Por Rafael Hernández
Bolívar
De la euforia a la decepción, del valiente funcionario al
cobardón desnudo
Sin pruebas ni
principios
En apenas un par de semanas, la euforia inicial de la
oposición –generada por las declaraciones del hoy ex-fiscal- ha devenido en un
fallido intento de mantener vivo el discurso descalificador que la derecha
internacional propaga contra la justicia venezolana. Parece que la llamada
“confesión” no da para más. No hay contundencia ni aporta pruebas. Sólo
señalamientos generales que se apoyan exclusivamente en la palabra de quien
comienza admitiendo que, hasta ahora, había mentido y había sostenido
acusaciones con pruebas falsas. ¡Cómo para creer en su palabra!
Quizás este desenlace se debe no sólo a la fragilidad de las
acusaciones sino, sobre todo, a la pequeñez moral del sujeto acusador. La
sociedad de hoy está familiarizada con la exaltación de célebres defensores de
la justicia y de los derechos ciudadanos, popularizados en películas, libros y
testimonios memorables. Pero he aquí que el personaje que están vendiendo ahora
no lo adornan precisamente los valores de honestidad, justicia y valentía. El
contraste es muy evidente. Lo que revelan sus declaraciones es que su actuación
está plagada de doblez, simulación, engaño y cobardía.
La dimensión moral, en toda su desnudez, entra en juego,
cuando quien comete un delito, realiza la acción con la absoluta conciencia de
lo indebido de su conducta. Por el lado
que se le mire, ese es el caso de Franklin Nieves. No hay justificación moral
de ningún modo.
Si, a manera de concesión hipotética, damos como cierto lo
que dice en Miami; sus afirmaciones nos rebelan un individuo que supuestamente
estaba consciente de la inocencia del acusado y de manera deliberada, por el
temor a quedarse sin cargo burocrático, hizo todo el esfuerzo para culparlo y
fabricó las pruebas que estimó necesarias para inducir la condena. Es decir, de
acuerdo a su versión, Franklin Nieves, para ese entonces Fiscal del Ministerio
Público venezolano, participó como colaborador o ejecutor de procedimientos que
violaban el derecho al debido proceso de un ciudadano sometido a un proceso
judicial.
Agréguese a esto el motivo fútil de esa conducta: La amenaza
de despido como funcionario de la Fiscalía, dicho por el mismo Nieves en entrevista para una televisión de Miami.
En evidentes condiciones de seguridad, en un estudio de televisión que mostraba
sus declaraciones al mundo, en un país que conceptúa como "garante"
de los derechos humanos, un periodista le pregunta que si le habían amenazado
con secuestrar a su familia, quitarle la vida o mandarlo a la cárcel, Franklin
Nieves dice que a él, en una oportunidad, su jefe lo amenazó con despedirlo.
En varias entrevistas reitera esa versión. Así, en el diario
español El País (31-10-15), el periodista le pregunta: “¿Personalmente sufrió
amenazas?”. Responde: “No, no, pero estaban latentes”. De manera más directa, Carlos Acosta en el
Programa “Aló, Buenas Noches”, Miami, pregunta: “¿En algún momento te dijeron
si te echas para atrás te saco esto, te saco aquello, o te destrozamos o te
matamos o te metemos preso?” Respuesta: “No. Quien era mi jefe lo que me
amenazó fue con destituirme.”
En otras entrevistas ni siquiera habla del despido sino de
su carrera como funcionario, las posibilidades de traslado, de ascenso y hasta
de obtener una jubilación ventajosa. Como se ve, ¡puro desprendimiento!
¡“sólidos principios morales de justicia y de defensa de los derechos humanos”
orientados hacia la democracia, las instituciones y la sociedad!
Si por una amenaza de despido, en caso de que en verdad se
haya producido, hecha en una oportunidad por su jefe inmediato, -no por el
Presidente, ni por la Fiscal General, ni el Vice-fiscal, ni siquiera por el
Jefe de División, todos ellos por encima de su jefe inmediato-, es capaz de
alterar o fabricar pruebas para condenar a un "inocente", además que
no le era desconocido, pues sus hijas compartían colegio con los hijos del
acusado, ¿qué hubiese hecho si la amenaza proferida implicase un riesgo de su
vida o de sus familiares? ¡Cabría esperar que sacrificaría hasta a su propia
madre!
Un cómplice
inesperado
En su peculiar striptease moral, Franklin Nieves admite que
le dijo a Leopoldo López: “yo sé que tu eres inocente… pero tu condena está
escrita. No tienes salvación, la orden viene de arriba y lo que quieren es
inhabilitarte porque te tienen miedo”. Es decir, de manera insólita, uno de los
abogados encargados de promover las pruebas en el juicio, le dice al acusado
que es inocente y que “su condena está escrita”. Pero, más increíble todavía,
el procesado, con esa valiosa información en las manos, sabiendo además que
Nieves, por temor a que lo despidan, va a cumplir con su “tarea” de montar
pruebas que lo condenen, Leopoldo López, en lugar de denunciarlo ante el
Tribunal, o fuera de él, de acuerdo a la disposición que tiene de la prensa
internacional, opta por el silencio y hace de cómplice pasivo de la supuesta
farsa.
Más aún, apenas el ex-fiscal confiesa su supuesto delito,
López y su familia se apresuran a otorgarle el perdón por el regalo de los
catorce años de cárcel. ¿En qué lógica encaja esto?
Parece que Diosdado Cabello tiene razón al afirmar que
Franklin Nieves participó en el juicio con el objetivo de conducir su curso
hacia la menor condena, desviando la atención del asunto medular de las 43
muertos ocasionadas por las guarimbas y, logrado lo propuesto, hacer un
escándalo final para irse a EEUU a disfrutar de los pagos obtenidos que, por supuesto, deben superar
con creces los modestos recursos de una jubilación pública o de un cargo de
funcionario.