martes, julio 30, 2013

El Manifiesto Comunista y el lenguaje


Por: Rafael Hernández Bolívar

Teniendo como norte la terminología guerrerista y militar que apasiona a algunos compañeros de la Revolución Bolivariana me he topado con el Manifiesto Comunista. Y he aquí la gran sorpresa: En el Manifiesto la profundidad del análisis y la firmeza radical de las posiciones revolucionarias no están acompañadas de ese lenguaje estridente y oloroso a pólvora.

El sustantivo disparo no aparece ni el verbo disparar en ninguna de sus conjugaciones. Es el mismo caso de dinamita y dinamitar. Tampoco aparecen las palabras pólvora, candela, cañón, detonación, bomba, explosión, batallón, espada o regimiento. ¡Ni una mención!

La palabra balas aparece una  vez, al igual que fusil. De hecho, están en la misma oración: “las balas de fusil con que esos gobiernos recibían los levantamientos obreros.” Y, como se ve, no es el proletariado quien las dispara sino quien las padece.

Guerra aparece cuatro veces. Pero no como acción que se impulsa desde los sectores populares sino como calamidad que cae sobre los pueblos promovida por los intereses de los poderosos.

El término “militares” aparece una sola vez en el Manifiesto y se menciona como paradigma cesurable: “Las masas obreras concentradas en la fábrica son sometidas a una organización y disciplina militares. Los obreros, soldados rasos de la industria, trabajan bajo el mando de toda una jerarquía de sargentos, oficiales y jefes.” Vale decir, como una estructura que esclaviza a los obreros.
En cambio, si están presente en el texto –y en abundancia significativa- palabras como obrero (46 veces), proletariado (¡91 veces en 32 páginas!), hombre (20) mujer (12), humano (11), libertad (16), etc. Y, por supuesto, revolución: 14 veces.


¿Y entonces? ¿De dónde viene la radicalidad del manifiesto comunista? Sin duda, no viene de un lenguaje lleno de referencias guerreristas y militaristas. Viene, eso sí de la esencia semántica de la palabra: De ir a la raíz de los problemas, de buscar y denunciar las causas de la explotación capitalista.

jueves, julio 18, 2013

Ese ridículo lenguaje guerrerista


Por: Rafael Hernández Bolívar

Oigo la radio; pero, no la escucho. Permanece como inicuo ruido de fondo mientras me dedico a otras tareas. Sin embargo, el tableteo característico de una ráfaga de ametralladora distrae mi atención de los quehaceres cotidianos y hace que concentre mis oídos. Siguen ruidos de explosiones y de movimientos de grupos uniformes, como de desfiles o marchas militares. Cuando estoy intentando comprender lo que pasa, un locutor anuncia: “¡Arrrsenaaalll!  Hoy les traemos balas ideológicas de alto calibre para la batalla de las ideas...” ¡¿?!

Recuperado ya de la sorpresa inicial, sigo el desarrollo del programa. No consigo nada nuevo ni especialmente revolucionario y mucho menos apocalíptico y anunciador de una transformación radical del país. Reseña –a mi juicio, lo más valioso del programa- algunas actividades culturales y comunitarias.  Luego, la lectura de una especie de catecismo: "Nuestra doctrina política es el marxismo, nuestro método, el materialismo histórico..." ¿Dónde está la crítica radical al capitalismo? ¿Dónde están las argumentaciones del socialismo, las razones de la revolución expuestas en ideas trasparentes, sólidas, argumentadas? Por lo menos, en el programa que escuché no estaban en ninguna parte.

Después escucho en otra emisora una dulce voz femenina, serena, pero firme: “En este programa detonamos la palabra para alcanzar una explosión de ideas...” Recuerdo algunos artículos leídos que tienen el mismo acento incendiario. ¿Es esto una epidemia? ¿Estamos persuadidos que el estruendo garantiza radicalidad y profundidad en la revolución?

Releo el Manifiesto comunista, el documento político más radical producido por la humanidad a lo largo de su historia, con la idea de conseguir antecedentes de esta vocación por el estruendo y la terminología guerrerista. Tal lectura me deparó algunas sorpresas que compartiré con ustedes en una próxima ocasión. 

martes, julio 02, 2013

Las sinrazones de María Machado


Por: Rafael Hernández Bolívar
Ella dice que el 14 de abril a Capriles le robaron las elecciones. Y no oculta su decepción de que ese señor no muestra firmeza en sostener lo mismo, que, al contrario, después de los desplantes sangrientos del 15 de abril, se echó para atrás y tuvo miedo. Sostiene que no hay nada que le tema más el gobierno que a las conversaciones de ella con el Departamento de Estado gringo. Afirma que ella es militante de salidas no dialogantes, no electorales. Habla con absoluto desparpajo del desconocimiento al presidente, al gobierno, de golpes de Estado, de las protestas violentas tomando la calle y haciendo la vida cuadritos a los transeúntes y a la ciudad.
No presenta prueba alguna de cómo fue burlada la voluntad de los electores. Ante una exhaustiva auditoría solicitada por la oposición, la conducta es no participar de ella. Porque en realidad apostaban a que el CNE se negara a realizarla; pues, así sería la única manera de tener un “argumento”: La niegan porque hay gato encerrado. Pero cuando se realiza la revisión de todo el proceso electoral, la comparación entre actas y resultados, entre votos depositados y actas, verificación de los votantes, cotejo de huellas, etc., se retiran para no convalidar con su presencia la demostración de que no hay fraude alguno y que Capriles perdió las elecciones.
¿Hay razón para todo esto? Ninguna. Uno busca y sólo encuentra sin razones: El empeño de gobernar, -ya no digamos sin contar con las mayorías-, en contra de las mayorías. El afán de conseguir ese objetivo a cualquier costo: Del país, de su gente, de su futuro; así sea recurriendo a la ayuda del poder imperialista.

Y todo ello con el rostro contraído por la rabia, los labios fruncidos, los ojos fieros. A tal punto nos hemos acostumbrado a ese rostro descompuesto que estamos convencidos que la última vez en que lució distendido y sonriente fue cuando se tomó la foto con Bush.