Por Rafael Hernández Bolívar
Forma parte del grupo de rastacueros a disposición del imperio.
Junto a los Vargas Llosa, Aznar, Toledo, Uribe, etc. Tiene papel asignado que
representa de manera fiel, cada vez que los intereses de sus amos lo requieran.
Y hace su entrada cuando la trama pide la actuación de un personaje de sus características.
Un consumado actor
Activos
grupos de derecha repartidos por el mundo preparan el escenario. El 18/02/2014
la Red Latinoamericana y del Caribe para la Democracia (RedLad) solicita a
la OEA una Misión de Buenos Oficios, presidida por Oscar Arias, para detener la
“violación de derechos humanos en Venezuela”. “Intelectuales”, “artistas” y la
fracción más recalcitrante de la oposición venezolana e internacional se suman,
de inmediato, a la petición.
Entonces, emerge
desde los bastidores. El propuesto Presidente de la Misión expresa que se
siente honrado por la iniciativa y, agrega el muy ladino: “Cualquier
latinoamericano que pueda ayudar a devolverle la calma al pueblo venezolano se
sentiría muy halagado". Repasó el
guión que ya se sabe de memoria. Para desgracia de Latinoamérica, el papel lo
ha representado con éxito en muchas ocasiones. Con el triste desparpajo del
rastacuerismo latinoamericano, Oscar Arias entra en escena. Su curriculum: Expresidente
costarricense, Nobel de la Paz y reconocido peón de EEUU, encargado de derivar
los conflictos en América Latina hacia los intereses gringos en la región. Todo
ello en nombre de la paz, los derechos humanos y el entendimiento entre
los pueblos.
Pero esta
vez cometió el error del novato, la precipitación, inconcebible en quien tiene
curtida la piel en tantas y variadas triquiñuelas. Entró en escena antes de lo
previsto. Creyó que el gobierno del Presidente Maduro caía empujado por la
ofensiva económica, los disturbios desestabilizadores y la presión mediática
internacional. Confundió los deseos con la realidad. Al igual que los generales golpistas de abril de 2002 informaban
de muertes que aún no habían ocurrido, Oscar Arias anuncia al mundo violaciones
de derechos humanos que no se han cometido, en un país en que el
gobierno ha soportado estoicamente comportamientos injustificables de una
oposición desquiciada.
Publica un
artículo vergonzoso, Venezuela: país en
persecución, aparecido en El País,
España, en su edición del 20/02/2014. Tan vergonzoso y plagado de mentiras que
ni siquiera la desvergonzada prensa venezolana se ha atrevido a publicar.
Mentiras descaradas y actitud
francamente hostil exponen la verdadera imagen de “su mediador”. Allí declara
la guerra al gobierno del Presidente Maduro. Para que no quede dudas por quien
toma partido en el conflicto, dice: “la sola existencia de un gobierno como
el de Venezuela es una afrenta a la democracia”. Vale
decir que, el primer y único objetivo, de concretarse esa misión, sería
liquidar la existencia de un gobierno democráticamente electo por el pueblo, en
elecciones libres, transparentes y refrendadas por organismos y observadores
internacionales.
Agrega: “Miles de estudiantes y opositores al
gobierno del Presidente Nicolás Maduro en Venezuela fueron brutalmente atacados
con armas de fuego por los cuerpos de seguridad”. Ante tal afirmación, cabría
esperar un parte de guerra: los centenares o por lo menos decenas de muertos
que, a pesar de sus deseos, no se produjeron en modo alguno.
Sigue: “En ningún país verdaderamente democrático
uno va a prisión o es asesinado por pensar distinto o por querer manifestar su
oposición a las políticas del gobierno.” Cierto. Pero, ¿quién, en Venezuela,
durante este gobierno, ha sido hecho preso o, peor aún, muerto, por pensar y por
manifestar su opinión? Las personas detenidas, la mayoría por sólo algunas
horas, han sido apresadas por ser vándalos, facinerosos y criminales. A menos
que se entienda que opinión no es concepto, juicio o idea, sino acción concreta
y específica: Atacar a fuego y pedradas a los edificios, servicios públicos y a
sus trabajadores (electricidad, metro, transporte de alimentos, servicios
médicos, etc.); obstaculizar el libre tránsito de las personas, impidiendo que
acudan a sus trabajos, a citas médicas, a urgencias personales; aterrorizar las
comunidades con piras, lanzar aceite y gasolina sobre el pavimento para
provocar accidentes, colocar guayas que degüellen a motorizados, etc.
“Sin duda, soy un lacayo del
imperio…”
Son palabras de Oscar Arias. Ante la
dramática situación, pretende hacer un chiste, una burla. Pero, como lo
demostró Freud en El chiste y su relación
con el inconciente, las personas dicen en broma lo que no se atreven ni les
conviene decir en serio. A confesión de partes, relevo de pruebas, dice el
conocido aserto jurídico.
A la confesión, le agrega un
contrasentido: “del imperio de la razón”. Sin sentido porque no hay mayor sin
razón que el imperio; esto es, la dominación y el sojuzgamiento de un país por
otro, disponiendo de sus recursos y su destino. No en balde Luckás escribió El
asalto a la razón para demostrar la irracionalidad de las pretensiones
imperiales del nazismo y sus fundamentos. No en balde cuando los franquistas
atropellaban a los republicanos, Unamuno acusaba: “Podréis vencer por que os
sobra fuerza bruta; pero, no convenceréis pues os falta razón en la
lucha”. Incluso cuando en sentido figurado se habla del imperio de la ley, la
metáfora refiere a lo sustantivo del concepto; esto es, a la obediencia. Se
entiende que la ley tenga imperio: respeto y obediencia a sus preceptos
taxativos. Pero no la razón que supone el libre planteamiento de ideas,
argumentos, afirmaciones y refutaciones. Es decir, libertad de pensamiento, de
discusión. La razón requiere de hombres libres: no puede tener esclavos.
Para concluir que Oscar Arias es
lacayo de EEUU no necesitamos su confesión. Su comportamiento y su descarado papel
cumplido en Latinoamérica demuestran con creces esa condición.
Recordamos, por ejemplo, cómo -embajada norteamericana mediante-, cumplió
fielmente las instrucciones gringas en Honduras: Desconocer a Zelaya, Presidente
elegido por los hondureños; reconocer al golpista Micheletti,
violador de la institucionalidad y realizar elecciones con la exclusión de
Zelaya. Al igual que hoy lo hace para Venezuela, en 2009 Arias anunció
previamente, en una radio de su país, el plan que tenía el imperio para la situación
hondureña.
En criollo, Arias es un rastacueros.
Aunque quizás sea más apropiado usar la palabra de sonoridad proteica con
que los españoles se refieren a este tipo despreciable de sujetos que, para
agradar a sus amos, son capaces hasta de lamerles el orificio de las excretas
humanas.