martes, diciembre 28, 2004

Caso Anderson: Los nuevos detectives y la conjugación de los verbos

Por: Rafael Hernández Bolívar

Jesús Petit D’Costa, Agustín Blanco Muñoz, Patricia Poleo y otros más, conforman el grupo de improvisados detectives surgidos alrededor del vil asesinato del Fiscal Danilo Anderson. Han elaborado sus conclusiones sobre la clásica pregunta “¿a quién beneficia?” –más propia de las novelas y las películas policiales que de la investigación criminalística. Esta pregunta es una más, sin relevancia especial, dentro de innumerables preguntas surgidas alrededor de un hecho complejo como lo es un asesinato-. Sin contar el substrato amoral que significa plantearse la muerte de un ser humano como vulgar instrumento para la obtención de un beneficio.

El primero de los mencionados, ya en el mismo título de su artículo aparecido en el semanario Quinto Día, adelanta una respuesta: “El primer sospechoso es el gobierno”. Para sostener esta hipótesis hace total abstracción del extraordinario apoyo popular recibido por el Presidente Chávez en el referendo presidencial del 15 de agosto y de la abrumadora ratificación de ese apoyo en las elecciones regionales. A su juicio, el Gobierno Bolivariano necesitaba para consolidarse de un crimen de estas espantosas características. O bien, otra arrojada detective, supone que las investigaciones dirigidas por el Fiscal Anderson orientaban hacia altos funcionarios del gobierno y éstos decidieron sacar del camino a un funcionario implacable e insobornable. O quizás, señala un tercero, el gobierno necesitaba distraer a la opinión pública con un hecho dramático y profundamente emocional dado que una oposición devastada ya no representaba un buen pretexto para los ataques del Presidente. De esta manera, se devanan los sesos estos sagaces Sherlock Holmes criollos.

Sin embargo, pasan por alto que esta pregunta sólo tiene sentido orientador o indagatorio; pues, le permite al investigador ubicarse en la perspectiva del asesino. Cuando se formula esta pregunta no lo hace en términos de los efectos reales que produjo el asesinato –que depende de diversidad de factores- sino sobre la base de las posibles expectativas y deseos del asesino o los asesinos. No es su preocupación establecer, a la manera de un contador público, un balance o una cuenta de costos y beneficios. Su preocupación es indagar sobre las motivaciones de los involucrados. Y, en este caso, se trataría de investigar sobre qué obtendrían con el crimen y no sobre lo que efectivamente obtuvieron. Así, los asesinos materiales podrían perseguir exclusivamente la obtención de un pago por el vil asesinato o una combinación de este interés con una venganza personal o una motivación política o de otro tipo. A su vez, los autores intelectuales tendrán sus propias motivaciones que podrían coincidir o no con los asesinos materiales. Sin embargo, el resultado puede ser distinto a lo esperado: Los ejecutores podrían fallar, o aún siendo exitosos, no obtener los beneficios perseguidos, etc.

Lo que se obtiene no es necesariamente lo que se persigue. El asesino puede terminar preso –y en este caso todo apunta a este resultado final- y, sin duda, este no era su objetivo. Vale decir que la pregunta “¿qué pretendía el asesino al cometer el crimen?” abre perspectivas para la investigación que justifican su formulación. Las preguntas de este tenor orientan, son fructíferas y es el sentido que tiene la formulación de preguntas en un proceso investigativo sea cual sea la naturaleza de la investigación. Así, la pregunta correctamente formulada debe ser “¿a quien beneficiaría?”, ubicado en una circunstancia temporal anterior al crimen. Y no “¿a quien benefició?”, que corresponde a los hechos posteriores. Hay que conjugar bien los verbos.

La pregunta debe ser ésta porque el saldo final depende de los hechos subsiguientes que se generen, de la conducta de otros elementos relacionados o no con el asesinato. Así, por ejemplo, un hecho terrorista podría beneficiar al gobierno legalmente constituido; pues, pone a funcionar todos los resortes del Estado y de la sociedad civil alrededor de la defensa de la sociedad, vista como un todo. Pero, también eventualmente podría precipitar una crisis política o desbancar un gobierno. Tenemos ejemplos recientes. En EEUU el atentado terrorista contra las Torres Gemelas consolidó toda la estructura estatal y a la sociedad civil norteamericana alrededor del gobierno de Bush. En España el atentado del 11 de marzo sobre estaciones del Metro de Madrid precipitó la derrota política y la salida del gobierno de Aznar.

Un mismo hecho (atentado terrorista de efecto devastador sobre personas y bienes) produce, sin embargo, consecuencias diferentes para los gobiernos respectivos. ¿Porqué? Porque, además de tratarse de sociedades diferentes, las conductas políticas seguidas por uno y otro gobierno, así como su capacidad de manipulación e influencia en la opinión pública, fueron también diferentes. En el caso español, tal como ha sido comprobado en las últimas semanas, la conducta fue el engaño, la distracción y la manipulación y el pueblo español –para desgracia de Aznar y de su partido- supo percibirlo de esa manera y pasarle su respectiva factura en las elecciones celebradas cinco días después. Bush, como se sabe, fue reelegido, para desgracia de toda la humanidad. Su capacidad para el engaño fue superior y el pueblo norteamericano estaba más dispuesto a creerle. Por supuesto, es simplista reducir el análisis político a un hecho aislado y único; pero, a efectos de ilustración, sirven estas observaciones.

Retornando a nuestro país, podemos señalar que los efectos concretos del asesinato del Fiscal Anderson pueden explicarse por la conducta trasparente y decidida que ha tenido el gobierno nacional: Ha manejado la investigación con absoluta transparencia, informando al país del avance de las investigaciones; ha efectuado las operaciones policiales con absoluto apego a las normas y a las leyes, conservando un escrupuloso respeto a los derechos humanos; ha utilizado alta tecnología no para la distracción sino para el esclarecimiento y, sobre todo, ha sido muy cauteloso al momento de señalar a los responsables del vil asesinato, limitándose a quienes aparecen firmemente relacionados con su ejecución material. A pesar de que el caso se presta especialmente para señalamientos de responsables intelectuales muy concretos, vinculados a la más recalcitrante oposición fascista venezolana e internacional; se abstiene de hacer señalamientos concretos; pues, está a la espera de la maduración de los elementos desprendidos de las investigaciones. Nadie ha sido detenido sin que esté directamente vinculado con el hecho y, mucho menos, nadie ha sido hostigado o detenido por razones políticas.

Otro elemento que pasan por alto nuestros improvisados y mal intencionados detectives de pacotilla, es que el asesinato del Fiscal Anderson puede y debe interpretarse dentro de una cadena de hechos que gracias a la acción de los organismos policiales han logrado frustrarse hasta ahora. Sin duda, si a este crimen hubiesen seguido otros atentados, con sus cargas de muerte y de destrucción, el efecto sobre la realidad política venezolana también habría sido diferente y las cuentas de beneficios arrojarían resultados distintos. El asesinato del Fiscal Anderson reunió a la sociedad en el rechazo al terrorismo y en la confianza en la decisión y la capacidad del Estado para desarrollar una investigación que conduzca a la captura de los culpables. Pero esto podría variar si los atentados hubiesen continuado. Así, la justificada indignación que se generó en los sectores del chavismo, hoy encausada a través de la fe en el funcionamiento de las instituciones, podría desbordarse en caso de que el gobierno hubiese fallado en apresar a los culpables y en detener la ola terrorista. En ese caso, al percibir que el gobierno no es una garantía para proteger la vida de los dirigentes y de los venezolanos humildes victimas de esas acciones, bien podrían los más radicales intentar devolver los golpes recibidos y generarse por esta vía una temida espiral de violencia y, consecuentemente, dar al traste con la gobernabilidad y la paz. E incluso podría pensarse, con todo derecho, que muchos de quienes hoy desde la oposición se dan golpes de pecho y rechazan el terrorismo, no sean más que auténticos tartufos que al mismo tiempo que hacen estas declaraciones públicas, amparados del secreto y la oscuridad planifican los mismos hechos que rechazan. En una situación de este tipo, ya la evaluación del hecho terrorista y sus consecuencias tiene un saldo diferente al que podría arribarse hoy. La actuación oportuna y eficaz del gobierno nacional es precisamente lo que ha impedido que hoy tengamos una situación contraria a lo esperado por los planificadores y ejecutores del vil asesinato.

