domingo, octubre 30, 2011

No hay motivo de orgullo


Por: Rafael Hernández Bolívar

Algunos compañeros han valorado como motivo de orgullo el hecho de que no se han producido manifestaciones de indignados en Venezuela. Razonan más o menos como sigue: Vamos por buen camino, resolviendo los problemas del pueblo y la gente está contenta con la gestión del gobierno bolivariano; luego, en nuestro país no hay razones ni tendrían cabida tales manifestaciones.

Esta forma de razonamiento arranca de una incomprensión del movimiento de los indignados. Se cree que tal movimiento está dirigido contra los gobiernos de los países en que los gobernados no están de acuerdo con la gestión de sus gobernantes. Obvian un dato fundamental: La protesta es contra un sistema económico que genera, a la par de unos pocos grandes millonarios (1%), desempleo, estancamiento de la economía, desalojo de viviendas y embargos, disminución de la calidad de vida y, en general, miseria para las grandes mayorías.  Ahora bien, cuando los gobiernos asumen la defensa del status quo, del sistema capitalista, se hacen blanco de la protesta. Es lo que ha ocurrido en Grecia, España y EEUU. Vale decir, si los gobiernos -en lugar de ponerse al servicio del capital- hacen causa común con el pueblo, podría distinguirse claramente la protesta indignada contra el imperialismo y el capitalismo.

Hay un argumento básico por el cual toda persona que se conceptúe como revolucionario debería aplaudir y apoyar el movimiento de los indignados. Es el sustrato moral que señaló el Ché: Temblar de indignación cada vez que se comete una injusticia en el mundo. Ese sólo principio bastaría. ¿O es que acaso no hay suficientes injusticias en el mundo, merecedoras de nuestra protesta? Ese sentimiento de rabia ante el poder  y la injusticia de miles de ciudadanos, ¿no merece nuestra solidaridad?

Pero hay más: ¿las decisiones de los centros financieros imperialistas no nos afectan? ¿En nuestro país hemos derrotado el capitalismo y vivimos en una sociedad socialista? Nosotros somos hasta ahora sólo un proyecto que lucha por hacerse realidad. Nuestros valores y nuestra economía, a pesar de los esfuerzos y los logros de la Revolución Bolivariana, siguen estructurados sobre los esquemas del gran capital y tenemos, en ese sentido, grandísimos motivos de indignación.

Existe, por lo demás, un hecho revelador.  En nuestro país se han venido perfilando claramente dos grandes frentes en nuestra realidad política: las fuerzas del cambio y la revolución, por una parte, y las fuerzas de la reacción, por la otra. Cualquier acontecimiento político que ocurra en el país ubica estas fuerzas en una u otra posición enfrentada. Por argumento en contrario, ¿es posible que la oposición venezolana asuma las banderas de los indignados para combatir al gobierno? ¿Se imaginan a Capriles Radonsky, a María Corina Machado, a Leopoldo López o a Pablo Pérez enarbolando consignas como “Prisión para los banqueros”, “Muerte al capitalismo”, “No sacrifiquemos al 99% por el bienestar y el lujo del 1%” y las otras exigencias parecidas que vocean los indignados en sus manifestaciones? No es posible imaginarlo. Los defensores del capitalismo no pueden atacar los intereses de los poderosos.

La lucha de los indignados es lucha contra la injusticia y por eso es también nuestra lucha. Es denuncia  al capitalismo y de la secuela de males que genera y soportamos. Es la prevalencia de valores de solidaridad y lucha por encima del interés mercantilista. Es valoración del ser humano y preservación del planeta. Y todos estos postulados forman parte del arsenal revolucionario y en tanto tal, son nuestros.

