La conversación entre Lorenzo Mendoza y Ricardo Hausmann difundida esta semana, más que información, revela actitudes y conductas características de la derecha venezolana.
Por Rafael Hernández Bolívar
Nada nuevo
No nos quita dudas ni resuelve interrogantes. No hay reducción de incertidumbre, para decirlo en el lenguaje coincidente entre las disciplinas informáticas y las de la comunicación interpersonal. No dice nada que desconociéramos los venezolanos: Los grandes centros de poder internacional, en alianza con capitalistas criollos, utilizando a sus tecnócratas de alta especialización, se mantienen activos en su pretensión de retornar al control y usufructo de la economía nacional de la que ya no pueden disponer a sus anchas. De eso, no sólo tenemos sólidos indicios que permiten conclusiones irrefutables, sino que ellos mismos se han dedicado a darnos abundantes, variados y desvergonzados ejemplos.
No necesitamos escuchar esa conversación para constatar la conducta entreguista de estos personajes y su sujeción absoluta a las políticas neoliberales impulsadas por el imperialismo. Uno, al frente de un patrimonio familiar acumulado a fuerza de contubernios con los sucesivos gobiernos desde la época de Pérez Jiménez. El otro, como aventajado sirviente de los organismos creados por el poder financiero gringo para expoliar y esclavizar el futuro de los pueblos. De hecho, tuvimos la experiencia de tenerlo como flamante Ministro organizador del remate de importantes activos del Estado venezolano mediante la transferencia de propiedad de empresas y servicios públicos a favor de las grandes trasnacionales.
En lo que si resulta novedosa la conversación es en cuanto a las claras muestras de cinismo ante el pueblo, a la vez que rampante genuflexión ante el poder imperial.
Un arrastrado corazón
En la conversación Hausmann despliega la conducta propia del subordinado que presenta cuentas a su jefe, le detalla actividades que hablan de su esmero por cumplir las responsabilidades asignadas y le declara su profesión de fe: “tu sabes que tengo mi corazoncito puesto en Venezuela”. Aunque molesto, no es capaz de plantearle frontalmente las razones de su incomodidad y pasa directamente a ganar la aprobación de los resultados de su gestión. “Vamos al grano”, dice con decisión. Mas de cincuenta mil millones de dólares no es una concha de ajo. Mendoza, se permite asomar una incipiente risa de felicidad y dice: “… esa es la cifra” y, ahora sí, recompensa los rastreros esfuerzos con palabras de reconocimiento a Hausmann, a sus contactos con el FMI, a los reclutas universitarios que trabajan en las formas de concretar el retorno de Venezuela al abrazo asfixiante del organismo internacional.
He aquí que ese corazoncito no palpita por Venezuela sino por los jefes criollos y los jefes extranjeros de Ricardo Hausmann. Está atribulado porque no puede concretar los planes neoliberales diseñados a imagen y semejante de los intereses imperialistas. Venezuela, sus problemas, sus compromisos y su democracia le resbalan, sin más. Dinero para el gran capital gringo y, ¿por qué no?, algunas gruesas migajas para el capital criollo. ¿Gente que ha dado créditos a Venezuela para hacer vivienda, construir líneas de Metro o sistemas de ferrocarriles o financia programas de desarrollo agrícola? “¡Que se jodan!¨, dice un eufórico Hausmann, que disfruta por adelanto los réditos de su visión “nosotros solitos”.
¿Y la democracia? ¿Dónde están las otras voces? ¿Quién decide esto? ¡Nosotros solitos! ¿Dónde están las decisiones soberanas que tomó el gobierno venezolano en contra de un organismo financiero hambreador, decisiones refrendadas, además, por el pueblo en elecciones libres y democráticas? Para Hausmann esos problemas no existen ni angustian a su corazón neoliberal, y esta vez si, sin diminutivo. Esa es decisión que corresponde a los dueños del capital y, por delegación de éstos, a sus tecnócratas.
¿Quién los nombró como representantes del pueblo, de sus intereses y recursos? ¿Quién los autoriza a decir nada en su nombre y a comprometer el futuro del país? Nadie, ¡ellos mismos! Les basta con que los capitostes del capital financiero internacional les reconozcan como diligentes defensores de sus intereses imperialistas.
Un “corazoncito” atribulado
Pero pecaríamos de imprecisos si no admitimos que el “coranzoncito” de Hausmann realmente está atribulado y al borde de la desesperación. Son demasiados fracasos en su intento de acabar con la Revolución Bolivariana a cualquier precio. (http://www.aporrea.org/ actualidad/a9900.html) Diecisiete años elaborando teorías, justificando posturas políticas insostenibles y desplegando intentos inútiles de ganar voluntades para desalojar del pueblo las ideas de redención y de justicia. Fracasos teóricos y prácticos han desfilados ante unos jefes hastiados de decepciones.
¿No será que está presintiendo la posibilidad de que lo despidan por inútil? Quizás, por eso insiste ante su interlocutor, “ve y dile que tu estás de acuerdo, que cuento con tu respaldo”.
La posibilidad de quedarse sin chamba es una posibilidad real.