Por: Rafael Hernández Bolívar
Los mismos que hasta hace pocos días despotricaban contra el
gobierno bolivariano, porque a través de sus misiones sociales supuestamente se
fomentaba la flojera de los venezolanos y el paternalismo del Estado, son los
mismos que hoy elevan su airada protesta hacia la decisión del Presidente
Maduro de diseñar un programa para que cada venezolano beneficiario de una
vivienda construida por el gobierno, de acuerdo a sus ingresos y en el lapso
conveniente a sus posibilidades, pueda pagar dignamente el bien recibido.
Al unísono, Henrique Capriles y Antonio Ledezma, exhiben sus
ensayadas poses de indignación. El primero, con el rostro tenso, desfigurado
por las venas marcadas, los ojos saltones y la expresión hostil, drenando odio,
dice: "Es inaceptable que en un país con tanto petróleo, se le cobre al pueblo por su
casa". Y agrega que él nunca haría tal cosa. Calla, por supuesto, que no
cobraría casas al pueblo porque jamás las construiría.
Ledezma, refugiado en ofensivos mensajes en twitter, se
esfuerza en escribir insultos y pedir al gobierno que rompa sus compromisos de
integración latinoamericana antes que exigir un centavo a los beneficiarios de
viviendas. Su anhelo es una Venezuela aislada y débil, a merced de los gringos
y los poderes imperialistas.
Expresan su profundo desprecio por la dignidad y el sentido
de solidaridad del pueblo venezolano. No comprenden lo que significa para una familia el sentimiento de
logro y autoestima generado por la conciencia de tener una vivienda fruto de su
esfuerzo. Son ajenos a la solidaridad que significa los pagos mensuales que
alimentan el fondo con que el gobierno construye nuevas viviendas para más
venezolanos.
La medida, a la par que económicamente necesaria para la
persistencia en el tiempo de la GMV, tiene una importante labor pedagógica en
un pueblo con mayores niveles de conciencia social, política e integracionista.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario