Por: Rafael Hernández
Bolívar
El tono festivo con que el editorial de TalCual del 27 de
agosto interpreta la tragedia de Amuay no deja dudas sobre el sentimiento de júbilo
que embarga a los estrategas electoral es de la oposición. Utilizando un verso
de una canción popular titula a toda página: Todo se derrumbó.
Por si fuera poco,
con intención evidente de provocar risa y regocijo, acude a expresiones como
“pava ciriaca”, “maldición gitana”, “hasta el Guaire, un río medio pendejo, ha
hecho de las suyas”, etc. En fin, el
editorialista estaba eufórico, desbordante, disfrutando de antemano la mágica
conversión de calamidades en votos.
La terrible tragedia que acongoja a todo verdadero venezolano
y a todo ser humano medianamente sensible, despertó, no obstante, alegría
malsana en quien es capaz de regodearse con el sufrimiento ajeno. Sólo veía lo que su “racionalidad” vislumbraba:
Salgamos de Chávez, este desastre conducirá a la derrota del gobierno el
próximo 7 de octubre.
Pero he aquí que una respuesta rápida y eficaz asumió y
resolvió en apenas horas lo que pronosticaban como el apocalipsis. Las terribles
pérdidas de seres humanos se restringieron a las provocadas por la explosión.
Abnegados y valientes trabajadores domeñaron las llamas, limitaron los efectos
del incendio, evitaron nuevas muertes y controlaron la temperatura de tanques y
válvulas que devolvió tranquilidad y operatividad a la refinería.
Queda mucho trabajo pendiente todavía. Hay que determinar
las causas del accidente y establecer las responsabilidades a las que hubiera
lugar. Pero resultó clara la capacidad del gobierno para controlar y resolver
la situación. Así como también quedó en evidencia el comportamiento nada
piadoso de la oposición. Valga como ejemplo la perla antológica de cinismo que
nos arrojó Evelyn de Rosales: “Les tengo una buena noticia: Explotó un tercer tanque...”.
Si la oposición se sigue anotando victorias como ésa, va
ocurrir que en octubre no conseguirá ni quien les cuente los votos.