Por Rafael Hernández Bolívar
De Perogrullo: El diálogo es la vía necesaria de negociación y de resolución de conflictos en una sociedad democrática. Se trata de exponer, de discutir, de proponer y de resolver sobre asuntos clave de esa misma sociedad, recogiendo las iniciativas, los intereses y las propuestas de los diferentes sectores y estamentos, todo ello en el marco institucional que define las reglas de juego y ofrece los espacios para la participación y la generación de acuerdos.
Sin embargo, en la actual situación de nuestro país, resulta curiosa la manera como la oposición venezolana se plantea ese diálogo. A su juicio, en primer lugar, el diálogo tiene sentido si satisface su pretensión de revocar la presidencia de la república que actualmente ejerce Nicolás Maduro. En segundo lugar, el diálogo se reduce a la relación entre la oposición y el gobierno, dejando por fuera todos los demás interesados en el asunto. Para rematar, hace abstracción de los requisitos y lapsos previstos en las leyes y de los organismos pertinentes que regulan la realización de un proceso de referendo.
De manera reiterada, Capriles dice que “el diálogo es el revocatorio”. De acuerdo a lo que sostiene, habrá diálogo sólo si se dan las siguientes hipotéticas condiciones: a) Se realice el referendo en lo inmediato, saltándose todos los lapsos, los requisitos y la reglamentación jurídica existente; b) la oposición gane el referendo y, en consecuencia, sea efectivamente revocatorio, y c) este resultado obligue a unas elecciones presidenciales que gane Capriles, si previamente logra hacerse de la candidatura de la oposición.
Es decir, no hay interés alguno en el diálogo. No hay ni siquiera la más mínima intención de buscar caminos consensuados para asumir en lo inmediato los grandes problemas del país, a la vez que se cubren las exigencias constitucionales que hagan posible una nueva situación política cuyo resultado final está por definirse, pues los demás venezolanos no estamos pintados en la pared.