Por: Rafael Hernández Bolívar
Teniendo como norte la terminología
guerrerista y militar que apasiona a algunos compañeros de la Revolución
Bolivariana me he topado con el Manifiesto Comunista. Y he aquí la gran
sorpresa: En el Manifiesto la profundidad del análisis y la firmeza radical de las
posiciones revolucionarias no están acompañadas de ese lenguaje estridente y
oloroso a pólvora.
El
sustantivo disparo no aparece ni el verbo disparar en ninguna de sus
conjugaciones. Es el mismo caso de dinamita y dinamitar. Tampoco aparecen las
palabras pólvora, candela, cañón, detonación, bomba, explosión, batallón,
espada o regimiento. ¡Ni una mención!
La palabra
balas aparece una vez, al igual
que fusil. De hecho, están en la misma oración: “las balas de fusil con que
esos gobiernos recibían los levantamientos obreros.” Y, como se ve, no es el
proletariado quien las dispara sino quien las padece.
Guerra
aparece cuatro veces. Pero no como acción que se impulsa desde los sectores
populares sino como calamidad que cae sobre los pueblos promovida por los
intereses de los poderosos.
El término
“militares” aparece una sola vez en el Manifiesto y se menciona como paradigma
cesurable: “Las masas obreras concentradas en la fábrica son sometidas a una
organización y disciplina militares. Los obreros, soldados rasos de la
industria, trabajan bajo el mando de toda una jerarquía de sargentos, oficiales
y jefes.” Vale decir, como una estructura que esclaviza a los obreros.
En cambio,
si están presente en el texto –y en abundancia significativa- palabras como
obrero (46 veces), proletariado (¡91 veces en 32 páginas!), hombre (20) mujer
(12), humano (11), libertad (16), etc. Y, por supuesto, revolución: 14 veces.
¿Y
entonces? ¿De dónde viene la radicalidad del manifiesto comunista? Sin duda, no
viene de un lenguaje lleno de referencias guerreristas y militaristas. Viene,
eso sí de la esencia semántica de la palabra: De ir a la raíz de los problemas,
de buscar y denunciar las causas de la explotación capitalista.