martes, diciembre 06, 2016

¿Qué está pasando?


Por Rafael Hernández Bolívar

En el supermercado Carrefour de Cabrera de Mar (Barcelona, España), hay un pasillo en dónde se ofertan diferentes pastas de trigo: espaguetis, pastichos, caracolas, sopas, etc. Este supermercado forma parte de un gran consorcio, con presencia en todas las provincias españolas. Tomo del estante un paquete de pasta Barilla y leo en el envoltorio lo siguiente: "Importado y distribuido en la República Bolivariana de Venezuela por Alfonzo Rivas & CIA, C.A." Siguen el RIF, el permiso sanitario venezolano y la dirección de la empresa en Caracas.

¿Cómo llegó esto aquí? Es la primera pregunta obligada. Este es un producto exportado desde Italia para Venezuela y termina siendo vendido en una gran cadena de supermercados en España. ¿Se trata de una negociación fallida que la empresa productora terminó colocando en este mercado? No parece creíble porque una producción de esta magnitud no la hace una empresa sin garantías reales de colocación, sin que medie un contrato y cláusulas específicas.

¿Se trata de una etiqueta que tienen todos los productos de esta empresa? No. Constato que, en otros productos alimenticios similares de la misma empresa, las etiquetas contienen la información nutricional y señalan que sus productos siguen las normas de la Comunidad Económica Europea y de Mercosur. Es decir, sólo en este caso da la impresión de que es una producción especial hecha para Venezuela.

¿Acaso la empresa importadora, con dólares venezolanos, ordenó la producción y al momento de recibirla mando una parte para Venezuela con el fin de cumplir las formalidades de justificación de dólares preferenciales y la otra la colocó en otros países? Podría ser. No se necesita ser muy mal pensado para llegar a esa conclusión, sobre todo, porque la empresa de la que se trata, recuerdo que hace algunos años fue acusada de haber usado dólares del Gobierno Nacional para fines distintos a los que fueron otorgados.

martes, noviembre 22, 2016

Reaccionarios integrales


Por Rafael Hernández Bolívar

Por lo menos en cuanto a política se refiere. Son pocos; pero, son, como diría Vallejo refiriéndose a los dolores terribles. A fuerza de identificarse con los privilegios y el gran capital se vuelven predecibles. Sin ningún talento especial, salvo seguir con atención las dos o tres ideas básicas que suelen reiterar en los espacios donde se mueven estos personajes, cualquier persona puede saber de antemano lo que van a decir y hacer. Uno termina por ganarse una inmerecida imagen de prestidigitador. 

“Cesar Miguel Rondón escribió un artículo sobre los resultados del referendo colombiano por la paz”, me dice un amigo. Antes de que prosiga, le digo: “Seguro que está contento con la victoria del NO y deseando que el gobierno extermine de una vez a los guerrilleros”. Mi amigo, que sabe que yo no he leído el artículo, desconcertado agrega: “Si, eso dice”.

Leo entonces el artículo de marras: “Pueblos con memoria”.  Efectivamente, Rondón se alegra por la victoria del NO porque, según sostiene, el pueblo colombiano nos dio una lección a los venezolanos al demostrar que no olvida y está dispuesto a cobrarle a la FARC todo el daño que hizo al país. He ahí la síntesis del pensamiento que encontrará también en Álvaro Uribe o en cualquier otro personaje de la derecha.

Por supuesto, olvida dos asuntos importantísimos: 1) El cuantioso número de víctimas ejecutadas directamente por el Estado colombiano y por los paramilitares y organizaciones de la ultraderecha, con el agravante que quien es el responsable de garantizar los derechos humanos sea el principal violador de los mismos. Aquí, siguiendo la lógica de Rondón, el pueblo no tiene memoria. 2) Del universo total de electores, el 81,3 % de los colombianos no votaron por el NO; es decir, tampoco tienen memoria.

Y es que Rondón está obnubilado por el deseo de cobrar supuestos agravios. Le pide a los venezolanos que no olviden para que cuando llegue el anhelado momento puedan vengarse. Para él, dialogar es definir los términos en los que vas a pagar lo que le “pertenece” a sus mandatarios.

martes, noviembre 08, 2016

A confesión de parte…


Por Rafael Hernández Bolívar

La intervención que hizo el diputado Ramos Allup, el pasado primero de noviembre en la Asamblea Nacional, reveló los desaciertos y la desorientación de la oposición venezolana de los últimos años. 

Admite que la oposición ha sido obligada al diálogo por la presión internacional que significa la exigencia de discusión y acuerdo que ha hecho el Papa Francisco. Entiende que en virtud a esta solicitud, los opositores están dispuestos a prestar oídos al gobierno y, hasta llevar el gesto a un poco más: diferir por unos días su plan actual de sacar de la Presidencia de la República a Nicolás Maduro mediante el manejo distorsionado de las funciones de la Asamblea Nacional.

Admite también que no está mal probar el diálogo, ya que la estrategia de agudización de conflictos, de sabotaje de la economía y de violencia ha resultado hasta ahora completamente inútil para lograr la derrota de la Revolución Bolivariana. Sin embargo, no renuncia a esa estrategia sino que la mantiene como amenaza sobre la cabeza de los dialogantes, sin mencionar siquiera los daños que ha ocasionado al país la estrategia irresponsable y criminal de acentuar conflictos cuyas consecuencias ha soportado el pueblo de manera estoica.

Finalmente, admite, para su desconcertante sorpresa, que la mayoría de la gente, incluida las propias filas de la oposición, es partidaria del diálogo y el acuerdo para emprender esfuerzos que resuelvan los problemas de los venezolanos. 

Lo que ha olvidado Ramos Allup, sin embargo, es que asumir seriamente el diálogo supone entender que tal proceso se da enmarcado dentro de la Constitución y las leyes de la República Bolivariana de Venezuela. No se trata del “yo cedo y tu das” que dijo en su discurso, como que si no hubiese otra consideración que sus objetivos y su capacidad de chantaje. Se trata de lo que legítimamente se pueda exigir, sin violar las leyes ni las instituciones, ni mucho menos la voluntad expresa de las mayorías.

miércoles, octubre 26, 2016

Dios en Colombia no tiene amigos


Por Rafael Hernández Bolívar

Tantas muertes, tantos mutilados, tantas familias destruidas, tantos caseríos arrasados, ¡durante tantos años!, ¿no son suficientes? Es lo primero que uno se pregunta ante la victoria del “No” en el referendo por la paz celebrado recientemente en Colombia. 

Se le preguntó al pueblo: "¿Apoya usted el acuerdo final para la terminación del conflicto y la construcción de una paz estable y duradera?". De 34.899.945 colombianos que podían ejercer el derecho a manifestar su decisión, las respuestas se distribuyeron así: 63% (21.833.920) prefirió no contestar; es decir, no ir a votar. El 37% restante (13.066.025) que contestó a la pregunta, lo hizo de la siguiente manera: 18,43 de la población electora (6.431.372) apoyaron el “No” y 18,27 (6.377.464) respaldaron el “Sí”. 

