Por Rafael Hernández Bolívar
En obscena alianza con intereses foráneos provocan muerte, lesiones personales, terror en los ciudadanos y destrucción o daños materiales en las calles o contra edificios y servicios públicos. Están conscientes de los objetivos políticos que persiguen: el derrocamiento del gobierno constitucional, escogido por la mayoría del pueblo en elecciones libres. En ese sentido, actúan con claro conocimiento de causa.
Sin embargo, esas mismas personas no están conscientes del daño presente y futuro que contra el país y, por tanto, contra sí mismos en tanto ciudadanos, se genera como consecuencia de sus actos, aún en el terrible e hipotético caso de que triunfe su felonía.
Logren el éxito o fracasen -hasta ahora sólo han obtenido derrotas- tendrán que responder por estos actos criminales ante las instituciones y los ciudadanos. Serán juzgados y recibirán la debida condena y el merecido castigo. Dominada la conspiración, los culpables deben ser castigados ejemplarmente para disuadir la repetición impune a que ha dado lugar los perdones irresponsables.
Pero, en la negada posibilidad de que logren su objetivo, ¿esperan que los venezolanos no se vuelquen sobre los “triunfadores” para juzgarlos por los muertos, por la destrucción del país, por la cesión de los recursos patrios a una potencia extrajera? ¿No les disuade la experiencia libia o siria, en donde los aliados de los invasores, en lugar de victoriosos, están envueltos en una vorágine de guerra y enfrentamientos permanentes, en países destruidos sin el prometido final feliz hollywoodense? ¿No les dice nada las acciones del Tribunal Internacional Ruandés en donde se ha juzgado a los ejecutores del genocidio del 94 no sólo por la incitación al odio y por las muertes sino también, en algunos casos, por haberlas permitido? ¿Saldrán impunes quienes instruyen y dotan de recursos a los adolescentes para que agredan y aterroricen a funcionarios y a ciudadanos? ¿Estarán libres de pena y censura quienes los bendicen y santifican sus armas?