miércoles, noviembre 05, 2008

Petkoff, psicólogo disonante

Por: Rafael Hernández Bolívar

Uno no puede evitar sonreír cuando observa los desesperados afanes con los que la oposición pretende estructurar una crítica sensata y consistente al gobierno bolivariano. Se echa mano de cuanto “argumento” esté al alcance, tenga o no que ver con el asunto de que se trate. Y cuando se agota el arsenal de socorridas y recurrentes acusaciones, se lanza, entonces, al ruedo, alguna frase o sustantivo altisonante, o novedoso, que dé el brillo que la argumentación no consigue por sí misma.
En ese afán, hoy, Petkoff –refiriéndose al Presidente Chávez- nos regala una parrafada de antología: “Este hombre está seriamente desequilibrado y ya ni siquiera se da cuenta de lo que dice. Incluso pareciera padecer de una seria patología psicológica conocida como disonancia cognoscitiva. La realidad va por un lado y él va por otra”. El voto o la vida. TalCual, 27/10/2008.
Pasemos por alto, por ahora, la pretensión de Petkoff de reducir la política al ámbito de la psiquiatría o la psicología individual. Tan cómodo recurso le permite dejar de lado al pueblo y al gran movimiento popular estructurado alrededor de esa política y que hoy consigue expresión en miles y miles de comunidades a lo largo y ancho del país. Pero, al fin y al cabo, esa es otra discusión.
Del párrafo comentado resalta otra cosa: La manifiesta ignorancia sobre la teoría de la disonancia cognoscitiva y el uso abusivo que hace de ella Petkoff para explicar la conducta del Presidente.
Lo primero que hay que decir es que la disonancia cognoscitiva no es una enfermedad y, mucho menos, una patología psicológica, como cree Petkoff. Es, por el contrario, un fenómeno psicológico absolutamente normal, cotidiano y harto frecuente. Más aún, puede ser una poderosa fuerza motivacional para el cambio. De acuerdo, a los investigadores que le han estudiado, puede tener a nivel psicológico la importancia que en el plano fisiológico tiene el hambre que induce a quien la experimenta a desplegar una serie de actos en función de satisfacerla o reducirla. Puede ser un mecanismo extraordinario para el crecimiento personal y para una relación más consciente con la realidad. En fin, cuando una persona que ha mantenido, por ejemplo, una determinada creencia y entra en contacto con una información que la niega o experimenta una conducta contraria a dicha creencia, se ve inducido a cambiar de creencia, de conducta, o conciliar las posturas contradictorias como manera de reducir la incomodidad o tensión que le produce esa disonancia.
Los teóricos del asunto se refieren a este concepto como tensión, conflicto, desarmonía, incomodidad, inconsistencia, no concordancia, etc., -nunca como patología- que surge entre cogniciones contradictorias en el individuo y provocan en él acciones específicas para reducir esa tensión mediante su negación, mediante cambios de cogniciones u otras estrategias de conciliación. León Festinger, el autor de la teoría, llama cognición “cualquier conocimiento, opinión o creencia sobre el medio, sobre uno mismo, o sobre la conducta de uno”. En todo caso, se trata de cogniciones del sujeto, del individuo y la consonancia o disonancia cognoscitiva se refiere a la relación de armonía o desarmonía que existe entre sus cogniciones. En ese sentido, nada que ver, en tanto fenómeno subjetivo, con que la realidad vaya por un lado o por otro. La conexión o desconexión del individuo con la realidad apunta a otros fenómenos psicológicos o psiquiátricos, no a la disonancia cognoscitiva.
Por ejemplo, en este momento Petkoff, -si alguien se molesta en mostrarle la definición de lo que es la teoría de la disonancia cognoscitiva-, tendría esta tensión específica: La asume como cierta y en lo adelante se referirá a ella en esos precisos términos o, la desechará, viendo en ella una maniobra distractora de chavistas sin oficio que por esta vía buscan hacer olvidar lo importante.
En mi modesta situación de lector, experimento también una disonancia cognoscitiva. Por una parte, puedo creer que Teodoro Petkoff es un editorialista informado, que opina sobre la base del conocimiento cierto de las situaciones sobre las que se pronuncia y que es leal en su argumentación. Pero, por otra parte, hoy tengo una cognición que niega esta creencia porque eso que esboza como disonancia cognoscitiva no se compadece con la definición que dan los que saben sobre el asunto –no está informado, no sabe de lo que habla y no es leal en la argumentación. Alguien podría argüir que exagero la nota, que al fin y al cabo todos ignoramos grandes parcelas del conocimiento humano y que son frecuentes este tipo de equivocaciones. Podría incluso agregar que esta cacería de gazapos sólo persigue descalificar al editorialista sobre aspectos accesorios y, de esta manera, quitarle fuerza sobre los aspectos sustanciales de la argumentación. Pero –y esta es mi razón-, ocurre que sobre base tan falsa se construye una acusación, para decirlo en el tono de Petkoff, seria. Nada menos y nada más que catalogar a una persona de desequilibrada y sobre la base de tal calificación interpretar su conducta política y personal.
Una reflexión subsidiaria de esta disonancia cognoscitiva es la que se desprende del contraste de quien se la pasa censurando “insultos” y “agresiones” del Presidente y, sin embargo, no tiene ningún empacho en practicar lo que con tanto ahínco critica, sin por ello, al parecer, experimentar ninguna tensión psicológica que lo induzca a conciliar dicha disonancia. Más aún, se ha especializado en inventar remoquetes para colgárselos a quien se manifieste partidario de la Revolución Bolivariana, en especial si es funcionario gubernamental, del Presidente de la República hasta el más humilde servidor público. Y no se trata de un insulto eventual, lanzado en medio del calor y la emoción de una concentración de masas. No. Basta con leer el editorial de cualquier día, que se supone escrito meditadamente, si cabe, para conseguirse la repetición de los mismos insultos y remoquetes. Con tales prácticas, Teodoro Petkoff no puede aspirar a que se tomen en serio sus cuestionamientos. Menos aún con este record antológico de hacer en un párrafo de tres oraciones seis afirmaciones falsas: Las correspondientes a las oraciones y la que corresponde a la relación lógica que las une.

