miércoles, marzo 25, 2015

El perverso lobby israelí

El perverso lobby israelí
Por: Rafael Hernández Bolívar

John J. Mearsheimer y Stephen M. Walt escribieron un libro esclarecedor sobre la manera como opera el lobby del Estado de Israel para influir en la política exterior norteamericana: El lobby israelí y la política exterior estadounidense.
Describen allí como apoyan, sobornan y seducen a los candidatos favorables a su política expansionista y cómo aíslan, combaten y amenazan a los candidatos críticos de esas políticas. Los autores dicen que los candidatos demócratas a la presidencia “dependen de los apoyos judíos hasta en un 60% del dinero recibido”. Relatan la influencia del lobby a través de periodistas, investigadores, expertos y otros referentes de la opinión pública.
Reseñan pormenores de su influencia en la universidad mediante la persecución y hostigamiento de profesores que no comparten sus políticas. Tales acciones incluyen demandas infundadas sobre supuestas conductas antisemitas, lluvia de cartas y correos electrónicos de protesta o amenazas o, directamente, solicitudes de renuncia o despido. Es célebre el asedio contra el célebre escritor palestino Edward Said que enseñó en la Universidad de Columbia. En este caso, también la universidad fue objeto de la furia y de los ataques de los lobbistas.
Finalmente, destacan la efectividad del lobby israelí, expresado para el 2006 en el lugar privilegiado que tiene Israel en la política exterior norteamericana. Además del apoyo diplomático y militar de EEUU a las políticas sionistas, Israel es “el mayor receptor anual de ayuda directa estadounidense tanto militar como económica desde 1976 y el mayor receptor total desde la segunda guerra mundial… Gracias al Lobby, los EEUU se han convertido en el “consentidor” de facto de la expansión israelí en los territorios ocupados, convirtiéndose en cómplice de los crímenes perpetrados contra los palestinos… ”.
Por supuesto, hay una identidad de intereses entre la cúpula imperialista y el Estado de Israel. Pero, sin duda, la actuación del lobby israelí ha potenciado la puesta en marcha de las acciones.

domingo, marzo 15, 2015

La función de la mentira

La función de la mentira
Por: Rafael Hernández Bolívar
En 1943, el filósofo Alexandre Koyré, asqueado del discurso y la propaganda de Hitler y Mussolini, escribía: “Nunca se ha mentido tanto como ahora. Ni se ha mentido de una manera tan descarada, sistemática y constante… se alcanzaron unos niveles y se establecieron unas marcas que muy difícilmente serán superados”. 
Tan acertada observación de Koyré, sin embargo, hoy se queda corta ante la capacidad superlativa que despliega el aparato de propaganda del imperialismo norteamericano y sus secuaces. La capacidad de mentir y de construir una para-realidad a partir de la cual justificar y desplegar sus políticas de dominación no tiene límites. En descargo del filósofo debemos decir que la equivocación se debió a su consideración de que la cobertura de la mentira se restringía al espacio nacional de los fascistas y, en nuestros días, el alcance de la acción del imperialismo es universal.
A esta circunstancia, hay que agregar las posibilidades de las nuevas tecnologías para manipular, tergiversar y penetrar todos los espacios de comunicación y de propaganda. Fue precisamente este gigantesco andamiaje el que se puso en movimiento para engañar al mundo y al propio pueblo norteamericano de que Irak poseía armas de destrucción masiva que amenazaban la paz y la supervivencia del planeta. ¿Resultado? Invasión, destrucción y arrase del país; implantación de un gobierno títere de los intereses imperialistas y toma de posesión y usufructo del petróleo iraquí.
Después se demostró que no existían las tales armas de destrucción masiva. ¿Qué importa? ¡El mal está hecho y los objetivos fueron alcanzados a plenitud! Así actúa el imperialismo, ¡con esa impunidad y ese descaro!

