Por: Rafael Hernández Bolívar
Zygmunt Bauman ha dicho que al movimiento de los indignados le sobra emoción y le falta pensamiento. También ha señalado otras cosas interesantes: Piensa que este movimiento es una repuesta en el plano de la política a lo que ocurre en el plano de la economía con la globalización.
Ambas afirmaciones encajan en la perspectiva revolucionaria. Con más precisión, Lenin dijo sobre la lucha política por los cambios: “Sin teoría revolucionaria, no hay movimiento revolucionario”. El impulso del movimiento de los indignados, potenciado además por las nuevas tecnologías en la comunicación, ha sido arrollador y la protesta del pasado 15 de octubre, como ha reseñado la prensa, ocupó las calles en 950 ciudades de 82 países. Pero, en tanto no se perfilen con nitidez los objetivos políticos, hay grave riesgo de que se evapore. Estas manifestaciones tienen un acentuado mensaje anticapitalista y se convierten en protesta antigubernamental cuando los gobiernos defienden al sistema imperante de privilegios e impunidad del que gozan los grandes capitales.
Si tales manifestaciones logran concretarse en un rechazo global contra el sistema capitalista y en una plataforma común para golpear la estructura expoliadora, explotadora y fraudulenta del capitalismo, se fortalecerán también las luchas que en cada país libran los pueblos contra el imperialismo y contra sus propios explotadores. Se abrirán así caminos para transformaciones profundas en cada país.
También Bauman subraya la necesidad de una respuesta global a unas fuerzas que son globales. La unidad de los pueblos contra el bloque de intereses del gran capital. Hay que inscribir las luchas nacionales en una estrategia internacional para combatir la fuerza globalizadora del capital. Es una reivindicación del internacionalismo como estrategia de los oprimidos de todas partes contra sus opresores. “¡Proletarios del mundo, uníos!”.
La realidad es terca. Todo este hermoso movimiento de protesta despierta emociones y siembra esperanzas. Pero si no creamos puentes en una estrategia común nos agotaremos en muchas jornadas sin resultados. Hay que reforzarse mutuamente para mantener la llama viva. De hecho, en España, después de una gran efervescencia en los días posteriores al 15 de mayo, se abrió paso a un relativo reflujo y asomaron indicios de escepticismo. Sin embargo, el movimiento de los indignados de Nueva York reavivó la llama y en horas se ocupó de nuevo la calle.
La tendencia de la gran prensa es caricaturizar el movimiento, asimilarlo, convertirlo en una imagen simpática e inofensiva. Intentan que lo anecdótico ocupe el lugar de la protesta y la lucha. Apuestan al agotamiento y a la disolución progresiva.
Este movimiento no es una moda: Es hijo de una crisis profunda y en tanto esta persista, pese a reflujos temporales, el movimiento levantará cabeza una y otra vez, hasta la caída del capitalismo y la apertura de nuevos horizontes para la humanidad. Todos debemos ayudar. Si no lo hacemos se evaporará o se convertirá en otra cosa.
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