Por otra parte, si de beneficios hablamos, más bien fue la oposición venezolana quien tuvo una oportunidad de oro con la muerte del fiscal Anderson. No sólo porque desaparece el fiscal valiente, acucioso, inteligente, vertical, trabajador y decidido a combatir frontalmente la tradicional impunidad que campea en la justicia venezolana, sino porque la circunstancia del asesinato pudo haberla aprovechado la oposición venezolana para reivindicar la democracia como valor, el respeto a la vida humana, su disposición a combatir el terrorismo como arma política; en fin, mensajes de los cuales se había disociado en sus acciones políticas de los últimos años y que ahora se abría la oportunidad de reivindicarse y hasta de dotarse de banderas y consignas de las cuales carece. Pero, una vez mas, en una reiteración infernal, expresión de una patológica conducta autodestructiva, desprecia esa oportunidad y se dedica a enlodar las investigaciones con elucubraciones descabelladas, a ensalzar a los autores materiales del asesinato como virtuosos ciudadanos, a sembrar dudas sobre la conducta ejemplar y moralizante del Fiscal Anderson, en lanzar al voleo revelaciones de ultratumba sobre la honorabilidad de dirigentes de la revolución bolivariana y banalizar el hecho mismo de que ha sido asesinado un valiente ciudadano.

lunes, noviembre 08, 2004

Carta a Mimismo Laureano Márquez

Por: Rafael Hernández Bolívar

Extraviado Mimismo Márquez:

Me habían dicho: “Aunque reaccionario, es un tipo inteligente y dice cosas interesantes.” Y esto me bastó para leerle; pues, la inteligencia y el ingenio son cualidades humanas que tienen para mí alto aprecio. Quizás, sea esa una de las razones por las cuales leo algunos columnistas que, aun no compartiendo ni su análisis ni sus conclusiones; con frecuencia consigo, sin embargo, perspectivas originales, precisión conceptual, novedad de soluciones y un cierto sabor de honestidad que, en su conjunto, son buenos estímulos para la reflexión propia y aportes valiosos para la discusión colectiva.

Pero, en su caso, Señor Mimismo Márquez, ocurre que salvo alguno que otro chiste simpático -pero que pierde gracia a fuerza de reiterativo y de haber agotado todas las formas posibles de clonación-, no consigo ni inteligencia ni honestidad. Quizás, esta expresión pueda parecerle dura; pero, me salta espontáneamente a los labios –mejor dicho: de mis dedos a las teclas de la computadora- al leer sus dos últimos artículos de los viernes. Me refiero a los intitulados “Carta a Simón Pestana” y “Señor Pollo”, publicados en TalCual el 29/09/2004 y el 05/10/2004, respectivamente.

En el primero, Laureano Márquez, en consulta con Mimismo Márquez, señala que como nadie le ha demostrado que no hubo fraude en el referendo presidencial, usted tiene la seguridad de que su voto será para Simón Pestana, candidato de las fuerzas del cambio; pues, aunque usted decidió votar por Henrique Capriles, sabe que Simón Pestana le robará el voto y se lo asignará a Simismo Pestana, trocando los votos de la mayoría en los votos de la minoría. Aunque tengo una opinión contraria, -nadie ha demostrado que hubo fraude y si algo develó el 15 de agosto fue el fraude montado por la oposición desde comienzos del 2002 en que se empeñó en sostener a través de los medios de comunicación social que era mayoría y el referendo demostró que no lo era-, le acredité el mérito de dudar honestamente de un proceso eleccionario. Al fin y al cabo, toda la cuarta república armó su legitimidad sobre el fraude, desde la elección de la reina de carnaval o del presidente de club de bolas criollas hasta la escogencia del presidente de la república, como solía decir el recordado Moisés Moleiro. Sin embargo, no deja de ser curioso un razonamiento como el suyo: Nadie ha demostrado que hubo fraude; pero como nadie ha demostrado que no lo hubo; entonces, sin duda, hubo fraude. Algo así como: Existe la posibilidad de que una persona camine de espaldas. Persona alguna ha visto caminando de espaldas a un chavista desde Caracas a Ciudad Bolivar; pero, nadie ha visto que no lo haya hecho. En consecuencia, nadie me quita del pensamiento que un chavista caminará de espaldas desde la Plaza Bolivar de Caracas a la Redoma de Petare. ¿O existe duda alguna de que un chavista pueda hacer tal cosa?

Pero, hay más: La acusación a Pestana tenía que ver directamente conmigo y me sentí agredido personalmente. Esto tiene una explicación. Soy miembro de una de las ubes (Unidad de Batalla Electoral) del municipio en donde votaría usted y, en consecuencia, de acuerdo a su acusación, uno de los artífices del delito electoral y, acaso, el comisionado especial para hurtar su voto, su voluntad, escamotear su derecho a escoger a su alcalde. Simón Pestana no tenía la posibilidad física o real de robar o manipular su voto; pues, no era miembro o testigo de ninguna mesa y mucho menos de la mesa en la cual usted depositaría su voto. Luego, no hay tutía, ¡éramos nosotros, al tener la posibilidad teórica de robar el voto, los delincuentes electorales acusados!¡Por decir lo menos!

Mimismo Márquez: Le confieso que me invadió un justificado sentimiento de preocupación. Me sentí de repente formando parte de una banda criminal, situación que –créalo o no- está muy lejos de mi pretensión ciudadana. Descubierto como estaba y con el ánimo de salvar el pellejo de mis compañeros y el mío propio, decidí como un reto personal, agotar todos los recursos al alcance para defender y proteger su voto. Hablé con otros compatriotas y les trasmití mi preocupación y con ellos, en una especie de nuevo juramento del Samán de Güere, nos prometimos estar particularmente “moscas”, para salvaguardar no sólo los votos de nuestros copartidarios, sino también para proteger, por encima de la dificultades, el voto de Mimismo Márquez y, con ello, el voto de todos los escuálidos de nuestra circunscripción electoral. En este punto, bueno es decirle que no sólo por temor a las sanciones sino también –créalo o no- por aquello que sostenía Voltaire: “no comparto tu opinión, pero estoy dispuesto a defender tu derecho a decirla”. Aunque no tenía responsabilidad directa en ninguna mesa, -mi labor, más modesta, consistía en llevar café y comida a los testigos y miembros de mesa y servir de chofer en el traslado de personas y de información y ¡conste que la cumplí cabalmente y con mucho orgullo!-, estuve muy pendiente del proceso y me esmeré en olfatear la menor muestra de irregularidad y chismear de inmediato a los compatriotas que estaban en las mesas para que actuaran en consecuencia y evitaran cualquier mancha o conducta deshonesta. Debo decirle, Mimismo, -disculpe la confianza- que lo logramos y podemos afirmar que, como en todo el país, fue un proceso transparente y sin trácalas menores o mayores.

El resultado, lamentablemente, no favoreció a nuestra opción. Su candidato resultó elegido con el 78,84% de los votos, prácticamente la misma proporción que obtuvo en el municipio la opción del NO –la suya, sin mala intención, es decir, su opción- en el referendo del 15 de agosto. Aunque era el resultado lógico para una zona radicalizada con la oposición; pero que no es representativa ni de la región ni del país; en lo personal, tenía la esperanza que la distancia disminuyera un poco entre una y otra opción. Pero, ni modo, aún no logramos comunicarnos con este sector tan polarizado y cerrado. Vendrán mejores días. Trabajaremos para eso.

Así, pues, “levantándonos y sacudiéndonos el polvo de la derrota”; asumimos los resultados y tratando de ver el lado positivo del asunto, esperé desde ese mismo momento su columna de los viernes en el que –para que dudarlo- usted haría el balance respectivo y se pronunciaría sobre la prueba de fuego a la que habían sido sometidos sus pronósticos y sus acusaciones. Comencé a barajar hipótesis sobre cual sería su próximo artículo y cómo lo resolvería. Recurrí a su afán enumerativo de las interpretaciones posibles a una misma situación –tan de su gusto y tan frecuente en sus escritos-, e hice mi propia lista, aunque no sobre una única posibilidad. He aquí el resultado:

Interpretación 1: Mimismo Márquez, congruente con su tesis de fraude y con su acusación de que los chavistas son unos tramposos, interpretará el triunfo de Capriles como una expresión más del fraude: Los chavistas, tan caídos de la mata, le asignaron los votos de Capriles a Pestana y los de Pestana a Capriles, sin darse cuenta de que eran mayoría y terminaron, por equivocación, dándole el triunfo a Capriles. Vale decir que el voto de Mimismo Márquez fue a parar al perdedor Pestana y los de los chavistas al ganador Capriles.

Interpretación 2: Mimismo Márquez, sin renunciar a su tesis del fraude, sostiene que lo ocurrido fue que su oportuna denuncia dejó desnuda la trampa chavista y temerosos de ser atrapados in fraganti, los chavistas se esmeraron en hacer un proceso transparente y, por supuesto, dieron los resultados que tenían que dar, los verdaderos. No obstante, aquí se enreda un poco la cosa para explicar porqué ese mismo temor no existe en el resto del país y pueden actuar con absoluta desfachatez e impunidad. No obstante, pensé que alguna vuelta le conseguiría y, acaso, terminaría concluyendo con que, claro, en los otros municipios no había un analista político perspicaz como lo es Mimismo Márquez y, ¡clarísimo!, no hubo quien denunciara a tiempo la patraña.

