Por: Rafael Hernández Bolívar
Han dado muerte a uno de los nuestros. Muerte cobarde, de
emboscada, de asesinos despiadados con la ventaja del anonimato y de la
sorpresa.
La derecha fascista escogió la víctima entre los líderes más
queridos y más respetados de los colectivos del "23 de Enero". Al
líder consecuente, trabajador, con muchos dolientes. Con este asesinato
pretenden pisotear el compromiso revolucionario, la identidad plena con el proceso
bolivariano, la honestidad y la firmeza de principios. Quisieron matar en Juan
Montoya la noble valentía de los luchadores comprometidos con una patria nueva,
justa, solidaria. Quieren que la justificada indignación que provoca esta
muerte se desborde en venganza, haga de la ciudad un caos y sus calles sean
regadas de sangre. Anhelan que la rabia salte los diques.
Se equivocaron. La madurez política del pueblo organizado
sabrá desenmascar y castigar a los asesinos. Se sienten fuera del alcance de
nuestros ojos y de nuestras manos; pero, el pueblo sabrá exigirle a las
instituciones nacientes el cese a la impunidad, el cerco a los conspiradores y
la aplicación de todo el peso de la ley sobre quienes, aliados a la
conspiración internacional, pretenden sepultar los sueños y el derecho a una
patria democrática, libre, soberana, justa.
Es un deber insoslayable para todos quienes conocimos de las
luchas de Juan -quien siempre supo identificar al verdadero enemigo- unir
nuestras voces para exigir justicia. El homenaje que le debemos es la defensa
de esta Revolución, derrotar a la derecha fascista y acelerar el paso para
construir la base material e institucional del socialismo, en donde sea posible
que su familia, sus hijos y sus nietos, puedan crecer en el mundo mejor por el
que luchó y entregó su vida.
Han dado muerte a uno de los nuestros, de los indoblegables,
de los buenos.