Otra cosa es que el movimiento no haya desarrollado hasta ahora niveles de conciencia y compromisos que conduzcan a acciones decisivas contra el capitalismo. Ni nadie está en condiciones de plantear que ese será su destino inexorable. Pero, todos tenemos el deber de contribuir para que el movimiento se desarrolle en ese sentido. ¡Sería extraordinario que en la próxima convocatoria mundial del movimiento de los indignados hiciéramos en Caracas una gran concentración solidaria en donde expresemos nuestro inequívoco rechazo a las perversas consecuencias del capitalismo: La guerra, la explotación, la destrucción del planeta, los ingentes problemas sociales que genera, etc.!

jueves, octubre 27, 2011

Indignados, la realidad sigue allí



Por: Rafael Hernández Bolívar 

Zygmunt Bauman ha dicho que al movimiento de los indignados le sobra emoción y le falta pensamiento. También ha señalado otras cosas interesantes: Piensa que este movimiento es una repuesta en el plano de la política a lo que ocurre en el plano de la economía con la globalización. 

Ambas afirmaciones encajan en la perspectiva revolucionaria. Con más precisión, Lenin dijo sobre la lucha política por los cambios: “Sin teoría revolucionaria, no hay movimiento revolucionario”. El impulso del movimiento de los indignados, potenciado además por las nuevas tecnologías en la comunicación, ha sido arrollador y la protesta del pasado 15 de octubre, como ha reseñado la prensa, ocupó las calles en 950 ciudades de 82 países. Pero, en tanto no se perfilen con nitidez los objetivos políticos, hay grave riesgo de que se evapore. Estas manifestaciones tienen un acentuado mensaje anticapitalista y se convierten en protesta antigubernamental cuando los gobiernos defienden al sistema imperante de privilegios e impunidad del que gozan los grandes capitales. 

Si tales manifestaciones logran concretarse en un rechazo global contra el sistema capitalista y en una plataforma común para golpear la estructura expoliadora, explotadora y fraudulenta del capitalismo, se fortalecerán también las luchas que en cada país libran los pueblos contra el imperialismo y contra sus propios explotadores. Se abrirán así caminos para transformaciones profundas en cada país. 

También Bauman subraya la necesidad de una respuesta global a unas fuerzas que son globales. La unidad de los pueblos contra el bloque de intereses del gran capital. Hay que inscribir las luchas nacionales en una estrategia internacional para combatir la fuerza globalizadora del capital. Es una reivindicación del internacionalismo como estrategia de los oprimidos de todas partes contra sus opresores. “¡Proletarios del mundo, uníos!”. 

La realidad es terca. Todo este hermoso movimiento de protesta despierta emociones y siembra esperanzas. Pero si no creamos puentes en una estrategia común nos agotaremos en muchas jornadas sin resultados. Hay que reforzarse mutuamente para mantener la llama viva. De hecho, en España, después de una gran efervescencia en los días posteriores al 15 de mayo, se abrió paso a un relativo reflujo y asomaron indicios de escepticismo. Sin embargo, el movimiento de los indignados de Nueva York reavivó la llama y en horas se ocupó de nuevo la calle. 

La tendencia de la gran prensa es caricaturizar el movimiento, asimilarlo, convertirlo en una imagen simpática e inofensiva. Intentan que lo anecdótico ocupe el lugar de la protesta y la lucha. Apuestan al agotamiento y a la disolución progresiva. 

Este movimiento no es una moda: Es hijo de una crisis profunda y en tanto esta persista, pese a reflujos temporales, el movimiento levantará cabeza una y otra vez, hasta la caída del capitalismo y la apertura de nuevos horizontes para la humanidad. Todos debemos ayudar. Si no lo hacemos se evaporará o se convertirá en otra cosa. 


martes, octubre 25, 2011

Las razones del asesinato de Gaddafi


Por: Rafael Hernández Bolívar

Soy de la hipótesis de que los servicios de inteligencia de la OTAN sabían la ubicación exacta de Gaddafi desde antes de iniciar la operación de bombardeos a Libia. Más allá de la altísima tecnología de punta utilizada en el espionaje y los niveles de infiltración de las fuerzas imperialistas hasta alcanzar altas jerarquías del ejército libio, hay una serie de evidencias que apuntan a la confirmación de esta hipótesis.

