Por Rafael Hernández Bolívar
La política puede ser también espacio para el teatro bufo y las representaciones descaradas, siendo los burlados los electores y los histriones de patético desempeño, los políticos que, echando mano de la simulación y el engaño, logran hacerse de un cargo de elección popular.
Después de ser elegidos, su primera burla se produce al momento de jurar sobre sus nuevas responsabilidades: “Antes Dios y ante la patria juró cumplir con la Constitución y las leyes de la República. Si así lo hiciere, como lo voy a hacer, que quede constancia; si no, que la patria y el pueblo me lo demanden”. El acto mismo es una farsa porque no creen en la mandataria, la patria, y, mucho menos, en que pueda demandarles por incumplimiento alguno. Antes de levantar la mano, ya están pensando en como esquivar o saltarse leyes o constitución para dar impulso a sus particulares o grupales planes políticos.
Pienso esto teniendo presente la conducta de abuso desplegada, en todos los tonos grises y nauseabundos imaginables, por el actual Presidente de la Asamblea Nacional. Arrumar símbolos patrios ya es un hecho grave, dada su investidura. Pero juramentar diputados o desconocer resoluciones del más alto tribunal del país, ya es delincuencia pura y simple, malandraje.
¿Cumple Ramos Allup con las leyes y la Constitución del país? ¿No se desprende de este cumplimiento el reconocimiento a las instituciones del Estado y el acatamiento de las decisiones de las autoridades que legítimamente las representan?
La primera víctima de su comportamiento irresponsable es la Asamblea Nacional, al distorsionar su funciones y convertirla en un instrumento; no para la generación legislativa, que es su legítima función, sino para socavar los otros poderes: En seis meses salimos del gobierno de Maduro, dijo. Pero, sus maniobras y las de sus compinches fracasan de manera pertinaz, una y otra vez, como fuerte y decidida es la voluntad de las mayorías.