Por Rafael Hernández Bolívar
Por estos días la oposición venezolana más radical y más atrasada ha desplegado, inútilmente, en escaramuzas de calle, toda su capacidad desestabilizadora. Recurre a las manidas acciones de caos y sabotaje que, pese a su probada ineficacia, por un lado, y su secuela de lamentables daños humanos y materiales, por otro, insisten en intentar una vez más. De nuevo, aceite sobre las vías, cuerdas de hierro o acero para incautos motorizados, insultos y salvajes agresiones contra policías o civiles que intenten poner freno a la locura, incluso aún cuando se trata de opositores sensatos que intentan canalizar las movilizaciones de calle hacia objetivos pacíficos, legítimos, democráticos.
Las acciones que están en curso se caracterizan por el desparpajo con que la oposición atrasada muestras sus vergüenzas (antidemocrática, violenta e irracional) y el obediente afán con que sus dirigentes siguen las instrucciones de sus caporales extranjeros. Sus consignas y sus conductas no dejan espacio para la duda ni para la imaginación. Persiguen destruir lo poco o mucho que ha conquistado la experiencia bolivariana en términos sociales, jurídicos, políticos. No hay medias tintas. No hay espacios sagrados ni principios inmutables. Todos vimos a Luis Almagro, fétido genuflexo, ejecutando maniobras desesperadas para intentar cumplir con la misión encomendada por los peores intereses gringos, llevándose por delante normas, acuerdos, autoridades de una institución de suyo pervertida.
Ya no tiene sentido decir que esa oposición maneja la doble agenda: Una, arropada en ideas de ampliación y consolidación de los canales democráticos como escenario y mecanismo para la resolución de los conflictos políticos, discurso de presentación de otra Venezuela posible. Otra agenda, la oculta, crear condiciones de enfrentamientos insalvables que abran la opción de salidas violentas de golpes de Estado, invasiones de fuerzas extranjeras o Guerra Civil.
Hoy, esa oposición radical, tiene una sola agenda. La segunda. Por eso, desde Miami las redes sociales difunden la consigna “ahora o nunca”. Por eso, el pueblo venezolano definirá una vez más la alternativa: ¡Nunca!