La victoria del “No” es terriblemente desoladora para quienes desde cualquier rincón de la tierra saludamos esperanzados el camino para el perdón, la tolerancia y la democracia que se abría con los acuerdos entre el gobierno nacional y la FARC. Pero no tanto por la cifra del “No” que, al fin y al cabo, es menos de la quinta parte de los colombianos aptos para votar, quedando además un amplio espacio para discutir la motivación de ese voto que agrupa a los sanguinarios de la guerra (la minoría), a los confundidos por la campaña de manipulación y engaño (el jefe de la campaña del “No”, desbordado por la euforia al conocer los resultados, se fue de la lengua y dijo que durante la campaña promovieron la indignación, distorsionaron los puntos del acuerdo de paz y mintieron de manera inescrupulosa), a los  que dudan de la viabilidad del acuerdo, etc. Lo dramático es la apatía y la indiferencia de la gran mayoría de los colombianos víctimas de la guerra, obligados a la zozobra, al desplazamiento y al terror. ¿Cómo es posible que se queden en sus casas?

Hay algo más. Al seguir los datos y el peso que, de acuerdo a los analistas, tuvo la religión en esos resultados, se destaca el tristísimo y decisivo papel que jugaron los cristianos en la victoria del “No”. Los representantes católicos, oficialmente identificadas con el “Si”, no hicieron esfuerzos para convertir en victoriosa esta opción y, en cuanto a los evangélicos, hubo congregaciones que frontalmente hicieron campaña por el “No”. Si como dice Edgar Castaño, presidente de la Confederación Evangélica de Colombia, los evangélicos suman unos diez millones de votos en un país en donde el Presidente de la República es elegido por menos de ocho millones y en el referendo por la paz le aportaron al “No” mas de dos millones de votos, resulta claro lo decisivo que fue este voto para la victoria del “No”.

Precisamente porque de cristianos se trata, este comportamiento me trajo a la memoria lo que para mí es la expresión colombiana más profundamente humana de la desolación y la impotencia, la canción del dolor y el desamparo que compuso Juancho Polo Valencia cuando murió su compañera:

“Como Dios en la tierra no tiene amigos,
como no tiene amigos anda en el aire. 
Tanto le pido y le pido, ¡ay hombe!
siempre me manda mis males.”

“Se murió, mi compañera ¡qué tristeza!
            Alicia, mi compañera, ¡qué dolor!”

            “…Donde todo el mundo me quiere,
            Alicia murió solita...”

Al interpretar el voto al “No a la paz” de católicos y evangélicos, a la luz de los versos de esta canción, necesario es concluir que estos cristianos no son amigos de Dios -que es la paz, como nos venían predicando en armónica coincidencia ambos grupos religiosos. Parece que tampoco son amigos del Pontífice Francisco quien expresó su deseo y buena voluntad por los acuerdos de paz y su deseo de visitar al país, en caso de que ganara el “Si”. De manera explícita el Papa reiteró su “apoyo al objetivo de alcanzar la concordia y la reconciliación de todo el pueblo colombiano, a la luz de los derechos humanos y de los valores cristianos que se hallan en el centro de la cultura latinoamericana". En fin, los cristianos al apoyar al “No” con su voto o manteniéndose en sus casas, también le dijeron al Papa que no lo querían ver por Colombia. 

Los cristianos que votaron por el No” estaban convencidos de que con la paz vendría colada una procesión de prerrogativas de género que destruiría lo que ellos entienden por familia cristiana. Y valorada la disyuntiva de esta manera, ellos optan por la continuación de la guerra. Lo que en términos de racionalidad política es una negación a la democracia; pues, aún suponiendo fundadas las aprehensiones sobre algunos puntos de los acuerdos, el camino de la paz ofrece la posibilidad del diálogo, la discusión y el acuerdo que, acudiendo al pueblo, fuese solventando las limitaciones y objeciones. No es lo mismo solventar los escollos intercambiando argumentos y sometiéndose a la voluntad de las mayorías que imponer decisiones disparando balas y contando el número de muertos.

Algunos dicen que la razón de este comportamiento de los grupos evangélicos se debe a que fueron ignorados por quienes promovían el “Si” y por el Presidente Santos, o sostienen que hizo falta explicaciones e involucrarlos en la negociaciones por la paz. Quizás, haya algo de fundamento en esa observaciones. Pero, uno se pregunta, ¿No son los cristianos, precisamente, los predicadores de la paz? ¿Necesitan que alguien les convenza de su conveniencia y de su prioridad?
Los cristianos prefirieron apostar por la continuación de la guerra; unos, promoviendo activamente el “No” como decisión electoral y, otros, adoptando una posición pasiva de bajísimo perfil o, de manera abierta, mostrándose indiferentes.

Y, por supuesto, hoy nadie puede excluirlos de su responsabilidad. Esperemos que no tengamos que escribir, imitando a Juancho Polo Valencia: “Donde todo el mundo la quiere, la paz murió ¡solita!”.

martes, octubre 11, 2016

Ley para robagallinas


Por Rafael Hernández Bolívar

En octubre de 2014, Carlos Lesmes, presidente del Tribunal Supremo y del Consejo General del Poder Judicial español, decía ante altos representantes del gobierno de Rajoy, que en España la ley fue pensada para los robagallinas y no para los grandes delincuentes. Es por ello que no es un instrumento eficaz para combatir la corrupción. Y, advirtió, que “sin justicia no hay regeneración democrática”.

La revelación y la advertencia son en sí mismas muy graves, sobre todo por el alto cargo judicial del personaje que las pronuncia. Sin embargo, la ley viciada es apenas uno de los medios de los que se vale la clase dominante y sus representantes políticos para cometer impunemente sus fechorías. Hay que agregarle la conducta alcahueta de los grandes medios de comunicación que focalizan la atención ciudadana sobre “robagallinas” y chivos expiatorios para que pueblo olvide o no vea las grandes operaciones de expoliación y pillaje. 

Hasta los escándalos los rentabilizan a su favor. Un ejemplo gráfico de esta situación es el llamado caso de las “tarjetas black”: A lo largo de 10 años, 65 consejeros directivos de Caja Madrid y Bankia se apropian de 20 millones de euros de dinero público a través de tarjetas de crédito otorgadas por dichos bancos. El juicio ha resultado todo un espectáculo, incluidos insultos a los imputados (espontáneos les gritan “chorizos”, “delincuentes”, etc.,) que disfrutan transeúntes y televidentes y luego extiende la prensa escrita y radial en interminables comentarios.

