miércoles, diciembre 28, 2011
El precandidato Antonio Ecarri
miércoles, diciembre 07, 2011
Molestos, inconformes e indecisos
miércoles, noviembre 23, 2011
El borracho que ganaba batallas
sábado, noviembre 19, 2011
Hoy eligen al mudo
viernes, noviembre 04, 2011
Los entusiasmos de María Corina
domingo, octubre 30, 2011
No hay motivo de orgullo
jueves, octubre 27, 2011
Indignados, la realidad sigue allí
martes, octubre 25, 2011
Las razones del asesinato de Gaddafi
sábado, octubre 22, 2011
La barbarie sobre territorio libio
sábado, octubre 15, 2011
Ernesto Che Guevara, el indignado mayor
sábado, octubre 08, 2011
No es la crisis, es el capitalismo
miércoles, septiembre 28, 2011
Uslar Pietri no pega una
Por: Rafael Hernández Bolívar
jueves, septiembre 15, 2011
"Hay que terminar el trabajo"
También ha dicho “aquellos que cometieron crímenes o que robaron al pueblo libio tendrán que dar cuentas. No puede haber perdón” y, como colmo de ironía, agrega: “no somos nosotros, son los libios los que deben elegir a sus dirigentes”. ¿Qué mundo vivimos? ¡Y hay quien justifica que para quitar del medio a Kadafi sea bombardeado un pueblo, sean destruidos sus puentes, sus carreteras, sus industrias, sus ciudades; se dé muerte a sus habitantes, se roben sus reservas, se repartan sus recursos y se comprometa su futuro por generaciones. Negocio redondo: le quitan a los libios su dinero para destruir el país y le arrebatan su petróleo para reconstruirlo a imagen y semejanza de los intereses imperialistas.
sábado, julio 09, 2011
Todos se conmueven frente a tu cadáver
Todos se conmueven frente a tu cadáver. Todos miran con asombro el hilo de sangre impresionantemente rojo, sin vericuetos, obstinado, recto como el trazo de un disparo que parte de tu cuerpo hacia la conciencia de los asesinos y de los demás también. El piso frío de una estación de bomberos soporta el verbo enmudecido de tantas experiencias vividas, sentidas, sufridas, comunicadas. El verbo que emocionó mis años de adolescencia y de despertar del mundo. La lucha por el espíritu es también la lucha por un mundo mejor.
Ambos brazos descansando a los lados, inertes, con la serenidad que no pudo sucumbir a la angustia del último minuto.
Veo tu cuerpo sobre el pavimento y siento que, de repente, desaparecen los componentes de la imagen fotográfica. Se pierde la gente estupefacta y sin respuestas que estaba a tu alrededor. Los árboles también se hacen invisibles, los carros de bomberos, el vehículo que te desplazaba y al que ametrallaron los criminales. Los destrozos que ocasionaron las balas que perseguían tu cuerpo tampoco están. No hay huellas de tu asesinato.
Sólo veo tus brazos descansados, tus manos abiertas, tus ojos tragándose la luz. Sólo veo tu cuerpo flotando en el espacio cósmico, sin más asidero que la palabra que engendró vida, sueños y amor. Un volcán de emociones maceradas a lo largo de tanto sufrimiento propio y ajeno. De tanto sentimiento aprendido en las palabras de los iguales, de la incertidumbre aprendida tempranamente; pero, siempre sorprendente en la última tragedia.
Y ahora, ya ni siquiera veo tu cadáver ensangrentado sobre el pavimento. Ahora sólo veo al caminante de mil caminos que emprende su más largo viaje, como una inmensa nave intergaláctica que lleva dentro de sí todo el universo.
Y el hilo de sangre roja, impresionantemente roja, sólo es una estela de estrellas, un cúmulo plural de mundos infinitos que hoy empozan las lágrimas a lo Vallejo: Tanto amor y no poder nada contra la muerte.
Caracas, 09/07/2011
miércoles, junio 22, 2011
Cuando se corrige para peor
Por: Rafael Hernández Bolívar
Recién ayer me entero de que el Comité de Redacción del diario Independencia 200 publicó el 16/06/2011 en aporrea.org una elegante, amable y tolerante explicación a un error observado por mí en su publicación resumen del año 1815. Se trata, según explican, de un error de redacción que se subsanará a través de una fe de erratas que se publicará en nuevas reimpresiones. Esta dirá lo siguiente: Donde dice “Hace un año le tocó vencer al enemigo Vicente Campo Elías en La Puerta”, debe leerse:: “Hace un año le tocó combatir al enemigo junto a Vicente Campo Elías en La Puerta”.