martes, marzo 04, 2008

Teodoro Petkoff, romulero confeso y uribista militante

Por: Rafael Hernández Bolívar

Uno no gana para decepciones. Hace una semana Teodoro Petkoff, bajo su álter ego Simón Bocanegra, incitaba a los lectores de Talcual a reconocer en Rómulo Betancourt “uno de esos venezolanos de los cuales el país puede sentirse orgulloso”. Previamente había dicho que “no todo en él era virtud, no todo en él fueron aciertos” que es como decir: casi todo en él era virtud, casi todo en él eran aciertos.Tambien le reconoce como quien “colocó la primera piedra” de nuestro régimen democrático; o para decirlo en lenguaje adeco, el padre de la democracia, pués. Para que no quede dudas de su afiliación ideológica, Petkoff, el pasado domingo, en el diario ecuatoriano El Universo, le dice a la periodista Marjorie Ortiz, “Si queremos usar una etiqueta conocida, yo diría que yo soy un socialdemócrata…” y, además, cree que el discurso de izquierda debe girar en torno a “la compatibilización del mercado y el Estado”.
Por cierto, que en esto de hacerse romulero, Petkoff, no estuvo sólo; pués, al siguiente día, Pompeyo Márquez hacía coro con un panegírico similar en el cual, con más entusiasmo y mayor desvergüenza, hace una autocrítica sobre su pasado revolucionario, un auténtico mea culpa comparable al de Bujarin ante el tribunal de Stalin, sin la justificación de haber sido torturado o aterrorizado por nadie. Además, de describirnos como “lo máximo” de su experiencia política haber compartido una “concha” con Rómulo Betancourt, nos asegura que, en las polémicas con la izquierda, siempre éste tuvo razón y, en contrapartida, la izquierda -a la que perteneció Márquez-, siempre estuvo equivocada. “Rindo honores a los compañeros asesinados, torturados, desaparecidos”; pero, Betancourt “tuvo razón en combatir la insurrección”, dice Pompeyo Márquez. Es decir, están bien asesinados, torturados y desaparecidos los compañeros víctimas de esa década.
Pero, al fin y al cabo, eso es el balance de sus vidas y tienen todo el derecho de renegar de su pasado y colocarle todos los parches ideológicos que les venga en gana.
Sin embargo, donde la reflexión retorcida se hace patética es a propósito de la violación del territorio ecuatoriano por parte de Colombia. Sobre este asunto, Petkoff escribe dos editoriales de TalCual: “Aguajes peligrosos” (03/03/2008) y “Escalada peligrosa” (04/03/2008). En el primero, acusa al Presidente Chávez de escandaloso, irresponsable y entrometido y, en el segundo, en perjuicio de Ecuador y Venezuela, interpreta el incidente asumiendo como verdadera la sacrosanta palabra del gobierno de Uribe Vélez.
Dice en el primer editorial: “En fin de cuentas, si alguién tenía que reclamar algo era el gobierno ecuatoriano. El incidente militar fue en territorio ecuatoriano, no en el nuestro. Venezuela no tiene nada que reclamar”. Con esta olímpica actitud, Petkoff banaliza la incursión colombiana y le niega toda importancia al hecho de que un país lance bombas al territorio de su país vecino, dé muerte a ciudadanos en ese territorio, secuestre los cadáveres y sus pertenencias, mienta al presidente de ese país sobre la verdad de los hechos, argumentando legítima defensa y combates inexistentes y, además, informe ocho horas despúes de los sucesos. Por otra parte, Venezuela si tiene que ver con el asunto; pués, Colombia no sólo es nuestra vecina sino que ha exhibido conductas similares hacia nuestro país y lo sensato es precisamente detener esa conducta antes que se vuelva rutinaria y pueda originar desenlaces bélicos muchísimo más graves. ¿O vamos a esperar de manos cruzadas que estos se produzcan y no haremos nada para evitarlos?
En cuanto el segundo editorial, el de hoy 04/03/2008, Petkoff admite que la situación se ha vuelto preocupante, no por una comprensión cabal del incidente y sus consecuencias, sino por “las revelaciones del Jefe de la Policía Nacional colombiana”, asumiendo como verdaderas dichas versiones –con un vergonzoso saludo a la bandera: “de ser ciertos los documentos mostrados”; pero, tratados como si lo fueran. A su juicio, no es un montaje la versión ni las acusaciones colombianas. ¿La razón? ¡Un ministro ecuatoriano admitió que se reunió con Raul Reyes! Petkoff cree que esto es suficiente para pensar que pueden ser ciertas todas las demás acusaciones colombianas. Sin embargo, no dice que el ministro ecuatoriano también apuntó que esa reunión se hizo con el aval de Uribe y fuera del territorio ecuatoriano.
