Por Rafael Hernández Bolívar
El acceso al poder por Syriza en las elecciones de enero de 2015 dió a Alexis Tsipras la posibilidad de darle un golpe noble al andamiaje de imposturas de la Unión Europea sobre la igualdad de los países, la defensa del Estado de bienestar y la exaltación de los principios de la democracia y de los derechos humanos.
Desveló la realidad oculta a los ojos de los ciudadanos. El verdadero poder está detrás, lejos de la propaganda. Se trata de una estructura de poder a través de la cual los países más poderosos dominan un mercado e imponen sus intereses al resto de la comunidad. Más aún, el capital financiero internacional opera y controla de manera real la economía de los países, ordenando su funcionamiento de acuerdo al incremento de su renta.
Dejó al desnudo los programas perversos de la troika (Comisión Europea, Banco Central Europeo y Fondo Monetario Internacional) a través de los cuales el capital financiero expolia y arruina los países. Desveló el poder omnímodo y totalitario negador del derecho de los pueblos a su autodeterminación y sordo a los principios básicos de la democracia y de los derechos humanos.
Toda esta lucha la realizó Syriza sin el apoyo de otros países ni contando con significativos recursos económicos propios. Solamente la transparencia en las negociaciones, el sentido de responsabilidad de los dirigentes y la incuestionable fe en el pueblo han sostenido esta lucha. En otras palabras, valores de la democracia como orientación en una crisis económica y política de terribles efectos para la sociedad griega.
Los griegos han demostrado con su respaldo el aprecio que tienen por esos valores. Sólo así se comprende cómo Alexis Tsipras y Syriza tienen hoy mayor apoyo que cuando ganaron las elecciones de enero, aún firmando un acuerdo leonino, infame y humillante como el que obligaron a firmar los alemanes. En las elecciones de septiembre, aun siendo otro el Primer Ministro, el pueblo griego sabrá escoger nuevos caminos para su liberación, su soberanía y su democracia.