Ahora bien, al error anterior, la corrección le suma uno nuevo: Vicente Campo Elías y José Félix Ribas no coincidieron en ninguna de las tres batallas de La Puerta que se conocen en la historia venezolana: En la primera (3/2/1814), participa Campo Elías; pero, no José Félix Ribas. En la segunda batalla (15/06/1814), pudo haber participado José Félix Ribas; pero, no Campo Elías que para esa época ya había muerto. Y en la tercera batalla (1818) –que algunos historiadores dicen que se denomina incorrectamente La Puerta- no participaron ninguno de los dos porque ambos habían muerto. De las tres batallas, en la única en que cabría la posibilidad de que participaran juntos, pues ambos estaban vivos, era en la primera Batalla de La Puerta. Pero no he conseguido entre el material que tengo a la mano ninguno que lo confirme: Ni las cartas de Bolívar, ni los trabajos de Blanco-Fombona, ni la Historia de Venezuela de Siso Martínez, ni la biografía de José Félix Ribas de Juan Vicente González, ni el Diccionario de Historia de Venezuela de Polar, ni las notas de Mijares, de Uslar Pietri, de Picón Salas. Por el contrario, hay indicios de que no estuvo allí: Siempre se menciona que Campo Elías fue derrotado en La Puerta. No dicen que Campo Elías y Ribas fueron derrotados en La Puerta. ¿Por qué Campo Elías debía asumir él solo la derrota si participaron los dos? Esto es menos comprensible si sabemos que el de mayor rango era Ribas. Parece ser que Ribas se encontraba en Caracas en dónde, por instrucciones del Libertador -dadas al conocerse la derrota de La Puerta-, se ocupa en reclutar a estudiantes y seminaristas que luego participarían en la Batalla de La Victoria.
Es decir: No hay error de redacción alguno sino simple ignorancia. Además, un error de redacción se produce cuando la interpretación de una oración o de un párrafo es distorsionada por la mala ordenación de los términos que la componen y no porque se dice otra cosa con otras palabras, como sucede en este caso.
Todo esto me obliga a retomar la conclusión inicial que formulé en mi primer artículo: “Concluí que se trataba de algún infame resumen hecho por algún mal estudiante”. Pero, como en realidad esta conclusión no es tal sino una hipótesis no confirmada, me veo obligado también a hacer un esfuerzo para abonar elementos que la demuestren. Veamos:
1. Buscando en internet la asociación “José Félix Ribas”, “Campo Elías” y “La Puerta” me consigo con la siguiente sorpresa: Decenas de páginas web tienen el mismo error que el artículo de Independencia 200: Campo Elías fue vencido por Ribas en La Puerta. Incluso una de ellas va a más: “Venció en La Puerta a Vicente Campo Elías (1814), al frente de un grupo de estudiantes de la Universidad de Caracas y del Seminario”. http://www.biografo.info/biografias/ver/35642/Jos-Flix-Ribas Es decir, es un error común en la web que, el diario Independencia 200, en lugar de rectificar, ratifica.
2. Buscando en el Diccionario de Historia de Venezuela creo descubrir el origen primigenio del error: En la biografía de José Félix Ribas se afirma: “Después de haber vencido a Vicente Campo Elías en La Puerta (3.2.1814), José Tomás Boves organizó 3 columnas; una (Francisco Rosete) marchó a Caracas por los valles del Tuy; otra (Francisco Tomás Morales), por La Victoria se dirigió hacia Caracas; la tercera quedó en Villa de Cura como reserva. De Caracas se dirigió Ribas a La Victoria donde derrotó a Morales…” . Como se ve, alguien entendió, por un problema de deficiencias de destrezas lectoras e interpretativas, que se referían a Ribas cuando es evidente que se refieren a Boves. Esta primera persona redactó una biografía de Ribas con ese error y la colocó en la web. El mágico sistema de copiar y pegar hizo el resto y generalizó el error.
