sábado, julio 29, 2006

El camuflaje


Por: Rafael Hernández Bolívar



El camuflaje es una de las conductas políticas más perniciosas al proceso bolivariano y, aparentemente, de mayor rentabilidad para sus practicantes. Los camuflados adoptan el lenguaje y las consignas revolucionarias para pontificar sobre las posiciones supuestamente más radicales y más puras desde el punto de vista ético. A partir de ubicación tan privilegiada, dispensan calificativos y clasificaciones: Fulanito es auténtico revolucionario, el otro es oportunista, el otro es “cuerda floja”, etc.


Tales calificaciones le ofrecen una ventaja: Sus opiniones políticas están libres de cuestionamiento y discusión.


Si se insiste en la necesidad de profundizar la democracia como característica esencial de la Revolución Bolivariana y componente fundamental del socialismo del siglo XXI, el camuflado argumenta que con ésto se le hace el juego a la derecha; pues, tal insistencia sólo le ofrece espacios para que desde allí conspire contra la Revolución. A su juicio, los demócratas no son más que falsos revolucionarios. Desconocen que la democracia es para todos y a quien realmente le interesa es a la mayoría del pueblo, independientemente del beneficio circunstancial de un sector minoritario y los fines que tal sector se proponga.


Si se insiste en la necesaria eficacia y transparencia en el uso de los recursos del Estado en la solución de los problemas sociales, rápidamente se arguye que esa insistencia es la manera de entorpecer y burocratizar las gestiones del gobierno; de impedir que se resuelvan las dificultades y allanen las soluciones. De esta manera se justifica no presentar cuentas a nadie; pero, sobre todo, permite disponer de los recursos a sus anchas, bien como peculio personal o bien usándolos de manera irresponsable y caprichosa.


Si de posiciones esencialistas se tratara, deberíamos concluir que para el verdadero revolucionario no hay espacios vedados a la crítica y sólo la discusión abierta de la revolución en todas sus fases y aspectos podrá superar escollos grandes como la corrupción y las tendencias autoritarias.

sábado, julio 15, 2006

Súmate es un tinglado


Por: Rafael Hernández Bolívar

Hay una enseñanza que puede extraerse de la precipitación estruendosa de Súmate, de su caída a los bajos fondos del desprestigio y la desconfianza. Enseñanza no sólo válida para los escasos partidarios de la oposición venezolana sino también espejo referencial para las organizaciones y militantes del bloque del cambio. Lo acontecido resume las consecuencias inevitables de una política artificial, sustentada en intereses extranjeros a la gente y al país, basada en la supuesta omnipresencia del poder mediático. Una política que supone que el nivel de entreguismo y sumisión política que practican y asumen determinados dirigentes, puede ser practicado y asumido por los demás partidarios de esa opción política.

Súmate se arrogó la voz y la voluntad de los venezolanos opuestos al proceso revolucionario. Sin que nadie les hubiese asignado ese papel, prestigiada en una supuesta capacidad técnica y gerencial y ostentando un obsceno respaldo de la administración Bush, interviene en el escenario político venezolano decidiendo lo que debía hacerse, censurando las instituciones de la democracia venezolana, desconociendo las decisiones mayoritarias de los ciudadanos e impulsando iniciativas antidemocráticas.


Sin embargo, la cadena de fracasos asociados a esta organización, la puesta en evidencia de su incapacidad para demostrar ninguna de sus audaces acusaciones, entre otras, su célebre acusación de fraude que no sólo no pudo demostrar sino que sus “técnicos” no lograron ni siquiera darle alguna forma medianamente sensata o racionalmente creíble.


Al final, todo se derrumbó y sus poses retadoras, su fuerza y convicción ya no despiertan adhesión ni entusiasmo entre quienes fueron sus partidarios. Pero, este derrumbe, paradójicamente es la posibilidad de surgimiento de un nuevo panorama político nacional. Por primera vez, en mucho tiempo, la oposición recupera su voz y su iniciativa política. Podrá acertar o equivocarse nuevamente; pero, ganará en autenticidad y será percibida como opción de perfil propio.


