viernes, noviembre 17, 2006

Marx y la izquierda que no es

Por: Rafael Hernández Bolívar
Un hemano me curó para siempre de la mala costumbre de regalar libros que no había leídos. En cierta oportunidad, le regalé un libro que por su temática, tabla de contenido y popularidad del autor, juzgué que le gustaría. No sucedió así. Mi hermano leyó el libro y en nuestro siguiente encuentro lo pulverizó. Le consiguió tantas inconsistencias y tantos pensamientos atrasados o reaccionarios que me hizo experimentar vergüenza por haber recomendado un libro tan malo, obligandome a confesarle la verdad: No lo había leido. Desde ese día no recomiendo ni mucho menos regalo libro que no haya leido previamente.
El asunto viene a cuento porque vi una actractiva biografía de Carlos Marx destinada a jóvenes escrita por Fernando Rodriguez. Impresión impecable, diseño novedoso, juvenil, sentido didáctico, imágenes irreverentes, redacción clara, temas interesantes. De inmediato la compré con el ánimo de regalársela a mi hijo. Pero, fiel a mis experiencias, decidí leerla antes de dársela. Pués, bién, ¡la decepción fue mayúscula!
Toda historia es historia del presente, solía recordar Gramsci citando a Croce. Hoy se reivindica esta verdad en la biografía escrita por Fernando Rodríguez. Este autor, pretendiendo historiar a Marx termina haciendo un retrato del derrotismo y la desorientación de un sector de la izquierda atrapado en contradicciones teóricas y éticas insalvables. Sector al que, precisamente, pertenece Rodríguez. Resultado: Nos presenta un Marx que ha perdido toda carga revolucionaria, que se limita a ser a un genial intérprete de la realidad; pero, al fin y al cabo, un intérprete más. Precisamente la negación de una de las tesis más definitorias del marxismo: No se trata de interpretar el mundo; se trata de transformarlo.
Es el destino de una izquierda que ante la ausencia de una justificación ética para oponerse al hermoso proceso de transformación que se impulsa en Venezuela –proceso que ha dado espacio y dotado de rostros a los desvalidos de nuestro país-, recurre al escepticismo y a la confusión teórica para validar sus atrasadas posiciones políticas. En este caso, se recurre a un ardid argumental: Marxismo y comunismo son sinónimos, lo que se desarrolló en la URSS fue el comunismo y fracasó; luego, también fracasó el marxismo.
Hay, no obstante, otra lectura: El fracaso de la experiencia soviética no es el fracaso del marxismo ni del comunismo. Ni siquiera el triunfo del capitalismo. La historia no avanza en línea recta, sin contratiempos. Al contrario, está llena de avances y retrocesos. Lo han dicho otros con precisión: No es una línea recta; es una espiral. El marxismo es instrumento de liberación del hombre: Crítica del capitalismo, visión de totalidad, redención de los oprimidos, profudización de la democracia, conquista de la libertad. Nada que ver con ese Marx empobrecido, aplastado por los acontecimientos, que nos presenta Fernando Rodríguez.
Hay que refrenar los impulsos inspirados por la estética. Precisamente eso le otorga su capacidad para la confusión: Un libro, como objeto plástico, atractivo. De entrada seduce, se gana nuestra simpatía; pero, al final de su lectura, dejaría, en un lector desinformado, un sabor amargo de frustración y pesimismo.

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