3. Reflexionando sobre este asunto, ahora concluyo, sólidamente, que quien redactó la nota de Independencia 200 no sé tomó muchas molestias y directamente copió una información errónea, sin hacer ninguna evaluación crítica de la misma. Ya esto por sí mismo es un error grave. Pero, habría que sumarle que quien redactó la nota para el diario no tenía idea de quién era Campo Elías porque de tenerla hubiese entrado en cuenta de inmediato en la incongruencia de que se le sumase a Ribas como victoria la derrota de un compañero de causa.
4. Pero, en este punto, me consigo con otras dudas y opciones: A. La dirección del diario Independencia 200 no revisa el material que se publica y, en consecuencia, errores de este tipo circulan a sus anchas. B. La dirección del diario hace su trabajo de revisión; pero, no tiene criterios ni formación que le permitan discriminar los errores. C. La dirección del diario entiende que lo importante es hacer el aguaje, el alboroto, el espectáculo de conmemoración de los 200 años, independientemente de que lo que se publique sea impreciso, banal o falso.
Aspiro a no tener que escribir más sobre este incidente. Sólo quiero reiterar que la idea de hacer un diario por cada años trascurrido de 1811 hasta aquí me parece genial, que puede hacerse a través de su implementación un extraordinario trabajo pedagógico y concientizador, que es una oportunidad para afianzar sólidamente las ideas de transformación revolucionaria y darle carne y espíritu a la esperanza de nuevos tiempos. Por otra parte, hay aciertos que hay que fortalecer. Por ejemplo, la diagramación luce impecable desde el punto de vista estético: atractiva, fresca, colorida, diversa, ágil. La edición -que supongo en centenares de miles- llega a todo el territorio nacional. Recorrer doscientos años de historia venezolana en pequeños tramos diarios hace posible, en términos colectivos e individuales, una revisión de conocimientos e interpretaciones en contraposición a la presentación del mismo contenido en un libro de centenares de páginas que, a su sola vista, puede lucir disuasivo a la intención de leerlo. No conozco ni de referencia a los integrantes del Comité de Redacción ni he buscado información sobre ellos porque no he querido contaminar mis opiniones, a favor o en contra, en función de razones diferentes al producto de su trabajo que muestra el diario.
Pero también me duele que se derroche el dinero y, más aún, que no nos importe; que no se acuda a tantos venezolanos de avanzada, preparados en esta área, que pueden hacer un excelente trabajo. Compañeros, se trata de ser, no de parecer. O, como decía Russell, la mejor manera de parecer honesto es siendo honesto. Lamento si algún adjetivo pueda sonar excesivo o injusto; pero, quizás contagiado por los jóvenes españoles que han reivindicado el derecho a la indignación, siento también que, en estos casos, indignarse, además de un derecho, es un deber.
martes, junio 21, 2011
¿Y es que el dinero no importa?
El primer impulso fue titular esta nota “¿Y es que la historia no importa?”. Pero, después de escrita, pensé que, por las razones que revela, parece que tampoco importa que se pierda el dinero invertido en la investigación y la divulgación de la historia y, quizás por allí debía comenzar la discusión del asunto.
Por segunda vez en una semana y por el mismo motivo, escribo sobre el periódico Independencia 200. (Vez anterior: http://www.aporrea.org/actualidad/a125182.html ). No soy historiador. Tampoco presumo de poseer un conocimiento excepcional de la historia patria. Pero mis pocos conocimientos en ésta área me permiten distinguir algunos datos históricos básicos y olfatear la miopía ideológica de textos como el que aquí comentamos. Para no echar más leña al fuego, me abstengo de fijar la atención en otras notas del periódico.
Ahora, en su Nro. 9, correspondiente al año 1819, el periódico Independencia 200 presenta una caricatura lamentable de lo que fue la Batalla de Las Queseras de Medio, episodio guerrero calificado por Bolívar en su oportunidad como “…la proeza mas extraordinaria que puede celebrar la historia militar de las naciones.” En escasos 3 breves párrafos, la redacción del diario incurre en errores históricos, imprecisiones, distorsiones ideológicas y ninguneo de héroes que, al ver tal cúmulo de desaciertos, uno tiene la sensación de que el resultado no es producto de la ignorancia o la torpeza sino, más bien, de la mala intención. Para resumirlo diré: No es verdad que los ejércitos estaban “decididos a morir por sus ideales” (en todo caso, el ejercito libertador se enfrentaba por un ideal de independencia; pero, el de Pablo Morillo sólo aspiraba a someter a los rebeldes al dominio español); no es verdad que el “vuelvan caras” se produce como una improvisada respuesta de Páez para corregir un momentáneo descuido de sus seguidores sino que obedeció a una táctica previamente concebida y practicada por el centauro llanero. Decir que Bolívar “envió a Páez a romper las filas españolas” es recortar parte importante de la verdad: La que tiene que ver con que es Páez quien concibe el plan de ataque y lo somete a la consideración del Libertador. Este lo aprueba y, luego, lo aplaude calurosamente en la célebre proclama que informa de la batalla.