¿Por qué mienten?
Sorprende el desparpajo con que los conspiradores mienten sobre la realidad política venezolana. Sorprende la estridencia con que repiten esas mentiras y, más aún, asombra la celeridad e irresponsabilidad con que algunas organizaciones internacionales, algunos gobiernos y algunos políticos al servicio de los intereses norteamericanos están dispuestos a asumir puntos de vista y exigencias contrarias a la verdad, a la democracia y a la Constitución y las leyes de la República Bolivariana de Venezuela.
Pero el efecto sorpresa desaparece cuando uno comienza a preguntarse sobre cuáles son los motivos que incitan a generar esas mentiras. ¿Por qué, la oposición venezolana, al revés de lo que hace cualquier opción de poder alternativa en una democracia, renuncia al enfrentamiento ideológico, a la crítica de la gestión del gobierno, a la construcción de un movimiento político capaz de ganar la mayoría que le haga gobierno? ¿Por qué, por ejemplo, ante la corrupción de un determinado funcionario, por alto que sea su investidura, no procede a su denuncia concreta? ¿Por qué no hace la denuncia, activa el proceso judicial y exige las sanciones pertinentes ante los organismos competentes o ante la opinión publica, como, por ejemplo, hizo el mismo gobierno, por iniciativa propia, entre otros casos, contra el exgobernador del Guárico?
No hace tal cosa. No le interesa porque para ello se necesita lo que a la oposición venezolana le falta: razones. Le falta identidad con los valores patrios de defensa de nuestros recursos, de nuestra cultura y de la integración latinoamericana. Carece de sensibilidad, de valoración y de solidaridad hacia las clases populares. No tiene una proposición alternativa de país en el que quepamos todos en una sociedad de justicia y oportunidad para todos.
Miente porque necesita justificar sus acciones desestabilizadoras, porque necesita convencerse a sí misma de que tiene razones para la ilegalidad y la conspiración. 

Las inevitables contradicciones
Para persuadir de la “veracidad” de sus afirmaciones el mentiroso necesita inventar nuevas mentiras. Así, se va construyendo un parapeto endeble que se precipita al suelo cuando la realidad se cuela entre los intersticios de las malas soldaduras. Dos ejemplos recientes ilustran esa situación.
En el programa mañanero del pasado 11 de febrero, una periodista de TVE le pregunta a Mitzy Capriles de Ledesma: “Cuando usted escucha que Maduro fue electo democráticamente, ¿qué piensa?”. La respuesta no es la esperada. La entrevistada dice que Nicolás Maduro fue elegido democráticamente, al igual que su marido y que el gobernador Capriles. Las caras de desconcierto de los tertulianos del programa eran elocuentes poemas que decían más que las palabras. ¿Cómo? ¿Entonces Maduro no es ilegítimo? ¿no se robó las elecciones? ¿No hay democracia? ¿Todo lo que decimos a diario sobre la dictadura es mentira?
El otro ejemplo son las repuestas que se ha visto obligado a dar el diario El País de España ante el aluvión de cartas de protesta de sus lectores por el evidente y desproporcionado sesgo con que el periódico trata las noticias de Venezuela: Oculta los logros de la Revolución Bolivariana, males de vieja data se los asigna al gobierno, exagera y glorifica actos aislados de protesta de grupos minoritarios, usa un lenguaje agresivo y de descalificación a Venezuela y su gobierno, utiliza la situación venezolana para atacar a Podemos, etc. La explicación de El Paísenreda: Que reseñan lo que se puede comprobar, que el país está polarizado y es difícil distinguir la verdad, que su política es de objetividad y equilibrio, etc. 
Ahora bien, los lectores que tienen acceso a otras fuentes comprueban exactamente lo contrario a la explicación: Mienten; se han polarizado a favor de la versión de los golpistas y antidemocráticos; su visión es segada y nada objetiva y no hay ni asomos de equilibrio. Es decir, están alineados con los intereses del imperialismo norteamericano.

El lobby y las burlas a la democracia


Por Rafael Hernández Bolívar

En el capitalismo la lucha de clases abarca también, en el plano ideológico, el concepto de democracia.  Una cosa es la idea que tiene el pueblo de la democracia y otra muy distinta la que tiene la clase social dominante. 
Para las clases populares hablar de democracia es hablar de participación de las mayorías en la dirección del Estado, de la elección de sus representantes a los diferentes poderes públicos y de la confianza en el respeto a las leyes y a las instituciones. Para los burgueses e imperialistas la democracia es el conjunto de mecanismos que colocan al Estado a disposición de sus intereses económicos y la protección de sus privilegios. Es utilizar recursos financieros y medios comunicacionales para promover políticos a puestos clave del poder público y torpedear, vilipendiar y desalojar a sus adversarios. Es contratar prestigiosos bufetes para burlar la ley, para sobornar jueces y garantizarse la impunidad en sus fechorías. Es tener a su disposición ejércitos de generadores de opinión que confundan, creen falsos valores y conviertan a los ciudadanos en defensores de los intereses del capital.

