente catástrofe de las fuerzas patriotas. El Libertador estaba enfermo, visiblemente debilitado, confrontando la deserción de contingentes importantes y hostigado por el enemigo, a la pregunta “¿Qué piensa hacer usted ahora, General?” contestó sin titubeos: “¡Triunfar!”.

En todas estas historias, con sus distancias evidentes, se repite junto a esa manifestación personal de la voluntad de vivir, acciones concretas en donde se hacen realidad los esfuerzos. Mohamed Mohiedin Anís, a sus 70 años, recuperando su vida, reconstruyendo su casa, sus negocios, su ciudad. Ostrovki dictando obras sobre las proezas del pueblo ruso, que manos solidarias trascribían y difundían entre las nuevas generaciones. Y la gesta libertadora de Bolívar es la concreción irrefutable de aquella voluntad expresada a Mosquera.

Hoy esta voluntad de vivir, de soñar y de construir una sociedad justa, democrática y socialista se hace cuerpo en millones de venezolanos.