A partir de aquí, sobre la base de anfibologías, sofismas y la utilización de un lenguaje sibilino, va exponiendo su posición: Es verdad que los colombianos vulneraron el derecho internacional, “en su consideración abstracta”, al irrumpir en territorio ecuatoriano y Uribe no le dijo la verdad a Correa. Describe de manera aséptica lo sucedido: Irrupción que no hace referencia al consentimiento o la violación y Uribe no mintió –si no que no dijo la verdad, porque a juicio de Petkoff los militares le dieron una versión tergiversada; cuestión, por cierto, que no ha dicho Uribe ni ningún representante del gobierno colombiano-. Y después de esta lección de mesura, concluye que el reclamo de Correa es pertinente –no que el reclamo es justo y debe recibir el apoyo de la comunidad internacional, como cabría esperarse, sino que sencillamente es “pertinente”; es decir, tiene que ver con el asunto, pero no necesariamente tiene razón.
Pero, lo realmente decepcionante e insólito son sus consideraciones sobre las razones colombianas para actuar de la manera que lo hizo: Que si Uribe se había quejado de la presencia de la Farc en Ecuador; que las selvas ecuatorianas son un santuario para esta organización guerrillera y que si dormían “empiyamados” era una muestra de que se sentían seguros y protegidos en ese país. Este es sin duda el desboque uribista de Petkoff: Se olvida de la información suministrada y las reflexiones hechas por Correa el día anterior al editorial de Talcual: El gobierno de Correa ha desmantelado 47 campamentos guerrilleros en las inhospitas selvas ecuatorianas e informado debidamente al gobierno colombiano; debido al conflicto colombiano, Ecuador se ve obligado a gastar millones de dolares al año para atender sus fronteras; y denuncia que Colombia mantiene desguarnecida su frontera y pretende que sea el Ecuador quien se encargue de reprimir a los irregulares. También olvida Petkoff que hace apenas unas semanas, Correa decía que Ecuador limitaba al norte con la Farc, para enfatizar así el abandono con que asume el Estado colombiano esa región. Y, sobre todo, Correa señaló la incapacidad de Uribe para desmantelar en su propio territorio las zonas ocupadas por la Farc, contando como cuenta, con un ejercito colombiano cuarenta veces mayor que el de Ecuador.
Teodoro Petkoff llega incluso a la idea extravagante de proponer que se estudie la manera de sancionar a los países que no puedan controlar la presencia de grupos irregulares que, a su vez, no pueden derrotar los ejércitos de los países en conflicto. A su juicio, Colombia tenía que hacer algo, y por esta extraña vía reflexiva, se termina comprendiendo –sino justificando- la agresión contra Ecuador. En realidad, piensa uno, si algo hay que hacer con este asunto es que los países en conflicto deban indemnizar a los países vecinos que se vean obligados a aumentar sus gastos militares y destinar recursos excepcionales a atender los problemas creados por esa situación.
En lo personal, no me atrevo a estirar más allá de lo evidente las afirmaciones de Teodoro Petkoff. Lamento su incomprensión del enorme peligro que representa para la tranquilidad y la paz de nuestros países la existencia de una política de intervención y de violación del derecho internacional –concretísimo, por cierto, pués, bombas y ejecuciones son experiencias concretísimas- y deploro que prevalezcan intereses políticos mezquinos, antes que la solidaridad entre nuestros pueblos para prever y resolver problemas comunes. Igualmente es lamentable que su posición sobre este asunto sea coincidente con la del portavoz del Departamento de Estado gringo, Tom Casey, quien señaló que apoyan los esfuerzos de Colombia por responder ante la amenaza del terrorismo y por tanto, la acción contra Ecuador y, además, sostiene que no ve “ninguna razón para que otro país pudiera involucrarse en este tema”.

