Por Rafael Hernández Bolívar
Muy tempranamente, en la Plaza Bolívar de Achaguas, mi pueblo, escuché una discusión que me marcó para toda la vida. Algunos paisanos trataban de establecer claramente la diferencia que existía entre un político y un politiquero. Al final concluyeron que un político estaba motivado por el bien general y los proyectos de gran aliento, elaborados sobre una profunda evaluación de la realidad y alimentaba su acción política cotidiana en valores de justicia, de libertad, de solidaridad, de desarrollo humano, etc.
El politiquero, al contrario, motivado por su interés personal de poder, orientaba su conducta política por la evaluación inmediata de las oportunidades que se podían presentar y aprovecharlas para alcanzar cuotas de poder. Para ello hacía lo que fuese necesario: Se contorsionaba, simulaba, bailaba en un solo pie si se convencía que eso ayudaba a sus pretensiones.
Por supuesto, este subproducto de la política está éticamente descalificado para ser tomado en consideración a la hora en que asoma la cabeza en la vida de los pueblos. Sus palabras son cáscaras para provocar ruido y sus gestos maniobras para engañar.
Albert Rivera, uno de los candidatos españoles de derechas de visita nuestro país, es el retrato hablado de aquella lejana discusión. Encarna, como pocos, al politiquero dispuesto a realizar lo que sea por ganar unos votos en las concepciones más rancias de la sociedad española.
¿Qué tenemos que ver nosotros en eso? ¡Nada! Atacar a Venezuela es sólo la excusa de que se vale la derecha aterrorizada ante el avance de la izquierda en España. Creen que, mientras más se difame, se mienta o se exagere sobre la realidad política, económica y social de Venezuela, más descalificada estará la esperanza española de cambio. La rastrera derecha venezolana, nada prolija en imaginación e inteligencia, para mantener su parásita respiración se pega a la cola de las elecciones españolas de junio.
Después se pegarán a Donald Trump o a Hillary Clinton en las elecciones gringas y repetirán el guión.