viernes, marzo 02, 2012

Progreso suele ser una mala palabra



Por: Rafael Hernández Bolívar

Decir que progreso es una palabra ambigua y de significación relativa es decir poco. No resulta claro definirla y sus interpretaciones son disímiles. Más aún, cuando se asume consensualmente un núcleo básico de significación, termina teniendo connotaciones diferentes entre quien lo disfruta y quien sufre o paga ese progreso.

Por eso parece conveniente asumirlo como lo que es: Un ardid publicitario para vender la ilusión de que las sociedades avanzan desde niveles inferiores de convivencia y bienestar hacia sociedades de problemas básicos resueltos, mayores recursos y, una vez más, mayor bienestar.  De esta manera se termina asociando a esta palabra la eficacia y la eficiencia para resolver situaciones que redundarían en beneficio para todos cuando la verdad es que ese bienestar se reparte de manera desigual.

Sin embargo, ocultan la otra cara: El progreso tiene un costo económico, social, humano, ambiental. Sus dimensiones y consecuencias son asumidas por la sociedad en su conjunto. Con el dinero necesario para la construcción de hospitales, escuelas, universidades, fábricas, producción alimentaria, seguridad, etc., se construyen amplias autopistas por las cuales circularan miles de vehículos contaminantes tripulados por pasajeros solitarios mientras las grandes masas de trabajadores se atapuzan en camionetas y autobuses.

Pretenden que la solución arrope al problema. La gente olvida que de lo que se trata es de resolver la necesidad de ir de un lugar a otro en las mejores condiciones de confort, tiempo y seguridad para todos y el hecho que algunas pocas personas puedan ir a sus anchas, con aire acondicionado, buena música y comodidad no compensa el sacrificio del resto de la sociedad ni la asfixia del planeta.

Progreso es la pretensión del vendedor que quiere enriquecerse vendiéndonos la idea de una casa bonita y confortable; pero, ocultándonos deliberadamente que su techo es cancerígeno y sus bases se irán con cualquier estremecimiento.

El vendedor es Radonsky.