Por: Rafael Hernández Bolívar
A la oposición las
estadísticas no se le dan bien. No son
su fuerte. Por más que expriman los
datos no pueden arribar a conclusiones y proyecciones consistentes. No hay
manera que cuajen sus anhelos y se premien sus desvelos. Las interpretaciones maniqueas siempre arrojan
una mayoría a su favor y los números, por más que evidencien lo contrario, le
conduce a la convicción de que las fuerzas revolucionarias gobernantes aparecen
disminuidas y en desbandadas. En fin,
cada loco con su tema.
Cada precandidato manejaba sus cifras y concluía que el
triunfo, su triunfo, era indisputable. María Machado, partiendo de una supuesta
mayoría del pueblo a favor del capitalismo, pensaba que siendo ella la más
frontal defensora de ese sistema, lógico le votarían masivamente. Graterón, en
Chacao, decía que su gestión era aprobada por el 80% de los ciudadanos, lo que
a su juicio significaba el 80% de los votos. Ambos salieron con las tablas en la
cabeza. Machado obtuvo menos del 1% del registro electoral nacional, menos de
la mitad de los votos que obtuvo como diputada. Y Graterón convirtió la urna
electoral en sepultura política.
A partir de la participación obtenida en las primarias
–volumen que no le consta a nadie- saca proyecciones insólitas y descabelladas.
Resultó patético Capriles diciendo: “Si cada votante busca dos votos para mi
candidatura, obtendríamos nueve millones de votos en octubre…” ¿?!!! ¿De dónde van a salir esos dos votantes? La
verdad es que el universo que tienen para crecer es limitado. Siendo optimistas
y aceptando como válida la cuestionada cifra de participación, lo más que
llegarían a alcanzar sería su propio techo: cinco millones de votantes. Aun
suponiendo de manera infundada que Chávez no crezca, ¿de dónde sacarán los otros
dos millones que les faltarían para igualarlo?
Inevitable recordar la empresa gringa que con la promesa de
convertir a incautos en millonarios les decía que colocando sus productos entre
sus amistades muy pronto tendrían enormes ingresos. Pronto descubrieron que sus
amistades también caían en el juego, terminando todos con grandes provisiones
de los mismos productos, para beneplácito de un solo beneficiario: La empresa.