Corrompiendo políticos
Una de las formas de perversión a la democracia más dañina, popularizada y expandida desde los EEUU, es el uso del lobby como práctica habitual de presión por parte de grupos específicos. Consiste en una agrupación de personas, intereses y recursos coordinados con el fin de obtener del Estado decisiones favorables a sus objetivos económicos o políticos. Bien mediante la aprobación de una ley, resolución u ordenanza; la obtención de un contrato o la implementación de un plan de gobierno. O bien, la derogación de los obstáculos legales a sus actividades u objetivos.
Ya no se trata de que las instituciones deliberen libremente, contrastando argumentos y teniendo de fondo los intereses de la nación y de las mayorías. Se persigue decidir de acuerdo a la capacidad de soborno o de chantaje de los lobbies. En EEUU abundan las denuncias de sobornos y chantajes utilizados por la industria bélica, agroalimentaria o farmacéutica, entre otras, para aprobar o derogar leyes en función de sus intereses. La semana pasada, por ejemplo, salían a la luz pública documentos de 1956 que evidencian la influencia de la industria del azúcar en el diseño de políticas publicas que le fueran favorables.
A tal punto es patente la influencia perniciosa del lobby que ya Eisenhower, en 1961, decía que era una forma de usurpación de poder: “No debemos permitir nunca que el peso de esta conjunción ponga en peligro nuestras libertades o los procesos democráticos”. No le hicieron caso alguno y hoy en EEUU es práctica común y, directamente, se le llama, no ya “grupo de interés”, sino “grupo de presión”.

El perverso lobby israelí
John J. Mearsheimer y Stephen M. Walt escribieron un libro esclarecedor sobre la manera como opera el lobby del Estado de Israel para influir en la política exterior norteamericana y orientarla en función de sus intereses: El lobby israelí y la política exterior estadounidense
Describen allí como apoyan, sobornan y seducen a los candidatos favorables a su política expansionista y cómo aíslan, combaten y amenazan a los candidatos críticos hacia esas políticas. Citando a The Washington Post, los autores señalan que los candidatos demócratas a la presidencia “dependen de los apoyos judíos hasta en un 60% del dinero recibido”. Relatan la influencia del lobby en los medios norteamericanos a través de periodistas, investigadores, expertos y otros referentes de la opinión pública. 
Igualmente, reseñan pormenores de su influencia en el campus universitario mediante la persecución y hostigamiento de profesores que no comparten sus políticas expansionistas y genocidas. Tales acciones incluyen demandas infundadas sobre supuestas conductas antisemitas, lluvia de cartas y correos electrónicos de protesta o amenazas o, directamente, solicitudes de renuncia o despido. Es célebre el asedio contra el célebre escritor palestino Edward Said que enseñó en la Universidad de Columbia. En este caso, también la universidad fue objeto de la furia y de los ataques de los lobbistas.
Finalmente, destacan la efectividad del lobby israelí, expresado para el 2006 en el lugar privilegiado que tiene Israel en la política exterior norteamericana. Además del apoyo diplomático y militar de EEUU a las políticas sionistas, Israel es “el mayor receptor anual de ayuda directa estadounidense tanto militar como económica desde 1976 y el mayor receptor total desde la segunda guerra mundial… Gracias al Lobby, los EEUU se han convertido en el “consentidor” de facto de la expansión israelí en los territorios ocupados, convirtiéndose en cómplice de los crímenes perpetrados contra los palestinos… ”. 
Por supuesto, hay una identidad de intereses entre la cúpula imperialista y el Estado de Israel. Pero, sin duda, la actuación del lobby israelí ha potenciado la puesta en marcha de las acciones.

Un frente importante
Desde 1998 el imperialismo norteamericano ha venido constituyendo un lobby internacional para atacar la Revolución Bolivariana. Es lo que explica la resonancia de opositores en la prensa y en organismos internacionales, por lo demás, sin ninguna relevancia intelectual o política. El lobby les abre las puertas y los promueve. Es un frente que es necesario atender y desvelar todas las maniobras.

miércoles, marzo 11, 2015

¿Por qué mienten?