Interpretación 3: Mimismo Márquez, al fin y al cabo un hombre serio, no en balde su columna se llama Humor en Serio, reconoce que se equivocó en sus pronósticos y acusaciones y admite que el proceso fue transparente, que su voto no fue escamoteado y los resultados reflejan la realidad electoral del municipio. Es más, aprovecha para decir, que por añadidura se ha venido a demostrar que ni el 15 de agosto ni el 31 de octubre hubo fraude, por lo menos, en el municipio Baruta. A partir de aquí, incluso se daría pie para interpretaciones subsidiarias tales como que lo que pasa en Baruta es que la oposición es más despierta e inteligente que en el resto del país, minada por la incapacidad y la estupidez y, claro, se dejan meter gato por liebre. O, al revés, que los chavistas del Este son los gafos de la familia; incapaces de armar una trampa, no por falta de ganas sino por falta de talento, mientras que en el resto del país son sayones y zafios, capaces de sacarle las entrañas a cualquiera sin el menor remordimiento.

Armado de estas conjeturas, esperé el viernes 05 de noviembre. Para mi decepción me consigo con que Mimismo Márquez es un alter ego de Mimisma Oposición Recalcitrante; en cuanto a su irresponsabilidad, su total ausencia de autocrítica, en su manía de sustituir inopinadamente una posición por otra y evadir la necesaria respuesta a seguidores y contrarios. La columna trató de las elecciones regionales, no faltaba más; pero, desvió la mirada de sus graves señalamientos anteriores por nuevos señalamientos, desconsiderados y falsos como los pasados. Ahora se trata de mandar el fraude a Carabobo y hacer un escándalo porque se le llamó “Pollo” a un señor que no tiene reparos en llamarse Pollo a si mismo. Por cierto, este es otro Simismo, distinto al Simismo Márquez ya conocido. Aunque ambos, reaccionarios y obtusos.

Pero, en el mismo periódico, me entero que muy probablemente Mimismo Márquez no votó –a menos que tenga el don de la ubicuidad-; pues, se encontraba participando en un concurso de humoristas en Buenos Aires, Argentina, precisamente para el día de las elecciones regionales en Venezuela. Me explico ahora porque ninguno de nosotros lo vio votando: No es malsano suponer que sabía de antemano el compromiso. No iba a votar y, todo era una farsa, incluido su voto. Me hizo recordar las acusaciones que tiempo atrás se hicieron entre si algunos miembros de la Coordinadora “Democrática”, en el sentido de que algunos de los más interesados en sacar a Chávez de Miraflores, no firmaron la solicitud de referendo. En esa oportunidad, se dijo de esos dirigentes que eran unos farsantes. Y aquí también cabe esa palabra.

Podría decirse que la culpa la tengo yo por tomar en serio el humorismo, cuando no pretende nada distinto a provocar risa y desparpajo. Pero, no. Sostengo que el humorismo es cosa seria y prueba de ello son las grandes verdades que han logrado decirse en una frase de buen humor. Sin mencionar a ilustres cultivadores, dignos de toda nuestra admiración y aplauso, dentro y fuera de Venezuela. Es mas, comparto la idea sostenida por quienes afirman que en determinadas circunstancias, sólo a través del humor logran decirse cosas que no se pueden decir en serio -por aquello de las impredecibles consecuencias que podrían tener para el humorista y bien resume, en su versión más inocente, el chiste aquel del joven que le dice al anciano: “Usted me da buenos consejos, porque no puede darme malos ejemplos”.

Ocurre entonces que Mimismo Márquez deviene en cómico que, por otra parte tengo entendido es su oficio habitual. Ni la cita de los clásicos ni el preciosismo terminológico logran barnizar al payaso barato, aunque exitoso, que asume poses de sabihondo analista político. Con el debido respeto y perdón por la ofensa a los honrados señores que se dedican al noble objetivo de hacer sonreír a los niños.

Breve desdicha y larga felicidad, son mis deseos para usted.

Caracas, 08/11/2004.-

domingo, octubre 24, 2004

Incendio en la torre

Por: Rafael Hernández Bolívar


Razón tienen los marxistas al afirmar que todos los fenómenos están relacionados entre sí y que el más nimio evento natural o social es suficiente para revelar una intrincada red de conexiones, de influencias múltiples y recíprocas, tejidas alrededor de dicho evento. El concepto de totalidad recoge con brillantez paradigmática la idea de complejidad e interrelación.

Esto viene a cuento porque el domingo 17, al igual que una gran cantidad de venezolanos, me encontraba frente a un televisor, presa de una justificada preocupación, tratando de seguir las incidencias del incendio que devoraba los pisos superiores de la Torre Este del Parque Central de Caracas. A propósito de esta tragedia, afloraron infinidad de problemas y reflexiones relacionadas con temas tan disímiles como la política, el periodismo, la educación, las responsabilidades de los funcionarios y del gobierno, etc. Todos ellos de tal peso e importancia que bien vale la pena detenernos brevemente en su consideración.

Comencemos con la presencia del Alcalde Mayor Alfredo Peña en el sitio de marras. Muy al contrario de lo que pudiera esperarse de quien ostenta tan importante cargo, sus declaraciones, no comunicaron serenidad sino angustia. Nada de darnos la buena noticia de que no había pérdidas humanas, o de informarnos de los planes de contingencia diseñados por esa Alcaldía para afrontar situación tan grave, o decirnos las operaciones en marcha para minimizar los daños e impedir que pudieran resultar perjudicadas las personas o los bienes. En lugar de esto, “el hombre que resuelve”, según reza su consigna electoral; en una actitud francamente repugnante, se dedicó a atacar al gobierno central y a deshacerse de toda responsabilidad sobre lo que ocurría o pudiese ocurrir. Es verdad que dijo que nuestros bomberos son unos héroes –concepto que comparto-; pero, incluso esta afirmación la matizó de una letanía de quejas, denuncias y acusaciones –entre otras que no tenían seguro de vida y estaban actuando bajo su propio riesgo- que más bien parecía interesado en convencernos que no eran abnegados, concientes y valientes servidores públicos, sino una partida de insensatos y de suicidas que pretendían inmolarse en las llamas como protesta ante el gobierno nacional “por no dotar” a Peña de presupuesto.

Por supuesto, el incendio reveló todas las insólitas deficiencias e irresponsabilidades de los diferentes gobiernos y administraciones hacia la seguridad de las personas y de la edificación. Inconcebible que la Torre se haya inaugurado sin el correspondiente permiso de habitabilidad y que durante veintitrés años no se resuelvan los problemas detectados por los bomberos, que -en un tristísimo papel de ineficiencia burocrática y muestra mas del realismo mágico-, año tras año, en un ritual interminable, esos bomberos hagan las mismas observaciones, elaboren el mismo informe y entreguen la misma carta sin que se resuelva ni uno sólo de los problemas y, por el contrario, se multipliquen y se hagan más graves.

Pero, a la par que veía y pensaba sobre estas cosas, entro en conciencia de cierta incomodidad que no tenía que ver con el incendio y si con la trasmisión que hacían los periodistas. Se trataba de la narración y la descripción, así como los comentarios de los hechos, en vivo y en directo. No había información en el sentido de reducción de incertidumbre –nada que ver con información técnica sobre las maniobras que hacían los bomberos y otras autoridades abocadas al control del incendio, de los equipos y aparatos utilizados o las sustancias utilizadas o las posibilidades de resistencia de los materiales con que estaba hecha la construcción. Los comentarios incrementaban la incertidumbre y la angustia: El recordatorio pertinaz del derrumbe de las Torres Gemelas de Nueva York, la eventualidad de un desastre de esa magnitud, y, de nuevo, una vez más, nuestra incapacidad para afrontarlo. Casi siento que se frustraron de no ver caer la torre y de perderse la primicia mundial de trasmitirlo en vivo y en directo.