Sin duda, ameritan ser castigados. Pero, todo eso resulta un vulgar robo de gallinas en comparación con las decenas de miles de millones robados en las grandes estafas cometidas por el gran capital. Nadie habla del dinero que se utilizó en rescatar la banca o de las operaciones como el llamado “banco malo” mediante el cual el gobierno compró activos en manos de los bancos pagando su valor según libros y luego se los vendió a esos mismos bancos a precio de remate.

martes, septiembre 27, 2016

Insultos castigados


Por Rafael Hernández Bolívar

El insulto tiene consecuencias perniciosas para el debate político. No aclara ni define nada sobre las cuestiones que importan a los ciudadanos; esto es, los programas, las ideas y la acción concreta de las organizaciones y sus dirigentes sobre los problemas del país. Lo que consigue es desviar la atención y, sobre todo, sembrar resentimientos y odios personales que en lo adelante se reproducen  en una espiral de descalificaciones interminables. La pretensión de quienes se dedican al ejercicio de este comportamiento deleznable es ridiculizar, ofender y someter a los insultados al escarnio público.

Por definición, el insulto es una acusación infundada. Si se tiene las pruebas en la mano no lo es. Pero si esa condición no se da, el insulto es evidente. En razón de que los políticos están sometidos al escrutinio público, la gente cree que puede acusar impunemente de cuanto delito se le ocurra y con ello no sólo degrada el debate sino que lo banaliza y lo hace inútil. Los esfuerzos se dedican a inventar acusaciones ofensivas o en defenderse con las mismas armas, potenciadas por las heridas abiertas, en unos casos, o por la desvergüenza de los que asumen esa situación como una realidad compartida: todos somos iguales.

Por eso, tiendo a otorgarle puntos a favor al político que, víctima de un insulto, acude a las instancias competentes para desmentir la acusación antes que inventarse retrucos insultantes hacia sus agresores.

Dos ejemplos recientes me lo confirman. Diosdado Cabello en su demanda contra el periódico TalCual y Pablo Iglesias contra el periodista Alfonso Rojo. En el último caso, Iglesias demandó ante un tribunal por la acusación de “chorizo” y “mangante” que hizo el periodista contra su persona. Demostrada que la acusación era infundada, Alfonso Rojo fue condenado a pagar veinte mil euros de indemnización y a publicar en su periódico la resolución del tribunal y una disculpa pública.

Ojalá este tipo de condena disuada conductas tan dañinas y deje tiempo para discutir lo importante.

martes, septiembre 13, 2016

La marca


Por Rafael Hernández Bolívar

La política tiene su manera de nombrar los procesos y los sujetos que participan en ella. Cuando deliberadamente se asumen palabras nuevas o diferentes del universo habitual de desempeño no es que se renuncie a la política sino que se hace desde otra perspectiva y de acuerdo a intereses específicos.

Ocurre esto en la España de hoy. Las palabras utilizadas por muchas de las fuerzas políticas están asociadas al marketing y a la publicidad antes que a los programas y a las ideas habituales de la política. Así, para el presidente en funciones Mariano Rajoy, España ya no es esencia un territorio, instituciones y grupos humanos con cultura, tradiciones e historias específicas. No. Para él, España es en esencial una marca y se refiere a ella como la marca “España”, objeto de los esfuerzos de su partido y su gobierno. Es decir, de lo que se trata es de imponer una imagen publicitariamente atractiva a nivel internacional, sin importar mucho su correspondencia o no con la realidad.

Pero resulta curioso que el partido insurgente contra el status quo, quien cuestiona las ejecuciones y los resultados de este comportamiento político, sus dirigentes se refieran al partido, no como una organización de sectores sociales, programas y dirigentes sino también, véalo usted, como “marca” y hablan de sí mismos como la marca “Podemos”, de cuánto crece y se multiplica en el país.

Sin duda, que las fuerzas políticas pueden definirse como les venga en gana y mejor cuadre a sus intereses. Pero cuando se quiere transformar de verdad una realidad política no se puede asumir como propias la palabras y los gestos de quienes son precisamente los responsables y creadores de esa realidad. 

Para hacer una revolución se necesita mucho más que clichés: Se requiere concientización y compromiso. Y éste sólo puede surgir de la comprensión de los procesos, de la complejidad y la dureza de la lucha por el cambio. De lo contrario, al primer obstáculo se agotan el respaldo y la fuerza.

martes, agosto 30, 2016

Violencia y política


Por Rafael Hernández Bolívar

Crece nuestro asombro e indignación a medida que conocemos detalles y circunstancias en que fue asesinado Rodolfo Illanes, el viceministro boliviano de Régimen Interior. No sólo en cuanto a lo que tiene ver que ver con el hecho de que mediaba en un conflicto, tratando de dialogar y llegar a acuerdos, sino por toda la saña y la crueldad, incluida la tortura, con la que actuaron sus asesinos.

Más aun cuando los motivos están asociados a intereses políticos contrarios a la clase trabajadora, representada en este caso, por dirigentes manipulados y al lado de la derecha boliviana que ha hostigado al gobierno de Evo Morales a través de decenas de actos conspirativos, hasta hoy, debelados con éxito.

Pero, es precisamente esa derecha, con poderosos altoparlantes internacionales, quien se las ingenia para trastocar la verdad a base de infamia y mentiras y presentar a los victimarios como víctimas y convertir a vulgares asesinos en abnegados políticos.

Nada nos extrañaría que en las semanas por venir, cuando las autoridades avancen en las investigaciones y se identifiquen y procesen los culpables, veamos una campaña a nivel internacional en que se diga que los que sean hechos presos no son sino chivos expiatorios, o que en Bolivia no existe independencia de poderes y la justicia no es más que un instrumento en manos del ejecutivo para castigar y negar los derechos a los enemigos políticos y veamos tratados a los asesinos como “presos políticos”. En fin, el mundo al revés del que tanto habló Eduardo Galeano, mundo del que los venezolanos ya conocemos sus promotores criollos e internacionales.

Este asesinato debe ser repudiado sin cortapisas y sus responsables juzgados severamente por la justicia boliviana. Es la manera de defender la democracia, las instituciones y desenmascarar la conducta inmoral y sanguinaria de quienes no dudan en recurrir al asesinato y a la violencia en sus pretensiones de doblegar la voluntad de los pueblos.

martes, agosto 16, 2016

El vuelo de Yulimar


Por Rafael Hernández Bolívar

El nerviosismo inicial, los movimientos rutinarios y cabalísticos que liberan tensión e imprimen valor y fe, la posición de salida, la indicación de partida, el primer avance que inaugura toda la energía y la fuerza de un cuerpo joven formado con devoción y disciplina que ahora se despliega exuberante a lo largo de la pista y culmina con tres enviones formidables que despegan del suelo y se hacen vuelo majestuoso hasta tocar esos extraordinarios 14,92 metros. No hay nada más verdadero que esa tensión concentrada de los músculos impulsando la carrera ni mayores certezas que su liberación  en el despegue y su recuperación en el aterrizaje de arena y triunfo.

