jueves, junio 11, 2015

Felipe, de visita breve y pies ligeros


Por: Rafael Hernández Bolívar

Fracasó la pretensión de la derecha internacional de convertir a Felipe González en paladín de la justicia

Desde el momento en que Felipe González dio sus primeras declaraciones en el aeropuerto, reconociendo de que lo habían tratado bien, ya se vislumbró que los acontecimientos se salían del guión. No hubo hostilidad alguna ni trabas administrativas que impidiera su entrada al país. Sorprendido dijo: “¡No me dijeron nada, todo ha salido bien! ¡Cómo a cualquier ciudadano!”.
Es decir, no le obligaron a abrir las maletas  ni fue sometido a interrogatorios, ni retenido durante horas, ni secuestrados sus documentos personales, ni palpado su cuerpo en una operación de cacheo, ni sus acompañantes aislados o vejados. ¡Nada de qué agarrarse la gran prensa pendiente del menor gesto que desnudara “al régimen dictatorial”. ¡Ni una expresión agria!

Claridad institucional
Las instituciones venezolanas han descrito con meridiana e inobjetable claridad las motivaciones y el marco de desempeño de las gestiones de Felipe González en Venezuela. 
La Asamblea Nacional desnudó la acción política de injerencia en la situación venezolana y el desconocimiento del marco jurídico de nuestro país que supondría la intervención del expresidente español en el juicio que se sigue a los acusados de atentar contra la democracia venezolana y ocasionar víctimas humanas y daños materiales como consecuencia de sus acciones. En tal sentido, recogiendo el clamor de justicia nacional, en decisión soberana y democrática, la máxima expresión del Poder Legislativo, le declaró persona non grata.
El Tribunal Supremo de Justicia, por su parte, precisó las razones jurídicas que rechazan la incorporación como abogado defensor en los juicios contra Ledezma, López y Ceballos. Su ejercicio “vulneraría la Ley de Abogados y la certificación de título profesional que exige la Carta Magna para ejercer dicha profesión en nuestro país".
La Presidenta del TSJ, Gladys Gutiérrez, puntualiza que nada desviará “el curso de la Justicia venezolana en su ineludible misión de cumplir y hacer cumplir, en el ámbito de sus competencias, la Constitución y las leyes de la República Bolivariana de Venezuela". Más aún, hace una precisión clave en el juicio mencionado: Los acusados "no son prisioneros políticos, sino procesados judiciales por la presunta comisión de delitos tipificados en el ordenamiento jurídico venezolano, cuya responsabilidad o no, será determinada por los tribunales penales que conocen sus respectivas causas". A los detenidos se les "han respetado las garantías y los derechos humanos (...), entre ellos el derecho a la defensa y al debido proceso, premisa que siempre ha sido garantizada a todo ciudadano o ciudadana a quien se le siga un proceso judicial en el territorio nacional".

Ledezma bajo los reflectores
Felipe González forma parte de su última comparsa. “Estarás en la primera plana de todos nuestros diarios”, le han dicho. “Te promocionaremos como valiente defensor de los derechos humanos”. Sabe muy bien que no corre ningún riesgo en un país respetuoso de las leyes. Acepta el papel. La prensa reaccionaria cumple. Reseña que el gobierno impide a González llevar su escolta armada. Sin embargo, nada dice de que las movilizaciones de este personaje son protegidas en Venezuela por el Sebin y por la Policía Nacional Bolivariana. ¡Hasta se detiene el tráfico para que se desplace sin colas ni contratiempos!
Por su parte, Ledezma es un actor consagrado. Recordamos la interpretación estelar que hizo sobre la camilla de una ambulancia en época del paro “cívico”. Allí, en vivo y en directo por Globovisión, vimos como con respiración asmática y dificultades para hablar, Antonio Ledezma narraba que las fuerzas del orden público habían arremetido contra una manifestación “pacífica” de ciudadanos. Tal declaración produjo en mí un ataque incontenible de risa en virtud de un mísero detalle: Segundos antes, sin cortes de ningún tipo, en vivo y en directo, habíamos visto al actorazo Ledezma, con voz clara y firme, impartiendo instrucciones a su partidarios para hacer más efectiva la movilización. En ese momento, alguien que no se ve en pantalla, dice: “Antonio, ya la televisión está aquí”. De inmediato, con una agilidad felina salta sobre la camilla, se coloca una mascarilla de oxígeno, compunge la cara e inicia su interpretación consagratoria: “La policía... arremetió ... de manera salvaje... contra esta... pacífica manifestación…”
No he dejado de imaginarme la cara que puso para recibir al valiente Feli-pillo. Ensayó frente a un espejo, modeló la cara y los gestos más convincentes. Buscó el mejor ángulo para proyectar la imagen de “mártir por la libertad”. O la demacrada cara que refleje la caprichosa enfermedad de la que se valen los políticos venezolanos para evadir la justicia y obtener beneficios.
-Antonio, ya la televisión está aquí.

Diálogo con los victimarios
Felipe González habla de que Venezuela necesita diálogo. Llega y dialoga con representantes de la MUD, con los abogados de Leopoldo López y Daniel Ceballos y con Antonio Ledezma. Vale decir, con los acusados de ser los victimarios en los hechos de violencia ocurridos el año pasado. 
Ante tal oferta, los familiares de las víctimas se dicen a sí mismos: “Ya que este señor se autoproclama defensor de la justicia y promotor del diálogo, debe escucharnos a nosotros, evaluar nuestros casos y escuchar nuestras razones. Debe oír nuestro clamor de justicia”.
A partir de este momento, la preocupación de González y sus contratantes es cómo evadir el encuentro, cómo evitar que los confronten con las pruebas, cómo ignorarlos, cómo invisibilizarlos y convencer al mundo de que no existen.
Esto tampoco estaba en el guión y sólo queda poner los pies en polvorosa. Urgente: ¡Hay que activar el eje Miami-Madrid-Caracas!