Por Rafael Hernández Bolívar
Pasadas cuatro semanas de las elecciones parlamentarias aun no luce clara la estrategia que permita fortalecer nuestras fuerzas en las zonas ganadas por nosotros, recuperar apoyos perdidos (tanto los que se abstuvieron de participar en el proceso electoral como los que decidieron votar en contra) y elaborar tácticas que posibiliten arrebatar algunos apoyos con los cuales ha contado la derecha en los últimos tiempos.
Hemos perdido mucho tiempo en buscar culpables circunstanciales -¡que los hay!- antes que identificar las causas profundas que nos condujeron a esta derrota. Existen, por supuesto, responsables de la situación. Pero también un enemigo que despliega todos sus recursos y compromete acuerdos y tareas en función de obtener la victoria. Hacer una crítica que fija toda su atención en nosotros, como que si la otra parte no existiera no sólo es errónea en tanto deja por fuera una parte fundamental de la realidad sino también porque resulta paralizante cuando no derrotista.
Y es que en esto hay cierta concepción metafísica de la crítica. No se entiende como un proceso dialectico que debe desarrollarse a diario en todas las tareas diarias de la Revolución, tanto en los éxitos como en los fracasos. No es común que revisemos nuestras victorias ni que nos preguntemos sí realmente son victorias y no trabajos que hacemos a favor del enemigo.
Celebro la crítica. Pero me desconsuela cuando quien la hace no tiene presente los factores reales contra los que luchamos. ¿No hay una política de sabotaje económico dirigido a ganar a sectores del pueblo contra el gobierno revolucionario? ¿No hay una conspiración mediática contra Venezuela a nivel internacional?
Conductas de altos personeros del gobierno han acentuado los errores y han dado motivos ciertos para la decepción de la gente. ¡Esta cuenta debe ser saldada ahora, sin dilaciones! Pero a la luz de los hechos y no en lugar de una crítica que parece más alimentada por la venganza de quienes desde un pedestal predican la culpabilidad de los otros.