Después, el veredicto: Medalla de Plata en las Olimpiadas de Río 2016. La bandera venezolana que se transforma en alas, los hermosos brazos de atleta se hacen alerones de sustentación y el viento que flamea el tricolor y mueve los cabellos al paso de la marcha triunfal. 

Ese paseo por un estadio de cuarenta y cinco mil personas no arrostra nuestra victoria a los otros. Mas bien nos hacía sentir que podemos conquistar todo lo bueno que da el trabajo perseverante y sacrificado de anónimos compatriotas. Todos quienes han apoyado, orientado, entrenado y han hecho ganadora a esta deportista de nuestra tierra. Los que nacieron aquí y los que vinieron de afuera con su ayuda generosa.

Un ritmo de un solo corazón venezolano celebra la apoteosis de la victoria. Un diástole que preparó con esfuerzo los sueños de gloria y un sístole que apostó toda la fuerza en esta competencia final. Quienes, con la respiración en suspenso, contemplamos a través de la televisión el desenlace, vivimos, como prolongados en los movimientos de Yulimar, una mágica resurrección y un telúrico reconocimiento. 

De repente, estábamos todos, por encima de distancias y diferencias. No el tic tac de una bomba de tiempo que nos amenaza a todos sino el ritmo sereno de un corazón esperanzado en el trabajo, la tolerancia y la fe.

martes, agosto 02, 2016

La política como maniobra


Por Rafael Hernández Bolívar
 
La política puede ser también espacio para el teatro bufo y las representaciones descaradas, siendo los burlados los electores y los histriones de patético desempeño, los políticos que, echando mano de la simulación y el engaño, logran hacerse de un cargo de elección popular. 

Después de ser elegidos, su primera burla se produce al momento de jurar sobre sus nuevas responsabilidades: “Antes Dios y ante la patria juró cumplir con la Constitución y las leyes de la República. Si así lo hiciere, como lo voy a hacer, que quede constancia; si no, que la patria y el pueblo me lo demanden”. El acto mismo es una farsa porque no creen en la mandataria, la patria, y, mucho menos, en que pueda demandarles por incumplimiento alguno. Antes de levantar la mano, ya están pensando en como esquivar o saltarse leyes o constitución para dar impulso a sus particulares o grupales planes políticos.

Pienso esto teniendo presente la conducta de abuso desplegada, en todos los tonos grises y nauseabundos imaginables, por el actual Presidente de la Asamblea Nacional. Arrumar símbolos patrios ya es un hecho grave, dada su investidura. Pero juramentar diputados o desconocer resoluciones del más alto tribunal del país, ya es delincuencia pura y simple, malandraje.

¿Cumple Ramos Allup con las leyes y la Constitución del país? ¿No se desprende de este cumplimiento el reconocimiento a las instituciones del Estado y el acatamiento de las decisiones de las autoridades que legítimamente las representan?

La primera víctima de su comportamiento irresponsable es la Asamblea Nacional, al distorsionar su funciones y convertirla en un instrumento; no para la generación legislativa, que es su legítima función, sino para socavar los otros poderes: En seis meses salimos del gobierno de Maduro, dijo. Pero, sus maniobras y las de sus compinches fracasan de manera pertinaz, una y otra vez, como fuerte y decidida es la voluntad de las mayorías.

martes, julio 19, 2016

Locos peligrosos


Por Rafael Hernández Bolívar

Alguien dijo alguna vez que "más peligroso que un mono con una hojilla es un gorila con una bomba atómica". Se refería a la pretensión de un dictador latinoamericano de fabricar una bomba nuclear en la década del setenta. 

La capacidad destructiva entre uno y otro instrumento no admite comparación. La distancia entre ellos es el desarrollo tecnológico. Este multiplica en cantidades inimaginables el poder destructivo que hace la diferencia.

Hay ejemplos recientes que patentizan de manera dramática esta realidad. Andreas Lubitz, copiloto del Airbus A320 de Germanwings, sometido a tratamiento psiquiátrico, el año pasado, deliberadamente estrelló el avión contra una montaña, provocando ciento cincuenta muertes. El hombre que recién embistió un camión contra una multitud en Niza, Francia, causando ochenta y cuatro víctimas mortales y numerosos heridos graves, también estaba medicado con antipsicóticos. En este caso, agravado por el hecho de haber sido utilizado por fanáticos islamistas. Hace dos días, un hombre agredió con un hacha a los pasajeros de un tren en Alemania, causando heridos. En este último caso, la tecnología primitiva del arma minimizó los daños.

Hoy, ya no como chiste sino como una posibilidad real, esta comparación toma forma de angustia en la vida de millones de personas en el mundo. Podemos constatar que objetos cotidianos e inofensivos, merced al poder que da la tecnología, otorga a una persona presa de la locura una terrible capacidad de destrucción. 

Pero la preocupación absoluta y aplastante ocurre cuando el uso de la capacidad tecnológica pasa por la decisión política colocada en manos de fanáticos imperialistas o desquiciados representantes del poder económico. Un sistema, depredador e inhumano de por sí, potencia la destrucción y la muerte en manos de un George Bush o de un Donald Trump. Este último no se anda por las ramas. No oculta ni sus pretensiones ni las formas. 

martes, julio 05, 2016

Silencio de la maledicencia española


Por Rafael Hernández Bolívar

Desde el 26 de junio hay una nueva realidad mediática en España. Para asombro de todos, Venezuela desapareció de las portadas de los grandes periódicos y los reportajes especiales trasmitidos en hora estelar también salieron de la programación de canales de televisión y emisoras de radio. Ni los grandes personeros del gobierno ni los dirigentes políticos toman posición sobre lo que ocurre en nuestro país. Ya no hay denuncias infundadas de grandes titulares ni anodinos personajes convertidos en celebridades por entrevistadores estrellas y paneles de especialistas en la difamación y la mentira. Se acabaron, por ahora, los juicios terribles y lapidarios sobre la realidad venezolana. 

Los españoles de a pie, sin embargo, con un dejo inevitable de picardía, refugiados en los cafés y en internet, comentan irónicos: “Que una vez pasadas las elecciones no salga ninguna noticia de Venezuela es pura casualidad”.  “Me alegro de que por fin vaya todo bien en Venezuela. Ese Maduro es cojonudo. Le bastó un solo día para resolver todos los problemas. ¡Hasta hizo que lloviera, se llenaran las represas y se hiciera la luz!”.  “Un país que estaba en crisis humanitaria y la ONU ya organizaba comisiones para recoger los cadáveres por el hambre y la guerra civil, ya no es noticia”. “¿Alguna noticia de Venezuela? ¿Se han resuelto todas las cosas?” “La pena es que ahora vamos a dejar de saber de Venezuela. Yo con tanta portada y telediario todos los días ya le había cogido cariño”. “Diez días sin tener noticias de Venezuela, ¡por favor, necesito saber cómo están!” Por supuesto, no podía faltar el típico mal hablado español: “En España aun seguimos con problemas y con un escenario político bloqueado, pero en Venezuela, de golpe, ya va todo de puta madre”.