Lo primero que induce a pensarlo es que el momento de su asesinato fue particularmente oportuno. Se produce después de la aniquilación de las fuerzas gaddafistas y el control por parte de los invasores de los principales focos de resistencia.  ¿Imaginan lo que hubiese pasado si esa muerte se produce en los momentos iniciales de la invasión?

La segunda cuestión que apunta en este sentido es el lenguaje deliberadamente ambiguo con que los jefes de la invasión se refieren a Gaddafi como objetivo militar: Al comienzo del conflicto, Cameron dice que el objetivo no es la muerte del líder libio; pero, al producirse ésta, señala entusiasmado que comienza una nueva era para Libia. Clinton, por su parte, dice que el conflicto continúa; pues, era un objetivo secundario. Es decir, hicieron esfuerzos por desviar la mirada de este objetivo y centrar la guerra en la cotidianidad del combate, en la mecánica de los bombardeos y la toma de ciudades.

La tercera es que no hubo ningún ataque previo en los lugares específicos en los que se suponía estaba Gaddafi y más bien divulgaban la idea de que había salido de Libia. Nunca vimos una noticia del tipo “se salvó milagrosamente en un ataque” o, “se tomó un lugar donde minutos antes estuvo Gaddafi”.  No. Era como que si no estuviera en ningún lugar.

Por otra parte, la estrategia de destrucción que desarrolló la OTAN necesitaba que Gaddafi estuviera vivo hasta el último momento; hasta el momento en que no fuera necesaria su existencia. Los mercenarios reclutados por la OTAN buscaban como aliados los antigaddafistas que se suponían entre las tribus. Para que su prédica fuese efectiva requería igualmente que el objetivo viviera. Si este desaparecía no habría soporte que hiciera posible una unidad de suyo precaria. Unidad que lucía más como un artificio propagandístico que como una fuerza real de lucha.

Finalmente, para alcanzar el verdadero objetivo de la guerra –apropiarse del país- necesitaban destruir el país y manteniendo a Gaddafi vivo hasta el final podían cumplir con la labor destructiva.   Vivo Gaddafi se mantenía igualmente viva la excusa para bombardear, exterminar, destruir ciudades, etc.; en  fin, todo lo necesario para obligar a gigantescos gastos en  armas y a una multimillonaria reconstrucción. Ambas cosas hipotecan el futuro de Libia por generaciones.

La muerte de Gaddafi fue una muerte gloriosa, patriótica, valiente. En su tierra, con los suyos, en combate, defendiendo la soberanía y los recursos de Libia. Esta muerte engrandece a la víctima y envilece a los victimarios. Su propia muerte dejó al desnudo, una vez más, la falsedad  con que los imperialistas disfrazan sus acciones invasoras: Los defensores de civiles desarmados se nos muestran hoy maltratando y asesinando a un Gaddafi sin armas y herido. ¿Juicio? ¿Debido proceso? ¿Defensa? ¿Derecho? Los defensores de los derechos humanos nos presentan a hijos de Gaddafi o compañeros de armas presos en un rincón y minutos después masacrados mortalmente, sin juicio previo, y ya no sólo con la complicidad sino con el aplauso de la comunidad internacional.

Pero esto le salió mal al imperio. También le saldrá mal el esfuerzo que pondrán en impedir que Gaddafi se convierta en símbolo de su pueblo y sostén espiritual de sus luchas. Pese a la destrucción del país, las hoy diezmadas fuerzas del pueblo libio sabrán recuperarse y reemprender, una vez más, hasta la victoria final, la eterna lucha por la independencia y la soberanía. Porque el origen del conflicto son los intereses imperiales y los pueblos tienen el derecho a defenderse.

sábado, octubre 22, 2011

La barbarie sobre territorio libio


Por: Rafael Hernández Bolívar

Soy de la opinión de que la legión imperial que invadió a Libia a sangre y fuego sabía la ubicación de Gaddafi antes de que el primer avión lanzara la primera bomba. Pero para asesinarlo necesitaban antes destruir el país; acabar con toda su capacidad defensiva; perseguir y dar muerte a los dirigentes del gobierno; erradicar y dispersar toda forma de organización popular; hipotecar el país con la compra de nuevas armas; comprometer sus recursos para pagar la invasión y la reconstrucción y, después, solo después de alcanzar estos objetivos, fusilar a Gaddafi.