¿Por qué empobrecer la historia? ¿Por qué reducir un fenómeno complejo, alrededor del cual confluyen intereses económicos, sociales, políticos y estratégicos, a una lucha de “ideas”? ¿Fue la victoria hija de los argumentos? ¿No sería más bien hija de la astucia, la creatividad táctica, la destreza y el coraje de los llaneros que con 150 hombres infringieron una derrota tremenda a un ejército de miles? Si esto ocurre con el período más estudiado y menos polémico de nuestra historia, ¿qué ocurrirá con períodos como la Guerra Federal, la dictadura de Gómez, la etapa petrolera, los proyectos nacionales, la década del sesenta, etc.? ¿Qué sorpresa nos deparará el tratamiento superficial e irresponsable de nuestra historia?
¿Será que esta Comisión Presidencial para la Conmemoración del Bicentenario de la Independencia de la República Bolivariana de Venezuela concibe la historia como espectáculo para la distracción y los fuegos artificiales? Parecería que no nos interesa comprender nada ni informarnos seriamente sobre nuestro pasado. Ni buscar hilos que permitan comprender lo que pasa en nuestros días. Parece que lo importante es trasmitir la idea de que nos interesa, de que somos capaces de dedicarle recursos y tiempo; pero, nos importa poco si de allí pueda sacarse algún provecho. Colocamos flores en el pedestal de las estatuas y observamos indiferentes que se marchiten sin que signifiquen nada ni inspiren nobleza a nadie.
Pero he aquí que venimos a toparnos con el cochino dinero. La gracia cuesta caro. Un periódico que es distribuido a través de 25 diarios, 2 de ellos de circulación nacional, representa una importante suma de dinero en papel, impresión, distribución, etc. Las 35 personas que integran el equipo del periódico, ¿ejercen sus cargos ad honorem? Las secretarias, diagramadores, los mensajeros, los obreros, etc., ¿también trabajan gratuitamente? Me temo que no. Y creo que la suma de todos los gastos sea una cifra respetable. Y no es que no crea que deba invertirse cantidades respetables en el conocimiento y la difusión de nuestra historia. Hay que invertir eso y quizás más. Pero hay que invertirlo bien, esmerándose por hacer un buen trabajo que cuando menos soporte con dignidad una sana crítica.
No dudo que en los ministerios de Educación y de Cultura exista personal calificado -desde el punto de vista del conocimiento y de la ubicación ideológica avanzada- que pueda asumir una tarea de tanta responsabilidad como ésta, que pueda convertirla en una experiencia pedagógica colectiva y excepcional. O bien, ¿por qué no colocar este periódico bajo la dirección de un personaje de la estatura intelectual de Luis Brito García o de Vladimir Acosta, a quienes no conozco personalmente; pero, si sé de su claridad política, de sus fundamentados conocimientos y su identificación con los valores de nuestra historia? Estamos a tiempo. Quedan aún 191 números por publicar. De no rectificar ahora no sólo perderemos los reales y una oportunidad única para una comprensión crítica y creativa de nuestra historia asumida en términos colectivos, a la par que respetuosa de los aportes de una disciplina tan importante como la historia. También le brindaremos en bandeja de plata un escenario para que la reacción nos devore. La interpretación de la historia está atravesada de posturas ideológicas y su discusión es una posibilidad para enraizar los proyectos de transformación revolucionaria, de dotarlos de espíritu y carne. Es mal presagio presentarse a la batalla con vacíos y confusiones.
jueves, junio 16, 2011
Vicente Campo Elías es héroe patriota
Por: Rafael Hernández Bolívar
No basta con tener buenas ideas: Es necesario implementarlas bien. En caso contrario, terminan por venirse abajo y arrastrar con ellas aciertos y logros. Y, en estos casos, no valen las excusas ni las exigencias de comprensión. De buenas intenciones está empedrado el camino del infierno. Aunque, como dicen los cristianos, siempre hay oportunidad para enmendarse.