Esto habla mal del periodismo. Pero hay más. Lo otro que llamaba mi atención era la acción criminal que contra el idioma desarrollaban estos periodistas. Ejecutaban un verdadero asesinato al idioma de Aquiles Nazoa y Ramos Sucre, para mencionar sólo dos de nuestros grandes poetas. En principio lo atribuí a la emoción de trasmitir un evento de magnitudes tan dramáticas y el temor a un eventual desplome de construcción tan enorme. Semejantes circunstancias no eran precisamente para preciosismos lingüísticos. Pero los errores de expresión eran tan numerosos y tan sistemáticos que concluí que no era la emoción quien jugaba el papel principal en el asunto sino más bien la educación pura y simple. Así, una periodista que estaba en el lugar de los acontecimientos decía: “El fuego “pandió” los pisos bajo fuego”. Además de la pobre sintaxis, utiliza un verbo, aunque castizo, en desuso e incorrectamente conjugado. Otra señalaba: “En este momento un helicóptero intenta apagar las llamas con poncheritas de agua” –por lo menos, aquí hay una metáfora. Aunque nada que ver con la descripción técnica del equipo ni el objetivo específico de la misión. Más aún, como si quienes dirigían esa operación no tenían ni la más remota idea de las acciones que realizaban: “Los bomberos tienen que pensar en lo que hacen porque lo que están haciendo es avivando el fuego”. Todo esto condimentado con expresiones vagas como “van a traer algo”, “con la cosa esa desde abajo y desde arriba se va a controlar el fuego”, y pare usted de contar.

Sin embargo, lo que realmente me sacó de quicio y me motivó a escribir este articulo fue un “pase a los estudios”, en donde la periodista que estaba en la planta, en un ambiente tranquilo y con una temperatura confortable, glosó la siguiente noticia: “El gobierno nacional acaba de nombrar una comisión especial multidisciplinaria para que se encargue de determinar el paradero de las llamas que ocasionaron el incendio...” ¿¡¿¡?!?

Debo confesar que ya a estas alturas –y apagado el fuego- me invadió un cierto sentimiento de desolación. De repente, todos los problemas que tenemos como país caen en cambote sobre la conciencia. Siente uno un peso agobiante. En vano traté de contrarrestar este sentimiento imaginando la escena cómica de ingenieros y expertos haciendo inútiles esfuerzos por dar con el paradero de las llamas criminales y fantaseando sobre los extraños métodos de los que se valdrían para cumplir con tan insólito objetivo.

El peso de la evidencia, repito, era demasiado abrumador. Son estos mismos periodistas, colocados por encima del bien y del mal, por encima de ciudadanos de a pie, los jueces por excelencia de lo que hacen los funcionarios públicos, los políticos, los deportistas, los artistas, de los hombres públicos de cualquier género; en fin, de todo el resto de la sociedad. Aquí ya no se trata de las prácticas de manipulación que le son características a muchos de ellos –siempre hay honrosas excepciones-. Aquí se trata de simple y vulgar ignorancia. De la incapacidad para ejercer con idoneidad su profesión. Tenemos derecho a pensar esto cuando resultan tan torpes manejando lo que constituye su herramienta básica de trabajo: El lenguaje. Cuando no buscan y trasmiten información sino que opinan y convierten en afirmaciones conjeturas y temores. ¿No podemos inferir que su descuido y torpeza es igual cuando dirigen programas de opinión sobre asuntos que desconocen y que pueden pasear su ignorancia abisal sin ninguna incomodidad o prurito?

Y por esta vía llegamos a otro problema: La educación. Ocurre que en los programas de estudio de las escuelas de periodismo hay varias materias dedicadas al dominio del castellano. ¿Qué sucede entonces? ¿Qué los programas no sirven? ¿Qué los profesores son unos ignorantes? ¿Qué los niveles de exigencia académica son mínimos? ¿O se trata de que las televisoras escogen sistemáticamente a los graduados de peor rendimiento y los más limitados? ¿Es que los bien preparados no se someten dócilmente al redil?

Las dudas y la desolación se multiplican. Un informe preliminar de evaluación de los daños señala que se requieren treinta millones de dólares para recuperar nada más que la infraestructura y un saldo invaluable de pérdidas en documentos, planos, trabajos, etc. ¡Treinta millones de dólares que pudiesen servir para solventar tantas necesidades en lugar de ser usados para reparar lo que bien pudo conservarse! La desidia, la incompetencia, la irresponsabilidad, una vez más, marcando el paso. Los marxistas tienen razón: ¡todo tiene que ver! Las tareas que tenemos los venezolanos son enormes. Nunca antes como ahora se justifica una revolución verdadera, una conmoción profunda y perdurable que cambie para siempre las formas de existencia social de los venezolanos. La esperanza de conquistarla es la fuerza para hacer soportable la desolación del presente y ganar fuerzas para la batalla de todos los días, plagada de obstáculos y situaciones sin salidas.

http://www.desastres.org/articulos.asp?id=24102004-3
http://www.mail-archive.com/cr-denuncia@gruposyahoo.com/msg00734.html
http://www.rnv.gov.ve/noticias/?act=ST&f=15&t=9604

miércoles, octubre 13, 2004

La razón no basta

Por: Rafael Hernández Bolívar


No cuestiono los fundamentos ideológicos del movimiento indigenista. Aplaudo que la actual generación de americanos hagamos un juicio al terrible genocidio que se cometió contra los pueblos indígenas, ocupantes del territorio que hoy es América. Admito que el día 12 de octubre es el día apropiado para realizar un acto de masas en el cual quede patente una manera nueva de asumir nuestra identidad. Pero estoy en total desacuerdo con el derribamiento y destrucción de la estatua de Colón por tratarse –entre otras consideraciones- de un error político garrafal, más propio de los obcecados de la Coordinadora Democrática que de auténticos revolucionarios empeñados en construir una sociedad nueva. Hay por lo menos tres argumentos sólidos a favor de esta aseveración.

1. Obliga al gobierno revolucionario a reprimir a sus partidarios. El derribamiento de la estatua es un atentado contra el patrimonio de la ciudad cuya custodia y defensa es responsabilidad del gobierno municipal. Al ponerse fuera de la ley, los ejecutores obligan al gobierno revolucionario a reprimir a sus propios partidarios que, por lo demás, realizaban un acto motivado por nobles intenciones reivindicatorias. Esto trae confusión y decepción en los amigos que no tienen toda la información sobre el asunto. Nuestra imagen internacional de revolución democrática, tolerante y pacífica, ganada en fiera lucha contra la oposición nacional y extranjera, a fuerza de grandes movilizaciones alrededor de elecciones participativas, transparentes y democráticas, tiene ahora el tiro en el ala de actos salvajes y negadoras de la civilización. Y no es que la estatua de Colón sea intocable. No. Pero no es lo mismo que en un acto institucional de la Asamblea Nacional o de la Cámara Municipal de la Alcaldía de Caracas o del Concejo Metropolitano, se tome la decisión de retirar la estatua de Colón y enviarla a algún depósito de trastos, a que un grupo de exaltados decida, sin consultar a nadie, destruir una estatua que pertenece a la ciudad, usurpando además funciones que competen a instituciones del Estado y, en última instancia, es potestad de todos los ciudadanos o de su mayoría. Podría disentirse o no de esa decisión; pero, sería inobjetable políticamente, pues sería una decisión soberana y ajustada a derecho.

2. El medio distorsiona el mensaje. La violencia física contra un bien cultural utilizada como medio para expresar el rechazo al genocidio y la destrucción de la cultura indígena distorsiona el mensaje reivindicatorio de nuestra identidad. Pasan a segundo plano las motivaciones. Se destacan el hecho y las generalizaciones fáciles y abusivas –“de la destrucción de la imagen de la persona a la persona misma, no hay distancias”, “la soga saltará del cuello de Colón a los opositores de la Revolución”, y otras sandeces similares-. Pero estas constituyen opiniones reales que se difunden y tienen efecto no solo sobre los opositores sino también sobre los partidarios de la revolución. Se convierte en un elemento evasor del debate político actual y de las mismas reivindicaciones indigenistas.

3. Opaca hechos políticos importantes ocurridos ese mismo día. El acto en el Teatro “Teresa Carreño” y el homenaje a Guaicaipuro en el Panteón Nacional hablan más de la identidad y del esfuerzo del gobierno revolucionario por la reivindicación de nuestro pasado indígena, de nuestra voluntad de lucha y de nuestra identidad que la destrucción de la estatua de Colón y de todas las estatuas de los conquistadores que pudieran haber en Venezuela. Sin embargo, el hecho noticioso nacional e internacional fue la destrucción de la estatua. Hay, además, un hecho político sumamente importante desarrollado el 12 de octubre que también fue relegado. Ese día se realizó una marcha -encabezada por Diosdado Cabello, candidato a la Gobernación de Miranda y Simón Pestana, candidato a la Alcaldía de Baruta-, por las avenidas principales de Las Mercedes y El Cafetal. Y esta marcha tiene una significación de primer orden en el esfuerzo que hace la revolución por conquistar espacios geográficos y sociales que venían constituyéndose en cotos cerrados de la reacción. Una multitud numerosa, compacta, cívica y entusiasta hizo el recorrido recibiendo saludos y expectación de los vecinos del sector. También, abucheos y agresiones de uno que otro grupito insignificante de opositores. En algunos balcones, personas orgullosas y alegres, agitaban banderas rojas al paso de la multitud. En la gran mayoría de los balcones, rostros expectantes o incrédulos. En la zona comercial, cocineros y panaderos, trabajadores de los hoteles y de las clínicas, saludaron con alegría el paso de la marcha. Incluso, las muestras de agresión, grabadas por camarógrafos, revelaron el comportamiento político mas atrasado de la oposición venezolana. Vimos a una mujer, armada de un palo que blandía amenazante hacia los marchistas, profería insultos y que al ser grabada abofeteó al camarógrafo y lanzó el palo que tenía en sus manos hacia la multitud. Hasta vimos muestras simpáticas de tolerancia cuando en un mismo balcón había gente que blandía símbolos inequívocamente chavistas y otra que tocaba cacerola en rechazo a la marcha. Pues, bien este importante evento de penetración y conquista de espacios en la clase media, fue también opacado por el acto de vandalismo.

