Por: Rafael Hernández Bolívar
Esta insistencia en que la
MUD se comprometa públicamente a
respetar los resultados del proceso electoral del 7 de octubre luce un tanto
absurda y hasta ridícula. En realidad corremos el riesgo de que hagan tal
compromiso y eso sería peor. Es valorar en demasía su palabra. Es como si nos
bastase con su promesa para dormir tranquilos.
La historia demuestra que ese
tipo de promesas no tiene ningún valor. ¿No es suficientemente conocido que
Rómulo Betancourt dijo en un mitin en el Nuevo Circo, celebrado el 17 de
octubre de 1945, que jamás participaría en una conspiración entre gallos y
medianoche para derrocar al gobierno de
Medina cuando para ese momento ya estaba comprometido con el golpe del
día siguiente? ¿No recuerdan a italianos y alemanes firmando el acuerdo de no
intervención en la Guerra Civil española mientras hacían un puente aéreo para
apoyar las fuerzas de Franco? ¿Se les olvidó que muchos de los dirigentes actuales
de la oposición son los mismos que participaron en las acciones conspirativas
de abril de 2002? Es como dormir con puertas y ventanas abiertas porque un
ladrón recién salido de la cárcel nos promete que no lo volverá a hacer.
La oposición está consciente de
la situación ventajosa en que está colocada con esa exigencia. Con ella
adquiere valor su palabra ante la opinión pública y por eso administra su
silencio para potenciar la ventaja. Al final, cuando diga que respetará los
resultados –otra cosa es que cumpla la
palabra comprometida- cosechará el fruto de una palabra esperada y valorada en
exceso.
Lo que si tiene sentido es que
desde las fuerzas de la Revolución se tomen las previsiones para que la
oposición respete los resultados electorales, independientemente de los deseos
o la voluntad de esa oposición. Y la primera previsión es trabajar duramente
para conseguir la mayor movilización de sus fuerzas que conduzcan a una
victoria aplastante, sin asomo de dudas para nadie.
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