¿Por qué no lo hicieron en un comienzo? Porque estando vivo conformaban una precaria unidad con los antigaddafistas que en caso contrario no podrían, como no podrán sostener de ahora en adelante. Y, sobre todo, porque no habría excusa para realizar el genocidio y la destrucción. Aunque a falta de ésta, hubiesen inventado alguna. Ellos son creativos para eso.

Lo que esto viene a demostrar es que la voracidad imperial por los recursos energéticos y de otro tipo es el verdadero fundamento de las decisiones de la política imperial. Necesitan las reservas monetarias de Libia y las roban. Necesitan el petróleo y lo toman a fuego y plomo. No hay adornos. Es la barbarie pisoteando la ilusión de los derechos de los pueblos, de los derechos humanos y la simple noción de justicia y solidaridad.

Pero el exterminio no cesa. Hillary Clinton, aseguró que la muerte de Gaddafi “no garantiza el fin del conflicto”. Y en esto tiene razón. Pese a la destrucción del país, las hoy diezmadas fuerzas del pueblo libio sabrán recuperarse y reemprender, una vez más, la eterna lucha por la independencia y la soberanía. Porque el origen del conflicto son los intereses imperiales y los pueblos tienen el derecho a defenderse.

rhbolivar@gmail.com

sábado, octubre 15, 2011

Ernesto Che Guevara, el indignado mayor


Por: Rafael Hernández Bolívar

Hace más de cincuenta años, antes de que hubiese el primer indignado exigiendo justicia en las calles de Madrid o Nueva York, Ernesto Che Guevara plantó los parámetros morales para su identidad y su justificación: “Si Ud. es capaz de temblar de indignación cada vez que se comete una injusticia en el mundo; entonces, somos compañeros”.

Este es el sentimiento primigenio para rebelarse ante la explotación, la destrucción del planeta, la proliferación de los males sociales, la actuación de los delincuentes financieros. Indignación contra la destrucción de los pueblos y el saqueo de sus recursos; contra las guerras y sus secuelas de muerte y crueldad; contra los indiferentes. Es el no rotundo al destino que conduce al abismo y a la destrucción.

Es verdad que el  movimiento de los indignados no llega todavía a la conciencia del cambio revolucionario y que está agobiado por el peso de la crisis económica, el desempleo, el desalojo y la ausencia de amparo social. Pero es un punto de partida para ascender a una conciencia más plena y a la identificación de los verdaderos responsables de los males de hoy.

También el Ché demostró con su acción y su vida que no basta indignarse. Ni siquiera basta con tener una conciencia crítica. A ese sentimiento y a esa conciencia hay que unirle la acción militante y decidida, la organización y la estrategia. No sólo para el cambio sino también para que sea democrático, participativo y solidario.

Por eso, para nada nos extraña que la figura siempre rebelde del Che esté presente en las jornadas de combate y de exigencia de justicia que recorren las ciudades del mundo. Es la voz del ejemplo y de la inspiración; pero, también, el norte ideológico del combate: La lucha por el socialismo como vía para la abolición de la explotación capitalista y la extinción de sus males. Es el indignado mayor.

rhbolivar@gmail.com

sábado, octubre 08, 2011

No es la crisis, es el capitalismo


Por: Rafael Hernández Bolívar

A los economistas el capitalismo los tiene locos. Hemos escrito capitalismo y no crisis -como cabría esperar dado lo  agobiante y lo contemporáneo del fenómeno- porque, en realidad, lo que tiene a los economistas saltando de una posición a la opuesta no es la terrible crisis económica actual sino los inútiles esfuerzos que despliegan para salvar un sistema de producción al que no le caben más remiendos. Brillantes economistas han concluido hace ya tiempo que la presente crisis es estructural y no la expresión particular y pasajera de un aspecto específico de la economía. En consecuencia, la superación del sistema económico capitalista es la superación de la crisis.