domingo, febrero 17, 2008

Cortocircuito en la prensa colombiana

Por: Rafael Hernández Bolívar

La página web de El Tiempo, Bogotá, publicó hace ya algunos días, una nota que da cuenta de la decisión de la General Motors de trasladar parte de su producción a Venezuela. Dicha empresa tenía previsto para el presente año exportar a nuestro país 43.500 vehículos desde sus plantas de Colombia y Ecuador; pero, debido a los controles aduanales establecidos en Venezuela para estimular la producción nacional, General Motors llegó a la conclusión que le resultaba mejor negocio hacer este traslado. Hasta aquí la breve noticia.
El efecto que produjo esta noticia sobre los asiduos lectores de El tiempo es sencillamente devastador. Lo que no es más que una decisión económica rutinaria en el sistema capitalista, determinada por la lógica del máximo beneficio con el mínimo de recursos y esfuerzos, provoca en los adoradores del imperialismo norteamericano, confusión, contradicciones y hasta indignación y rabia.
En mensajes recogidos en la misma página del periódico hay expresiones de preocupación debido a la importancia de Venezuela para los productos colombianos; algunos lectores se quejan del abandono de los gringos a pesar de toda la voluntad del gobierno colombiano por defender sus intereses; hay quienes encuentran como razón de la decisión de la General Motors que, ante la ausencia de controles aduanales protectores de la industria nacional en Venezuela, le resultaba mejor contratar la mano de obra colombiana, desprotegida y peor pagada; otros se rebelan contra Uribe acusándolo que con su actitud de entrega se aleja de Latinoamérica en función de imperialistas que no dudan en irse a otro lugar cuando las ganancias se mudan también y, sobre todo, los lectores cuestionan si será cierta esa imagen de una Venezuela empobrecida y en el caos por obra de la gestión de Chávez que ha pintado con tanta furia la prensa colombiana. Hay incluso quien afirma que el atractivo que tiene Colombia para las inversiones gringas es que tiene al lado el atractivo mercado venezolano; pero, que bastaría mayores controles en la importación de mercancías por parte de Venezuela para ver como esas empresas emigrarían de inmediato. En fin, la actitud pro-gringa de Uribe aleja a Colombia del vital mercado venezolano, conduce al cierre de empresas y lanza a la calle a miles de trabajadores.
No soy de los que salta de alegría por esta decisión de la empresa gringa. Básicamente porque revela lo que todo el mundo sospechaba: Que las empresas importadoras de automóviles obtenían bajo este mecanismo el acceso a dólares oficiales, multiplicando sus ganancias y utilizándolos para otros fines y, porque soy de los opuestos a la fabricación irracional de vehículos que inundan las ciudades, haciéndolas intransitables e invivibles, sin mencionar la destrucción ambiental y el aire irrespirable. Pero no dejo de sentir una leve satisfacción; pues, estos hechos mueven a la reflexión y a la duda en una opinión pública colombiana aletargada por la propaganda sobre el libre comercio y las bondades del capitalismo.
Conclusión: La realidad es terca. Por más que los medio de comunicación intenten tergiversarla, manipularla y poner sus versiones al servicio de sus intereses, los hechos terminan por colarse por alguna parte y hacerse corpórea la afirmación de Lincoln: “Se puede engañar a algunos todo el tiempo y a todos algún tiempo, pero no se puede engañar a todos todo el tiempo”.