Y es que el descaro de la derecha española no tiene límites en cuanto a uso de la maledicencia para sus fines políticos locales. Con muchísima razón un internauta comentaba: “Si veis que empiezan a hablar otra vez de Venezuela es que va haber terceras elecciones”. 

martes, junio 21, 2016

Esto es lo que hay


Por Rafael Hernández Bolívar

En su libro recientemente publicado, La idea de comunismo, Slavoj Zizek, recordando a Hegel, plantea que la repetición de un acontecimiento histórico es un signo de que nos encontramos ante un hecho de significación profunda, estructural. La prolongada crisis del capitalismo de nuestros días es clara ilustración de la validez de esta reflexión y la búsqueda de salidas a la crisis obliga replantear ensayos y proposiciones gestadas por quienes racionalmente impulsan estrategias y programas desde experiencias, perspectivas y contextos diferentes.

Es así como, compartiendo aspectos básicos de la caracterización de esa crisis, de la identificación de sus aspectos fundamentales y sus factores y responsables que la generan, los pueblos despliegan sus esfuerzos para impulsar sus grandes reivindicaciones creando pivotes que le permitan construir un futuro diferente al sin fin de calamidades que confrontan en una crisis que reparte de manera desigual sus consecuencias.

En Venezuela, se ha dado aliento a una revolución inclusiva en términos sociales, a lo interno y, en términos regionales, en lo que tiene que ver el destino de Latinoamérica. Todo ello en permanente confrontación a los ataques de la derecha criolla e internacional.

En España, los caminos que transitan los sujetos revolucionarios son diferentes; pues, la realidad también lo es, aunque los estragos provocados por la crisis tengan el común origen del agotamiento del capitalismo. Algunos compañeros se han mostrado incomprensivos o confusos con esos caminos. 

Bueno es decir que en una sociedad que aún tiene Monarquía, la Iglesia tiene un peso importantísimo no sólo en el ámbito religioso sino incluso en su poder económico e ideológico y el pueblo está aún anestesiado con el discurso distorsionado del franquismo y su prolongación ideológica en la estructura mediática dominante; en fin, en tal situación, no hay mucho margen de maniobra para plantear los cambios necesarios. 

Unidos Podemos trabaja con lo que hay.

martes, junio 07, 2016

Los límites del diálogo


Por Rafael Hernández Bolívar

De Perogrullo: El diálogo es la vía necesaria de negociación y de resolución de conflictos en una sociedad democrática. Se trata de exponer, de discutir, de  proponer y de resolver sobre asuntos clave de esa misma sociedad, recogiendo las iniciativas, los intereses y las propuestas de los diferentes sectores y estamentos, todo ello en el marco institucional que define las reglas de juego y ofrece los espacios para la participación y la generación de acuerdos.

Sin embargo, en la actual situación de nuestro país, resulta curiosa la manera como la oposición venezolana se plantea ese diálogo. A su juicio, en primer lugar, el diálogo tiene sentido si satisface su pretensión de revocar la presidencia de la república que actualmente ejerce Nicolás Maduro. En segundo lugar, el diálogo se reduce a la relación entre la oposición y el gobierno, dejando por fuera todos los demás interesados en el asunto.  Para rematar, hace abstracción de los requisitos y lapsos previstos en las leyes y de los organismos pertinentes que regulan la realización de un proceso de referendo.

De manera reiterada, Capriles dice que “el diálogo es el revocatorio”. De acuerdo a lo que sostiene, habrá diálogo sólo si se dan las siguientes hipotéticas condiciones: a) Se realice el referendo en lo inmediato, saltándose todos los lapsos, los requisitos y la reglamentación jurídica existente; b) la oposición gane el referendo y, en consecuencia, sea efectivamente revocatorio, y c) este resultado obligue a unas elecciones presidenciales que gane Capriles, si previamente logra hacerse de la candidatura de la oposición.

Es decir, no hay interés alguno en el diálogo. No hay ni siquiera la más mínima intención de buscar caminos consensuados para asumir en lo inmediato los grandes problemas del país, a la vez que se cubren las exigencias constitucionales que hagan posible una nueva situación política cuyo resultado final está por definirse, pues los demás venezolanos no estamos pintados en la  pared.

martes, mayo 24, 2016

El gesto de Rivera


Por Rafael Hernández Bolívar

Muy tempranamente, en la Plaza Bolívar de Achaguas, mi pueblo, escuché una discusión que me marcó para toda la vida. Algunos paisanos trataban de establecer claramente la diferencia que existía entre un político y un politiquero. Al final concluyeron que un político estaba motivado por el bien general y los proyectos de gran aliento, elaborados sobre una profunda evaluación de la realidad y alimentaba su acción política cotidiana en valores de justicia, de libertad, de solidaridad, de desarrollo humano, etc. 

El politiquero, al contrario, motivado por su interés personal de poder, orientaba su conducta política por la evaluación inmediata de las oportunidades que se podían presentar y aprovecharlas para alcanzar cuotas de poder. Para ello hacía lo que fuese necesario: Se contorsionaba, simulaba, bailaba en un solo pie si se convencía que eso ayudaba a sus pretensiones.

Por supuesto, este subproducto de la política está éticamente descalificado para ser tomado en consideración a la hora en que asoma la cabeza en la vida de los pueblos. Sus palabras son cáscaras para provocar ruido y sus gestos maniobras para engañar. 

Albert Rivera, uno de los candidatos españoles de derechas de visita nuestro país, es el retrato hablado de aquella lejana discusión. Encarna, como pocos, al politiquero dispuesto a realizar lo que sea por ganar unos votos en las concepciones más rancias de la sociedad española.

¿Qué tenemos que ver nosotros en eso? ¡Nada! Atacar a Venezuela es sólo la excusa de que se vale la derecha aterrorizada ante el avance de la izquierda en España. Creen que, mientras más se difame, se mienta o se exagere sobre la realidad política, económica y social de Venezuela, más descalificada estará la esperanza española de cambio. La rastrera derecha venezolana, nada prolija en imaginación e inteligencia, para mantener su parásita respiración se pega a la cola de las elecciones españolas de junio. 

Después se pegarán a Donald Trump o a Hillary Clinton en las elecciones gringas y repetirán el guión.

martes, mayo 10, 2016

“Podemos o nosotros”


Por Rafael Hernández Bolívar

Quien así habla es el Partido Popular español. Se refiere a lo que a su juicio es la disyuntiva que deben resolver los electores en la próxima confrontación electoral, prevista para junio de este mismo año. La corrupción que corroe a los dos grandes partidos (PP y PSOE) que por décadas encarnaron el hasta ahora bipartidismo gobernante ha deteriorado de tal modo el clima político español que ya no tiene  posibilidades reales de oxigeno y de renovación. 

