Por Rafael Hernández Bolívar
Parece que no es tan cierto lo que dice Descartes acerca del raciocinio como la característica humana más democrática, base fundamental a partir de donde se define la filosofía, la ciencia, la cultura, la política, etc. Hoy no parece tan claro cuando uno se da un paseo por el desempeño de la conducta humana en todas las esfera de la vida social.
Por lo menos, en lo que a países se refiere, más bien parece la corrupción quien ocupa ese lugar como conducta predominante en las gestiones de los gobiernos y las instituciones en cualquier país del mundo. No queda títere con cabeza: Los lideres políticos, la iglesia o el ejército, el deporte, etc., sin contar el amplio espectro asociado a la delincuencia y a los violadores tradicionales de la ley.
Triste consuelo de tontos, diremos con razón. Pero resulta repugnante descubrir que los personajes paradigmáticos, definidos como tales por ellos mismos y sus cómplices, pretenden hacer de predicadores de la honestidad y la transparencia. Son los personajes que pasean su pretendida imagen impoluta en los escenarios internacionales censurando y organizando conspiraciones y sabotajes contra países que sencillamente tienen posiciones soberanas de defensa de sus legítimos intereses. Pero sus censuradores, hechos de barro flojo y putrefacto, a la simple revelación de la verdad, se precipitan al suelo convertidos en añicos.
Es lo que se ha venido demostrando recientemente en la política española. Mariano Rajoy y toda la camada de la dirigencia del Partido Popular ocupan las portadas de los diarios en los últimos años no por sus logros políticos sino por los hechos de corrupción en los que están sus acólitos inmersos de manera total. Cada semana -y casi cada día- aparece una nueva trama de corrupción y nos abismamos ante las magnitudes astronómicas de los montos desfalcados por los sujetos vinculados al clan.
El escándalo de esta semana, es la hija de José María Aznar y diputados del PP disfrutando de vacaciones en el yate de la trama Gurtel, atendidos por los propios cabecillas de la banda.