miércoles, enero 30, 2008

Graciela Beltrán, Elizabeth Fuentes y los rehenes de Altagracia de Orituco


Por: Rafael Hernández Bolívar


Las situaciones extremas suelen revelar ideas y expresiones invaluables. Los comentadores habituales del acontecer nacional, sorprendidos en ese momento por los hechos, reproducen automáticamente los prejuicios macerados a lo largo de cientos de horas dedicadas al ejercicio implacable de la descalificación al gobierno y a sus funcionarios. Incapaces de desprenderse del hábito y evaluar con frescura la realidad, furiosamente se aferran al fatídico guión que atenaza y afixia la acuciosidad que cabe esperar de un periodista.
Hoy, 29/01/2008, a las 2:45 pm, escucho en la radio a Graciela Beltrán Carías reseñando la liberación de rehenes en un banco de Altagracia de Orituco. Sin embargo, como nos tiene acostubrado la prensa venezolana, la noticia tiene un foco particular: La declaración del Gobernador de Guárico calificando de éxitoso el operativo de liberación de rehenes. Las baterías las enfila la narradora a demostrar que no hay motivo alguno para calificar de exitoso tal operativo porque los secuestradores escaparon llevándose el dinero y cinco rehenes. Seguidamente señala que lo verdaderamente exitoso es que tales cosas no ocurran en este país, -¿en qué país nunca ocurre esto?- azotado por la inseguridad y la delicuencia, área en la cual, a su juicio, el gobierno ha mostrado abundantes desaciertos e incapacidad. La andanada prosiguió por varios minutos, hasta la hora misma de despedir el programa.
De acuerdo a esto, para Beltran Carías, el haber resuelto la situación sin muertos ni heridos no tiene ningún mérito. Uno siente que lo que realmente lamenta es que los delincuentes se hayan escapado con el dinero y que de permitirse a sí misma una ligera relajación a su cuidado lenguaje diría sin empachos: “llevándose esa bola e’ rial”. Quizás sea un sesgo profesional; es decir, a fuerza de hablar de marketing, productividad, renta, colocaciones, mercados, etc., termina por evaluar todos los procesos en términos de costos y beneficios, tasando estos últimos en moneda constante y sonante. De esta manera, se entiende que merezca tan poco aprecio el extraordinario éxito que significa que puedan ser liberadas sanas y salvas las víctimas de un secuestro en un país que hace apenas unos años contempló horrorizado, en vivo y en directo, la muerte de rehenes en el Urológico de San Román, debido a la torpeza de una policía que no supo resolver la situación sino a tiros.
Después de esta cátedra de periodismo objetivo y sensible a hechos humanos, en la misma emisora seguía un programa conducido por Elizabeth Fuentes. Su comportamiento no fue distinto, sino que, en una auténtica carrera de relevo, toma el testigo y con risa sarcástica hace comentarios similares y agrega una perla de ingenuidad o manipulación. ¿Qué cómo eso que el gobierno permita que los secuestradores escapen llevándose a cinco rehenes? Sin ningún rubor incurre en contradicción al apoyarse en las opiniones de Mármol León quien sostiene que en una situación de rehenes lo recomendable es la negociación. ¿No es precisamente una buena negociación permitirles a los secuestradores que huyan con cinco rehenes y lograr así la liberación de cuarenta y cinco, mientras se prosiguen acciones para liberar los restantes? A su vez, ¿cree Elizabeth Fuentes que los