Por: Rafael Hernández Bolívar
Algunos compañeros han valorado como motivo de orgullo el
hecho de que no se han producido manifestaciones de indignados en Venezuela.
Razonan más o menos como sigue: Vamos por buen camino, resolviendo los
problemas del pueblo y la gente está contenta con la gestión del gobierno
bolivariano; luego, en nuestro país no hay razones ni tendrían cabida tales
manifestaciones.
Esta forma de razonamiento arranca de una incomprensión del
movimiento de los indignados. Se cree que tal movimiento está dirigido contra
los gobiernos de los países en que los gobernados no están de acuerdo con la
gestión de sus gobernantes. Obvian un dato fundamental: La protesta es contra
un sistema económico que genera, a la par de unos pocos grandes millonarios
(1%), desempleo, estancamiento de la economía, desalojo de viviendas y
embargos, disminución de la calidad de vida y, en general, miseria para las
grandes mayorías. Ahora bien, cuando los
gobiernos asumen la defensa del status quo, del sistema capitalista, se hacen
blanco de la protesta. Es lo que ha ocurrido en Grecia, España y EEUU. Vale
decir, si los gobiernos -en lugar de ponerse al servicio del capital- hacen
causa común con el pueblo, podría distinguirse claramente la protesta indignada
contra el imperialismo y el capitalismo.
Hay un argumento básico por el cual toda persona que se
conceptúe como revolucionario debería aplaudir y apoyar el movimiento de los
indignados. Es el sustrato moral que señaló el Ché: Temblar de indignación cada
vez que se comete una injusticia en el mundo. Ese sólo principio bastaría. ¿O
es que acaso no hay suficientes injusticias en el mundo, merecedoras de nuestra
protesta? Ese sentimiento de rabia ante el poder y la injusticia de miles de ciudadanos, ¿no
merece nuestra solidaridad?
Pero hay más: ¿las decisiones de los centros financieros
imperialistas no nos afectan? ¿En nuestro país hemos derrotado el capitalismo y
vivimos en una sociedad socialista? Nosotros somos hasta ahora sólo un proyecto
que lucha por hacerse realidad. Nuestros valores y nuestra economía, a pesar de
los esfuerzos y los logros de la Revolución Bolivariana, siguen estructurados
sobre los esquemas del gran capital y tenemos, en ese sentido, grandísimos
motivos de indignación.
Existe, por lo demás, un hecho revelador. En nuestro país se han venido perfilando claramente
dos grandes frentes en nuestra realidad política: las fuerzas del cambio y la
revolución, por una parte, y las fuerzas de la reacción, por la otra. Cualquier
acontecimiento político que ocurra en el país ubica estas fuerzas en una u otra
posición enfrentada. Por argumento en contrario, ¿es posible que la oposición
venezolana asuma las banderas de los indignados para combatir al gobierno? ¿Se
imaginan a Capriles Radonsky, a María Corina Machado, a Leopoldo López o a
Pablo Pérez enarbolando consignas como “Prisión para los banqueros”, “Muerte al
capitalismo”, “No sacrifiquemos al 99% por el bienestar y el lujo del 1%” y las
otras exigencias parecidas que vocean los indignados en sus manifestaciones? No
es posible imaginarlo. Los defensores del capitalismo no pueden atacar los
intereses de los poderosos.
La lucha de los indignados es lucha contra la injusticia y
por eso es también nuestra lucha. Es denuncia
al capitalismo y de la secuela de males que genera y soportamos. Es la
prevalencia de valores de solidaridad y lucha por encima del interés
mercantilista. Es valoración del ser humano y preservación del planeta. Y todos
estos postulados forman parte del arsenal revolucionario y en tanto tal, son
nuestros.
Otra cosa es que el movimiento no haya desarrollado hasta
ahora niveles de conciencia y compromisos que conduzcan a acciones decisivas
contra el capitalismo. Ni nadie está en condiciones de plantear que ese será su
destino inexorable. Pero, todos tenemos el deber de contribuir para que el
movimiento se desarrolle en ese sentido. ¡Sería extraordinario que en la
próxima convocatoria mundial del movimiento de los indignados hiciéramos en
Caracas una gran concentración solidaria en donde expresemos nuestro inequívoco
rechazo a las perversas consecuencias del capitalismo: La guerra, la
explotación, la destrucción del planeta, los ingentes problemas sociales que
genera, etc.!