Por: Rafael Hernández Bolívar

Sorprende el desparpajo con que los conspiradores mienten sobre la realidad política venezolana. Sorprende la estridencia con que repiten esas mentiras y, más aún, asombra la celeridad e irresponsabilidad con que algunas organizaciones internacionales, algunos gobiernos y algunos políticos al servicio de los intereses norteamericanos están dispuestos a asumir puntos de vista y exigencias contrarias a la verdad, a la democracia y a la Constitución y las leyes de la República Bolivariana de Venezuela.
Pero el efecto sorpresa desaparece cuando uno comienza a preguntarse sobre cuáles son los motivos que incitan a generar esas mentiras. ¿Por qué, la oposición venezolana, al revés de lo que hace cualquier opción de poder alternativa en una democracia, renuncia al enfrentamiento ideológico, a la crítica de la gestión del gobierno, a la construcción de un movimiento político capaz de ganar la mayoría que le haga gobierno? ¿Por qué, por ejemplo, ante la corrupción de un determinado funcionario, por alto que sea su investidura, no procede a su denuncia concreta? ¿Por qué no hace la denuncia, activa el proceso judicial y exige las sanciones pertinentes ante los organismos competentes o ante la opinión publica, como, por ejemplo, hizo el mismo gobierno, por iniciativa propia, entre otros caos, contra el exgobernador del Guárico? 
No hace tal cosa. No le interesa porque para ello se necesita lo que a la oposición venezolana le falta: razones. Le falta identidad con los valores patrios de defensa de nuestros recursos, de nuestra cultura y de la integración latinoamericana. Carece de sensibilidad, de valoración y de solidaridad hacia las clases populares. No tiene una proposición alternativa de país en el que quepamos todos en una sociedad de justicia y oportunidad para todos.
Miente porque necesita justificar sus acciones desestabilizadoras, porque necesita convencerse a sí misma de que tiene razones para la ilegalidad y la conspiración.  

domingo, marzo 08, 2015

Capitalismo y desigualdad según Piketty


Por Rafael Hernández Bolívar

Es conocida la frase de Fidel: “… no es una Revolución marxista; pero, en términos marxistas, es una Revolución”. Algo parecido provoca decir sobre el último libro de Thomas Piketty, El capital en el siglo XXI (FCE, 1914). Es un libro que sin proponer la Revolución –esto es, acabar con el capitalismo y construir el socialismo-; sin embargo,  aporta información imprescindible y sustentos teóricos vitales para una proposición real de cambio revolucionario en la sociedad de nuestros días. No en balde, las fuerzas políticas avanzadas en Europa (Zyriza, en Grecia, hoy en el poder; Podemos, en España, con fuertes posibilidades de ganar las próximas elecciones) lo han hecho referencia obligada en sus propuestas programáticas. En contrapartida, del lado de los defensores del capitalismo, ha generado pánico y lo miran como un elemento perturbador al momento de decidir sobre las políticas para la superación de la actual crisis económica.

Paul Krugman, Premio Nobel de Economía, no ha tenido empacho en decir que el libro escrito por Piketty es “el mejor libro de economía del año, y quizás de la primera década del siglo XXI”.

Los ricos se hacen más ricos; los pobres, más pobres

Durante las últimas dos décadas, el economista francés Thomas Piketty, ha estudiado la evolución de las desigualdades económicas en veinte países de diversos continentes. Esto es, describe cómo una proporción muy pequeña de la población se apropia de la mayor parte de la riqueza generada por la sociedad y, a la inversa, como la gran masa termina recibiendo porcentajes pequeños en la distribución. Esta tendencia se ha acentuado a grados escandalosos, como ocurre en EEUU en las últimas tres décadas del siglo XX: El 1% de los estadounidenses se queda con el grueso de la riqueza generada por el país y lo que llega al 99% restante son migajas y exclusión.

El estudio abarca desde el siglo XVIII hasta nuestros días y se centra en la distribución del ingreso y la riqueza en esos países. Responde a preguntas tan importantes como la relativa a las proporciones desiguales en que se distribuye el ingreso nacional entre el que va a manos del trabajo y el que va a manos del capital. 