delincuentes iban a soltar cuarenta y cinco rehenes sin recibir nada a cambio? Precisamente, por ser una negociación, ¿iban a entregar todas sus cartas de una sóla vez? ¿Podrían creer estos secuestradores que de entregar todos los rehenes, los polícias iban a permitirles huir tranquilamente, haciéndose a un lado al paso de su huida? Sólo cuando las autoridades lograran persuadirlos de que no tenían otra opción o que, entregándose, ganaban algo –respeto a la vida y al debido proceso, por ejemplo- lo harían, como terminó ocurriendo.
El tratamiento que le dio Globovisión no fue esencialmente diferente, aunque extrañamente colocó en pantalla un título neutro “Resuelta la situación de rehenes en Altagracia de Orituco”. Sin embargo, una joven, al mismo tiempo que hacía comentarios sobre la situación, hizo un paneo “objetivo” de cómo la prensa internacional había tratado el caso. Menciona a la página de El Tiempo de Bogotá quien destaca la noticia de manera preferencial y, como un comentario inocente, reseña las opiniones de los lectores sobre el asunto. Todas, por supuesto, echando pestes sobre Chávez, Piedad Córdova y la Farc, resaltando además que lo que sucedía, de alguna manera, era consecuencia de la actitud de Chávez hacia Colombia y hacia el bueno de Uribe.
Accedí a la página web de El Tiempo y revisé esos comentarios. Me consigo que si bien es verdad que habían las opiniones reseñadas por Globovisión, también lo era que había numerosas opiniones contrarias y sobre todo, había opiniones bien centradas, como por ejemplo la siguiente, firmada por f_mercado y que reproduzco textualmente: “Leo los comentarios y me quedo pasmado, se esta hablando de cincuenta personas que estan retenidos por unos criminales. que tiene eso que ver con chavez y piedad? o sea que nos alegramos por que ellos se estan tomando un traguito de la botella? esto no pùede ser, hay que rogar para que esa situacion se resuelva los mas pronto, ojala de manera pacifica, sin perjuicio para los rehenes”.
Parece exagerado pensar que hubo el acuerdo previo de tomar la misma actitud hacia los acontecimientos, aunque lo parezca. Pero es evidente que hay un consenso previo: Descalificar toda acción del gobierno, independientemente de las circunstancias y lo que haga, por acertada que pueda ser en determinado momento. Por supuesto, no se espera que periodistas opositores –por más que uno quiera no puede quitarles el apellido y llamarles periodistas a secas- aplaudan a rabiar un acierto del gobierno; pero, cuando menos, deberíamos esperar un franco partido por los seres humanos sometidos a situaciones de terror, con riesgo de sus vidas y un reconocimiento a las autoridades que con inteligencia y sin costos de vidas humanas lograron liberarlos sanos y salvos. En este caso particular, debemos celebrar que la presencia de las autoridades – salvo uno que otro pantallero- trasmitieron la idea de que la vida es importante y son válidos todos los esfuerzos para garantizarla. La misma movilización del Ministro del Interior hasta el sitio de los acontecimientos, aparejada de todos los recursos disponibles, es una demostración fehaciente de que la vida de estas personas era la mayor prioridad y, este valor de la vida, necesitamos reivindicarlo los venezolanos en un mundo donde la muerte cotidiana y sin sentido ha terminado por hacernos indiferentes e insensibles.
rhbolivar@gmail.com

