Por: Rafael Hernández Bolívar
Augusto Mijares, el célebre historiador venezolano estudioso del pensamiento y la acción de Simón Bolívar, en el memorable ensayo “Lo afirmativo venezolano” somete a una crítica demoledora la actitud de algunos venezolanos que se dedican a expresar las peores opiniones sobre nuestra nacionalidad y su gente. “Sembradores de ceniza” los llama Mijares; esto es, cultores de la esterilidad, de lo que no puede puede dar vida ni reproducirse. Son los que creen que mientras peor se expresen de sus compatriotas mejor lucen sus propias virtudes. Son quienes se empeñan en deprimir a los otros, colocándoles remoquetes como sombras y obligándoles a luchar contra fantasmas e imágenes que no le pertenecen.
Se mueven en los diferentes círculos y todos hemos conocido a más de uno de los miembros de esta especie. Hay quienes aún pensando así, se abstienen de expresar abiertamente sus opiniones. Pero, modelan su conducta y toman sus decisiones sobre la base de estos prejuicios distorsionadores y atrasados (racismo, eurocentrismo, alienación, atavismos psicológicos, etc.).
De vez en cuando, salta uno de ellos a la palestra. Recientemente dos señoras, en calidad de “expertas”, lanzan sus improperios y descalificaciones: “los venezolanos son flojos”; “es nuestra identidad”, han dicho de manera rotunda. Más aún, apelan a sus orígenes (italiano, en un caso, y francés y alemán, en el otro) para salirse del saco y poner distancias con el resto de los venezolanos.
En estas circunstancias, particularmente en el caso de la conductora del programa, Beatriz de Majo, -en el caso de la señora italiana parece privar más la ignorancia y el prejuicio racista- la acusación ya no es inconciente ni inocente. Persigue justificar nuestros males presentes: Pobreza, miseria, delincuencia, subdesarrollo, etc. tendrían más que ver con la supuesta flojera del venezolano que con el sistema de explotación y expoliación que ha sufrido Venezuela a lo largo de los siglos, al amparo de gobiernos cómplices y antinacionales. De esta manera, los esfuerzos de justicia y redistribución de las riquezas que impulsa la Revolución Bolivariana no es más que prédica demagógica que pretende que los “flojos” arrebaten a los “trabajadores” el fruto de su trabajo.
Por eso, la respuesta ante la infamia no debe ser demostrar que el venezolano es un pueblo trabajador. Eso es evidente. Debemos responder señalando las raices ideológicas de tales descalificaciones, más alla de sus eventuales voceros.
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