Por Rafael Hernández Bolívar
Uno de los hechos más dolorosamente decepcionantes de la actual crisis de refugiados africanos y asiáticos ha sido la conducta de los gobiernos y los organismos regionales europeos. Con una indiferencia pasmosa ante el dolor y el sufrimiento de miles de personas que huyen de la guerra, Europa tira al cesto de la basura los valiosos principios sobre la solidaridad y los derechos humanos fundamentales que proclamó durante años para prestigiar su hoy supuesto ideario humanista.
Tal conducta no tiene perdón. No digamos ya por la responsabilidad directa que tiene en los conflictos que han provocado esta inmensa ola de sufrimiento: Haber realizado una guerra invasora amparada en informes mentirosos sobre amenazas inexistentes y, siempre de acuerdo a sus intereses económicos y de dominación específicos, haber armado guerras en países estables y conducirlos al caos y a la destrucción.
Me refiero a las frases altisonantes que adornan los discursos de los dirigentes, a las declaraciones y las proclamas que dan solidez a sus instituciones. Todo eso ha resultado huero, sin contenido real. Frases que sirven para alimentar los discursos de ocasión; pero, no comprometen acciones reales.
La preocupación que llama su atención es la de impedir que los refugiados lleguen a Europa y perturben el relativo bienestar. Afloran los peores sentimientos y las más atrasadas expresiones políticas: Racismo, nacionalismo, discriminación, etc. Construyen vallas, hacen las fronteras infranqueables, los abandonan a la voracidad del mar o las inclemencias del frío. Inútilmente; pues, nada les detiene; la desesperación no reconoce obstáculos.
Ahora los gobiernos de la euro zona apelan a una acción mafiosa: Contratar a países para que apaleen a los refugiados, les impidan llegar a Europa y los obliguen a regresar a los países en guerra o en la miseria. En fin, el neoliberalismo se muestra en toda su crudeza.