No estamos solos. Nuestro lucha se desarrolla frente a un enemigo tenaz, dispuesto a aprovechar nuestras fallas y errores y bajo la mirada evaluadora de nuestros potenciales aliados o enemigos. En intima honestidad, debemos estar concientes que muchos de nuestros éxitos se deben más a las torpezas de nuestros enemigos que a la lucidez de la estrategia revolucionaria. No imitemos al enemigo. La verdad está de nuestro lado. Pero, tener razón no es suficiente. Hace falta también capacidad y talento para hacer valer esa razón. Con modo todo se puede, decía Bolívar. Y en este caso específico, el modo es esencial.
Caracas, 13 de octubre de 2004.-
http://www.rnv.gov.ve/noticias/?act=ST&f=15&t=9319
http://www.aporrea.org/dameletra.php?docid=10128
http://encontrarte.aporrea.org/extraescritos.php/5/a8087.html

martes, septiembre 21, 2004

Rasparon a Ricardo Hausmann y a Roberto Rigobon

Por: Rafael Hernández Bolívar

Un maestro le pide a uno de sus alumnos que mencione los huesos del cráneo.
-Los huesos del cráneo son: Un frontal, un occipital, 2 temporales, 2 orientales...
-No, chico –interrumpe el maestro-. ¡Los orientales son los chinos!
-Es verdad, maestro. Así, pues, los huesos del cráneo son: Un frontal, un occipital, 2 temporales, 2 chinos...


El chiste ilustra la manera como suele responder la Coordinadora Democrática a las objeciones: Remarca el error y lo hace más grave. No basta con que sea una ligera torpeza. Siempre se empeña en hacer evidente sus equivocaciones y en resaltarlas para que a los venezolanos y extranjeros no nos quede la menor duda de que efectivamente puso la torta.

Días atrás, la Coordinadora Democrática –lo que queda de ella, en realidad- presentó nuevos “argumentos” para sustentar su acusación de un supuesto fraude cometido en el Referendum del 15 de agosto. En esta oportunidad se trataba de un estudio estadístico elaborado por los profesores Ricardo Hausmann, Harvard University, y Roberto Rigobon, Massachussets Institute of Technology. Después de una semana, y hecha la evaluación correspondiente, el Centro Carter desechó por inconsistentes e irrelevantes tales “argumentos”, dando al traste con la última ilusión de quienes se niegan a aceptar una realidad inocultable e ineludible.

Fiel a su conducta característica –remarcar y hacer evidente el error-, de inmediato, la Coordinadora, recurriendo a SUMATE, no sólo reitera los argumentos limpiamente rechazados, sino que hasta se da el lujo –eso si, con mucho respeto- de acusar al Centro Carter de precipitado; pues, apenas se tomó una semana –a mi juicio mucho tiempo- para evaluar la fundamentación presentada por la Coordinadora. Ella misma, para predicar con el ejemplo la moderación y el sereno equilibrio de sus acciones, se toma menos de veinticuatro horas para rechazar a su vez la respuesta del Centro Carter y, de paso, descalificarla; pues, no está avalada por circunspectos profesores e investigadores universitarios de la estatura académica de Hausmann y Rigobon. Por supuesto, desviando olímpicamente la mirada del impresionante currículum vitae de Jennifer McCoy que incluye no solo lauros académicos sino experiencia y obra publicada precisamente en el área de que se trata: Procesos electorales.

Ante estos hechos, uno pierde toda capacidad de asombro, para decirlo con una frase común. Entiende que la Coordinadora ha decidido reñirse con la racionalidad y no hay manera de hacer encajar lógicamente comportamientos tan azarosos y epilépticos. Ni siquiera la simple pretensión política de sobrevivir y escudar con pretextos la derrota que le propinaron el 15 de agosto son razones que cohesione y torne comprensible la recurrencia a argumentos inconsistentes, contradictorios y falaces.

Entonces, uno, a manera de comprensión piadosa, tiene un momento de duda y se plantea que quizás si se reconstruyen los razonamientos desplegados ante nosotros podamos contribuir a arrojar algo de luz sobre la confusión. En tal sentido, les propongo un ejercicio. Hagamos el esfuerzo harto difícil y arriesgado de tomar con seriedad la antología de disparates que esgrimen como argumentos las prestigiosas figuras profesorales de Hausmann y Rigobon y contrastemos esos argumentos con las objeciones esbozadas por el Centro Carter, por la OEA y por otros observadores (Moncada, Nieto, Rodríguez, etc.). Sin duda, comprenderemos así porque el emblemático cisne negro no llega ni a pato güire. Veamos.

Las argumentaciones de los cazadores de cisnes se reducen a tres. Primera: La muestra de las mesas sobre las que se practicó la segunda auditoría no fue seleccionada de manera aleatoria. Segunda: Hay mesas en que el número de votantes por el SI es inferior al número de firmantes por la solicitud del referendum revocatorio pertenecientes a las mismas mesas. Tercera: En un modelo estadístico elaborado por Hausmann-Rigobon no se consiguieron pruebas de que no hubo fraude y, en consecuencia, dan por válida la hipótesis alternativa, esto es, que hubo fraude. La base empírica que respalda el análisis está constituida por los resultados de exit polls realizados por Súmate y la Coordinadora, por las firmas para solicitar el revocatorio recogidas por Súmate y la Coordinadora y el comportamiento del modelo Hausmann-Rigobon realizado por encargo de Súmate y la Coordinadora.

La necedad repetida. La primera argumentación fue rechazada en su oportunidad por el CNE e incluso por la voz de Teodoro Petkoff quien refirió en un programa de televisión que él había preguntado si cuando se practicó la auditoría las cajas estaban ya seleccionadas y obtuvo como respuesta que no sólo no habían sido seleccionadas previamente sino que fueron ellos (Centro Carter y los observadores) quienes las seleccionaron y personalmente las trasladaron hasta el lugar del conteo. Ahora el Centro Carter describe con lujo de detalles los pasos concretos que se dieron para garantizar que la selección fuese efectivamente aleatoria. Sin embargo, la coordinadora insiste en que hay dos chinos. Rigobon dice que la semilla que generó la secuencia de mesas seleccionados podía haber sido hecha con anterioridad al referendum, permitiendo así a los autores del fraude seleccionar cuales mesas afectar y cuales no. Se olvida del detallazo que en palabras textuales del Informe del Centro Carter se anota lo que sigue: “El CNE solicitó a un grupo de profesores universitarios que desarrollaran un programa de generación de muestras para la segunda auditoría”. Lo que equivale a decir que antes del referendum nadie sabía que se iba a realizar una segunda auditoría y mucho menos conocer de antemano el programa generador de muestras aleatorias ni las mesas que estarían incluidas en una muestra que partiera de determinada semilla. A menos que concluyamos que los autores del supuesto fraude fuesen brujos con poderes premonitorios especiales, ante lo cual, sin duda, ya nada pueden hacer la ciencia y la razón.

Argumentos ociosos. El segundo argumento es francamente para ponerse a llorar. Pues, aún suponiendo que fuese cierto –y aquí como en infinidad de sitios se demuestra que es falso- los votos afectados son 29.866. Es decir, que si por un momento en un acto de desprendimiento y complacencia insólitos tomáramos los votos cuestionados y se los asignáramos al SI, ¿pueden decirme de dónde sacarían el millón setecientos ochenta y un mil setecientos cincuenta y cinco votos más uno que aún les haría falta para una victoria del SI? A este punto de la argumentación ya ni vale calificar de irrelevante la objeción de la Coordinadora y más bien deberíamos calificarla de vulgar ociosidad. Peor aún cuando se demuestra que esa objeción carece de todo fundamento y referencia real; pues, la suma total del SI es superior a las firmas recogidas para el revocatorio y las poquísimas diferencias en contra que se presentan son racionalmente explicables por apatía de los firmantes al acto de votación, porque algunos de los firmantes eran partidarios del proceso revocatorio pero no del SI o porque simplemente uno que otro cambió de opinión. Sin contar con los firmantes que no podían votar porque eran extranjeros, menores de edad o sus firmas resultaron duplicadas o chimbas.