El nerviosismo y las incoherencias que despliegan hoy los líderes de derecha recuerdan la situación que vivió en el 1998 su contraparte venezolana cuando asomaba en el horizonte el huracán Chávez, con el apoyo de la gran masa de venezolanos excluidos y exigentes de reivindicaciones y derechos. Todas las patrañas orquestadas por laboratorios especializados en la propaganda de difamación y maniobras sucias exprimieron sus cerebros inútilmente, incapaces de detener un pueblo con vocación y voluntad de cambio.

En España, ha sido permanente la campaña mediática contra los líderes de Podemos y contra los procesos políticos de otras latitudes sobre los cuales ha manifestado simpatías esa organización política. Las difamaciones contra la Revolución Bolivariana, contra los gobiernos de Nicolás Maduro, Evo Morales o contra la Revolución Ciudadana de Rafael Correa son utilizadas para atacar el espíritu y las ideas de la izquierda española. 

Sin embargo, nada ha parado su crecimiento organizativo ni su apoyo electoral, hoy además potenciado con la confluencia unitaria de Podemos con Izquierda Unida y otras movimientos de avanzada. 

No puede ser de otra manera porque en situaciones de crisis la derecha se despoja de todos sus adornos democráticos o solidarios y sale abiertamente en la defensa de los intereses de sus amos, desconociendo derechos o sacrificando los programas sociales dirigidos a proteger a los más desamparados. Es la consecuencia del programa de hambre aplicado por Rajoy siguiendo la instrucciones de Alemania y del capital financiero internacional.

martes, abril 26, 2016

Diputados envalentonados


Por Rafael Hernández Bolívar

La estolidez y el afán de escándalo que exhiben los diputados de la MUD ya no deja espacio para el asombro. Su último acto de audacia agotó imaginación e inteligencia: ¡Encadenarse a unas escaleras del Consejo Supremo Electoral para así acelerar la entrega de planillas que permitan recoger firmas de una eventual (si obtienen el número requerido de electores firmantes) convocatoria a un referendo sobre la continuidad o no del actual Presidente de la República!

Estólidos parece ser la palabra más apropiada para calificar a estos “valientes” diputados que, como se sabe, gozan de tribuna e inmunidad parlamentarias.  De acuerdo a la definición del diccionario de la RAE, estólido es aquella persona que carece totalmente de razón y discursos, inamovible en su testarudez y en su incapacidad para aprender o pensar. Asocie el adjetivo a cada nombre de los diputados encadenados y verá como encajan.

No nos detengamos en la futilidad de la protesta (bien pueden proveerse ellos mismos de planillas que incluyan los datos que identifiquen al elector y registre su voluntad de manera inequívoca e inobjetable). Ni la desproporción de que un diputado, en lugar de intervenir en la Asamblea y proponer la exhortación que recoja la protesta a la supuesta lentitud del CSE, le parezca más idóneo expresar su agudo pensamiento amarrándose como un animal a los barrotes de una escalera.

Pensemos más bien en lo que significa que estos diputados agredan a la institución que organizó el proceso electoral mediante el cual fueron elegidos y realizó los trámites previstos que de acuerdo a la ley reconocen su legitimidad, gracias a la cual pueden representar a sus votantes en el poder legislativo. 

El cargo de representación popular les queda demasiado grande, no tienen ni idea de la función pedagógica que deberían ejercer y tienen un desprecio rampante sobre la democracia y sus instituciones.

martes, abril 12, 2016

La otra unidad europea


Por Rafael Hernández Bolívar

Yannis Varoufakis, el exministro griego de finanzas que renunció a su cargo en protesta contra los programas de hambre que la Troika impuso a su pueblo, insiste en que, siendo monolítica la política neoliberal que el gran capital ha impuesto en Europa, debe ser igualmente unitaria la respuesta  de los pueblos sometidos a esos planes de “austeridad”. En sus palabras: “trasladar el espíritu de la primavera griega al corazón de Europa”. Es lo que denomina “El Plan B”.

Los grandes capitales, encarnados en los gobiernos de Alemania y Francia, secundados por líderes y autoridades entreguistas y colaboracionistas del resto de países de la Unión Europea,  han desplegado una política económica a imagen y semejanza de sus intereses. Los gobiernos que se atrevan a rebelarse a esa política son sometidos y humillados, cercenándoles flujos financieros fundamentales e hipotecándoles su futuro, tal como ocurre hoy con el pueblo griego y como ocurrirá inevitablemente con cualquier gobierno que se rebele sin contar con el apoyo unitario y combativo de los movimientos políticos progresistas del resto de Europa, forma de contrarrestar el poder de la Troika.

Las protestas de los indignados y de los obreros franceses en rechazo a la reforma laboral promovida por el gobierno de François Hollande, -muy parecida a la aprobada en España de acuerdo a los analistas; pues, al fin y al cabo se trata de seguir las directrices dictadas en Bruselas- viene a demostrar la urgencia de que el “El Plan B” sea implementado de inmediato. Las agresiones al Estado de Bienestar (recortes a la sanidad, a la educación y a los programas de protección social) y el comportamiento vergonzoso ante la ola de refugiados, abandonados primero y hostigados después, responsabilidad de los gobiernos europeos, hermana a los pueblos en la lucha por una nueva situación y por la derrota de tales políticas.

La solidaridad internacional y la convergencia de acciones son divisas fundamentales en la lucha de hoy.

martes, marzo 29, 2016

Necedades de tecnócratas


Por Rafael Hernández Bolívar

He visto en la televisión española un programa destinado a explorar el futuro de la sociedad humana. Se trata de entrevistas a prestigiosos investigadores de disciplinas científicas, de las llamadas puras y también del campo de las ciencias sociales, quienes se aventuran a imaginar cómo será el mundo dentro de treinta años, fecha en la cual el periodista supone que no estará entre los vivos, lo que da el nombre al programa: "Cuando ya no esté". Está concebido como un ciclo de programas y dirigido por el periodista Iñaki Gabilondo.

En el segundo programa del ciclo fue entrevistado un venezolano cuyo nombre no recuerdo (de apellido Cordeiro) y, a decir verdad, después de escucharle, tengo poco interés en averiguar su nombre. Presentado como profesor fundador de la Singularity University (financiada por Google) y entusiasta promotor de algo así como los derechos humanos de las computadoras. 