Por lo menos, una oposición. Porque la otra, la de la rastrera entrega, esa apátrida y servil, ¡esa no tiene remedio!

sábado, julio 01, 2006

Cinismo y crueldad

Por: Rafael Hernández Bolívar
Esta escena corresponde al acto político más cínico e insensible que hemos contemplado en los últimos años. La Casa Blanca ha difundido un video en donde aparece un George Bush sonriente, sin asomo de culpa o pena, trotando por jardines verdes y bien cuidados. A su lado trota un hombre biónico, sin piernas, apoyándose en horribles prótesis metálicas, haciendo esfuerzos por mantener el equilibrio, desplegando una marcha torpe, inarmónica, grotesca. Se trata de Christian Bagge, Sargento de la Armada Norteamericana, de 23 años, quien fue alcanzado por una mina explosiva hace un año, en un remoto desierto del sur de Kirkuk, en Irak. En esa terrible desgracia perdió ambas piernas.
Víctima y victimario lucen orgullos y felices. Con esto la Casa Blanca pretende convencer al mundo de que la multitud de muertes provocadas por esa guerra injusta y cruel, las decenas de miles de mutilados y la destrucción de la vida de miles de jóvenes están justificados en aras de la política imperialista de humillar a los pueblos, de despojarlos de sus recursos y someterlos a su tutelaje y voluntad. Sorprende que quien ha sido víctima pueda mostrarse feliz al lado de quien tomó la decisión que provocó su lamentable desgracia. Sorprende menos si uno piensa que el estado de shock, de desorientación y de desamparo que siguen a la constatación de ver su cuerpo mutilado y mermadas sus capacidades, lo hace particularmente susceptible a la hipnosis, a la sugestión y a la manipulación.
Quizás, el Sargento Bagge está viviendo la etapa que vivió el personaje de la película “Nacido el 4 de Julio” quien al regresar paralítico de la Guerra de Vietnam e ideologizado por los dirigentes del Pentágono manifestaba orgulloso en los actos oficiales su apoyo y participación en esa guerra; pero, al confrontarse con su propia miseria y la desgracia de sus compañeros, terminó por ser el más decidido militante por la paz y contra la guerra.
La felicidad de George Bush lo retrata de cuerpo entero. La alimenta el placer de provocar y contemplar la destrucción, de sentirse fuerte y sano ante un cuerpo mutilado, de saberse seguro ante un mundo destruido. Es la mutilación del alma.
Inevitablemente recordamos a Don Miguel de Unamuno que en el Aula Magna de la Universidad de Salamanca, al inicio de la Guerra Civil Española, le decía al general franquista Millán Astray, un inválido de guerra: Tu grito necrófilo de ¡viva la muerte! expresa tu deseo de crear una España según tu imagen. Por eso desearías ver una España mutilada.
Bush nos dice hoy algo semejante: Quiero un mundo de hombres mutilados, de países destruidos y de vidas destrozadas como tributo y engrandecimiento de nuestro poder imperial.

No son locos. Son farsantes


Por: Rafael Hernández Bolívar

Me cuento entre quienes se niegan a evaluar la oposición venezolana en términos de sensatez o insania. Más bien apuesto por desentrañar la lógica profunda que explique su extraño comportamiento y por descubrir coherencia en su azarosa conducta política. Aunque no es pequeña tarea esa de ver racionalidad en expresiones desconectadas flagrantemente de la realidad y esa pretensión enfermiza de ganar espacios e influencia sobre sus diezmadas huestes a través de la prédica apocalíptica.

Sus desplantes ante las instituciones, sus ataques desconsiderados, las acusaciones infundadas y sus posiciones desafiantes ante las autoridades tienen una explicación lógica: Obedecen a la convicción que tienen extremistas y moderados de que la Revolución Bolivariana es un proceso profundamente democrático y están persuadidos de que digan lo que digan no serán perseguidos ni hostigados por un gobierno respetuoso de las libertades y del estado de derecho. Pueden, sin riesgos, asumir poses valientes, desafiantes, retadoras. Son unos farsantes que despliegan sus capacidades histriónicas en función de obtener aprobación política y sueñan que sus poses teatrales deslumbren y ganen apoyo entre la población.


Por supuesto, tal conducta termina siendo un mentís sobre sus afirmaciones y teniendo un efecto contrario a sus pretensiones. La gente se pregunta ¿cómo estos señores afirman en la plaza pública, en sus programas de radio y televisión, en sus periódicos, en donde les da la gana, que vivimos en una dictadura y, a su vez, siguen en plena libertad propagando sus acusaciones? Así, esa conducta se ha convertido en un parámetro confiable para evaluar la seriedad de sus opiniones. Un político que comienza afirmando que en Venezuela vivimos una atroz dictadura, de entrada, se autocalifica de payaso y de esquizoide y, con ello, arrastra inevitablemente todo lo que exprese y ninguna de sus palabras, a partir de ese momento, merece el más mínimo respeto.


El guión se agota. Tendrán que inventar otra cosa. Sólo risa provocan sus disparatadas acusaciones. Resultaría increíble encontrar personas que todavía le den algún margen de crédito a quienes durante siete años sostienen acusaciones absurdas que los hechos niegan todos los días.