Por Rafael Hernández Bolívar
Los desvaríos y afanes sin recompensas políticas –aunque si probablemente monetarias- que alimentan la existencia de Ricardo Haussman han terminado por volar los pocos puentes que mantenía con la realidad y con el ejercicio básico de la razón. El dique de prudencia, la imagen políticamente correcta y el pudor se hicieron añicos en su último artículo, El día D para Venezuela, publicado recientemente por este despreciable sujeto.
Si acaso suena abusivo utilizar el adjetivo “despreciable”, me permito preguntar: ¿Cómo calificar a quien ruega a diversos gobiernos para que constituyan una alianza internacional que invada a nuestro país que es también el suyo? Llamarlo enemigo de la patria o enemigo político es, en cierta forma, otorgarle un honor, un reconocimiento relevante a quien no es más que un zarrapastroso moral. ¿Pedir que destruyan tu país y se instalen en él intereses foráneos o sus representantes?
El artículo también es un rosario de lamentaciones por los fracasos acumulados. Desde el ascenso de la Revolución Bolivariana hasta ahora, Ricardo Haussmann lo ha intentado todo… ¡inútilmente! Aún recordamos la ridiculez extrema en que terminó su pretendido alegato “científico” para demostrar su “hipótesis de fraude” en el Referendo de 2004: A la Fundación Carter le bastó un vistazo al “sesudo” informe para calificarlo de inconsistentes e irrelevantes sus conclusiones, amén de pulverizar los supuestos metodológicos y el evidente sesgo en la recolección e interpretación de los datos. La aureola académica mordió el polvo.
Haussman se desespera. No tiene ningún prurito en relatar sus esfuerzos personales para acentuar el sabotaje económico. Sin embargo, el gobierno no cae. Ni la crisis ni el apoyo de la derecha internacional han resquebrajado la firme unidad del pueblo. La oposición luce hoy más débil.
Su último desvarío: Propone que la Asamblea Nacional destituya al Presidente Maduro y de inmediato el nuevo gobierno solicite una invasión a Venezuela por naciones cómplices de la felonía, suponiendo con ello que burlaría al Consejo de Seguridad de la ONU y, por tanto, a Rusia y a China. Haussmann supera a Trump, por lo menos en cuanto a locura se refiere.