Demuestra como la desigualdad es inherente al capitalismo, es estructural, forma parte esencial de su dinámica y conduce a situaciones de injusticia y de desamparo social intolerables. Todo esto se traduce en un gran poder en manos de una minoría oligárquica que convierte en mentira los principios de democracia y de justicia que la sociedad proclama, pero que no tienen expresión real en la vida cotidiana de los ciudadanos.

Marx tiene razón

Los datos históricos analizados arrojan lo predicho por Marx a propósito de la concentración de capital y la depauperación del conjunto de la sociedad en función de los privilegios de los propietarios del capital. Desnuda la mentira de que el crecimiento económico de la sociedad lleva emparejada el crecimiento del bienestar de todos sus miembros. Más aún, señala cómo el ritmo de crecimiento de la desigualdad entre el trabajo y el capital se acentúa en las últimas décadas y es el sustrato real de la crisis actual del capitalismo.

Esta demostración no es cualquier cosa. Sobre todo, cuando en la década de los setenta, fue el argumento negado por quienes justificaban la claudicación y la renuncia al papel de vanguardia de la clase obrera en la lucha por el socialismo. Arriaban sus banderas diciendo: “Marx se equivocó al pronosticar que la sociedad acentuaría la polarización entre explotados y explotadores; pues las capas medias se amplían y se consolidan, adquiriendo, además, un papel decisivo que desplaza el papel protagónico que se le asignaba a la clase obrera”. “La sociedad tiende a disminuir los espantosos niveles de explotación y desigualdad a través de la reorientación en bienestar social del ingreso recaudado por los impuestos ”.

Sin duda, el trabajo de Piketty tiene el mérito de demostrar, en términos de cifras y teorías explicativas, el proceso del que todos somos testigos: El enriquecimiento  descomunal de los más ricos y el dramático empobrecimiento, no sólo de los más pobres, sino del resto de la sociedad, incluida una proletarización progresiva de las capas medias. Sin proponérselo, exalta el extraordinario aporte que significó para la revolución mundial, quienes mantuvieron la esperanza y la lucha por el socialismo, como la sostenida por nuestro Hugo Chávez, cuando cundía el derrotismo en la izquierda y la desesperanza en el pueblo.

¿Reforma o Revolución?

Las medidas que propone Piketty son inviables para el capitalismo: Establecer políticas que le pongan límites al capital, hagan menos ofensiva y despiadada la renta de los capitalistas y permitan una redistribución que asuma las necesidades sociales, educativas y sanitarias de las mayorías.

Piketty propone obligar, a través de una profunda reforma de los sistemas fiscales, a que los que más reciben en el reparto de la riqueza nacional paguen más impuestos a través de cuya recaudación el Estado puede financiar ambiciosos programas sociales y, sobre todo, programas educativos que cualifiquen a los sectores menos favorecidos.

El problema es que el sistema capitalista está estructurado de manera tal que son los mismos privilegiados quienes toman las decisiones. Solo el pueblo organizado en reales estructuras de poder político puede darle la vuelta a la tortilla: O nos calamos la desigualdad o hacemos la Revolución.

domingo, marzo 01, 2015

España: Los medios contra Venezuela


Por Rafael Hernández Bolívar

Respaldaron el golpe contra el presidente Chávez en el 2002. Han dedicado su esfuerzo a tejer mentiras sobre la realidad venezolana a todo lo largo de los años de la Revolución Bolivariana.
No hay evento político en Caracas que no sea distorsionado en lo inmediato por los medios españoles y repiten mentiras atroces con pertinaz dedicación. En la prensa se referían al presidente elegido por el pueblo, Hugo Chávez Frías, con el mote de “gorila rojo”; su gobierno surgido de elecciones libres, le llamaban “dictadura” y su política internacional integracionista y solidaria ha sido descalificada como intrusiva y perturbadora en la región.
Con la llegada del Presidente Nicolás Maduro, ese ataque despiadado se ha incrementado hasta límites intolerables. El descaro llega hasta acompañar las maniobras conspiradoras de elementos antidemocráticos de la oposición política venezolana. Sus representantes tienen amplia cobertura y vulgares guarimberos son presentados como “perseguidos luchadores” por la libertad y la democracia. Cualquier insignificante movilización de opositores es presentada como gigantesca manifestación del pueblo.
Ahora hay una motivación adicional. Se trata del gran movimiento popular que exige cambios en la conducción del país, que protesta contra la inmoralidad del gobierno de Rajoy de ganar las elecciones con un programa y, una vez, en el poder, hacer exactamente lo contrario a lo prometido. Más aún, lo que arrebató al pueblo, por vía de recortes presupuestarios, lo utilizó para reintegrar los capitales perdidos a los banqueros que lo derrocharon.
Líderes de ese movimiento han expresado su identidad y su solidaridad con la Revolución Bolivariana. A su vez, en Grecia un movimiento similar ha ganado las elecciones con un gran respaldo popular.