Habló, entre otras cosas, de la vida eterna gracias al avance científico y tecnológico, con un convencimiento y una fe digna de un pastor evangélico de esquina provisto de un megáfono. Decía no tener dudas de que él vivirá eternamente no sólo porque sea posible ir sustituyendo los órganos y tejidos caducos sino también porque cree posible que a más tardar en veinticinco años será posible reprogramar el envejecimiento hasta el punto que la persona privilegiada decida qué etapa de su existencia vivirá eternamente, aunque quizás todos se decidan a vivir una juventud sin fin.

Escuchándolo, pienso que el pastor evangélico tendría una ventaja sobre este predicador tecnócrata al tocar el punto que éste último ignora: La salvación de todos.

El tecnócrata, aun suponiendo que la posibilidad teórica se haga realidad, sólo podría ofrecer esa vida eterna a quienes puedan pagarla entre el restringido número de privilegiados de la clase más alta que existe en el minúsculo número de los países más ricos del mundo.

martes, marzo 15, 2016

Sin perdón


Por Rafael Hernández Bolívar

Uno de los hechos más dolorosamente decepcionantes de la actual crisis de refugiados africanos y asiáticos ha sido la conducta de los gobiernos y los organismos regionales europeos. Con una indiferencia pasmosa ante el dolor y el sufrimiento de miles de personas que huyen de la guerra, Europa tira al cesto de la basura los valiosos principios sobre la solidaridad y los derechos humanos fundamentales que proclamó durante años para prestigiar su hoy supuesto ideario humanista. 

Tal conducta no tiene perdón. No digamos ya por la responsabilidad directa que tiene en los conflictos que han provocado esta inmensa ola de sufrimiento: Haber realizado una guerra invasora amparada en informes mentirosos sobre amenazas inexistentes y, siempre de acuerdo a sus intereses económicos y de dominación específicos, haber armado guerras en países estables y conducirlos al caos y a la destrucción. 

Me refiero a las frases altisonantes que adornan los discursos de los dirigentes, a las declaraciones y las proclamas que dan solidez a sus instituciones. Todo eso ha resultado huero, sin contenido real. Frases que sirven para alimentar los discursos de ocasión; pero, no comprometen acciones reales.

La preocupación que llama su atención es la de impedir que los refugiados lleguen a Europa y perturben el relativo bienestar. Afloran los peores sentimientos y las más atrasadas expresiones políticas: Racismo, nacionalismo, discriminación, etc. Construyen vallas, hacen las fronteras infranqueables, los abandonan a la voracidad del mar o las inclemencias del frío. Inútilmente; pues, nada les detiene; la desesperación no reconoce obstáculos.

Ahora los gobiernos de la euro zona apelan a una acción mafiosa: Contratar a países para que apaleen a los refugiados, les impidan llegar a Europa y los obliguen a regresar a los países en guerra o en la miseria. En fin, el neoliberalismo se muestra en toda su crudeza.

martes, marzo 01, 2016

La corrupción de los otros


Por Rafael Hernández Bolívar

Parece que no es tan cierto lo que dice Descartes acerca del raciocinio como la característica humana más democrática, base fundamental a partir de donde se define la filosofía, la ciencia, la cultura, la política, etc. Hoy no parece tan claro cuando uno se da un paseo por el desempeño de la conducta humana en todas las esfera de la vida social. 

Por lo menos, en lo que a países se refiere, más bien parece la corrupción quien ocupa ese lugar como conducta predominante en las gestiones de los gobiernos y las instituciones en cualquier país del mundo. No queda títere con cabeza: Los lideres políticos, la iglesia o el ejército, el deporte, etc., sin contar el amplio espectro asociado a la delincuencia y a los violadores tradicionales de la ley.

Triste consuelo de tontos, diremos con razón. Pero resulta repugnante descubrir que los personajes paradigmáticos, definidos como tales por ellos mismos y sus cómplices, pretenden hacer de predicadores de la honestidad y la transparencia. Son los personajes que pasean su pretendida imagen impoluta en los escenarios internacionales censurando y organizando conspiraciones y sabotajes contra países que sencillamente tienen posiciones soberanas de defensa de sus legítimos intereses. Pero sus censuradores, hechos de barro flojo y putrefacto, a la simple revelación de la verdad, se precipitan al suelo convertidos en añicos. 

Es lo que se ha venido demostrando recientemente en la política española. Mariano Rajoy y toda la camada de la dirigencia del Partido Popular ocupan las portadas de los diarios en los últimos años no por sus logros políticos sino por los hechos de corrupción en los que están sus acólitos inmersos de manera total. Cada semana -y casi cada día- aparece una nueva trama de corrupción y nos abismamos ante las magnitudes astronómicas de los montos desfalcados por los sujetos vinculados al clan.

El escándalo de esta semana, es la hija de José María Aznar y diputados del PP disfrutando de vacaciones en el yate de la trama Gurtel, atendidos por los propios cabecillas de la banda.

martes, febrero 16, 2016

Televisión contra democracia


Por Rafael Hernández Bolívar

En España el poder mediático no trabaja para hacer trasparente la realidad política y social sino para oscurecerla. Tampoco informa sobre ella sino que la recrea a imagen y semejanza de las prácticas antidemocráticas de la derecha gobernante.

Es impresionante el efecto distorsionador que ejercen los medios de comunicación masivos sobre la democracia española. Recientemente el escritor Enrique Vila-Matas les llamó la murga mediática. Es decir, el baile, la comparsa cuyos participantes “viven en una burbuja sin salida al exterior y creen que esa es la realidad, la suya, porque es la que trasmiten… Y, cuando no pasa en ese plató, el guionista se saca de la manga una discusión sobre si el nuevo presidente tiene que cortarse o no el flequillo… La aburrida conversación que nos tiene secuestrados es esa programación única de la realidad que nos da la televisión, toda la murga mediática”.

Es allí donde comienza la conspiración contra la democracia. La televisión marca el debate nacional centrando su programación en la vida de la farándula y la nobleza; el fútbol y la vida millonaria de sus estrellas; los asesinatos y las víctimas y victimarios expuestos hasta en sus detalles más íntimos; la realidad internacional como tragedia de otros que demuestre que en España se está mejor; tertulianos polemizando sobre intrascendencias y muchos programas de pasatiempos, series, reality shows, etc. Cuando logra colarse algún aspecto central de la realidad social, siempre la televisión se las ingenia para desviar la atención a otros asuntos o banalizar lo que ocurre y, de esta manera, la gente no vea lo importante.

Por supuesto, no sólo define los temas sino que los énfasis y los conceptos van reforzando hasta la obstinación el más atrasado pensamiento político de la derecha. Este espectáculo de necedades -¡vaya fraude!- es el referente con que Rajoy pretende dar lecciones a Venezuela sobre lo que es la democracia y la libertad de expresión. 

martes, febrero 09, 2016

España, una democracia sui generis (III)


Por Rafael Hernández Bolívar

El poder mediático español no trasparenta la realidad e informa sobre ella si no que la recrea a imagen y semejante de las prácticas antidemocráticas de la derecha.

