sábado, agosto 11, 2012

Parece que del caballo tampoco


Por: Rafael Hernández Bolívar

“Si hubiera podido elegir mi condición, habría elegido la de centauro.
Mi caballo... me obedecía como a su cerebro, no como a su amo.
Reemplazaba las mil nociones...  por el único conocimiento de mi peso exacto de hombre.
Participaba de mis impulsos; sabía exactamente, y quizá mejor que yo, el punto donde mi voluntad se divorciaba de mi fuerza.”
Margarite Yourcenar: Memorias de Adriano

Un atento e informado lector da otra versión de la anécdota de Prieto Figueroa que referí en mi artículo anterior, “Puede que sea descendiente del caballo”, lo que viene a revelar la autenticidad del acontecimiento narrado. (Ver: http://www.aporrea.org/oposicion/a147696.html).  Aunque básicamente iguales, hay, sin embargo, una diferencia que vale la pena destacar y, además, aprovechar la oportunidad para enmendar lo que hoy considero, a la luz de estos datos, una agresión a la bien labrada reputación del caballo.

Los hechos habrían ocurrido así: Desde una tarima colocada en la Plaza Sucre de Cumaná, Prieto daba un discurso: “Al llegar a la ciudad he observado con asombro pancartas que dicen ‘Piñerúa, hijo de Sucre’... y yo debo decirles que, de acuerdo a la documentación histórica, no puede ser descendiente del Mariscal Sucre el candidato Piñerúa y, dada su escasa inteligencia, de su caballo tampoco!!!”.

En esta segunda versión, como se ve, la opción de que fuese hijo del caballo de Sucre que admitía como posibilidad remota la primera versión, está, por las sólidas razones que esgrime el maestro Pietro, negada de plano. Y es precisamente ese matiz que introduce la segunda versión la que me hace evaluar como una desconsideración hacia el caballo la ligereza de atribuirle como descendientes personajes como Piñerúa o Capriles.

El caballo es noble animal. Su gracia al caminar, la fuerza de sus patas, sus ágiles movimientos lo han asociado los poetas a la libertad y a la audacia. Sus proezas están emparentadas con las más preciosas gestas redentoras y su briosa serenidad en los combates con la valentía. ¿Son, acaso, concebibles las extraordinarias hazañas de los bravos llaneros sin los lomos de los caballos en que fueron realizadas? ¡Cuántas veces sus hermosos pectorales fueron valladar protector para detener las balas o las lanzas de los enemigos de la libertad y la soberanía! ¡no en balde ocupa un lugar destacado en nuestro escudo patrio!

Sin duda, Prieto tenía muy claro esto. Hoy, tratando de encontrar alguna de estas virtudes del caballo en los afanes genealógicos de Piñerúa , ayer, y  de Capriles, en nuestros días, constato que tales virtudes no están presente en ningún grado en estos señores. Hay, pues,  que concluir con el gran maestro: ¡No son descendientes del prócer y de su caballo tampoco!

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