Por Rafael Hernández Bolívar
La decisión de Juan Carlos Monedero de renunciar a la Dirección Nacional de Podemos debe ser contextualizada a la luz de los avatares que trae consigo el surgimiento de una opción de cambio en la compleja situación política española.
La renuncia
En plena campaña de elecciones municipales, el pasado jueves 30 de abril, Juan Carlos Monedero, uno de los dirigentes principales de Podemos, renunció a la Dirección Nacional del partido. Igualmente manifestó su decisión de intensificar su relación y su trabajo con la gente que se identifica con las concepciones y las propuestas revolucionarias de la organización.
Las interpretaciones que han dado los medios españoles a esta renuncia tienen una naturaleza variopinta. Piensan, por un lado, que las posiciones claramente radicales de Monedero han espantado a sectores de la clase media y cuyo efecto se evidenciaría en un descenso de la posición de Podemos en las encuestas. En concordancia con la línea de propaganda de la derecha de desinflar “el fenómeno Podemos”, proclaman que el proyecto hace aguas. Otros atribuyen la salida a peleas por el liderazgo y al reparto de cuotas de poder ante el eventual crecimiento de Podemos. Acostumbrados a la política de palacio, de las cúpulas y a las intrigas, a la derecha todo esto le resulta incomprensible.
Izquierdas y derechas
En los partidos políticos españoles hay una clara jerarquía personal en la toma de decisiones. El Presidente del partido, más allá de las formalidades, tiene la última palabra en decisiones clave como, por ejemplo, en la escogencia de los candidatos en un proceso electoral. Así, para las elecciones del próximo 24 de mayo, la candidata por el Partido Popular para la Alcaldía de Madrid, Esperanza Aguirre, estuvo meses en vilo, hasta que Rajoy, presidente del partido, decidió designarla.
Ni los ciudadanos ni los militantes cuestionan esta manera de tomar decisiones sobre asuntos tan importantes. El jefe político actúa como el general de un ejército y exige de sus partidarios incondicionalidad y obediencia.
La decisión de Juan Carlos Monedero sólo es asimilable por la vieja política española como un desencuentro con el jefe político de Podemos. Pero lo que realmente ocurre obedece a una dinámica nueva. Responde a la apuesta por las bases, a la voluntad de acudir a ellas para configurar nuevas salidas y nuevas decisiones.
El escritor español Gregorio Morán decía hace pocos días que puede ser cierto, por lo menos para algunos períodos de la historia reciente, eso de que en España no tiene sentido hablar de izquierdas y derechas porque ocurre que no hay izquierdas. Aunque se aprecia con claridad la derecha en su conducta y en sus planteamientos, no resulta fácil identificar a la izquierda; pues, ésta ha venido asumiendo el discurso, el comportamiento y las iniciativas políticas en los mismos términos que lo asume la derecha.
¿Se distingue hoy el PSOE del Partido Popular? La corrupción que arropa a todo el sistema político español, ¿ha dejado indemne a algún partido? ¿Hay algún partido que sea hoy referente moral de un comportamiento honesto en la gestión pública?
A casi cuarenta años de la muerte de Franco, siguen marcando la política española las piedras angulares que delimitaron los poderes y la influencia en la transición. Esto es, el acuerdo, la tolerancia cómplice en el manejo del Estado y la defensa compacta de los intereses del poder económico.
La idea de la centralidad
Podemos sostiene la centralidad como la estrategia política para ganar y agrupar a las mayorías en función del cambio. Se trata de construir un bloque político a partir de las preocupaciones, de los intereses y de las reivindicaciones de los españoles. Esta centralidad no es ideológica sino política. En ese sentido, se trataría de los puntos de coincidencia que saquen el debate de las consideraciones de izquierdas y derechas y lo centren en la necesidad de combatir la corrupción, incentivar la economía, preservar y aumentar el deteriorado estado de bienestar y abrir canales para la profundización de la democracia.
Esta idea orienta la estrategia de Podemos. La diferencia tiene que ver con las concepciones tácticas de cómo lograrlo. Y es allí precisamente en dónde adquiere rostro propio la posición de Juan Carlos Monedero.
“Nosotros entendimos que la televisión era el tren que los alemanes pusieron a Lenin para ir a Finlandia. ¡Coño, pero luego tienes que bajarte del tren, reunirte con la gente!”, dice Monedero. Establecido el contacto con las masas, hay que escucharlas, hay que ganarlas para la participación y el protagonismo, para la organización y el empoderamiento. “Es un presupuesto zapatista: cualquier persona tiene que mandar obedeciendo y eso es lo que tiene que hacer Podemos. Tiene que escuchar a sus bases y sus bases son las que mandatan.” Tal acercamiento debe hacerse con transparencia y con fe en el pueblo.
“Hay otro problema: nuestra moderación –indica Monedero-. La moderación desarmaría a Podemos. Lo peor que le puede pasar es que cuando hable algún líder se sepa de antemano lo que va a decir… Las clases medias no necesitan golpecitos en el hombro para tranquilizarlas; necesitan herramientas de indignación frente a gente que nos está arañando”.
La apuesta de Monedero es por la gente. Entiende que la estrategia no se define en discusiones interminables dentro de una organismo colegiado. Se resuelve acudiendo a los que mandan.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario