jueves, febrero 09, 2012

Este domingo hay que llamar a María


Por: Rafael Hernández Bolívar

Hace algunos años leí o escuché -no recuerdo dónde ni a quién- una versión sobre el origen de la frase “¡Hay que llamar a María!”. No la religiosa que asocia esta expresión a la Madre de Jesús, invocada en momentos de dificultad extrema. La versión a la que me refiero, aunque pueda sonar irreverente es, sin embargo, divertida.

Todo comenzó cuando Juan presentó un examen para optar por un puesto de operador de vías en una empresa ferrocarrilera. En un momento de la prueba le preguntaron:

-¿Qué haría usted en caso de que dos trenes, desde direcciones contrarias, se dirigen a gran velocidad a un punto de intersección de vías?

-Cambiaría las vías para evitar la colisión y advertiría por la radio a ambos trenes.

-Suponga que las guías están atascadas y la radio no sirve.

-Entonces, saco las banderas de señales y hago las advertencias necesarias.

-Ocurre que es noche oscura y no se pueden ver las banderas, ¿qué haría usted?

-Encendería la linterna y con las claves convenidas advertiría del peligro.

-Pero no hay linterna.

-Encendería una antorcha y con ella hago las señales.

-Sin embargo, está lloviendo y no hay fuego que se sostenga, ¿qué haría  usted?

A esta altura del interrogatorio, Juan cruza los brazos, respira profundamente y dice:

-En ese caso, llamo a María.

-¿A María? ¿Y quién es María?

-María es mi mujer.

-Y ella, ¿qué tiene que ver?

-¡Nada! Pero la llamo para que venga a ver ¡el tremendo carajazo que se van a dar esos dos trenes!

Este domingo hay que llamar a María. A María Machado, para más señas. Para que vea la tremenda caída de nalgas que se va a dar ese día al constatar que ni aún entre los escuálidos prende el discurso troglodita de la resurrección del capitalismo salvaje; ni la insolencia de los insultos gratuitos que permite la democracia; ni los montajes, la demagogia y los gestos falsos. Ni el respaldo descarado de intereses foráneos ni la bendición de Bush.