Graciela Beltrán, Elizabeth Fuentes y los rehenes de Altagracia de Orituco

Por: Rafael Hernández Bolívar

Las situaciones extremas suelen revelar ideas y expresiones invaluables. Los comentadores habituales del acontecer nacional, sorprendidos en ese momento por los hechos, reproducen automáticamente los prejuicios macerados a lo largo de cientos de horas dedicadas al ejercicio implacable de la descalificación al gobierno y a sus funcionarios. Incapaces de desprenderse del hábito y evaluar con frescura la realidad, furiosamente se aferran al fatídico guión que atenaza y afixia la acuciosidad que cabe esperar de un periodista.
Hoy, 29/01/2008, a las 2:45 pm, escucho en la radio a Graciela Beltrán Carías reseñando la liberación de rehenes en un banco de Altagracia de Orituco. Sin embargo, como nos tiene acostubrado la prensa venezolana, la noticia tiene un foco particular: La declaración del Gobernador de Guárico calificando de éxitoso el operativo de liberación de rehenes. Las baterías las enfila la narradora a demostrar que no hay motivo alguno para calificar de exitoso tal operativo porque los secuestradores escaparon llevándose el dinero y cinco rehenes. Seguidamente señala que lo verdaderamente exitoso es que tales cosas no ocurran en este país, -¿en qué país nunca ocurre esto?- azotado por la inseguridad y la delicuencia, área en la cual, a su juicio, el gobierno ha mostrado abundantes desaciertos e incapacidad. La andanada prosiguió por varios minutos, hasta la hora misma de despedir el programa.
De acuerdo a esto, para Beltran Carías, el haber resuelto la situación sin muertos ni heridos no tiene ningún mérito. Uno siente que lo que realmente lamenta es que los delincuentes se hayan escapado con el dinero y que de permitirse a sí misma una ligera relajación a su cuidado lenguaje diría sin empachos: “llevándose esa bola e’ rial”. Quizás sea un sesgo profesional; es decir, a fuerza de hablar de marketing, productividad, renta, colocaciones, mercados, etc., termina por evaluar todos los procesos en términos de costos y beneficios, tasando estos últimos en moneda constante y sonante. De esta manera, se entiende que merezca tan poco aprecio el extraordinario éxito que significa que puedan ser liberadas sanas y salvas las víctimas de un secuestro en un país que hace apenas unos años contempló horrorizado, en vivo y en directo, la muerte de rehenes en el Urológico de San Román, debido a la torpeza de una policía que no supo resolver la situación sino a tiros.
Después de esta cátedra de periodismo objetivo y sensible a hechos humanos, en la misma emisora seguía un programa conducido por Elizabeth Fuentes. Su comportamiento no fue distinto, sino que, en una auténtica carrera de relevo, toma el testigo y con risa sarcástica hace comentarios similares y agrega una perla de ingenuidad o manipulación. ¿Qué cómo eso que el gobierno permita que los secuestradores escapen llevándose a cinco rehenes? Sin ningún rubor incurre en contradicción al apoyarse en las opiniones de Mármol León quien sostiene que en una situación de rehenes lo recomendable es la negociación. ¿No es precisamente una buena negociación permitirles a los secuestradores que huyan con cinco rehenes y lograr así la liberación de cuarenta y cinco, mientras se prosiguen acciones para liberar los restantes? A su vez, ¿cree Elizabeth Fuentes que los delincuentes iban a soltar cuarenta y cinco rehenes sin recibir nada a cambio? Precisamente, por ser una negociación, ¿iban a entregar todas sus cartas de una sóla vez? ¿Podrían creer estos secuestradores que de entregar todos los rehenes, los polícias iban a permitirles huir tranquilamente, haciéndose a un lado al paso de su huida? Sólo cuando las autoridades lograran persuadirlos de que no tenían otra opción o que, entregándose, ganaban algo –respeto a la vida y al debido proceso, por ejemplo- lo harían, como terminó ocurriendo.
El tratamiento que le dio Globovisión no fue esencialmente diferente, aunque extrañamente colocó en pantalla un título neutro “Resuelta la situación de rehenes en Altagracia de Orituco”. Sin embargo, una joven, al mismo tiempo que hacía comentarios sobre la situación, hizo un paneo “objetivo” de cómo la prensa internacional había tratado el caso. Menciona a la página de El Tiempo de Bogotá quien destaca la noticia de manera preferencial y, como un comentario inocente, reseña las opiniones de los lectores sobre el asunto. Todas, por supuesto, echando pestes sobre Chávez, Piedad Córdova y la Farc, resaltando además que lo que sucedía, de alguna manera, era consecuencia de la actitud de Chávez hacia Colombia y hacia el bueno de Uribe.
Accedí a la página web de El Tiempo y revisé esos comentarios. Me consigo que si bien es verdad que habían las opiniones reseñadas por Globovisión, también lo era que había numerosas opiniones contrarias y sobre todo, había opiniones bien centradas, como por ejemplo la siguiente, firmada por f_mercado y que reproduzco textualmente: “Leo los comentarios y me quedo pasmado, se esta hablando de cincuenta personas que estan retenidos por unos criminales. que tiene eso que ver con chavez y piedad? o sea que nos alegramos por que ellos se estan tomando un traguito de la botella? esto no pùede ser, hay que rogar para que esa situacion se resuelva los mas pronto, ojala de manera pacifica, sin perjuicio para los rehenes”.
Parece exagerado pensar que hubo el acuerdo previo de tomar la misma actitud hacia los acontecimientos, aunque lo parezca. Pero es evidente que hay un consenso previo: Descalificar toda acción del gobierno, independientemente de las circunstancias y lo que haga, por acertada que pueda ser en determinado momento. Por supuesto, no se espera que periodistas opositores –por más que uno quiera no puede quitarles el apellido y llamarles periodistas a secas- aplaudan a rabiar un acierto del gobierno; pero, cuando menos, deberíamos esperar un franco partido por los seres humanos sometidos a situaciones de terror, con riesgo de sus vidas y un reconocimiento a las autoridades que con inteligencia y sin costos de vidas humanas lograron liberarlos sanos y salvos. En este caso particular, debemos celebrar que la presencia de las autoridades – salvo uno que otro pantallero- trasmitieron la idea de que la vida es importante y son válidos todos los esfuerzos para garantizarla. La misma movilización del Ministro del Interior hasta el sitio de los acontecimientos, aparejada de todos los recursos disponibles, es una demostración fehaciente de que la vida de estas personas era la mayor prioridad y, este valor de la vida, necesitamos reivindicarlo los venezolanos en un mundo donde la muerte cotidiana y sin sentido ha terminado por hacernos indiferentes e insensibles.
rhbolivar@gmail.com