La Comisión Presidencial para la Conmemoración del Bicentenario de la Independencia de la República Bolivariana de Venezuela decidió publicar un diario durante doscientos días consecutivos en el cual se reseñarían los acontecimientos más significativos de cada año transcurrido de 1811 a nuestros días. La idea me parece genial y veo en la lectura de estos diarios la posibilidad de rehacer nuestra historia republicana y reflexionar día a día sobre los hechos históricos y los esfuerzos de los venezolanos que, para bien o para mal, nos han conducido a nuestra actual situación. Me entusiasmó la idea de refrescar mis conocimientos de historia patria y, además, vi la oportunidad de orientarme un poco entre las inmensas lagunas y dudas sobre períodos oscuros o poco estudiados. Me imaginé que este entusiasmo podría ser compartido y estimulado entre los venezolanos deseosos de conocer su pasado y encontrar elementos de reflexión o inspiración para los retos presentes.
Pero he aquí que en la lectura del día de hoy, correspondiente al año de 1815, recibo un baño de agua fría: En la reseña de la cruel muerte de José Félix Ribas se afirma que en 1814 “…le tocó vencer al enemigo Vicente Campo Elías en La Puerta”. Por esta vía, nada menos que el héroe patriota que auxilió en el momento límite, cuando estaba a punto de caer en manos realistas, la Plaza de La Victoria defendida valientemente por la juventud al mando de José Félix Ribas, es reducido a la categoría de enemigo.
Me impacta el error y mi primera reacción es atribuírselo a una trascripción equivocada. “se sustituyó una palabra por otra”, pienso. Quizás, enemigo por amigo. Pero, de ser así, la frase no tiene sentido: vencer al amigo. Tampoco si la palabra reemplazada por vencer es apoyar; pues, sería “apoyar al enemigo”. Por otra parte, Campo Elías si fue derrotado en La Puerta; pero, por José Tomás Boves y para que allí Ribas fuese vencedor tendría que estar del campo realista. Por más vueltas que le di al asunto no pude justificar el error. Concluí que se trataba de algún infame resumen hecho por algún mal estudiante.
Esto me impacto negativamente por dos razones: 1. Porque desde mi infancia recuerdo la imagen de la nube de polvo que por el camino de San Mateo divisaron los combatientes agonizantes de la Plaza de La Victoria y que los llenó de esperanza y le dió nuevos bríos al combate. No recuerdo donde leí una descripción épica, poética, hermosa, de ese momento: La llegada oportuna del valiente Campo Elías salvando la plaza y frenado la pretensión de los realistas de garantizarse una vía libre a Caracas. Tamaño error en el diario me pareció una afrenta. 2. Porque me hace pensar que el trabajo se ha tomado descuidadamente y me siembra dudas sobre cuanto se escriba en este periódico. Sobre todo en aquellos aspectos en los cuales tengo mayor desconocimiento y menos criterios para distinguir los hechos. Esto es lamentable, porque, lo repito, es una idea genial, y merece una implementación que le haga honor.
¡Ojalá en lo adelante no encontremos errores como éste!
martes, marzo 15, 2011
La peor manera de tener razón
John Donne
Cuando a través de la televisión vi la angustia dibujada en japoneses preocupados por la eventualidad de una explosión en el Centro de Energía Nuclear Fukushima, vino de inmediato a mi memoria una de las pesadillas que presenta Akiro Kurosawa en su película Los Sueños. En ella se trata el tema de la fuga de radioactividad en una planta nuclear, cuyos reactores explotan uno tras otro, y de la desesperación que siembran los esfuerzos inútiles por escapar de una muerte segura. Los personajes pronuncian frases de terror, de impotencia, de rabia, en la medida que presienten los efectos sucesivos que preceden la muerte, bajo un cielo rojo, amarillo y violeta. “Como la radioactividad es invisible, le han puesto color para que sepamos qué elemento nos matará”. Recuerdo también la cara de estupefacción e incredulidad con que la protagonista pronunciaba una frase acusadora: “nuestros científicos aseguraban que no había peligro, que todo estaba seguro, que no habría accidentes”. Y la sentencia lapidaria de otro: “¡Quienes nos mintieron también van a morir!”
