Por Rafael Hernández Bolívar
Las investigaciones de la Comisión Chicot sobre la participación de Inglaterra en la invasión a Irak arrinconan al ex primer ministro
Fabricando la guerra
Tony Blair tuvo un papel muy activo en la fabricación de argumentos que “justificaran” la participación de Inglaterra y otros países en la invasión a Irak decidida por George W. Bush, presidente de EEUU. Tal conclusión se desprende de algunos datos filtrados desde la Comisión Chilcot, comisión ésta nombrada en 2009 por el entonces primer ministro británico, Gordon Brown, para dilucidar las circunstancias, las responsabilidades y el papel desempeñado por el gobierno y sus altos funcionarios en los preparativos y la invasión a Irak en 2003.
La Comisión integrada por cinco miembros y presidida por Johnn Chilcot, ha sometido a largas entrevistas y exhaustivos cuestionarios, incluido al propio Tony Blair, a funcionarios, diplomáticos y jefes de inteligencia, buscando esclarecer la fundamentación de la desacertada intervención. Ha prestado atención a los preparativos de la guerra y, en particular, a las conversaciones previas de Blair y Bush durante 2002.
Un colaborador inesperado ha sido el hacker Guccifer quien, a principios de este año 2015, penetró y reveló la correspondencia secreta del buzón electrónico de Hillary Clinton. En uno de esos documentos de marzo de 2002, el Secretario de Estado Colin Powell le informa al Presidente Bush el apoyo de Tony Blair a la eventual invasión a Irak.
“Blair está con nosotros”, escribe Powell, señalando además que Blair aportará las frases que “fortalecerán el apoyo global”. Estaba convencido de que traería también nuevos “éxitos regionales”. Esto ocurría un año antes del informe sobre armas de destrucción masiva y de la consecuente justificación e invasión “derivadas” de ese informe.
Para septiembre del mismo año, a fin de convencer de la peligrosidad de Hussein, el gobierno británico publica un informe sobre las armas de destrucción masiva, en donde Blair afirma que Irak continua produciéndolas “más allá de toda duda”. En marzo del 2003, Inglaterra participa en la invasión a Irak.
La guerra demostró la inexistencia de tales armas y los expertos hoy coinciden en que su producción se paralizó en 1991. Recientemente se ha revelado el contenido de un correo electrónico de Jonathan Powell, principal asesor de Blair, donde emite un juicio sobre el borrador del informe sobre Irak: "El documento no prueba que Sadam sea una amenaza inminente".
Bush admite en 2008 que no había armas de destrucción masiva y que su mayor error fue hacerle caso a los informes de inteligencia. Diferentes investigaciones periodísticas han demostrado como los gobiernos de EEUU, Inglaterra y España, orquestaron una campaña propagandística en función de justificar la invasión a Irak. Vale decir que primero se tomó la decisión de invadir y, luego, se fabricaron “los informes” que “demostraban” la existencia de las susodichas armas.
El negocio de la guerra
Una vez fuera del gobierno, a partir del 2007, Blair se dedica a los negocios y a representar a la Unión Europea, ¡vaya ironía, como “mediador para la paz en el Medio Oriente”. En un email personal dice, sin pelos en la lengua, “Estamos construyendo una serie de profundas conexiones con empresas privadas y Gobiernos en todo el mundo. Hacemos negocio y filantropía”.
En la prensa británica abundan señalamientos de los enormes ingresos que obtiene Tony Blair en esa combinación de mediador en situaciones internacionales de conflictos y su papel de asesor de grandes consorcios privados. Se le atribuye un papel destacado en la fusión de grandes empresas de alimentos, en la asesoría de la empresa petrolera PetroSaudí, en el gobierno de Kuwait, en fondos de los Emiratos Árabes, de Corea del Sur, de la empresa Louis Vuitton, de J. P. Morgan y de empresas de energía. Sus oficinas están en el sector más caro de Londres.
Se le atribuye una fortuna de 130 millones de euros, aunque, con su indudable capacidad para la oratoria y el cinismo, ha dicho: «No tengo ni la mitad de eso, ni un cuarto de eso, ni siquiera la quinta parte de eso», a la par que hace derroche de lujo y riquezas.
Sin perdón
Hoy, después de más de doscientos cuarenta mil muertos, de más de cuatro millones de desplazados, con un país en cenizas, anarquizado y destruido, Tony Blair dice “perdón”: "Quiero pedir perdón por los erróneos datos de inteligencia que recibimos. También quiero pedir perdón, por cierto, por algunos errores en la planificación y, desde luego, por nuestro fallo de comprensión al anticipar lo que sucedería con la eliminación del régimen de Husein". Llega hasta admitir que el surgimiento del terrible Estado Islámico es una de las consecuencias de aquella injustificada intervención y pide perdón también por no haber previsto sus consecuencias para Irak y los países vecinos.
Pero he aquí que en muchas partes del mundo la gente dice que ni él, ni Bush, ni Aznar, ni los demás promotores de esa guerra, merecen perdón alguno. Al contrario se están preguntando si lo que cabe es mas bien una acción distinta: juzgarlos, como lo que son, criminales de guerra.
En la propia Inglaterra, un movimiento liderado por el laborista Jeremy Corbyn, quien en su momento se opuso a la intervención británica, no ha dudado en calificar la guerra contra Irak como “una guerra ilegal” y dice además que ya basta de que Inglaterra secunde las aventuras militares de EEUU. Hoy, Stop the War Coalition afirma que Tony Blair “debe ser juzgado como criminal de guerra”.
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