Podemos no la tiene fácil
La derecha española, hoy desesperada ante la posibilidad de que Podemos se convierta en la opción ganadora, concentra todo el poder de difamación y mentira de que es capaz contra la Revolución Bolivariana de Venezuela. Pretendiendo recoger el fruto de quince años de maledicencias, mentiras y manipulaciones que, al fin y al cabo, han distorsionado la percepción y la opinión de los españoles sobre lo que ocurre en Venezuela, hoy hace su crítica al movimiento impugnador acusándole de querer transformar a España en un país bolivariano y presenta a sus líderes como agentes del gobierno venezolano.
Los movimientos políticos y sociales agrupados en la opción transformadora han sabido manejarse en ese vendaval de infamias. Entienden que el respaldo popular no tiene que ver con su opinión o solidaridad con Venezuela sino con lo que es su diagnóstico de lo que sucede en España y su programa concreto para introducir los cambios necesarios para superar su profunda crisis económica y social. Por eso le han dicho a esa derecha: Quieren distraer al pueblo para evadir el debate sobre sus responsabilidades en la crisis que han generado en España; trasladar el debate a 7.000 kilómetros para que no veamos su actos de corrupción, las altas cifras del desempleo, de la paralización de la economía, el desalojo de familias lanzadas a la calle, el aumento de la pobreza, etc.

Hablar mal de Venezuela
La peor prensa española ha echado mano de cuanto sujeto tenga algo pernicioso que decir del país o del gobierno venezolanos. Nacido o no en la patria de Bolívar. Lo importante es que presente al país como una catástrofe provocada por la Revolución Bolivariana y exagere al máximo las dificultades o las carencias reales o ficticias. Creo que en la historia del periodismo español nunca Venezuela ha tenido una presencia tan constante y una imagen negativa trabajada con tanta dedicación y ahínco como la que tiene ahora.
Así, vemos a un molesto Bertín Osborne describiendo las peripecias de las que se vale para “hacer llegar algo de comida” a su suegra caraqueña que, de otra manera, según miente, se moriría de hambre. O, a Boris Izaguirre preocupadísimo por la posibilidad de que España pase “por la terrible experiencia que sufre mi país”.
Este último personaje se fue de Venezuela mucho antes de que Chávez llegara a Miraflores. El año pasado, vino a tomarse fotos con los guarimberos en las calles de Caracas. Y, el mismo, en una supuesta campaña por la libertad de expresión y contra la “represión”, se maquilló con moretones y pintura roja, se forró de cuerdas y tomo fotos “para concientizar sobre el drama de la prensa venezolana”. Hoy, cuando le preguntan si echa de menos a Caracas, confiesa paladinamente: “Me siento muy español. Este país me ha dado todo lo que mi país no supo darme”. Con semejante confesión uno se pregunta si no es razón suficiente para que toda persona digna descalifique lo que este señor pueda decir sobre Venezuela.
Precisamente en nuestro país hemos aprendido a valorar a aquellos emigrantes que aportan su talento y su trabajo a la construcción de su nueva patria, mostrándose agradecidos por las oportunidades que se le ofrecen; pero, también conservando su amor e identidad con el sitio donde han nacido. Creemos que tales sentimientos son auténticos y, por esa misma razón de dignidad –no rastrera adulación– les estimamos.
Por supuesto, ese afán de la prensa derechista no es gratuita. Creen espantar sus miedos al cambio en España mostrando una imagen distorsionada y falsa de Venezuela. Ingenuamente piensan que, si los españoles llegan a creer el cuento, no votarían por quienes proponen reivindicaciones y cambio.
La buena noticia es que parece que no le hacen mucho caso porque Podemos ya apunta como primera fuerza y  su ascenso luce imparable.
Diario VEA