La tragedia de Japón reitera lo que con tanta frecuencia olvidamos: La humanidad es una sola y no podemos escapar a lo que afecte a una parte de ella. Esta tragedia también es nuestra. No sólo por el noble sentimiento de solidaridad que hoy embarga al resto del mundo. También lo es por las consecuencias concretas que tal tragedia tendrá en cada uno de los habitantes de este planeta, por alejado o extraño que sea al epicentro de la catástrofe: Los efectos contaminantes en un medio ambiente de suyo contaminado y convulso; las consecuencias para una economía mundial en crisis; las interrogantes y las aprehensiones que arroja sobre las formas alternativas de producir energía y, no menos importante, la actualización en todos los habitantes de este planeta de las peores pesadillas sobre un accidente nuclear fuera de control.
Cuando se afirma que la tierra ha variado la posición de su eje de rotación no es sólo Japón quien lo hizo sino todos los países del planeta y si ahora la tierra acelera una millonésima de segundo más en dar la vuelta sobre sí misma, en realidad, todos aceleraremos ese tiempo, nuestros días serán más cortos y sufriremos todos las pequeñas o grandes consecuencias que estos hechos implican. Si hay contaminación radioactiva, se expandirá a través de las aguas por todos los océanos y contaminará toda la cadena alimenticia, desde las algas que consumen los peces hasta los productos marinos que alimentan al hombre.
Ya, una vez más, los científicos se encargarán de hacer los fríos cálculos del desastre ecológico; tanto los derivados de las incontrolables fuerzas de la naturaleza del terremoto y del tsunami como los derivados de las torpezas del hombre para evitar la catástrofe nuclear que, aprendiz de brujo impenitente, ha desatado fuerzas incontrolables. Los economistas a su vez sacarán cuentas, harán evaluaciones y diseñarán planes que les permitan –tal como suelen decir- “convertir un obstáculo en una oportunidad para ganar”. Por supuesto, para ganar ellos y sus señores, en detrimento del resto de los mortales. Y los expertos en generación de energía determinarán errores, proyectarán a futuro medidas preventivas que minimicen riesgos y reelaborarán nuevas estrategias, ahora sí, más seguras, que se sumarán a las derivadas de Chernobyl, de Castle Bravo, de Three Mile Island, de Tokaimura y tantos otros accidentes. Aquí, como en muchas otras cosas, las decisiones las toman minorías selectas en nombre de la humanidad; pero, las consecuencias las pagamos todos.
Pero, ¿quién paliará esta angustia renovada, esta incertidumbre reiterada en cada catástrofe? ¿No ha llegado el momento de plantearnos las raíces del problema? ¿Qué nos impide ver y evaluar con objetividad los hechos, intuir los intereses en juego y sopesar las opiniones?
Sin duda hay una densa amalgama de datos, ideas y propaganda que adormece las angustias, pospone las iniciativas y nos seduce con la promesa de tranquilidades futuras. Creemos ciegamente en la capacidad infinita de la ciencia para resolver los problemas presentes y futuros. Pensamos que por grande que sea el problema, la ciencia, más temprano que tarde, conseguirá una solución. Estamos persuadidos de que siempre habrá tiempo y de que, al final, se podrá enderezar cualquier entuerto. Abusamos de la naturaleza, agotamos sus recursos y, aún así, creemos que podemos forjar un futuro a imagen y semejanza de nuestras ambiciones.
Esta terrible tragedia debía convencernos de la fragilidad de ese optimismo superficial y mentiroso. Con este esquema de producción que tasa el desarrollo en términos de ganancias económicas inmediatas, sin importar las consecuencias ambientales ni los riesgos para el hombre, ¿no nos estamos condenando todos para bienestar y disfrute de unos pocos? En absoluto me consuela la expresión de uno de los personajes de Kurosawa: “¡Ellos también morirán!”. Prefiero pensar que aún estamos a tiempo de poner un freno a esta locura y que el esfuerzo de todos los habitantes de la tierra o, por lo menos, de su aplastante mayoría, pueda elaborar esquemas de desarrollo más justos, más humanos, más solidarios y más racionales.
No somos los únicos dueños. Este planeta es nuestro y de los demás también: Los contemporáneos y los que estén por venir. Todas estas catástrofes nucleares llamadas eufemísticamente accidentes, ¿no son un terrible adelanto de lo que nos prepara la ciencia y la tecnología al servicio de la inmediatez y los atajos de la voracidad capitalista? ¿Hay espacio para dudar que lo está en juego es la sobrevivencia de la especie? ¿Cuántos cadáveres son necesarios para darle solidez a esta verdad?