martes, enero 31, 2017

Premoniciones de Sagan


Por Rafael Hernández Bolívar




Circula en la web unas palabras escritas por Carl Sagan en su libro El mundo y sus demonios (1995). En ellas el famoso estudioso y divulgador de la ciencia, fallecido un año después, hizo un esbozo de lo que sería en el futuro EEUU y hoy, lamentablemente, se nos muestra como una dramática realidad: Una sociedad que concentra el poder de decisión en una minoría ajena a los valores universales, a las instituciones de justicia y a la democracia, conduciendo a las mayorías “hacia la superstición y la obscuridad”. Las grandes mayorías serás excluidas y perderán toda “capacidad de cuestionar con conocimiento a los que ejercen la autoridad”.

Quienes por estos días divulgaron las palabras premonitorias de Sagan ven en ellas un vivo retrato de la era Trump. Es una lástima que no se hayan detenido en el análisis que precede a la conclusión. En el libro hubiesen encontrado las razones, aunque sólo fuese referido a la concepción de la ciencia y a la “celebración de la ignorancia”, con que los grandes medios de comunicación se dedican a embrutecer a la población.

En este sentido, lo que hoy ocurre no es nada excepcional o imprevisible. Hunde sus raíces en lo que también han percibido muchos pensadores en el plano de la economía, de la política, de la cultura. Estos barros vienen de aquellos polvos. Una sociedad estructurada sobre la base de los intereses del capital no puede sino conducir a la irracionalidad. Cuando entra en contradicción el rendimiento del capital y la conservación de los recursos vitales de nuestro planeta, se decide en favor del primero y si lo es entre los derechos humanos o ese rendimiento, igualmente se inclina por el capital. Lo mismo vale para la educación, la cultura, los pueblos, etc.

Lo demás es marketing. Vender ideas mediante el engaño, convencer a la gente de cuáles son sus “necesidades”, persuadirla de qué es lo que le “conviene”, estigmatizar algunos presuntos culpables y ofrecerle engañosas soluciones mágicas. La campaña electoral de Trump fue hecha de esa manera: Investigadores sociales que levantaban encuestas sobre lo que los electores querían escuchar y expertos en el diseño de mensajes persuasivos que ponían en los gestos y en la boca de Trump para ganar el voto. Todo esto actuó sobre el terreno abonado que había percibido Sagan con angustia hace ya mas de veinte años.

Quienes por estos días divulgaron las palabras premonitorias de Sagan ven en ellas un vivo retrato de la era Trump. Es una lástima que no se hayan detenido en el análisis que precede a la conclusión. En el libro hubiesen encontrado las razones, aunque sólo fuese referido a la concepción de la ciencia y a la “celebración de la ignorancia”, con que los grandes medios de comunicación se dedican a embrutecer a la población.

En este sentido, lo que hoy ocurre no es nada excepcional o imprevisible. Hunde sus raíces en lo que también han percibido muchos pensadores en el plano de la economía, de la política, de la cultura. Estos barros vienen de aquellos polvos. Una sociedad estructurada sobre la base de los intereses del capital no puede sino conducir a la irracionalidad. Cuando entra en contradicción el rendimiento del capital y la conservación de los recursos vitales de nuestro planeta, se decide en favor del primero y si lo es entre los derechos humanos o ese rendimiento, igualmente se inclina por el capital. Lo mismo vale para la educación, la cultura, los pueblos, etc.