Televisión contra democracia
Es impresionante el efecto distorsionador que ejercen los medios de comunicación masivos sobre la democracia española. Recientemente el escritor Enrique Vila-Matas le llamó la murga mediática que tiene secuestrados a los españoles. Es decir, el baile, la comparsa cuyos participantes “viven en una burbuja sin salida al exterior y creen que esa es la realidad, la suya, porque es la que trasmiten… Y, cuando no pasa en ese plató, el guionista se saca de la manga una discusión sobre si el nuevo presidente tiene que cortarse o no el flequillo… la aburrida conversación que nos tiene secuestrados es esa programación única de la realidad que nos da la televisión, toda la murga mediática”.

Es allí donde comienza la conspiración contra la democracia. La televisión prioriza el debate nacional centrando su programación en la vida de la farándula y la nobleza; el fútbol y la vida millonaria de sus estrellas; los crímenes y los protagonistas expuestos hasta en sus detalles más íntimos; la realidad internacional como tragedia de otros que demuestre que en España se está mejor; tertulianos polemizando sobre intrascendencias y muchos programas de pasatiempos, series, reality shows, etc. Cuando logra colarse algún aspecto central de la realidad social, siempre la televisión se las ingenia para desviar la atención o banalizar lo que ocurre para que la gente no vea lo importante.

Por supuesto, no sólo define los temas sino que los énfasis y los conceptos van reforzando hasta la obstinación el más atrasado pensamiento político de la derecha.

El insulto no es libertad de expresión
Una de las cosas más curiosa de esta democracia española es que deliberadamente confunde la práctica cotidiana del insulto en los platós de televisión con el ejercicio de la libertad de expresión en una sociedad democrática. No se refiere esta última a la libertad sobre la formulación y la discusión de ideas contrapuestas sobre los grandes problemas de la sociedad. El argumento, las proposiciones programáticas, la denuncia sustentada, la evaluación de los problemas económicos, sociales, educativos, etc., todo es banalizado en frases insultantes y éstas ocupan el centro del debate cuya tribuna preferida son los programas de televisión dedicados a comentar el acontecer nacional.

Las tertulias televisivas se convierten en un espectáculo habitual y los llamados tertulianos (típicos expertos en todo lo humano y lo divino) expresan sus dictámenes sobre cualquier asunto sometido a su consideración. Asuntos que van desde el último desliz verbal de Rajoy o algún ministro, el estallido de la burbuja inmobiliaria, los precios del petróleo, el cambio del la alineación del Real Madrid, el más reciente novio de la hija de Isabel Pantoja, la coleta de Pablo Iglesias, si el Rey hizo esperar al Líder del PSOE o si, por lo contrario, salió a recibirle con entusiasmo, o todos los temas que usted pueda imaginarse tratados por los mismos personajes.

Insultos y disparates van y vienen en medio de alzamientos de voz y exigencias de respeto que no alteran el curso del programa y que divierte a los espectadores, sobre todo cuando el agredido no goza del aprecio del público. Es un programa de Laura en América discutiendo sobre política; pero, incluido el presentador o la presentadora, todos son lauras hablando al mismo tiempo.

Así, por ejemplo, en el debate de cierre de las pasadas elecciones, Pedro Sánchez, candidato del PSOE, dijo a Mariano Rajoy, candidato del Partido Popular y actual presidente español: “Señor Rajoy, usted es un indecente”. Por supuesto, tal frase fue la vedette de la poderosísima maquinaria mediática. La consideración a cualquier otra cuestión planteada en el debate pasó, ya no digamos a segundo plano, sino que directamente fue a parar a los trasteros, a los especialistas. Los partidarios de uno y otro, se repartieron entre quienes censuraban la frase por irrespetuosa o exaltarla por que decía una gran verdad. Pero todos coincidían en que España disfrutaba de una libertad de expresión incomparable cuando se le podía decir al presidente, “en su cara”, una frase como ésa.

A propósito de este “debate”, Eduardo Inda, militante de derechas, tertuliano frecuente en los platós de televisión (semanalmente está en el programa político  “Al rojo vivo”, en el programa deportivo “El Chiringuito de los Jugones”, en los programas de la mañana de salud y farándula, etc.), trató de darle brillo a su intervención diciendo que él, consecuente con lo dicho por Churchill, estaba dispuesto a morir para que su adversario tuviese el derecho a decir su verdad. Otro tertuliano, más informado en este asunto, le dijo que la frase era de Voltaire y no de Churchill. Lo insólito no es que el resto del programa giró en torno a la autoría de la frase, sino que Inda defendía su posición diciendo “Que si, que lo dijo, que  lo dijo, que lo dijo”. Así de profunda es la discusión política.

Sin embargo, esa ilusión de plena libertad de expresión del pensamiento se desparrama en amenazas y actos de enjuiciamiento cuando se ejerce para lo realmente importante. Esto es cuando contiene ideas que cuestionen las políticas formuladas en contra de las grandes mayorías o puedan asociarse con posturas políticas perseguidas por la derecha. Así, un concejal por Podemos a la Comunidad de Madrid fue acusado de antisemita y obligado a renunciar a su cargo como Jefe de Cultura porque cuatro años antes de ser concejal envió a sus amigos, vía twitter un chiste sobre judíos. 

Esta misma semana se iniciaron sendos juicios contra la libertad de expresión por razones ridículas. En el primer caso, unos muchachos titiriteros, detenidos en plena obra de teatro, con el cargo de enaltecimiento del terrorismo y con solicitud de cuatro años y medio de prisión, son enjuiciados por usar, en una escena, una pancarta en donde se leía “Gora Alka-Eta”, con la evidente intención satírica de contraponer sus sonidos a la vieja administración (Ahora Madrid) la contrapartida Ahora Alcaldesa. O  la expresión asimilada al vasco “Gora Alka-Eta”, es decir, Más Alcaldesa o Mas Alqaeda  y Mas ETA, pero en todo caso un chiste. Por eso, de inmediato, Ada Colau respondió, en solidaridad con los titiriteros: “La sátira no es un delito. En una democracia sana, en un estado de derecho, hay que proteger toda libertad de expresión, hasta la que no nos guste, hasta la que nos moleste."

El otro procesado, es un joven de 23 años que saludó la salida de la cárcel de una miembro de ETA con un twitter que decía en vasco "Ongi etorri Ines! Geroz eta hurbail zaituztegu" (Bienvenida Inés os tenemos en un futuro cercano). En este caso la fiscalía pide dos años de cárcel por supuestamente alabar a ETA.

Sin duda, decir que es pobre y sesgado el concepto que tiene la democracia española de la libertad de expresión de la que se ufana y con la que pretende dar lecciones a otros países, es decir muy poco, prácticamente, nada. Es cuestión de chiste.