Por Rafael Hernández Bolívar
En el capitalismo la lucha de clases abarca también, en el plano ideológico, el concepto de democracia. Una cosa es la idea que tiene el pueblo de la democracia y otra muy distinta la que tiene la clase social dominante.
Para las clases populares hablar de democracia es hablar de participación de las mayorías en la dirección del Estado, de la elección de sus representantes a los diferentes poderes públicos y de la confianza en el respeto a las leyes y a las instituciones. Para los burgueses e imperialistas la democracia es el conjunto de mecanismos que colocan al Estado a disposición de sus intereses económicos y la protección de sus privilegios. Es utilizar recursos financieros y medios comunicacionales para promover políticos a puestos clave del poder público y torpedear, vilipendiar y desalojar a sus adversarios. Es contratar prestigiosos bufetes para burlar la ley, para sobornar jueces y garantizarse la impunidad en sus fechorías. Es tener a su disposición ejércitos de generadores de opinión que confundan, creen falsos valores y conviertan a los ciudadanos en defensores de los intereses del capital.
Corrompiendo políticos
Una de las formas de perversión a la democracia más dañina, popularizada y expandida desde los EEUU, es el uso del lobby como práctica habitual de presión por parte de grupos específicos. Consiste en una agrupación de personas, intereses y recursos coordinados con el fin de obtener del Estado decisiones favorables a sus objetivos económicos o políticos. Bien mediante la aprobación de una ley, resolución u ordenanza; la obtención de un contrato o la implementación de un plan de gobierno. O bien, la derogación de los obstáculos legales a sus actividades u objetivos.
Ya no se trata de que las instituciones deliberen libremente, contrastando argumentos y teniendo de fondo los intereses de la nación y de las mayorías. Se persigue decidir de acuerdo a la capacidad de soborno o de chantaje de los lobbies. En EEUU abundan las denuncias de sobornos y chantajes utilizados por la industria bélica, agroalimentaria o farmacéutica, entre otras, para aprobar o derogar leyes en función de sus intereses. La semana pasada, por ejemplo, salían a la luz pública documentos de 1956 que evidencian la influencia de la industria del azúcar en el diseño de políticas publicas que le fueran favorables.
A tal punto es patente la influencia perniciosa del lobby que ya Eisenhower, en 1961, decía que era una forma de usurpación de poder: “No debemos permitir nunca que el peso de esta conjunción ponga en peligro nuestras libertades o los procesos democráticos”. No le hicieron caso alguno y hoy en EEUU es práctica común y, directamente, se le llama, no ya “grupo de interés”, sino “grupo de presión”.
El perverso lobby israelí
John J. Mearsheimer y Stephen M. Walt escribieron un libro esclarecedor sobre la manera como opera el lobby del Estado de Israel para influir en la política exterior norteamericana y orientarla en función de sus intereses: El lobby israelí y la política exterior estadounidense.
Describen allí como apoyan, sobornan y seducen a los candidatos favorables a su política expansionista y cómo aíslan, combaten y amenazan a los candidatos críticos hacia esas políticas. Citando a The Washington Post, los autores señalan que los candidatos demócratas a la presidencia “dependen de los apoyos judíos hasta en un 60% del dinero recibido”. Relatan la influencia del lobby en los medios norteamericanos a través de periodistas, investigadores, expertos y otros referentes de la opinión pública.
Igualmente, reseñan pormenores de su influencia en el campus universitario mediante la persecución y hostigamiento de profesores que no comparten sus políticas expansionistas y genocidas. Tales acciones incluyen demandas infundadas sobre supuestas conductas antisemitas, lluvia de cartas y correos electrónicos de protesta o amenazas o, directamente, solicitudes de renuncia o despido. Es célebre el asedio contra el célebre escritor palestino Edward Said que enseñó en la Universidad de Columbia. En este caso, también la universidad fue objeto de la furia y de los ataques de los lobbistas.
Finalmente, destacan la efectividad del lobby israelí, expresado para el 2006 en el lugar privilegiado que tiene Israel en la política exterior norteamericana. Además del apoyo diplomático y militar de EEUU a las políticas sionistas, Israel es “el mayor receptor anual de ayuda directa estadounidense tanto militar como económica desde 1976 y el mayor receptor total desde la segunda guerra mundial… Gracias al Lobby, los EEUU se han convertido en el “consentidor” de facto de la expansión israelí en los territorios ocupados, convirtiéndose en cómplice de los crímenes perpetrados contra los palestinos… ”.
Por supuesto, hay una identidad de intereses entre la cúpula imperialista y el Estado de Israel. Pero, sin duda, la actuación del lobby israelí ha potenciado la puesta en marcha de las acciones.
Un frente importante
Desde 1998 el imperialismo norteamericano ha venido constituyendo un lobby internacional para atacar la Revolución Bolivariana. Es lo que explica la resonancia de opositores en la prensa y en organismos internacionales, por lo demás, sin ninguna relevancia intelectual o política. El lobby les abre las puertas y los promueve. Es un frente que es necesario atender y desvelar todas las maniobras.