viernes, diciembre 04, 2015

Abstenerse es perder


Por Rafael Hernández Bolívar

En cada proceso electoral venezolano el pueblo decide el destino de la revolución en términos de avance o retroceso

Hay gente que ve la abstención desde un solo punto de vista. Centra su atención en las alternativas que están en juego y, con razón o sin ella, evalúa positiva o negativamente, la manera en que fueron escogidos los candidatos, sus características personales y sus propuestas políticas. Culmina el proceso y piensa que ninguno le satisface como opción y, en consecuencia, ninguno merece su voto. Por esta razón se abstiene pensando que, cuando haya una alternativa con la que se identifique plenamente, ejercerá su derecho al voto.

Pero esta manera de pensar es equivocada, por lo menos, en dos aspectos concretos: Por un lado, empobrece la política y. por otro, puede favorecer el triunfo de candidatos contrarios a su preferencia.

La abstención perjudica la política

Cuando un ciudadano decide, por apatía o por opción personal, no cumplir con su responsabilidad cívica de ejercer su derecho al voto, perjudica la democracia. A menos que la abstención sea una postura política activa, sustentada de manera explícita en el rechazo a la totalidad de los candidatos o al sistema de escogencia de los mismos. En este caso, la abstención es una opción más que compite con las otras postulaciones, independientemente de su sensatez o de su fuerza para generar cambios en la situación política del país.

Pero la abstención pasiva puede causar un daño terrible dentro de un proceso de programas de cambios profundos dentro de la sociedad, pues influye en la legitimación de esos mismos cambios y de las instituciones surgidas al calor de ese proceso. Significa la indiferencia sobre quienes se escogen y sobre el rumbo que tome el país a partir de las decisiones de quienes si acuden a votar el día de las votaciones.

La verdadera democracia no convierte al ciudadano en un sujeto pasivo que selecciona entre un número limitado de candidatos que han escogido otros y restringe su papel a pulsar el botón que representa al candidato que más le guste. No lo contempla así nuestra Constitución Bolivariana que, por lo demás, es explícita en el papel protagónico del pueblo en las decisiones, en la evaluación de las ejecuciones de los funcionarios y en su capacidad para revocar los mandatos o cargos asignados. Quien se abstiene delega en otros su capacidad de decisión y participación política.

La abstención favorece a los que si participan

Desconcertante es observar que, al abstenerse, se favorece el éxito de otros candidatos, contrarios a las ideas políticas de quien se abstiene y, además, este acto no salva la responsabilidad personal del elector sobre el candidato finalmente favorecido: Su voto pudo conducir a un resultado distinto. Por cada voto que se emite contra una opción exige a esa opción, para ganar, el esfuerzo de conseguir dos votos adicionales, uno para igualar la opción escogida por el elector y otro, para ponerse por encima de esa opción.

Mucho más deprimente resulta cuando se está consciente que está en juego el destino del país, cuando se sabe que cuanto ocurre en Venezuela es la resultante de un choque entre fuerzas externas que operan en connivencia con mezquinos intereses criollos y las fuerzas del pueblo agrupadas alrededor de la gestión de un gobierno democráticamente elegido por ese mismo pueblo. A menos que se esté convencido que nunca se produjo el golpe de Estado de abril de 2002, ni el paro petrolero, ni las guarimbas, ni la violencia promovida como acción política, ni los actos de sabotajes a servicios públicos básicos, ni las agresiones económicas, ni  el acaparamiento de productos y la especulación en sus precios, etc. ¿Es acaso casual que la derecha internacional (neoliberal, imperialista y antidemocrática) agote todos sus esfuerzos para atacar la democracia venezolana a nivel informativo y difamarla en el seno de los organismos internacionales? ¿Valoramos como se merece la integración latinoamericana y la conciencia de nuestro destino común?

Votar

Las elecciones no resuelven los conflictos de manera definitiva. Son un episodio mas en el largo esfuerzo por construir un destino mejor para Venezuela. Para un tiempo específico, conforman una nueva situación a partir de la cual se redefinirán los problemas políticos, delimitarán la configuración del nuevo escenario en el cual continuarán las luchas por conquistar mayor poder para el pueblo y mayores niveles de bienestar para todos. Y, sin duda, de acuerdo a quienes integren la nueva Asamblea Nacional, discurrirá su desempeño y se acelerarán o retrasarán decisiones importantes.

Las discusiones no las resuelven las elecciones. Continuarán las críticas y las objeciones que son necesarias y las exigencias que como militantes estamos obligados a mantener para que no decaiga la lucha. Pero también es un deber conservar y ampliar las fuerzas impugnadoras e impulsoras del cambio.

Hay que votar porque hacerlo valida el sistema electoral del cual nos sentimos orgullosos y que ha facilitado la resolución de graves problemas políticos en términos pacíficos y democráticos. El proceso revolucionario venezolano ha pasado por importantísimas confrontaciones electorales que han marcado su permanencia y su futuro. Piénsese, por ejemplo, el referendo de 2004 que resolvió la continuidad del gobierno de Hugo Chávez Frías y, en consecuencia, de la Revolución Bolivariana. Allí se sometió al pueblo la decisión de continuar o no por los caminos que hemos seguido hasta ahora.

Pero, además, hay que votar bien. Hacerlo por la mejor opción para el país, para profundizar los cambios en beneficio de las grandes mayorías y afianzar la democracia como instrumento de decisión en los asuntos clave de nuestro país.