domingo, enero 27, 2008

Stalin, alcalde, o la oposición desquiciada

Por: Rafael Hernández Bolívar

Con motivo de la conmemoración del 23 de enero, Globovisión dedicó buena parte de la programación de ese día a reproducir y comentar el discurso que hace diez años pronunció Luis Castro Leyva en el Congreso Nacional. En particular, se detuvieron ampliamente en aquella parte del discurso en que el orador señala como una de las consecuencias nefastas de la antipolítica el haber implantado la creencia generalizada de que para gobernar no se necesitaba ni experiencia ni preparación alguna. De acuerdo a esto, cualquier ciudadano puede ejercer este cargo sin necesidad de talento o preparación particular.
En sentido similar podría recordarse el célebre impasse que se produjo en un programa de televisión en que Rafael Marín –Secretario General de Acción Democrática, en ese momento- expresaba su aspiración a la Presidencia de la República y, ante la sorpresa de Jorge Olavarría por semejante audacia, el gordo Marín preguntó retador: “¿Por qué no? ¿por qué yo no puedo aspirar a ser Presidente de este país?” Entonces, Olavaría, con una expresión de asombro en el rostro que no dejaba dudas, respondió de manera contundente: “¡Porque tú eres muy bruto, chico!”
Despreciando tan lúcidas enseñanzas, la oposición estimula hoy las candidaturas de jóvenes estudiantes a las próximas elecciones de alcaldes y gobernadores, con el sorprende y único argumento de que se necesitan “caras frescas”, -a todas estas no se sabe si la palabra fresco tiene la significación de “tranquilo” que tiene para los colombianos; o se trata dela frescura de los frutos recién cultivados o, simplemente, se refiere al sinónimo de la palabra descarado con que los venezolanos calificamos a las personas usurpadoras, sacadoras de ventaja sin razón y, sobre todo, sin vergüenza.
Por supuesto, la condición de joven no puede ser criterio para rechazar o descalificar una aspiración a alcalde. Pero tampoco es criterio para avalarla. Lo fundamental , en apretado resumen, es la comprensión que tenga de los problemas de la ciudad, el programa que proponga para resolverlos y la capacidad para organizar y dirigir los equipos de gobierno que puedan darle concreción a los cambios, en perfecta sintonía con las aspiraciones y proposiciones de las comunidades. Y es allí donde se le complican las cosas a Stalin González (aspirante a la Alcaldía Libertador), a Vanessa Acosta (a la Alcaldía de Baruta), a Carlos Vargas (a la Alcaldía de Cantaura), etc. Tengo la certeza que, surgidos de las luchas comunitarias, sobran dirigentes con un conocimiento profundo de los problemas de la ciudad y de sus comunidades que supera con creces al que poseen estos improvisados. ¿O es que piensan llenar sus deficiencias con discursos elaborados en Ars Publicidad? ¿De qué nos serviría unos alcaldes peleles, manejados a su antojo por asesores -en el mejor de los casos-, cuando no manipulados por thuanes veterados, especializados en la trampa y la estafa a los dineros públicos? Trágica disyuntiva la de la oposición: Jóvenes sin talento o viejos corruptos e incapaces.
Pero, hay más. La ubicación ideológica de los postulados es un asunto de no poca monta. Tendemos a minimizar este aspecto pensando con que basta con que el alcalde sea un buen conserje, eficiente y eficaz, que cumpla cabalmente con sus obligaciones. Pero ocurre que una ciudad es mucho más que avenidas limpias y cuidadas y hay diferencias importantes entre un alcalde orientado desde la gente y hacia la gente, contemplando los problemas de la ciudad en función de sus habitantes, de la recuperación de su ecología, el fortalecimiento del ejercicio comunal del poder y sus instituciones y un alcalde adorador del capital y la tecnología, de los inversionistas, defensor de intereses y privilegios de los poderosos. La gestión de uno y otro tendrá la marca de sus posturas ideológicas. En el caso de estos estudiantes, tienen como puntos negativos no sólo su ignorancia e impreparación –criterio suficiente para descartarlos de entrada-sino también atrasadas concepciones elitescas sobre la ciudad y una pleitesía y un amor reverencial al capitalismo.
Pienso que en el campo revolucionario no hemos comprendido cabalmente y a profundidad qué fue lo que pasó el 2 de diciembre. Pero, creo que la oposición ha comprendido menos y se maneja sobre ilusiones y espejismos que redundarán necesariamente en futuras derrotas e incertidumbres. ¿Realmente creen que estos dirigentes estudiantiles, fabricados a imagen y semejanza del guión elaborado por los medios de la reacción, tuvieron algo que ver con los resultados del 2 de diciembre? ¿Sus gestos teatrales, sus discursos escritos por publicistas, sus inconsistencias y cobardías fueron decisivos para motivar a los opositores al voto?
rhbolivar@gmail.com