Desde que circula el chiste aquel de que si se reúnen dos economistas, sin duda se arribará a un mínimo de tres opiniones distintas, la sociedad ha terminado tolerando como normal que existan diversas interpretaciones de los hechos y de las cifras económicas. Pero, se entendía que había un margen razonable dentro del cual había un núcleo duro de problemas sustanciales cuya evaluación gozaba de  un relativo consenso.  La crisis actual del capitalismo acabó hasta con eso. Y esto no por economistas del montón. No. Esto lo han puesto en evidencia figuras consagradas en este campo, incluidos premios Nobel como Krugman, Stiglizt y Lucas, entre otros.

Se consigue de todo, para todos los gustos. Hay quienes sostienen que debe incrementarse el gasto público para dinamizar la economía y otros sostienen exactamente lo contrario: Hay que reducir el gasto público e implementar un severo programa de disminución del déficit fiscal. Y,  en relación a éste último, hay quienes sostienen que se resuelve haciendo recortes en los programas de seguridad social, otros dicen que aumentando los impuestos; pero, también hay quien dice que lo que debe hacerse es disminuir los impuestos y así incentivar la producción y aumentar el consumo.  En todo caso, a estas alturas del partido, se trata  de una misión imposible: Salvaguardar y multiplicar el capital sacrificando al trabajo, proteger los intereses de los capitalistas por encima del resto de la humanidad.

Ya no se sabe cuál es el país modelo, pues cambia de nombre mensualmente. En Europa se ha pasado en pocos años de “España está bien” a “hemos vivido más allá de nuestras posibilidades”; del Estado de Bienestar a los recortes bestiales en los programas sociales y al crecimiento del desempleo. En América, del Chile emblema del neoliberalismo al Chile mostrando sus burdas costuras, una seguridad social infame y una educación excluyente. Asia contempla incrédula a un  Japón agobiado entre la crisis económica y las catástrofes naturales. A China, la estrella emergente del oriente, Moisés Naim, gurú neoliberal, le acaba de pronosticar una implosión social de alcances descomunales. Dice que un país que ha acentuado las distancias sociales, contamina el ambiente y el año pasado tuvo 180.000 huelgas callejeras no puede menos que estar a las puertas de una gran hecatombe social y con ello arrastrar lo que todavía queda parado en el mundo. Ni que decir de la cabeza imperial del capitalismo mundial: Desde hace muchos años EEUU está técnicamente quebrado y sólo su habilidad para estirar el techo de la deuda y las ganancias derivadas del negocio de la guerra y de las invasiones han prolongado su agonía.

Cada uno no sólo tiene una opinión distinta sobre la naturaleza, superación y duración de la crisis sino que incluso su propia apreciación se matiza, se reacomoda y hasta se hace diferente con el paso de los días. Así, como dice otro chiste popular, los economistas se la pasan pronosticando cómo sucederán las cosas en lo adelante y luego explicando por qué no sucedieron como se había previsto.

En mi opinión nada de esto desdice de la ciencia económica sino que revela el efecto tóxico que se deriva de mezclar la ciencia con los intereses. Pretender idear fórmulas de reacomodo dentro del capitalismo para prolongarle así su existencia no puede menos que conducir a estos desvaríos en un sistema que agotó ya todas sus potencialidades, como pronosticó Marx que sucedería. Se acabaron las maniobras.

Quizás, la frase lapidaria sea la aportada por un filósofo contemporáneo, Slavoj Zizek, inscrito en la corriente revolucionaria:  La sobrevivencia de nuestra especie supone la abolición del sistema capitalista de producción.