Popper paga los platos rotos. Entre las tantas críticas de las que ha sido objeto el postulado de Popper sobre la falsabilidad de la hipótesis científica está precisamente el que este hace referencia a universales y la ciencia trata de particulares y, en nuestro caso, se trata de una situación particularísima y compleja: Referendum revocatorio en Venezuela, con un sistema electoral con particulares votantes e integración de funcionarios, con unas reglas y una metodología, con una infraestructura que combina recursos informáticos y manuales, con una tradición de prácticas electorales no precisamente distinguidas por su trasparencia y honestidad, etc. En este particular contexto nadie y mucho menos el CNE ha sostenido “Todos los cisnes son blancos” o su equivalente “En ningún referendum hay fraude”, ni siquiera ha dicho “En este particular proceso refrendario no hay fraude en ninguna de sus fases o circunscripciones”. Se ha limitado a decir “No tenemos indicios y mucho menos evidencias de hechos que desvirtuen la voluntad del electorado venezolano en el proceso revocatorio del 15 de agosto”. Partiendo de aquí, podemos señalar lo siguiente: Lo primero es que la Coordinadora no ha presentado ni un solo hecho que niegue esta aseveración. Lo que ha presentado como tales ha recibido oportunas y contundentes respuestas. Es más, admitamos la hipótesis de que en alguna fase o en alguna circunscripción o con algún votante particular se haya escamoteado la intención de voto. ¿Este cisne negro negaría el aserto en que hemos resumido la posición del CNE? No. Habría primero que evaluar cuál es el peso que tiene en el universo de votantes y si altera significativamente el resultado del referendum. Lo único que demostraría –y eso nadie lo discute- es que nuestro sistema electoral tiene fallas que permiten que, en determinadas condiciones, sea alterada la intención de voto de uno o más votantes.

La hipótesis alternativa Hausmann-Rigobon tiene un innegable tufillo a trampa. No sólo porque irrespeta la metodología científica en su formulación sino porque recuerda las prácticas que en asambleas estudiantiles u obreras ejecutaban adecos y copeyanos, maniobreros por antonomasia. Tales señores se las ingeniaban para torcer la voluntad de la mayoría acudiendo al siguiente truco: Primero establecían que las decisiones serían válidas si contaban con el apoyo del 75% de los presentes y, además, sentaban que la asamblea no podía decidir dos veces sobre el mismo punto. Seguidamente sometían al colectivo la proposición contraria a sus intereses. Por ejemplo, que Pedro Pérez conserve el cargo de Presidente. Ocurría que Pedro Pérez obtiene el 62% de los votos de la asamblea y, en consecuencia, es rechazada la proposición. Inmediatamente saltaban los maniobreros a exigir la destitución del Presidente porque al ser rechazada su permanencia se estaba aprobando la proposición contraria de que abandonara el cargo. Así, pues, se formaba la sampablera y terminaba resolviéndose la asamblea a carajazos. Cualquier parecido con la realidad no es coincidencia.

Pero toda esta argumentación es rechazada y se insiste en evaluar caprichosamente el modelo Hausmann- Rigobon –de los mamíferos no sé; pero, de los reptiles, si se bastante-. Olvidan los ilustres profesores el sabio consejo de su maestro Popper: “La doctrina de que en una disciplina existe tanta ciencia cuantas más matemáticas haya en ella, o cuanta más medición o ’precisión’ haya allí, se basa en un malentendido. Por el contrario, la siguiente máxima es válida para todas las ciencias: no buscar más precisión de la que se requiere para el problema entre manos”. O, mejor aún, la metáfora fulgurante que utilizó Keynes al llamar “alquimia estadística” a determinados modelos macroeconométricos que bien ilustran esa pretensión de obtener oro, mezclando y manipulando datos en modelos matemáticos sin valor relevante alguno. Los preceptos básicos de la metodología científica exigen no sólo la consistencia matemática del modelo sino que es necesario determinar si efectivamente reproduce el comportamiento del fenómeno que dice reproducir. Ambos pasos son materias pendientes del estudio estadístico presentado y, por otra parte, la testaruda realidad se empeña en señalar mas bien que tal estudio ni es consistente ni mide lo que dice que mide. También olvidan el principio de parsimonia de la explicación científica: La explicación más sencilla es la más probable.

Al partir de premisas falsas, el análisis estadístico Hausmann-Rigobon deviene en una superestructura académica sin sentido. Si yo digo que tengo seis mangos y quien está encargado de contarlos me dice que solo tengo cuatro, puedo inferir sensatamente que los dos faltantes son atribuibles a una maniobra del contador. Esto suena consistente a la luz de la lógica. El problema es que yo no tengo ninguna prueba de que poseía seis mangos y, en mi contra, contadores independientes (llámese encuestadoras distintas a mi) dicen que yo no tenía tal cosa. Hausmann-Rigobon quieren que obviemos ese detalle –de hecho para ellos no existen encuestas y datos que nieguen sus premisas- y nos concentremos a revisar si sus cuentas están correctas (si la diferencia entre 6 y 4 es 2; si convirtiendo a esta cifra en positiva, la sumamos al cuatro que dice el contador que tenemos nos da como resultado la cifra que de acuerdo a nuestra afirmación inicial nos corresponde, si hay correlación entre la afirmación que le hice a fulano con la que le hice a zutano y otras ociosidades parecidas). Quieren que, después de acompañarlos en ese recorrido, concluyamos con ellos que efectivamente tenían seis mangos.

Dos consecuencias deprimentes. Las consecuencias que pueden derivarse del informe Hausmann-Rigobon son cada una peor que otra. Por una parte, uno podría pensar que los profesores son una muestra más de esos tantos especialistas ignorantes que sólo dominan aspectos restringidísimos del conocimiento en donde, eso sí, se conocen al dedillo hasta los mas nimios detalles. Quizás, dominen con absoluta precisión las fluctuaciones financieras que se producen en determinados títulos valores de la bolsa de Nueva York, entre las 2 y 3 de la tarde de los días miércoles en el mes de noviembre, cuando a su vez se mantenga estable el precio del petróleo, los rigores del frío se mantengan en promedios normales y no haya elecciones presidenciales en el país. Pero, si se pelan de mes, día u hora, y mucho más, si abarca otro aspecto de la realidad y para colmo del tercer mundo, ya entonces no sabrán que hacer y no les quedará más que cazar patos fuera de temporada.

Pero, por otra parte, si ese no es el caso y los profesores Hausmann y Rigobon –y no tenemos porque dudarlo- tienen una sólida formación científica que les permite evaluar con solidez y profundidad cualquier aspecto de la realidad social y además provistos de la metodología científica que les asegura el arribo a conclusiones serias, la consecuencia es peor y más deprimente. Se trataría de que concientemente, cual sofistas modernos, se dedicaron a fabricar una argumentación, prestigiada con sus nombres y con sus universidades, para engañar y construir una farsa que sustentara reclamos sin sustento. Abonarían lo que Lakatos –precisamente discípulo de Popper- anotó sobre aquellas teorías o postulados científicos que “no son sino meras creencias enraizadas en intereses inconfesables”.

Pero, sea como fuere, en ambos casos han hecho el ridículo y los vemos coreando con la Coordinadora: “Dos temporales, dos chinos...” Y, entonces, mortal ignorante, a uno le provoca gritarles: “Profesores Hausmann y Rigobon: ¡Los chinos son los nativos de China!”.

Caracas, 21 de septiembre de 2004.-


Publicado en:
http://www.rebelion.org/noticia.php?id=5200

sábado, agosto 28, 2004

Quiero hablar de la esperanza

Por: Rafael Hernández Bolívar
“Sin ninguna consideración, sin piedad ni vergüenza,
alzaron muros a mi alrededor, gruesos y altos.
... tenía tanto que hacer fuera.
Pero nunca oí a los constructores, ni un ruido.
Imperceptiblemente me encerraron...”
Kavafis

La realidad se te revela brutal e ineludible con el primer boletín del Consejo Nacional Electoral: El NO, 58.25. El SI, 41.74. Es el inicio de una tendencia que se amplía en las horas siguientes con una fuerza sólida, arrolladora. Al final, las cifras definitivas hablan de seis millones de venezolanos que están de acuerdo en la continuidad de este gobierno y de esta Revolución. Igualmente reconocen la presencia significativa de unos cuatro millones de ciudadanos que no está de acuerdo con la ratificación del mandato del Presidente Chávez. Más aún, otros cuatro millones de venezolanos no votaron porque no quisieron o porque no pudieron, perdidos y hastiados en las colas descomunales.

