Por: Rafael Hernández Bolívar
Acabo de ver en un reportaje de televisión a nuestro candidato
manejando un autobús en medio de un mar de gente, mientras recibía papeles,
respondía saludos, miraba a la distancia, conversaba con quienes tenía a su
lado y atendía la palanca de velocidades, el volante y los pedales de embrague
y freno. Pese a admirar la destreza que significa hacer todo eso al mismo
tiempo y constatar el apoyo afectuoso de la gente, me asaltó, sin embargo, un
cierto sentimiento de angustia que quiero compartir con ustedes.
¿Ustedes se imaginan la catástrofe que significaría que el
candidato de la revolución atropelle con un autobús a alguna persona de las
miles que acuden a recibirle en su campaña electoral? Pues, ¡piénselo y sentirá
un escalofrío aterrador! Primero, por supuesto, sientan el daño que se le
ocasionaría a la víctima y a sus familiares. Segundo, en el plano político,
vean lo siguiente: Si la persona resulta herida –sea esa herida leve o grave-
el efecto propagandístico de la derecha sería demoledor y su aprovechamiento,
incalculable: ¡Ni siquiera sabe manejar un autobús! Si la persona resulta
muerta –además de las consecuencias jurídicas concretas, cárcel incluida-
significaría la liquidación de la candidatura de Maduro y la imposibilidad de
sustituirlo por otro candidato.
¿Tal situación catastrófica es posible? No sólo es posible
sino que esas probabilidades de ocurrencia son superiores a las normales.
Como accidente: Lamentablemente no soy experto en cuestiones
de accidentes automovilísticos. Pero el sentido común dice que, en condiciones
normales, la conducción de un autobús está sujeta a las destrezas del
conductor, a las condiciones mecánicas de la unidad, a las condiciones de la
vía, del tráfico y del clima y a situaciones inesperadas que pueden ocasionar
un accidente (destrezas de otros conductores, borrachos en la vía, carga que
cae de otro vehículo en marcha, etc., etc.). Una irregularidad en cualquiera de
estos factores puede ocasionar un accidente. Ahora imagínense por cuanto se
multiplican esos riesgos conduciendo un autobús en medio de una gran
concentración humana y, además, el conductor tiene que responder a los saludos
y la atención de miles de personas mientras evalúa y resuelve todos esos
riesgos. ¿Qué eso ya lo ha hecho nuestro candidato, quien a todas estas es un
excelente conductor? Sí, es verdad. ¿Pero quién puede garantizar que contra
todo evento no pueda ocurrir un accidente?
Como conspiración: Tenemos la experiencia de que sectores de
la oposición han hecho en el pasado toda clase de locuras para sacar del
gobierno a las fuerzas bolivarianas y donde no se han distinguido precisamente
por la nobleza y un escrupuloso respeto ni a la gente ni a las instituciones.
¿Es descabellado pensar que un grupo concertado, al paso de la caravana,
simulando alguna confusión, empujen a un inocente ciudadano a las ruedas del
autobús o, una escaramuza parecida que mis limitados conocimientos sobre el
asunto no me permiten imaginar?
Maduro es este momento el hombre más importante de la
Revolución y no debemos crear situaciones que lo coloquen en riesgo. No
necesita demostrarle a nadie que puede manejar un autobús, cuestión que por lo
demás lo atestigua su experiencia sin manchas en esa labor y las oportunidades
recientes en que ha manejado un autobús para llevar damnificados a sus nuevas
casas o cuando dio inicio a la campaña. Pero, hasta ahí.
Concentrémonos en el mensaje y el contacto con la gente!