martes, enero 19, 2016

La Revolución no espera


Por Rafael Hernández Bolívar

Un aplauso unánime de los presentes le recibió desde su aparición en el recinto y le acompañó a lo largo del recorrido que hizo por el pasillo central, rodeado por un público entusiasta que le daba la bienvenida cariñosamente. Con la parsimonia de sus ochenta años -era el primer quinquenio de este siglo-, el gran Mikis Theodorakis subió al escenario del Teatro Lycabettus de Atenas. Los aplausos arreciaron y se prolongaban con entusiasmo. Levantó, entonces, Theodorakis las manos, se hizo el silencio y dejó escuchar su voz inconfundible:
-¡Yo soy como Alexis! ¡Acción! – y comenzó a cantar sus hermosas canciones.

Se refería a Alexis Zorba, el célebre personaje de la novela Zorba, el griego de Kazantzakis, popularizado en los sesenta a través de la película del mismo nombre y que tiene como impronta imborrable la inquietud: Se desesperaba ante la inmovilidad, ante la quietud. Exigía movimiento, acción para enfrentar los retos de la vida, del amor, del trabajo; acción ante el éxito como ante el fracaso. Bailaba y celebraba las victorias; pero, igual bailaba y cantaba las penas. Lo importante es lo que el hombre puede hacer con sus manos, con su talento, con su palabra, entregándose íntegramente al esfuerzo, compartiendo con sus semejantes la tarea de hacer un mundo más vivible. Lo importante es su voluntad de lucha.

Cuando el gran proyecto que tenía en sus manos se derrumba en completo fracaso, Zorba recibe y sufre el golpe; pero, de inmediato, se levanta y asume con alegría el reto de luchar y continuar con fe la batalla interminable por la vida. 

En su vida, Theodorakis ha hecho otro tanto. Sus hoy noventa años de existencia han sido una dedicación constante a la creación, a la lucha y a la fe en la revolución en su país y en todo el mundo. No ha habido adversidad que le detenga ni cede un centímetro en su identidad solidaria con los oprimidos. 
Imitemos su ejemplo: ¡Ni regodeo estéril en la victoria ni desesperanza en la derrota!