No esperabas estos resultados. Estabas convencido de que las cifras serían de signos diferentes. Aunque no había elementos de juicio objetivos que permitieran concluir tal cosa. Las encuestas nacionales y extranjeras daban una clara ventaja al NO. La presencia entusiasta y numerosa de los partidarios de esta opción en marchas y en actos políticos hablaba cuando menos de la posibilidad real de su triunfo. Pero, las afirmaciones rotundas de los dirigentes de la Coordinadora descalificaban los hechos. “Son encuestas pagadas”, decían. “Los autobuses no votan”, decían, ignorando que quienes ocupaban los asientos si lo hacen. No admitían la evaluación de otra posibilidad. Infinidad de analistas políticos atrincherados en los diarios y en los programas de opinión de la radio y la televisión privadas refrendaban las palabras de los infalibles dirigentes. Al fin y al cabo, se trataba de la revocatoria al mandato de un “déspota”, rechazado por la casi unanimidad del pueblo.

Pero, ahora los acontecimientos devienen en otra cosa. El impacto es la sensación de un disparo en una iglesia. Un intersticio recóndito e inesperado permite momentáneamente atisbar un pedazo de realidad. Poco. Un ibercerg. Pero levanta la sospecha de que algo muy grande se encuentra más allá de los muros.

¿Qué pasó? ¿Cómo explicar este resquebrajamiento del piso que nos sostiene? ¿Cómo explicar esta asombrosa diferencia de 40 puntos porcentuales entre el 20+ a favor de hace un rato al 20- en contra de ahora? ¿Sólo lo puede explicar una confabulación de proporciones insólitas y extraordinarias, convalidada además por la OEA, el Centro Carter, por cien organizaciones invitadas a observar el referendum presidencial, -muchas de ellas escogidas por la oposición-, por los más de trescientos observadores internacionales, por los centenares de periodistas extranjeros, etc.?

Pero también tiene cabida una explicación más sencilla. Construyeron un muro a tu alrededor para separarte de la realidad. Un andamiaje reforzado por los periódicos de todos los días, por los programas de opinión y de noticias de la televisión comercial, por los personajes de lustre y prestigio, por los líderes, refrendada por los amigos que como tu entendían que esa imagen distorsionada que nos mostraban los medios era la realidad real. Hoy, los constructores de muros, los deformadores, losquetienentodalarazónsindudaalguna, vienen por sus fueros y afanosos pretenden reconstruir el muro que saltó a pedazos. Se recurre a las matemáticas, a la deshonestidad de los hasta ayer inmaculados jueces internacionales, a los “ni el mismo se lo cree”, a las trasmisiones telemáticas y satelitales, en fin, se recurre a la denuncia de fraude como justificación a lo que no es más que una derrota limpia y contundente.

Y es precisamente en este instante en que le apuestas al sentido común, al más democrático de todos los sentidos, Descartes dixit. Entonces, piensas que, aunque sólo sea por ocioso ejercicio intelectual, si asumes por un momento otra perspectiva, las cosas cabeza abajo pueden dar vuelta y sostenerse en pie. Las piezas de un intricado rompecabezas comienzan a encajar en una realidad compleja, llena de matices, dinámica; pero, también perceptible y susceptible de análisis e interpretación racional.

Descubres que de lo que se trata es de un proyecto de país que ha ganado la voluntad y el apoyo de los venezolanos ninguneados a lo largo de nuestra historia republicana; que ese líder que rechazas por tus personalísimas razones ha sabido, sin embargo, comunicarse con las mayorías y recoger sus anhelos y reivindicaciones e incorporarlas en un proyecto de país donde se encuentran y se reconocen. Descubres que tu, a quien siempre le ha importado el destino de los desamparados y que tienes capacidad y disposición, -“tienes tanto que hacer fuera”-, has estado al margen de un proceso real y vital que se ha dado una nueva Constitución, ha creado instituciones y leyes que perfilan espacios de participación y cambios motorizados por la esperanza y el sueño de millones de venezolanos. Y tu talento no ha contribuido para nada. Torpezas e improvisaciones pudieron ser superadas si tu estuvieses allí.

Permaneces al margen. Peor aún, colocas obstáculos, torpedeas iniciativas, apoyas dirigentes que en tu nombre impulsaron golpes de Estado, paros petroleros, guarimbas y muerte. Te sujetas a las promesas de los mismos dirigentes que nomás ayer tomaron las decisiones que nos hundieron a todos o trataron con indiferencia nuestros grandes problemas sociales. Una vez más, confiabas que en su oportunidad –inmediata, por lo demás- recuperarías el tiempo perdido y toda tu capacidad y toda tu voluntad se encaminarían a reconstruir el país devastado por las “hordas chavistas”. Pero, tal cosa no ocurrió y mientras tanto tu talento “ni le mata el hambre a nadie, ni le quita a nadie el frío, ni le ampara a nadie el sueño”. Y permaneces al margen. Gritando tus consignas al paso de la caravana.

Nadie te pide que renuncies a tus ideas, a tus críticas, a tus visiones alternativas de país. Sólo que dinamites los muros y te abraces el torrente vital de la historia; que ocupes un puesto de lucha en donde encuentres lugar; que combatas y discutas en leales batallas; que exijas, pero que a nadie le quede duda de tus aportes y de tu disposición a construir un gran país; que aprendas a ver y comprender en la alegría de los pobres la esperanza. No los dólares del cardenal Castillo Lara sino la auténtica y real esperanza por un mundo mejor. No desaproveches el intersticio de luz que logró penetrar los muros de la realidad virtual que construyeron a tu alrededor quienes se creen dueños del país.

Ven a este lado de la barricada. Te necesitamos. Hay mucho por hacer y tenemos poco tiempo. Se necesitan todos los brazos y todas las manos. No basta con que seamos el 60%. Aún el 80% es insuficiente. Necesitamos ser todos y, si no podemos ser todos, ser casi todos. Y si tampoco podemos ser casi todos, conquistar para todos, cuando menos, un puesto de lucha y un espacio para contribuir al crecimiento de tu país, de mi país, de nuestro país. Para nosotros y para los demás también.

Publicado en:
http://www.rebelion.org/noticia.php?id=3913
http://www.aporrea.org/dameletra.php?docid=9643
www.vive.gov.ve/paginas/documentos/doc11.html
www.conexionsocial.org.ve/ pipermail/medios/2004-August/000539.html
http://xoomer.virgilio.it/mpcaracola/Espa/Varie2/090104Ven_2.htm
http://www.elistas.net/lista/fantasiasex/archivo/msg/482/
http://www.movimiento1011.com/foro/viewtopic.php?t=649

jueves, julio 01, 2004

La prepotencia es estúpida

Por: Rafael Hernández Bolívar
Harry Almela, en su artículo “La ignorancia es atrevida”, ampliamente difundido en medios impresos y en páginas de la WEB, intenta ridiculizar la interpretación que sobre el poema Florentino y El Diablo de Alberto Arvelo Torrealba hiciera el Presidente de la República. En ese intento logra una pieza realmente antológica de la prepotencia y de la estupidez. Sin pretender enmendarle la plana a tal muestra de “inteligencia académica”, para lo cual, por lo demás, no tengo ni pretendo tener destreza alguna, me permito, sin embargo, señalar algunas muestras de bulto, de las que tanto abundan en escrito tan breve. Vale decir, son tan burdas las inexactitudes y las afirmaciones absurdas tan desproporcionadas que, cualquier mortal puede, sin esfuerzo alguno, señalarlas, sin temor a equivocaciones graves.

Lo primero que salta a la vista es la visión autoritaria de la interpretación: El texto tiene una interpretación única que es precisamente la que posee la inteligencia académica de Harry Almela. Cualquier otra interpretación es un delito y, en consecuencia, debe ser castigada. En el primer párrafo, en dos oportunidades, vocifera la ausencia de castigo ejemplar: “Declarar, por ejemplo y de manera impune...” y “No se puede falsear la literatura con tanta impunidad...”, son las frases reivindicadoras del poeta. Ahora bien, ocurre que hasta la Biblia que es el libro sagrado de nuestra cultura, desde los tiempos de Lutero, ha quedado a la libre interpretación del hombre común y hoy que podemos comunicarnos directamente con Dios, sin intermediarios; necesitamos, sin embargo, de Harry Almela para interpretar a Arvelo Torrealba, o, en su defecto, de otra “inteligencia académica” de similar calibre. Todo esto, por supuesto, si asumiésemos tan estrecha visión de la lectura. Pues, por el contrario, las tesis de Nietzsche (el lector rumiante), Umberto Eco (la obra abierta), Julio Cortazar (el lector hembra); Hans-Georg Gadamer (no hay interpretación definitiva del texto); Miguel de Unamuno (la total independencia de la obra en relación a su autor), Roland Barthes (autonomía del texto) y un largo etcétera de escritores e investigadores brillantes, afirman, en síntesis, que la interpretación de un lector es tan válida como la de cualquier otro lector o, incluso, tan aceptable como la que hace el propio autor de la obra. En fin, el poeta tiene retrasos bibliográficos y conceptuales francamente espantosos.