Lo demás es marketing. Vender ideas mediante el engaño, convencer a la gente de cuáles son sus “necesidades”, persuadirla de qué es lo que le “conviene”, estigmatizar algunos presuntos culpables y ofrecerle engañosas soluciones mágicas. La campaña electoral de Trump fue hecha de esa manera: Investigadores sociales que levantaban encuestas sobre lo que los electores querían escuchar y expertos en el diseño de mensajes persuasivos que ponían en los gestos y en la boca de Trump para ganar el voto. Todo esto actuó sobre el terreno abonado que había percibido Sagan con angustia hace ya mas de veinte años.

martes, enero 17, 2017

Peligros en la web


Por Rafael Hernández Bolívar

A finales de la década del setenta procuré estudiar con algún detenimiento el impacto que sobre la nueva educación habría de tener los grandes volúmenes de información con que la sociedad comenzaba a ser inundada. Para ese momento ya eran innumerables los datos que arrojaban investigaciones y registros de todo tipo, a la vez que era evidente la rapidez con que una información era reemplazada por otra más precisa. Me familiaricé con los conceptos y programas que se impulsaban desde la Unesco y desde programas regionales en función del diseño de sistemas de información nacionales a disposición de los ciudadanos. 

En Venezuela, con alguna claridad en el asunto y muchas y graves inconsecuencias, se trabajó siguiendo las ideas más avanzadas en su momento. Se decía que si bien la información era importante, mucho más lo era qué hacer con ella. Esto es, cómo conseguirla, cómo valorarla, cómo registrarla, cómo recuperarla, cómo acceder a ella y poner a disposición de quienes la necesitaban para la toma de decisiones en el trabajo, en la política, en la cultura, etc.

Por supuesto de allí se desprendía no sólo la necesidad de desarrollar una infraestructura apropiada de recursos materiales y humanos, sino también el aprendizaje de las destrezas que permitiera desenvolverse con éxito en ese aluvión permanente y capacitara para decidir sobre la importancia, la redundancia o la veracidad de la información. 

No hay espacio para analizar aquí el fracaso de aquellas pretensiones hace cuarenta años. Sólo quiero reseñar la importancia de retomar estos objetivos a la luz de un ciudadano consciente, informado y políticamente activo. 

Me asombra constatar cuánta necedad circula en la web y, peor aún, cómo en las redes sociales se repite mecánicamente -sin criterio ni razón- mentiras, difamaciones, atribuciones vulgarmente falsas y montajes de laboratorios de la perfidia. La discusión honesta y colectiva es un buen antídoto; pero, las técnicas apropiadas y los criterios claros también ayudan.

martes, enero 03, 2017

Tratandose de enemigos


Por Rafael Hernandez Bolivar

En una escena memorable de la película “Ahí está el detalle”, el alguacil de un tribunal manda callar a Cantinflas que, en ese momento, era procesado injustamente por un supuesto asesinato. Cantinflas responde airado: “¿Cómo que me calle? ¡Más respeto, señor! Yo no soy cualquiera. ¡Yo soy el acusado!”. Algo así podrían decir nuestros enemigos, adversarios y hasta nuestros aliados: “Más respetos, señores. Yo no soy cualquiera. ¡Yo no soy ni más ni menos que el enemigo!”

Y es que en verdad estas cualidades son demasiado importantes para no tratarlas con respeto. Una estrategia exitosa debe partir de una objetiva caracterización de amigos y enemigos, de ventajas y desventajas, de obstáculos y palancas. Si intercambiamos unos por otros, necesariamente nos perderemos.

Parece urgente en el campo revolucionario venezolano discutir con profundidad conceptos claves del hacer político cotidiano. Enemigo, adversario, aliado, entre otros, requieren de una severa y perentoria definición; pues, de la correcta caracterización de cada uno de ellos, de los sujetos que formarían parte de cada conjunto, dependerán la estrategia y tácticas a desarrollar en esta lucha por la conquista de una nueva sociedad. En consecuencia, no se puede abusar en la utilización de esos términos y desgastarlos por efecto de su uso inadecuado o impropio.

Es verdad que son conceptos relativos a determinadas situaciones y a conflictos específicos, alrededor de los cuales adquieren su pleno significado. Un mismo sujeto puede pasar de aliado a enemigo o a adversario. O seguir el camino exactamente al revés. En nuestra revolución y en todas las revoluciones, abundan ejemplos en uno u otro sentido. Pero está visión dialéctica e histórica no niega que en cada momento estas palabras tengan un significado preciso, sin equívocos, claro.