Por: Rafael
Hernández Bolívar
Quien lo dice es el
Premio Nobel de Economía 2008, el célebre economista Paul Krugman: El Partido
Republicano de los Estados Unidos ha pasado de ser un partido de estúpidos a
ser un partido de locos. Y no es que, por contraste, los llamados demócratas sean
más aventajados. En lo que a los latinoamericanos nos atañe, el comportamiento
imperialista está repartido en proporciones iguales en ambos partidos y quizás
pueda cambiar ligeramente cómo materializan esa política imperialista, cómo
despliegan sus armas de destrucción y cómo implementan su propaganda de guerra.
Krugman se refiere
a otra cosa: Al empeño republicano de quebrar al gobierno demócrata mediante la
suspensión de pagos, incluso en programas previamente aprobados por el
Congreso, así como a la pretensión de obtener por chantaje una modificación
sino la total congelación de las tímidas reformas al sistema de salud
norteamericano que impulsa Obama. Y todo ello porque, fieles a los intereses
del gran capital, no están dispuestos a cederle “ni un tantico así”, como
diría el Ché, a los trabajadores y los sectores desposeídos de la sociedad
gringa.
La crisis económica
ha hecho más ricos a los ricos y más pobres a los pobres y en el interín
acentuó la proletarización de la clase media. Desde la óptica capitalista,
Krugman ha insistido inútilmente en que se incremente la creación de empleo;
pues, si la gente no tiene ingresos no hay manera de comprar televisores,
neveras, vehículos y cuanto artilugio crea la sociedad de consumo.
Ya era un
comportamiento estúpido pretender recuperar el gobierno resucitando ideas
atrasadas fundamentadas en valores antidiluvianos, como los encarnados por
Sarah Palin, entre otros candidatos republicanos de igual catadura y peor
estampa, sino que esto de aplicar a las disputas de poder internas las mismas
recetas comunes de chantaje y ahorcamiento económico que aplican a los países
de América Latina ya es el acabose; es decir, la locura.