Pero, sigamos la onda almeliana y veamos las afirmaciones objeto de su furia. Dice que el Presidente Chávez hace una ”macabra manipulación para quedar bien por las gradas” al señalar una posible inspiración de Arvelo Torrealba en la Batalla de Santa Inés. Pasemos por alto lo de macabro (relativo a la fealdad de la muerte y su repulsión), porque al fin y al cabo se trata de Florentino y el Diablo, sobre todo de este último. Pero, manipular (distorsión de la verdad con fines particulares, según el Diccionario de la RAE) enrarece la situación; pues, conduce a dos cuestiones interesantes: Cuestion 1: Se inaugura un nuevo capítulo de historia de la lógica-matemática con la formulación de una nueva paradoja: La Paradoja de Almela (en cualquier persona del montón se trataría de una vulgar contradicción; pero, tratándose de la inteligencia académica de que se trata, no podemos menos que hablar de paradojas). Si el Presidente manipula; esto es, distorsiona la verdad con fines particulares, vale decir, conoce la verdad; podemos, entonces, concluir que no es ignorante, lo que invalida la primera tesis de Almela. Por otra parte, si decimos que el Presidente es ignorante; entonces, no manipula, pues no conoce la verdad, porque para manipular la verdad es condición previa conocerla, y, por tanto, sólo es atrevido. En síntesis, sobre este punto específico no hay otra posibilidad: manipula o ignora. Almela, por mampuesto, ha legado un nuevo ejercicio de lógica a las nuevas generaciones. Sin embargo, es posible pensar otra solución: La prepotencia de Almela enceguece e impide ver la verdad: El Presidente sabe de lo que está hablando y no manipula la verdad, sino que, simplemente, tiene una visión del poema distinta a la que tiene el poeta Almela. Cuestión 2: ¿Cuál es el extraordinario beneficio político que justifique la distorsión de la verdad? La inteligencia académica de Almela no nos lo dice; su sabiduría superior no está al alcance de los mortales. Pero, estos últimos podemos decir lo siguiente: El Presidente Chávez usa la expresión “se dice que se inspiró”; es decir, que ni siquiera lo afirma de manera rotunda. ¿Hay razones para pensar tal cosa? Si, hay razones. Entre otras, en el mismo poema hay referencias explícitas a la Batalla de Santa Inés (lea, poeta, lea):

“Por eso sé distinguir
en los ayes que te cruzan,
montaña de Santa Inés,
clamor de la gente tuya:
“Fusileros federales
en godas cabalgaduras
anunciando la pelea:
la del siempre con el nunca.”

(El poema Florentino y el Diablo está dividido en: El reto; Santa Inés; El diablo cambia la rima; Coplero que canta y toca; Albricias pido, señores; Emboscada; Ahora verán, señores; y Ecos lejanos repiten. Las coplas citadas corresponden a Santa Inés.)

En este punto Almela no distingue entre un hecho (se inspiró o no se inspiró en la Batalla de Santa Inés) y una interpretación entre varias posibles (“es la versión venezolana de las leyendas del Fausto y de Orfeo”). Lo primero puede ser verdadero o falso. La segunda es una interpretación tan válida como cualquier otra. Para usar una frase suya: “Nada que ver”. Esto sí demuestra –sino manipulación- por lo menos, confusión mental.

También Almela censura que Chávez diga que el diablo es negro cuando en realidad es indio y, además, siendo Florentino catire, es una forma del racismo que censura el Presidente. Ahora bien, he escuchado atentamente la exposición del Presidente y no afirma que el Diablo es negro. Se limita a leer la copla que dice :

“Negra se le ve la manta,
negro el caballo también;
bajo el negro pelo-e-guama
la cara no se le ve.”

Y, efectivamente, de acuerdo al poema, el Diablo es indio (“Cuando el indio pico de oro / con su canto lo saluda”) y Florentino, catire (“Catire quitapesares / contéstame esta pregunta”). Alguna tenía que acertar el pobre Almela; aunque dada su extraordinaria capacidad de metamorfosis, el diablo puede ser del color que le plazca. Pero, en la exposición no hay ningún acento peyorativo y las palabras “catire” e “indio” cumplen funciones estrictamente descriptivas de los personajes. En ningún momento se habla de la superioridad de una raza sobre la otra. Lo que si dice el Presidente es que Florentino es el pueblo y, uno se pregunta, ¿cuál es el concepto de pueblo que tiene Almela? ¿Sólo lo constituyen negros e indios? Hasta donde a mi me consta, en el pueblo venezolano uno consigue negros, zambos, catires, indios y todas las mezclas imaginables (“Todos somos café con leche: Unos con más café y otros con más leche”). Sólo para Almela todo catire es oligarca, ¿Será que el poeta es catire y, en consecuencia, bajo su óptica, se siente oligarca?

También el poeta protesta que el Presidente atribuya la victoria a Florentino y piensa, más bien, que el resultado del duelo es “tablas”. Es el momento de preguntarse: ¿Qué pretendía el Diablo? Llevarse a Florentino (“Capitán de las tinieblas / es quien lo viene a buscar” ¿Se lo llevó? No. ¿Se llevó una parte, pongamos por caso, el cuerpo y dejó el espíritu o viceversa? No. Veámoslo ahora del lado de Florentino. Primero que todo aceptó el reto el cual no era otro que cantar con el Diablo y no dejarse vencer, vale decir, no dejarse llevar. Pues, bien, ambos objetivos los logró: Canto con el Diablo y no se dejó llevar. La pretensión de Florentino no era matar al diablo o quitarle su alma. Entonces, ¿dónde hubo tablas? Son curiosos estos resultados tablas. Es como si después del referendum ratificatorio de agosto, la oposición derrotada argumentara que los resultados fueron tablas por que si bien no lograron revocar el mandato presidencial, el Presidente no fusiló en una plaza pública a la dirigencia oposicionista y estos continuarán con vida después del 15 de agosto. ¿Sólo dando muerte al adversario, destruyéndolo por completo, volviéndolo polvo, se alcanza la victoria? Peligroso el poeta. Curiosa manera de ser democrático.

Finalmente, para concluir, Almela nos dice que en el poema la expresión “a golpe de seis” no se refiere a la hora del día sino al ritmo “seis por derecho”. Me temo que el poeta, albacea de Arvelo Torrealba, tiene un diario, testamento o nota, de puño y letra del autor, en que de manera explícita precisa ese significado. Pues, del poema no se desprende tal conclusión. La descripción del paisaje apunta hacia esa hora del día (el jinete “caminos de El Desamparo / desanda a golpe de seis”) y, siguiendo la línea del tiempo, se detiene –se supone que ha pasado un breve tiempo- a tomar agua, ya entrando la noche (“Las chicharras atolondran / el cenizo anochecer”). Ahora bien, ¿hay indicios en el poema que nos sugieren el “seis por derecho”? No. Si de ritmo se trata, el seis por derecho es ritmo rápido (es el ritmo del joropo) y más bien esta parte del poema (El Reto) sugiere un tono lento, como bien lo interpretó José Romero Bello, cuando en la musicalización que colocó a esta parte del poema es el pasaje y la declamación. El mismo Arvelo Torrealba lo dice para anunciar la respuesta de Florentino (“En un verso largo y hondo / se le estira el tono fiel”). Además, por argumento en contrario, imagínense a El Diablo cabalgando a galope tendido mientras canta las coplas de El Reto: Florentino no podría entenderle porque el primer verso lo escucharía al lado, pero el cuarto a doscientos metros más allá. El mismo Almela dice que la frase es ambivalente; pero, sin embargo, sostiene que la única interpretación que cabe es la suya.

El artículo termina con esta oración reveladora, proyectiva y de exquisito interés psicoanalítico: “Pobre muchacho. ¿Qué marca fumará?” Realmente no sé si el presidente fuma y, en caso de hacerlo, tampoco sabría que marca fuma. Pero, de todo esto, lo que si queda claro es que el poeta Almela fuma lumpia.

Caracas, 27 de junio de 2004.